Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
domingo, junio 10, 2018
Frente a la caída de Rajoy, debatamos una salida de los trabajadores
Por una asamblea de bases de las organizaciones obreras para un plan de lucha por las reivindicaciones salariales y sociales
Por una salida de los trabajadores a la crisis del régimen
Por una Asamblea Constituyente para debatir la reorganización de la sociedad en una Federación Ibérica de Repúblicas Socialistas
La moción de censura promovida por el PSOE acabó con Mariano Rajoy y el Gobierno del Partido Popular gracias al apoyo de Unidos Podemos, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), el Partido Democrático de Catalunya (PDeCat) y Bildu. Este pacto de exclusión ha sido al menos en la forma el resultado de la sentencia del caso Gürtel y el encarcelamiento del ex ministro de José María Aznar, Eduardo Zaplana. Mientras que estos hechos son la gota que rebalsó el vaso, el Gobierno del PP arrastraba una larga lista de casos de corrupción desde su formación. Si esta vez los últimos incidentes judiciales determinaron que el socialista Pedro Sánchez apelara a una moción de censura se debió a la brutalidad de la sentencia que declara que en el Partido Popular había una estructura destinada a su financiación ilegal desde 1989 y que quitó toda credibilidad al presidente del gobierno, Mariano Rajoy, cuyas declaraciones en el juicio fueron cuestionadas. Tras estos hechos mirar para otro lado era imposible y el PSOE vio la oportunidad de recuperar puntos entre su electorado ocupando la Moncloa. El impacto de esta crisis ha sido lo suficientemente fuerte como para que Rajoy, tras perder el gobierno, haya anunciado que abandona la política.
El resultado de este enjuague palaciego, como corresponde a una monarquía que tiende a su disolución es un Gobierno sumamente débil a quien respaldan sólo 84 diputados. Es decir que deberá negociar cada una y todas las decisiones que pretende hacer pasar por las Cortes, un ejercicio que carece de garantía de éxito. Este recambio es una expresión más de la crisis del régimen de la transición con sus dos principales partidos en franco retroceso. Estamos ante un régimen político en descomposición cuya supervivencia se debe a la ausencia de una movilización profunda y centralizada de los trabajadores, la juventud y los pensionistas. El PSOE se ha lanzado a constituir un gobierno de “personalidades“ que ya han recibido el visto bueno de la presidenta del Banco de Santander y del consejero delegado de Repsol. Un gobierno del agrado del Ibex 35 comprometido por sobre todas las cosas con el ajuste en contra de la clase trabajadora. Es de señalar que en Economía se ha designado a Nadia Calviño, una economista de formación liberal y servidora pública de la Unión Europea cuyos planes de ajuste defiende a pies juntillas. Otra ministra de perfil ajustador es María Jesús Montero quien se ocupó de “resolver” el déficit de la sanidad en la Junta de Andalucía y provocó un levantamiento de médicos y pacientes que la obligó a recular parcialmente de sus pretensiones. Ni qué hablar de Josep Borrell, otro liberal enfrentado a muerte con el nacionalismo catalán y padre del régimen fiscal español que grava los salarios y no los capitales… mientras tanto el juez conservador Grande Marlaska acusado de afinidad con el PP se ha quedado al mando de la policía nacional, casi nada.
En el mundo real estamos ante un recambio decidido por las cúpulas de los partidos a espaldas de los intereses de los trabajadores y el pueblo con el objetivo de reconstituir su caudal electoral. Las últimas encuestas de opinión indican que el Partido Popular se ha convertido en la cuarta fuerza más votada con sólo el 19% de la intención de voto mientras que Ciudadanos sería el partido más votado con el 29% de los votos. PSOE y Unidos Podemos serían la segunda y tercera fuerza respectivamente, pero la gran dispersión del voto impediría la formación de un gobierno con mayoría. Un escenario que da cuenta de la verdadera disgregación de las fuerzas políticas parlamentarias y de la profunda crisis del régimen surgido de la transición y de los partidos que la apañaron. El Gobierno monocolor pero con guiños a la derecha que ha formado el PSOE no está en condiciones de hacer ningún progreso para superar la crisis en Catalunya a menos que las fuerzas nacionalistas decidan dar una tregua al centralismo madrileño, algo que no parece estar de momento en el orden del día.
Mientras tanto hemos asistido a un recambio en frío sin movilizaciones, ni huelgas para la caída del Gobierno ni festejos o manifestaciones tras su salida. Los grandes ausentes en esta crisis han sido los trabajadores empeñados en una multitud de conflictos salariales y por las condiciones de trabajo a lo largo del país, con movilizaciones en defensa del sistema sanitario, la educación y las pensiones públicas huérfanas de una centralización que las dirija frontalmente contra el Gobierno. Algo que los sindicatos han evitado de forma puntillosa. Ni Sánchez, ni los que secundaron la moción de censura se refirieron a los reclamos de las luchas en curso ni tienen el menor interés en hacerlo. Una mención especial merece Unidos Podemos que ha visto frustradas sus expectativas de formar parte del Gobierno y cuyos dirigentes han declarado que un partido con 84 diputados no puede gobernar en solitario.
Lo que demuestra que el apoyo “incondicional” a la moción de censura de Sánchez se hizo con la expectativa de una retribución: la entrada de los “jóvenes rebeldes” en el consejo de ministros. Pablo Iglesias aprovechó el debate de la moción de censura para hacer tabla rasa de las diferencias que le separaron de Íñigo Errejón en el congreso de Vista Alegre II, con una autocrítica por no haber apoyado oportunamente al PSOE en oposición al PP. Poco alcance tuvo la táctica de sumisión y ha dejado a Podemos desnudo de sus atributos izquierdistas exponiendo lo que realmente es: una organización política que detrás de su verborrea de izquierda espera su oportunidad para parasitar el aparato del estado. Los ayuntamientos del cambio en los que participa Unidos Podemos ya han dado claras muestras de su adaptación a las necesidades de los grandes grupos económicos que se nutren de los contratos municipales con la negativa a municipalizar los servicios y las políticas de recortes salariales en los servicios municipales y sus empresas.
Al mismo tiempo, las movilizaciones y luchas en desarrollo si bien objetivamente cuestionaban la permanencia del PP en el gobierno, no hacían explícita la necesidad de su expulsión. Esta es una contradicción elemental entre el movimiento en las bases y los objetivos de sus dirigentes: es decir que las direcciones políticas de estas luchas no estaban por el derrocamiento de Rajoy, no lo exigían en ninguna de sus declaraciones, en ningún programa, como tampoco la necesidad de una huelga general para terminar con su política de ajustes y por la defensa de los derechos aplastados. El papel político que han desempeñado estas direcciones ha sido el de la adaptación a una salida parlamentaria, canalizando esas luchas en apoyo de las maniobras palaciegas para echar al PP sin apelar a la movilización de los trabajadores. En esta estrategia se han embarcado las organizaciones en un arco que va desde las direcciones de CCOO-UGT pasando por Unidos Podemos, por los partidos independentistas (incluida la CUP) hasta grupos de la izquierda “radical” y el sindicalismo alternativo. La estrategia de todo este arco político es “reforzar la democracia”, “avanzar hasta donde se pueda”, elegir “el mal menor”, posiciones condensadas en que lo principal era sacar al PP del gobierno. Podemos que surgió como expresión del 15M contra la “casta” que puso “líneas rojas” que no serían traspasadas se ha entregado sin condiciones a esa “casta” y su principal dirigente, Pablo Iglesias, le dice un adiós emocionado a Mariano Rajoy a quien califica de político elegante e inteligente: “Fue un honor ser su rival y combatirle políticamente. Se ganó mi respeto”.
Las últimas semanas han vuelto a dejar a la luz que la tarea del izquierdismo de Unidos Podemos antes y ahora es apropiarse de las luchas para subordinarlas a las maniobras parlamentarlas, alimentando la ilusión de que con la presión se lograrán algunas migajas. Este es un camino de derrota. Es necesario construir una alternativa independiente de los trabajadores sobre la crítica implacable de esta izquierda para avanzar contra los ataques a nuestros derechos y superar la crisis del régimen.
Sánchez y el PSOE asumen con unos presupuestos que condicionarán su gobierno, las centrales empresariales, la UE y los bancos ya han dado su posición sobre el tema: seguir con los ajustes, esa es la directiva. El PSOE, que se ha alternado en el gobierno durante 40 años con el PP, y es fiel defensor del régimen que construyó junto con la monarquía y los herederos del franquismo ha escuchado el mensaje y lo ha puesto de manifiesto con su nuevo equipo de gobierno. Pero el Partido Socialista, que también está metido hasta el cuello en casos de corrupción como el de los Eres en Andalucía, no despierta ninguna confianza entre los trabajadores. Para combatir esta desconfianza Unidos Podemos llama a dar una tregua al gobierno que ayudaron a establecer y al que reprochan que no los haya invitado a cogobernar.
Esta crisis pone de relieve que quienes pretenden representar a los trabajadores son en realidad distintas variantes capitalistas que a lo que van es a más ajustes. Es necesario clarificar ante los trabajadores que la confianza en las direcciones ajenas a su clase conduce a la desmoralización y a la derrota. El hecho que el PSOE haya salido airoso de la moción de censura ha determinado que ahora tenga en sus manos una patata caliente. El nuevo Gobierno tendrá que continuar con la política de ajustes en minoría en el parlamento y al mismo tiempo los socialistas pretenderán frenar su propia crisis. Estamos ante un gobierno al que las necesidades de su guion le llevarán a disipar en un breve plazo las expectativas alentadas por los que lo encumbraron.
Tampoco el marco internacional resulta favorable. La crisis política en Italia, las luchas en Francia, la separación del Reino Unido de la UE, la ofensiva comercial de Trump contra los intereses comerciales europeos, son elementos que influyen decisivamente en la economía española. Mientras la deuda pública en España supera el 100% del producto interior bruto, la precariedad laboral se agudiza y la tasa de paro sigue rompiendo récords europeos. La tregua que ha insinuado Unidos Podemos para Sánchez y el gobierno del PSOE se ha trasladado de forma parcial a algunas plataformas ciudadanas en lucha. Contra los que alimentan ilusiones en el gobierno socialista debemos denunciar que éste mantendrá la política de ajustes y adoptará medidas cosméticas en un intento de diferenciarse del PP y recabar votos.
Un programa de combate de los trabajadores ante la crisis política del régimen tiene objetivos claros. No hay ninguna posibilidad de resolver la cuestión de Catalunya y de las otras nacionalidades históricas de España bajo la monarquía y dentro del parlamentarismo democratista. La única salida a las reivindicaciones nacionales y a la autodeterminación es una federación Ibérica de repúblicas socialistas. Ante las maniobras parlamentarias hay que oponer la necesidad de una Asamblea Constituyente, para debatir la nueva organización de la sociedad. Entre la creciente agitación social y las luchas por el salario y las condiciones de trabajo, por la sanidad, la educación y las pensiones públicas, y la reorganización de la sociedad sobre nuevas bases, es necesario tender el puente de las reivindicaciones. Para ello es imprescindible el debate en asambleas en los lugares de trabajo y de estudio en el camino a convocar un congreso de bases de las organizaciones obreras, para imponer un plan de lucha por el conjunto de las reivindicaciones sociales y por la Asamblea Constituyente.
Contra la Unión Europea del imperialismo y el capital financiero, luchemos por los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Grupo Independencia Obrera
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