domingo, septiembre 30, 2018

James Baldwin, orgullo negro y marxismo



Como no podía ser menos en una época en la que las voces antisistema se están haciendo un lugar creciente, cuando el movimiento del “orgullo negro” se está desarrollando de una manera segura y firme, que personajes tan emblemáticos como James Baldwin (Nueva York, 1924 – París, 1987), regresa a nuestras librerías, periódicos e incluso el cine. Narrador, ensayista y comediógrafo estadounidense de raza negra cuya obra, sobre todo en las décadas de 1950 y 1960, James tuvo gran repercusión literaria y política por el análisis del problema racial en Estados Unidos y sobresalió por su audacia y la profundidad de un pensamiento que encontró en el marxismo el alimento intelectual que necesitaba.
Hijo de un predicador de Harlem, James fue el mayor de nueve hermanos, a los catorce años Baldwin atravesó una profunda crisis religiosa que le llevó a convertirse en predicador, donde habría que haberlo visto. Esta experiencia está narrada con vigor, lucidez y perfecto dominio lingüístico del material tratado, en su primera y probablemente mejor novela Ve y dilo en la montaña (1953) sobre cuto trasfondo, la conversión del protagonista, John Grimes, se dibuja la compleja trama de las relaciones familiares, cargadas de tensiones y frustraciones en la que se perciben jirones de su propia vida, tan negra como su reputación.
Asfixiado por agobio de un racismo despiadado, Jmes Baldwin se trasladó en 1948 a Francia (donde permanecerá hasta 1957), siguiendo su propio camino de una búsqueda de su identidad como negro y como artista, lejos de las heridas producidas por el racismo norteamericano contra el que nunca dejó de combatir. La experiencia de la adolescencia ligada a la religión es también la base de The Amen Corner, representada por primera vez en 1955 en una universidad negra norteamericana y sólo publicada en 1968. De trazos suaves, pero construida singularmente sobre el ritmo de un ritual afroamericano, el drama, al tiempo que expone con sarcasmo la iglesia negra y sus -con frecuencia- hipócritas fieles, a través del sufrimiento interior de la protagonista, Margaret, afirma la necesidad de compasión y del amor más allá de todo conformismo y por supuesto de unas leyes supremacistas.
En su primera colección de ensayos (Notes of a Native Son, 1955), Baldwin se sitúa inmediatamente como uno de los mejores prosistas norteamericanos en este género después de Emerson. Lúcido y apasionado en el análisis, Baldwin traza a partir de experiencias propias el estado tortuoso de las relaciones entre negros y blancos en EE.UU., envueltos en una espiral de odio y miedo, de una contradicción brutal que sin embargo solamente encuentra salida en la superación común. Desde el plano literario, Baldwin ataca resueltamente la novela de protesta, patrocinada por su ex padre espiritual, el exmilitante comunista expulsado por antiestalinista, Richard Wright, cuyo periplo también psa por el marxismo y por París. La Habitación de Giovanni (Giovanni’s Room, 1956) es una novela en parte no lograda, donde Baldwin afronta el tema de la relación homosexual entre dos blancos y que culmina trágicamente con la ejecución de Giovanni, condenado por homicidio después de haber sido abandonado por su amante, una obra que significa un retroceso.
Tras su regreso a los USA, Baldwin publica Nobody Knows My Name (1961), magníficos ensayos en los que afronta más directamente los problemas raciales de EE.UU. Otro país (Another Country, 1962, Versla, Barcelona, 1984, una magnífica edición) parece confirmar su involución como narrador: ambientada en un Greenwich Village multirracial, la novela narra un complejo de relaciones, básicamente eróticas, de un grupo de personajes a la búsqueda del equilibrio y la salvación en un mundo caótico. La próxima vez, el fuego (The Fire Next Time, 1963) reafirma una vez más que su mejor terreno es el ensayo: los análisis amargos de las heridas psíquicas que padece su país se acompañan con una vibrante llamada para que blancos y negros consigan integrarse en un plano de igualdad.
En 1964 publica y pone en escena Blues para Mr. Charlie (Blues for Mister Charlie, editada igualmente por Versal en una colección dirigida por el chileno Mauricio Wazquez con el que el que esribe colaboró estrechamente como lector), drama fuertemente expresionista centrado en el linchamiento de un joven negro, donde Baldwin no desdeña hacer propaganda de las ideas del Black Power, entonces en alza. En Going to Meet the Man (1965), colección de cuentos de valor desigual, el ritual de la música negra permitirá a dos hermanos reencontrar una identidad común. Tell Me How Long the Train’s Been Gone (1968) cuenta la historia de amor de un actor y una actriz negros hasta el desarrollo de la conciencia política del actor.
Sobre mi cabeza (1979) se centra en la carrera de un cantante de soul y sus amores homosexuales, contada por el hermano, y que culmina trágicamente. En Blues de la calle Beale (1974), la violencia de un joven negro encarcelado injustamente aparece en contraposición al sentimiento de solidaridad que une a la familia negra. Por el mismo tiempo publica ensayos: No Name in the Street (1972), The Devil Finds Work (1976). En 1985 aparece la colección completa de sus ensayos: The Price of the Ticket: Collected non-fiction 1948-85. El silencio de sus últimos años quizá fue indicativo de las mayores dificultades que su talento provocador pudo tener para hallar nuevas inflexiones dentro de su tono ardientemente profético.
En fechas recientes nos ha llegado el impresionante documental de Raoul Peck, candidato al Oscar en este género y un documento que penetra sobre el tema racial con un dolor y una lucidez impresionantes. El guión está fundamentado en las palabras dell activista y escritor James Baldwin, autor de Go Tell It on the Mountain y The Fire Next Time. Peck escenifica Remember This House, manuscrito inacabado de Baldwin y su memoria personal de Malcolm X, Martin Luther King Jr y Medgar Evers, activista de derechos civiles asesinado por un segregacionista en 1963. Baldwin resurge como un orador e intelectual público demoledoramente elocuente, una figura que merece un lugar propio junto a Edward Said, Frantz Fanon o Gore Vidal y otros que alumbran las tinieblas del mal social extremo. La narración coloca la acerada narración de las palabras de Baldwin a cargo de Samuel L. Jackson contra un incisivo montaje de filmaciones de las épocas que van de Jim Crow a Ferguson, y una feroz banda sonora (a propósito, se utiliza estupendamente Damn Right I´ve Got the Blues, de Buddy Guy, que nunca había sonado tan airada o tan política). Hay una maravillosa filmación de Baldwin hablando en la Cambridge Union Society y otra del “show” de Dick Cavett, con un anfitrión que parece estar de los nervios, quizás porque estaba a punto de hacer aparecer a un intelectual conservador, buscando un equilibrio, a quien Baldwin haría educadamente trizas. Baldwin lleva a cabo un persuasivo análisis de la traumatizada “fase de espejo” de la cultura por la que pasó la gente negra en la Norteamérica del siglo XX. De niños, aclamaban y se identificaban con los héroes y heroínas blancas de la cultura de Hollywood; luego se miraban al espejo y se daban cuenta de que eran distintos de las estrellas blancas y se parecían más, de hecho, a los malos y los “indios” a los que habían abucheado. El documental detalla cómo el sonriente James se negó a dejarse enredar en las diferencias de opinión sobre violencia/no violencia entre King y Malcolm X que aprovechaban los comentaristas convencionales, y mantuvo constantemente una crítica propia, aunque tengo la impresión de que la yuxtaposición que hace Peck del tonteo y tarareo melódicos de Doris Day con una víctima de linchamiento es un floreo que se aproxima a la cólera de Baldwin, pero no a su elegancia. Hay una parte sobre la discusión de Baldwin de la dramaturga Lorraine Hansberry, autora de A Raisin in the Sun. Detalles como los referidos al bueno de Sidney Poitier y a películas como la muy emblemática Adivina quién viene esta noche (1967), dirigida por el “rojo” liberal Stanley Kramer (autor del alegato Fugitivos y de Vencedores o vencidos), con íconos tan potentes como la pareja formado por Spencer Tracy y Katherine Hepburn, nos arrastra al torrente crítico y nos lleva a preguntarnos sobre hasta qué punto hemos sido antirracistas consecuentes.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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