La actual pandemia del coronavirus está actuando como un acelerador extraordinario de la crisis económica mundial, golpeando de lleno al sistema capitalista, un paciente con patologías previas que no tiene estrategias de defensa para derrotar al virus. Como todavía no existe una vacuna, la única medida posible para enfrentar un fenómeno de estas características es un distanciamiento social forzado, sin embargo, esto entra en fuertes contradicciones con la supervivencia del actual sistema económico que necesita del funcionamiento de fábricas, almacenes y negocios llenos para continuar con la producción y venta. Las medidas de contención adoptadas por nuestro país (trabajo inteligente y control social) en el último mes han demostrado ser insuficientes para una derrota del virus en el corto plazo, sobre todo porque no están asociadas con un bloqueo de la producción no esencial. Han dilatado seguramente el tiempo de contagio, pero al costo de más pérdidas de vidas humanas respecto a lo que podía haberse logrado con una acción más decidida. Al mismo tiempo, no podrán evitar la catástrofe económica. Para Italia, que fue el primer país occidental en ser masivamente afectado, Goldman Sachs estimó el 24 de marzo una caída del 11,6% en el PIB en 2020, más del doble que el del 2009, que se remonta a la última crisis económica (5,6%).
Es precisamente sobre el tema del bloqueo de la producción que, en las últimas semanas en Italia, el eterno conflicto entre el capital y el trabajo ha adquirido una dinámica más trágica de lo habitual.
Por un lado, observamos cómo la burguesía, ya huérfana de una iniciativa estratégica para continuar garantizando condiciones de vida aceptables a la población, trata de garantizar la continuidad del sector productivo, preocupada por los efectos devastadores que esta escalada de la crisis podrá traer a su futuro rol hegemónico dentro de la sociedad. Confindustria dio la alarma: el presidente Boccia dijo que más del 70% de las compañías que cerrarán durante este período probablemente nunca volverán a abrir (Il Sole 24 Ore - 24 de marzo), mientras que el futuro candidato a la presidencia Bonomi indica que La salida de esta crisis será muy complicada y prevé el comienzo de un período de economía de guerra (La Repubblica- 22 de marzo). Ambos negaron que las fábricas sean lugares de contagio y pidieron a los trabajadores que no se declaren en huelga, porque en su opinión, de esta crisis se puede salir solamente si permanecemos unidos y colaborando.
Por otro lado, está la clase obrera a la que, ahora más que nunca, el patrón se muestra como su verdugo. En este momento, de hecho, la falta de protección en el lugar de trabajo se convierte en una cuestión de vida o muerte. Si en los últimos años ha habido un promedio de tres muertes blancas por día, ahora, frente a una gestión de epidemia abordada sin medidas drásticas de contención, a partir de los lugares de trabajo, el número está destinado a crecer rápidamente. Estaría en juego no solo la vida del trabajador sino también la de los seres queridos que podrían infectar trasladando el virus dentro de su hogar.
Huelgas espontáneas en fábricas: la clase obrera responde
Entre la ira y el miedo, el conflicto resultó en huelgas espontáneas. Los primeros en huelga fueron los trabajadores de la planta de FCA en Pomigliano. El 10 de marzo pasado, de hecho, también impulsados por los temores de sus familias, los trabajadores se cruzaron de brazos espontáneamente.
En Pomigliano con un efecto de avalancha, se produjeron nuevas huelgas espontáneos que afectaron a la planta de FCA en Melfi, Piaggio di Pontedera, donde la fábrica no había cerrado a pesar de que un trabajador dio positivo al hisopado, y muchos otros almacenes y plantas de norte a sur del pais. En esta etapa, los trabajadores, ciertamente impulsados por el miedo, se encontraron asumiendo un papel crucial en la lucha contra el virus. Luchando por sus vidas y por la seguridad, lucharon por la seguridad de todos. Como alguien ya ha señalado, de hecho, el mapa de contagios coincide con el mapa de los principales centros industriales de Italia, que, debido al desarrollo urbano típico de la sociedad industrial capitalista, son los centros más poblados, con mayor densidad de habitantes y por lo tanto fácilmente sujeto a una rápida expansión del virus. Por ejemplo, solo Lombardía tiene alrededor de una sexta parte de los habitantes de Italia, a pesar de que su territorio representa menos del 8% del territorio nacional. En una entrevista, el alcalde de Brescia Emilio Del Bono arrojó luz sobre cómo, en una de las áreas más afectadas, muchos contagios surgieron desde adentro de las fábricas (The Daily Fact - 17 de marzo). Incluso el científico y farmacólogo bergamasco Silvio Garattini le adjudica al no cierre de fábricas y empresas, entre los factores responsables de la tragedia vivida por su ciudad (La Repubblica - 27 de marzo). La interrupción de la producción no esencial es, por lo tanto, algo necesario para la lucha contra el virus, aunque muchos médicos, entre ellos el siempre cuidadoso y escrupuloso Roberto Burioni, en las primeras semanas seguían asegurando de que se podía salir de la casa para continuar yendo a trabajar respetando las medidas recomendadas por el gobierno y los medios de comunicación. La trágica situación en Lombardía desmiente por completo estos puntos de vista. La abundancia de enfermos desde Bérgamo a Brescia ha alcanzado un nivel tal que no puede garantizar la atención de todos y deja que las personas mueran en sus casas, aumentando de esta manera el porcentaje de muertes entre los enfermos.
La ineficacia del gobierno ante la emergencia
Una emergencia así podría haberse afrontado de manera óptima mediante la planificación de su gestión. Los datos que llegaron de China en enero fueron preocupantes: el 15/20% de los infectados terminaban en el hospital, el 4/5% en cuidados intensivos, la tasa de contagio R0 del virus fue de 2.5 (esta proporción indica que cada persona infecta en promedio otros 2.5), la falta de anticuerpos en la sangre de toda la población debido al hecho de que era un virus nuevo. Todos los datos, que anticiparon claramente qué tan rápido podría expandirse la epidemia y que, cuando se cruzan con el estado de salud de nuestro SSN, saqueados por gobiernos de todos los colores, presagiaban la tragedia sanitaria con la cual nos encontrarnos sin la aplicación de medidas drásticas hasta los primeros signos.
Súcubo desde el comienzo de las presiones de Confindustria y del mercado, en los últimos días de febrero el gobierno italiano había subestimado el problema al propagar la creencia de que era una simple gripe, sin declarar áreas rojas la zona de Brescia y Bérgamo y haciendo de esta manera que se propagara sin perturbaciones el virus entre la población y asistiendo a una verdadera masacre en marzo. En un segundo momento, en cambio, recurrió a medidas extraordinarias mediante decretos con los que se cerraron las escuelas (5 de marzo) y pequeñas actividades no esenciales, como tiendas, restaurantes, bares, etc. (8 de marzo), pero no se tomó ninguna decisión para detener la producción de ciertos sectores industriales que no participan en la gestión de emergencias, ni siquiera en las nuevas áreas rojas.
El gran dilema que enfrentan ahora todos los gobiernos del mundo se refiere, como ya lo hemos dicho, al bloqueo de la producción. Elegir, por lo tanto, entre la salud de las personas y una derrota más rápida de la epidemia o su contención, limitando las libertades de las personas por más tiempo y teniendo en cuenta un mayor costo en vidas humanas, pero limitando el daño económico. Para los países capitalistas avanzados, en realidad, este es un falso dilema ya que después de años de neoliberalismo desenfrenado en los cuales el control de la producción está gran medida en manos del sector privado, los gobiernos no son capaces de tener ningún control general sobre esto. Aun viviendo una fase de restauración capitalista, China pudo adoptar estas medidas en cuanto su Estado posee todavía el control sobre múltiples ramas de la producción.
En Italia, la influencia de Confindustria alcanzó un punto crucial el pasado 21 de marzo, cuando Conte había firmado un memorando de entendimiento con los sindicatos para detener la producción no esencial, solo para cambiar todo al día siguiente, extendiendo a otros sectores la continuidad de la producción con la publicación del decreto. CGIL, CISL y UIL, entre la condescendencia y el acuerdo
Como suele suceder, las burocracias sindicales se movieron con ambigüedad, apoyando las medidas gubernamentales y la propaganda en las primeras semanas, afirmando que la producción no podía detenerse y difundiendo las normas dictadas por el ministerio de salud en los lugares de trabajo, como si fueran medidas eficaces en limitar el contagio. En las últimas semanas, en cambio, las voces se alzaron y se han visto impulsados sobre todo por las huelgas espontáneos esparcidas como manchas de aceite y por los conflictos con las minorías internas de los confederales más cercanos a las fábricas de la zona, incluso las burocracias han comenzado a plantear tímidamente el cierre de la producción que no sea necesaria en la emergencia.
Sin embargo, cuando los trabajadores se declararon espontáneamente en huelga por el cierre o la seguridad de las fábricas y en las provincias de Bérgamo y Brescia tuvo lugar la tragedia frente a los ojos de todos, en lugar de unir las luchas proclamando una huelga general, el 13 de marzo, la CGIL, CISL y UIL, en la mesa con el gobierno y Confindustria, firmaron un vergonzoso protocolo de 13 puntos para garantizar la continuación de la producción "segura". La única seguridad era obviamente que se podía seguir produciendo, pero no resguardaba la seguridad de los trabajadores de no infectarse. Los puntos ya insuficientes en sí mismos para enfrentar la epidemia no fueron siquiera puesto en práctica, como lo atestiguan las historias de muchos trabajadores: historias de fábricas como lazzaretti en donde no había máscaras y midieron la fiebre en la entrada solo en los primeros días; historias de vacaciones tomadas por miedo a infectarse, historias de trabajadores que desaparecen de un día para otro en las que no se dan noticias para no entrar en pánico; historias de horas extras solicitadas por adelantado para prevenirse frente a un cierre forzado. En cualquier caso, al entrar en los detalles del protocolo, la medición de la fiebre en la entrada no es significativa: si cuenta la gran cantidad de asintomáticos entre los infectados, así como usar una máscara y una bata blanca cuando trabaja a menos de un metro de distancia, no evitó que muchos médicos y enfermeras se enfermaran. Incluso descargar sobre el trabajador la responsabilidad de denunciarse a sí mismo cuando experimenta ciertos síntomas durante las horas de trabajo, también sería de poca utilidad, ya que mientras tanto puede haber infectado a otros compañeros. Finalmente, no se tuvo en cuenta el consecuente congestionamiento inevitable del transporte público durante las horas pico; como sucedió en Milán hasta hace unas semanas.
Medidas similares podrían tener un efecto en regiones con un número limitado de personas infectadas y en un número limitado de empresas y fábricas (aquellas capaces de manejar la emergencia); pero no en Lombardía, la zona más infectada del mundo que solo superó a China por la cantidad de muertos, donde, para resolver el problema salvando la mayor cantidad de vidas posible, debe garantizarse el bloqueo de toda la producción.
Después del giro de Conte el 22 de marzo, algunos confederales convocaron a huelgas para el 25 de marzo en los sectores químico y metalmecanico de Lombardía, que recibieron un pequeño apoyo de otras regiones como Lazio. Para el mismo día, el USB declaró la huelga general. No tenemos información precisa sobre la participación en estas huelgas, pero según lo informado por el USB en toda Italia, se habría llegado a números extraordinarios para una huelga convocada por un sindicato de base, con picos del 70% de participación en algunas fábricas y almacenes. FIOM, UILM y FILM también registraron una gran participación entre 60% y 90% entre los trabajadores metalúrgicos de Lombardia.
El resultado final fue un nuevo acuerdo entre el gobierno y los sindicatos, donde se detuvo la producción no esencial. Desde el 29 de marzo (sí, 4 días después de la aprobación del decreto) hasta el 3 de abril, se detiene el 49% de las empresas y el 51% de los trabajadores ( Il Sole 24 Ore- 27 de marzo). En comparación con los datos proporcionados por la CGIL unos días antes (57% de los trabajadores aún activos), se podría pensar en un 8% más de trabajadores parados. Teniendo en cuenta los 8 millones que trabajan con el trabajo inteligente y los del sector de la salud, podría parecer un buen resultado si se extendiera a las siguientes semanas. De lo contrario, incluso la más mínima visión del pensamiento científico se suspendería, considerando que un bloqueo de una semana de duración ni siquiera equivale a un período de incubación (14 días) del virus.
Sin embargo, también hay otros factores a tener en cuenta en el decreto, como el amplio poder que les queda a los prefectos que rezumarán las listas de Ateco en persona y cómo el decreto anterior (del 22 de marzo) no se ha cancelado. Ese decreto establecía, por ejemplo, que, en el caso de una organización con trabajo ágil, las compañías podrían trabajar, independientemente del código Ateco. Estamos seguros de que estas falencias permitirán que muchas compañías y fábricas continúen con su actividad. La historia del Bawer SPA de Matera ya se conoce, el 90% de la cual está relacionada con el sector automotriz y en pequeña parte con la producción de accesorios para el quirófano, que continúa su producción al 100%.
Por la construcción de un amplio frente unido para luchar contra Confindustria, gobiernos y sindicatos patronales. Por el futuro, la única alternativa es el gobierno de los trabajadores.
Como hemos visto, la emergencia debido a la epidemia que afectó a Italia precipitó rápidamente la situación, favoreciendo la aparición de conflictos que, incluso si están latentes, son inherentes a las relaciones entre las clases de nuestra sociedad. Todas las máscaras han caído: Confindustria mostró todo su cinismo, poniendo claramente las ganancias de las empresas antes que la vida de los trabajadores y las personas; el gobierno de Conte bis, como cualquier gobierno burgués, ha demostrado que no tiene poderes reales sobre la gestión de la producción y, por lo tanto, sobre la gestión de esta emergencia; Las burocracias sindicales, en cambio, han tratado continuamente de frenar la ira de los trabajadores, recurriendo tardiamente a la huelga (limitada a Lombardía) y prefiriendo la concertación, que en fases similares ha logrado resultados grotescos, favoreciendo el retraso en la aplicación de algunas medidas que habrían permitido para salvar vidas Pero, sobre todo, de esta situación surgió la importancia del proletariado fabril, de su carácter estratégico al interior del ciclo productivo y como cualquier cambio futuro no podrá ser real si no pasa por esa clase social.
El único gobierno que podría haber puesto la salud de la población primero sin daños económicos al planificar la emergencia es un gobierno de trabajadores. Las luchas de este mes, por lo tanto, adquieren un significado que va mucho más allá del momento en que vivimos. Cuando termine esta emergencia, el mundo encontrará con una crisis mucho más grave que la de 2008 y la factura que pagaremos los trabajadores será altísima. Nunca como ahora ha sido tan necesaria la construcción de un frente único de lucha política y sindical que una a todas las empresas afectadas por la crisis y que pueda surgir en la lucha de clases contra el mundo del capital, representado por el gobierno - Confindustria - sindicatos confederales, para reclamar y defender las condiciones objetivas (salarios y derechos) de todos los trabajadores, precarizados y desempleados.
Más que nunca, será necesaria la reconstrucción de un movimiento obrero sólido y combativo, capaz de rechazar y contraatacar todas las ofensivas de la burguesía. Nunca como ahora, esta última se ha puesto en evidencia que es totalmente impotente para garantizar el futuro, la seguridad y la vida misma de los trabajadores y sus familias. Se vuelve, por lo tanto, siempre más vigente la necesidad de romper el hilo de subordinación que nos une a esa clase. Por lo tanto, más que nunca, la construcción de un partido obrero revolucionario mundial debe ser prioritaria.
La cuestión del poder y la expropiación de la burguesía deben convertirse en los puntos esenciales de la agenda de cualquier programa alternativo y creíble. El único camino a seguir es la lucha por un gobierno de los trabajadores.
NI y DD (Prospetiva Operaia)
07/04/2020
No hay comentarios.:
Publicar un comentario