Una nueva caravana de migrantes partió el miércoles 31 desde Honduras, con rumbo a Estados Unidos. En la frontera fueron reprimidos por la policía hondureña que les negaba el paso, pero miles lograron ingresar a Guatemala, donde se dispersaron para llegar a México por distintos caminos y reagruparse en la frontera.
El presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, no se demoró en comenzar un operativo militar que patrulle todas las ciudades fronterizas. Acusó a los migrantes de “venir a contaminarnos [de Covid-19] y ponernos en grave riesgo” (BBC, 1/10). Su gobierno deportó a la mayor parte de los integrantes de la caravana, amparándose en el protocolo contra el Covid-19.
A su vez, el gobierno de México aumentó la presencia de la Guardia Nacional en los pasos fronterizos (Infobae, 2/10). Andrés Manuel López Obrador, presidente mexicano, celebró los operativos por cadena nacional y las deportaciones del gobierno guatemalteco, asegurando que, detrás de los reclamos, en realidad existe un entramado político desestabilizador relacionado con las elecciones norteamericanas, asunto sobre el que no presentó ninguna prueba.
Los gobiernos centroamericanos se colocan al servicio del imperialismo. Vale señalar que los tres Estados mencionados han suscripto acuerdos con Estados Unidos para bloquear las migraciones.
El trasfondo de las caravanas migratorias, que tuvieron una gran resonancia en 2018, es la desesperante situación social de Centroamérica. En Guatemala la pobreza abarca a la mitad de su población y en Honduras podría trepar al 70% (EFE, 30/9). A su vez, poseen tasas de homicidios de las más altas del mundo. Estas problemáticas preexistentes se agravaron con la pandemia del Covid-19 y la pésima gestión de sus gobiernos.
Las caravanas se componen de familias trabajadoras que escapan de la descomposición social de sus países y buscan mejorar sus condiciones de vida. Recorren miles de kilómetros a pie, con escasez de comida y agua, con sus hijos en brazos y enfrentando la violencia policial.
Mientras tanto, Donald Trump sigue desenvolviendo un discurso xenófobo, deportando a centenares de miles por año, encerrándolos en centros infrahumanos de reclusión y, en muchos casos, hasta separándolos de sus hijos. Una política que continúa el camino iniciado por Barack Obama -apodado “deportador en jefe” por su récord de expulsiones.
El imperialismo es responsable de la debacle centroamericana que está en la base del fenómeno de las caravanas, al apoyar a las dictaduras sanguinarias y los gobiernos reaccionarios de la región desde los años 80.
Los trabajadores no deben dejarse llevar por las propagandas xenófobas, por el contrario, deben combatirlas y promover la solidaridad de clase sin distinción de fronteras. Ante el dantesco panorama social centroamericano, reivindicamos el derecho libre a la migración; abajo la represión, asilo incondicional; por la solidaridad internacional de la clase obrera para enfrentar al imperialismo, los gobiernos ajustadores y represores.
Álvaro Chust
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