En 2022 se cumple el centenario de la primera edición de tres obras cumbre del siglo XX. Dos libros de poemas: Trilce, de César Vallejo, y La tierra baldía, de Thomas Stearn (T. S.) Eliot, en octubre; la novela Ulises, de James Joyce, en febrero.
Cumbres de caos y dolor
En esta trilogía existen puntos de contacto y de divergencia notorios. La primera diferencia es el origen nacional de sus autores: Vallejo, peruano de Santiago de Chuco que, tras sufrir cárcel por una falsa causa penal, se radicará en París hasta su muerte; Eliot, nacido en Missouri, se radica en Inglaterra y adopta la ciudadanía inglesa; Joyce, un irlandés que parte hacia la Europa continental huyendo de la miseria y termina sus días en Zürich. Estas mismas diferencias señalan un paralelo entre ellos: la nacionalidad, como herencia, no supone una ideología ni una estética nacionalista, pero al mismo tiempo en sus textos darán valiosos testimonios de sus respectivas patrias.
1922 está en el periodo de entreguerras, donde la experimentación con las formas, para dotarlas de una expresividad que actúe como resonancia del caos y el dolor provocado por la Primera Guerra de 1914-1918, impulsa el florecimiento de las vanguardias artísticas del siglo veinte. André Breton dirá que los componentes de las vanguardias eran los “jóvenes que la guerra de 1914 había arrancado a todas sus aspiraciones para precipitarlos a una cloaca de mugre, de estulticia y de fango” (Entretiens).
Ninguno de los tres autores permanecerá indiferente a su tiempo histórico. Vallejo se ligará a la guerra civil española y al Partido Comunista; James Joyce se definirá socialista aunque sin participación en ningún partido, pero apoya la causa de la independencia de Irlanda y denota su rechazo al catolicismo; Eliot se convierte del protestantismo al catolicismo… en Inglaterra y se vuelve, además, conservador político.
El chirrido de las bisagras
De los tres títulos, probablemente sea el Ulises de Joyce el que más ejemplares haya vendido, el que mayor número de análisis y críticas haya producido y el que mayores controversias haya desatado. Desde su nombre que evoca la Odisea -del griego Homero- para situar a un irlandés judío en la Dublín católica, hasta sus experiencias extremas con la narrativa, es una novela considerada difícil de leer incluso para lectores literarios muy entrenados. No obstante, el espíritu lúdico y poético que recorre sus páginas, tal como sus protagonistas recorren la ciudad, la convierte en una lectura divertida. Lo que ocurre es que cualquier juego no necesariamente es fácil o sencillo, de lo contrario jugarlo podría perder interés. Y Joyce persigue lo genuino, aunque implique dificultades, por eso el personaje Stephen Dedalus observa en “El espejo rajado de una sirvienta, todo un símbolo del arte irlandés.” (en la traducción de M. Zabaloy), o “El espejo partido de una criada…” (en la de J. M. Valverde).
Trilce apunta, desde el título, a la experimentación con los sonidos y sentidos del idioma. Se han dado muchas explicaciones al probable significado de la palabra, pero Vallejo nunca dio una “oficial”. Es un libro de las transformaciones y metamorfosis, de las simbiosis y rupturas. En su Perú natal, así como en el mundo. Trilce es un viaje, al igual que Ulises, pero por dentro de la subjetividad: “Este piano viaja para adentro,/ viaja a saltos alegres” (poema XLIV). Viaje que se describe como “El traje que vestí mañana”… (poema VI), traje que, en el futuro, vestirá a Vallejo de una postura internacionalista. Su posterior libro “España, aparta de mí este cáliz” relatará el dolor ante la derrota de la República Española que, como símbolo de lucha antifascista, ha defendido desde el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura -celebrado en España y en París en 1937- y desde su adscripción al Partido Comunista Francés. Estalinista, sí, pese a su amistad con Mariátegui y otros escritores contrarios a Stalin. Pero su error político no invalida su esperanza en el socialismo.
La tierra baldía expresa, también desde el título, la imagen que Eliot tiene de su presente. Alberto Girri tradujo el título como “La tierra yerma”, vale decir, infértil, pero más que eso parece ser una tierra que no da el fruto esperado: “Abril es el mes más cruel, engendra/ lilas de la tierra muerta, mezcla/ recuerdo y deseo, despierta/ con lluvia primaveral inertes raíces”. Es cristiano y, no obstante, parece no esperar la Tierra Prometida. Ingresan en sus versos dioses de múltiples credos, grandes escritores y pensadores, tanto como los más vulgares y los más humildes personajes y situaciones: “Mi gente, modesta gente que no espera/ nada”. Su repetida frase “APÚRENSE POR FAVOR QUE CERRAMOS” (en mayúsculas en los versos) suena a un anuncio apocalíptico pero dicho en lenguaje coloquial, urbano. Aviso de comercio habitual. Aunque es un conservador, no ve salvación para nadie: “el puente de Londres se está cayendo cayendo cayendo”.
“La poesía es un arma cargada de futuro”…
Lo dijo Gabriel Celaya en 1955. El franquismo ya había infligido una derrota histórica al proletariado de España. Sin embargo, Celaya sigue apuntando porque sabe que ninguna dictadura es eterna, si se lucha contra ella. Es más, maldice “la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.” Tanto Eliot, como Joyce y Vallejo manifiestan con total honestidad su pensamiento, sin importar la crítica especializada, la censura u otras instancias no literarias. Tan solo por eso ya merecen ser leídas y/o releídas, aparte de su magnífica belleza literaria.
Eugenia Cabral
29/01/2022
No hay comentarios.:
Publicar un comentario