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miércoles, septiembre 26, 2018
Trump expuso ante la ONU su doctrina de imperialismo recargado
En su discurso ante la 73 Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente norteamericano Donald Trump volvió a plantear una versión recargada del America First.
Trump se declaró enemigo de la globalización y del control global. Justificó las guerras comerciales con un discurso que viene ensayando desde su campaña electoral, según el cual Estados Unidos es víctima de la codicia de sus rivales y también sus socios, que se aprovechan de las normas de instituciones multilaterales como la OMC para entrar al mercado norteamericano y a la vez proteger el propio. El presidente señaló explícitamente a China (a pesar de considerar a Xi Jinping un amigo) por su política comercial y monetaria deshonesta, pero detrás del gigante asiático están también aliados y socios comerciales tradicionales como Alemania, la UE y Canadá.
Según Trump, bajo el orden (neo)liberal proliferaron vividores que se beneficiaban de un imperialismo tímido y globalista, más preocupado por liderar el mundo que por defender el interés norteamericano, y es esto lo que no va más. No solo en el terreno comercial. Trump se refirió también a aquellos que no quieren gastar en garantizarse su propia seguridad y dejan que sea Estados Unidos el que cargue con el costo de hacer de policía del mundo. A partir de ahora, la ayuda financiera y el favor político serán solo para los amigos de Estados Unidos. Esta seudo teorización sin grandes pretensiones, sobre todo si se la compara con la gran estrategia de la contención que guió en gran medida el liderazgo hegemónico imperialista, sería lo que está detrás de la política exterior errática y polarizante que ha transformado a la principal potencia mundial en fuente de inestabilidad y tensiones.
Trump reivindicó el imperialismo del garrote, expresado en el uso de las sanciones como una herramienta casi exclusiva de política exterior. A un año de haber amenazado a Corea del Norte con la destrucción total los nuevos blancos de la ira imperial son Irán y Venezuela, y secundariamente Cuba. Repudió nuevamente el acuerdo nuclear alcanzado con Irán en 2015 del que Estados Unidos se retiró dejándolo en el aire, una política no solo dirigida al Medio Oriente sino también a la UE que sigue sosteniendo el acuerdo. Acusó al régimen iraní de ser una dictadura terrorista. Justificó la alianza con las monarquías sunitas del Golfo y la política de haber trasladado a Jerusalén la embajada norteamericana.
La política agresiva de Trump contra Venezuela como parte de la ofensiva imperialista en América Latina tiene sus propios lacayos locales, uno de los más notables es el presidente Macri que fue a vender a la Argentina al FMI y a los inversores que quieran hacerse su agosto.
Sin embargo, la imagen de fortaleza que pretendió dar Trump contrasta con la profunda crisis política que atraviesa su administración. La Casa Blanca está sacudida por los escándalos y las divisiones dentro del establishment están alcanzando un punto de ebullición. Integrantes del círculo íntimo del presidente se pasaron de bando y están colaborando con el FBI en una investigación que puede hacer palidecer el caso de los cuadernos en Argentina porque se trata de un presidente en ejercicio. El Juez conservador Brett M. Kavanaugh propuesto por Trump para ocupar un puesto clave en la Corte Suprema enfrenta acusaciones de abusos sexuales que están obstaculizando su confirmación. Y el New York Times, el principal medio corporativo furiosamente opuesto a Trump publicó una nota anónima de un funcionario de alto rango de la administración que se define como la resistencia a un gobierno caótico. Toda una operación política que tiene como antecedentes nada menos que el escándalo de Watergate que puso fin a la administración Nixon.
En gran medida el futuro de Trump se juega en las próximas elecciones de medio término que aún son una gran incógnita.
Claudia Cinatti
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