viernes, septiembre 21, 2018

La situación política, en vísperas del paro general



El paro nacional del próximo 25 y las movilizaciones del día previo tendrán lugar en medio de tenaces esfuerzos de la clase obrera por abrirse un rumbo en la crisis nacional, a pesar del empeño de la burocracia sindical en bloquearlo (ver artículo en páginas centrales). Pero el paro tendrá también como telón de fondo a una crisis de régimen en pleno desarrollo.

40 pesos

La venta directa de dólares por parte del Banco Central -a contrapelo de las exigencias del FMI por la “libre flotación”- no ha podido evitar que el dólar saltara la barrera de los 40 pesos. La última disparada se produjo, además, después del acuerdo con los gobernadores pejotistas para recortarles ingresos y transferirles mayores gastos a las provincias. O sea que la promesa del “déficit cero” no logró frenar la fuga de capitales. Mientras tanto, el desarme de las Lebacs avanzaba al precio altísimo de recrear una nueva bola de nieve -las usurarias letras del Tesoro- y, en perspectiva, una nueva trepada del dólar, con sus consecuencias en términos de mayor inflación. Por lo tanto, la reducción de las Lebacs, reclamada por el FMI, será bancada con nuevos zarpazos al fisco y al poder adquisitivo de trabajadores y jubilados. En ese cuadro, el Banco Central volvía al nivel de reservas previo al primer desembolso del Fondo Monetario. O sea que los 15.000 millones de dólares aportados por el organismo se evaporaron, sin impedir por eso que el dólar se fuera de 24 a 40 pesos.
Este balance desastroso del acuerdo con el FMI explicaría por qué las negociaciones por un segundo acuerdo se encuentran trabadas. Por un lado, los funcionarios macristas quieren poner un tope a la devaluación; el FMI, por el contrario, un límite al uso de reservas, para que puedan servir al pago de la deuda. Pero si prevalece la “libre flotación” del Fondo, puede abrirse paso a una hiper-devaluación todavía mayor, lo que alimenta la sospecha de que el FMI podría estar buscando una dolarización

Otra vez, la deuda

Es en este contexto que la presidenta del FMI puso el dedo en “la sustentabilidad de la deuda”, una referencia evidente a una cesación de pagos. La relación deuda/PBI hoy se acerca al 80% y se encuentra -según el propio FMI- “por encima del umbral de nivel alto de riesgo” (El Cronista, 12/9). Ese porcentaje no computa la deuda externa de las provincias ni la del Banco Central. En el caso de las provincias, ya aparece el “fantasma del defol” (Clarín, 13/9). Del otro lado, la expectativa de que el dólar a 40 pesos elimine el déficit comercial y aporte un financiamiento en moneda ‘dura’ encuentra numerosos límites: los exportadores tienen libertad para dejar las divisas en cuentas del exterior; la cosecha norteamericana y los aranceles de China a la soja de Estados Unidos están tirando abajo el precio del poroto. A esta caída presiona también la devaluación del real brasileño.
La deuda externa de las grandes corporaciones privadas también cuenta, porque “el violento ajuste cambiario aumenta la exigencia de pesos para comprar los dólares necesarios para pagar intereses y capital” (Página/12, 9/9). Nada menos que Telecom acaba de resignar una emisión internacional de 1.000 millones de dólares, por falta de compradores de deuda. Esta crisis de financiamiento explica la violenta caída de la capitalización bursátil de las grandes compañías locales, unos 60.000 millones de dólares, entre las que se encuentran las energéticas, debido a los obstáculos a la dolarización de tarifas. La “quiebra del Estado”, la forma superior de la bancarrota, es acompañada por la del llamado sector privado, precisamente el que reclamaba eliminar el ‘cepo’ con la intención de endeudarse en el mercado internacional.

Dolarización y reestructuración

En este cuadro, las declaraciones de un funcionario de Trump en favor de la reimplantación de un régimen de convertibilidad para la Argentina provocaron una sacudida política, porque demostraron el carácter fuertemente condicionado del supuesto apoyo de Trump a Macri. La convertibilidad supone un dólar que cotizaría cerca de los 100 pesos, porque necesitaría, como mínimo, equiparar la base monetaria en pesos con las reservas netas del Banco Central, que son apenas de 16 mil millones de dólares. La convertibilidad o la dolarización condicionarían el crédito interno al internacional, en un momento en que éste refluye debido al aumento de la tasa de interés norteamericana y a la repatriación de capitales a Estados Unidos.
Pero la convertibilidad menemo- cavalliana no fue sólo un planteo monetario: fue precedida por una “reestructuración” de la deuda (Plan Brady) y por un remate de activos (privatizaciones). En esta línea, Macri firmó un decreto, el año pasado, que lo autoriza a ofrecer las reservas petroleras, mineras y gasíferas como garantía de nueva deuda. Un “rescate” del Tesoro norteamericano, condicionado a la convertibilidad, tendría como contrapartida a las reservas de Vaca Muerta o al litio del norte, o a la minería de Catamarca, Chubut o Santa Cruz. El plan Cavallo fue precedido también por severos ataques a la clase obrera, e impuso una desocupación del 17%. En el listado de Trump revista con seguridad un ataque decisivo a las conquistas laborales y previsionales.
En conclusión, el supuesto “rescate” yanqui implicaría un ‘ajuste’ descomunal. Pero, de otro lado, delata que la política del FMI-Macri no tiene destino, porque choca con la imposibilidad de honrar la deuda externa sin pasar por una reestructuración o un defol. A su turno, un defol de Argentina sería un “momento Lehman Brothers” para la economía mundial. Estos son los términos de la discusión dentro del FMI y el Tesoro de los Estados Unidos.

Presupuesto 2019

Precisamente, acaba de revelarse que el Presupuesto 2019 contiene una cláusula que habilita a una ‘eventual’ reestructuración de la deuda “en condiciones de mercado”, o sea, derogando la norma que obligaba a que al menos una de tres condiciones -plazo, interés, monto total- sea modificada a favor del país en caso de ‘reestructurar’. Así, se pone de manifiesto que el conjunto del Presupuesto tiene la orientación inequívoca de asegurar el pago de la deuda usuraria a costa de los trabajadores. El ítem que más crece es el del pago de los gastos financieros (intereses de deuda). A los recortes a las provincias -que deberán cargar con los subsidios al transporte o, en su defecto, habilitar a nuevos tarifazos- se suma la decisión de eliminar toda exención en el impuesto a las Ganancias, reforzando la confiscación sobre la franja de trabajadores que hoy lo paga. Y una cuestión crucial, el sostenimiento de la rebaja progresiva de aportes patronales, a término, una declaración de quiebra de la Anses.
Pero el debate del Presupuesto es también revelador sobre el carácter de la oposición pejota-kirchnerista. Después de la ‘foto’ con los gobernadores -y luego de que éstos aceptaran los puntos centrales del ajuste 2019-, los diputados y senadores pejotistas han ingresado en una negociación por la ‘letra chica’ que no toca los pilares del actual esquema económico. O sea, el acuerdo con el FMI y su mentiroso ‘déficit cero’ con el que se pretende recuperar el crédito de los especuladores internacionales. En el Congreso avanza una cuidadosa arquitectura política para que el Presupuesto de ajuste pase airoso, entre los diputados del peronismo “racional”, que lo votarán favorablemente, y aquellos que disimularán su complicidad con una abstención o ausencia del recinto, para facilitar la prevalencia del voto positivo. El kirchnerismo, que anunció su voto en contra, no se cansa de señalar que el acuerdo con el FMI “condiciona al futuro gobierno”. O sea que el “frente antimacrista” que pregona Agustín Rossi se imagina gobernando bajo la picota de ese acuerdo colonial. Una “oposición” al Presupuesto fondomonetarista que no contemple la ruptura con el Fondo es una completa impostura.
La atención de los “nacionales y populares” se ha trasladado ahora a la escalada judicial de los cuadernos (ver pág. 2), que ha dejado a Cristina como rehén de Pichetto y los senadores pejotistas, quienes podrían votar su desafuero. Como consecuencia de ello, la pretendida “resistencia al neoliberalismo” ha quedado condicionada a la extorsión del régimen judicial devenido al macrismo y de la burguesía nacional “arrepentida”.

Salida política

A contrapelo de los que calculan “con vista a 2019”, en los cenáculos del imperialismo se debate la urgencia de la crisis. No sólo se baraja la insolvencia económica de la Argentina, sino también la insolvencia política del macrismo.
Lagarde reclama una salida ‘seria’ para anticipar sus rescates financieros a Argentina -o incluso una reestructuración de la deuda impagable. Pero para el manejo de una crisis de esa envergadura recelan del gabinete “cerrado” que Macri preservó para pilotear un ‘ajuste’ que, en última instancia, luce catastrófico. El reclamo de un gabinete de “unidad nacional” tiene todas las características de un planteo de transición, para comprometer a todas las fuerzas patronales, a la larga, en alguna variante de dolarización o ultracolonización. No hay que olvidar que, Scioli primero, en la campaña de 2015, y el FMI, en el primer acuerdo, plantearon dolarizar al Banco Central, convirtiendo la deuda del Tesoro con el Banco Central en deuda internacional, cuyos dólares ingresarían al patrimonio del banco. Ahora mismo, los depósitos en pesos se están pasando a dólares o a depósitos en dólares -una dolarización que se desarrolla “al mayor ritmo de los últimos 15 años” (El Cronista, 15/9). El propósito de la convertibilidad o la dolarización sería evitar la corrida bancaria que asoma.
Con este telón de fondo, asoman las movilizaciones obreras en curso, la rebelión educativa y la lucha de la mujer, que ganará las calles el próximo 28 por el aborto legal. La clase obrera busca abrirse un rumbo propio en la crisis. Más que nunca es necesario apoyarnos en las luchas en curso para batallar por la preparación de la huelga general, un planteo que debemos hacer valer en los piquetes y movilizaciones en el curso del paro contemporizador de la burocracia del próximo 25.
La clase obrera, de todos modos, enfrenta un desafío estratégico: posicionarse frente a la crisis de conjunto y ofrecer su propia salida. Planteamos que se vayan Macri y sus cómplices provinciales y legislativos, para que asuma el poder una Asamblea Constituyente soberana, cuya primera tarea será repudiar la deuda externa impagable y usuraria, y poner en marcha una salida para que la crisis la paguen los capitalistas. La lucha por esta salida política transicional necesita de un Congreso de delegados con mandato de todas las centrales obreras y sindicatos, electos en los lugares de trabajo, para que la clase obrera se convierta en dirección política del conjunto de los trabajadores y oprimidos.

Marcelo Ramal

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