Las recientes elecciones municipales en el Reino Unido marcaron un retroceso del Partido Conservador del primer ministro Boris Johnson. Perdió cerca de 300 bancas y fue derrotado en Londres, incluyendo tres barrios que los tories dominaron históricamente.
Si bien en los comicios pesan las cuestiones locales, hay una razón de orden nacional insoslayable que explica la derrota de los conservadores: el alza inflacionaria de los últimos meses (la mayor desde comienzos de los ’90) y el deterioro de los ingresos de la población trabajadora. Además, la imagen de Johnson ha caído a raíz de los escándalos por la violación de los protocolos del Covid que envolvieron tanto al primer ministro como a sus principales funcionarios.
El laborismo ha sumado algunas decenas de bancas, pero no se recupera aún del hundimiento político de las parlamentarias de 2019, cuando salió perdidoso en sus bastiones del centro y norte proletario de Inglaterra e hizo una de sus peores elecciones históricas. El líder del partido, Keir Starmer (quien desplazó del cargo a Jeremy Corbyn), se consuela señalando que “salimos del foso”. Mientras tanto, insiste en llevar el Labour aún más a la derecha (amenaza con expulsar a cualquier diputado que cuestione el rol de la Otan), pese a que es la agenda ajustadora y neoliberal implementada por los laboristas durante su paso por el gobierno la que en gran medida llevó a la debacle del partido.
Quienes han tenido más éxito en canalizar el fracaso conservador son los liberal-demócratas y los verdes, que tuvieron un crecimiento significativo.
Ulster
Con todo, el hecho político más importante de la elección se dio en Irlanda del Norte, donde se elegían los 90 escaños de la asamblea territorial. El Sinn Fein, una fuerza surgida de lo que fue el IRA -la formación armada partidaria de la reunificación de Irlanda- ganó por primera vez en la historia las elecciones, al sumar 27 escaños, contra los 25 del Partido Unionista Democrático (DUP en inglés), una fuerza conservadora, protestante y partidaria de la permanencia en el Reino Unido.
Aunque es un dato significativo que un partido que proviene del bando proclive a la reunificación venza en los comicios, el Sinn Fein no centró -según los medios- su campaña en el problema de la independencia sino en una crítica del deterioro social. El DUP, en tanto, perdió parte de su caudal a manos de un partido unionista más recalcitrante, el Voz Unionista Tradicional (TUV).
De cualquier manera, el DUP y el Sinn Fein vienen cogobernando el territorio desde los acuerdos de Viernes Santo de 1998 que pusieron fin al conflicto armado. En función de ese pacto, el primer ministro pertenece al partido ganador y el vice al otro. Las decisiones están sometidas a un veto recíproco. La jefa política del Sinn Fein ha prometido que no habrá cambios bruscos y privilegiará un gobierno de unidad, que es también lo que reclama con ansiedad Londres.
El problema es que es el DUP quien amenaza con no sumarse al nuevo Ejecutivo, como parte de una política de presión hacia Johnson para que negocie cambios en el Protocolo sobre Irlanda del Norte acordado en el marco del Brexit.
En ocasión de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, se estableció un protocolo para evitar el resurgimiento de una “frontera dura” entre las dos Irlandas que reactivara los planteos de reunificación de la isla. A tal efecto, se establecieron los controles aduaneros entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña.
Sin embargo, esto desató el malestar del DUP y los unionistas, que entendieron que Irlanda del Norte quedaba separada de hecho del resto del Reino Unido. Hubo ataques en los puertos y un boicot a la instrumentación de los controles aduaneros. Bandas unionistas salieron a las calles y hubo incidentes. Además, los controles aduaneros y normas fitosanitarias de la UE llevaron a que muchas mercancías dejaran de circular entre los dos territorios, provocando escasez de algunos de ellos y desabastecimiento.
Por eso, se puede decir que el protocolo pensado para evitar un renacimiento del conflicto en Irlanda terminó precipitándolo.
La crisis se ha trasladado al plano continental. Actualmente, Londres y la Unión Europea protagonizan una agria controversia sobre el protocolo. Johnson exige su reformulación. La UE se muestra dispuesta a aflojar los controles aduaneros, pero no hay acuerdo sobre la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo, que Bruselas reivindica para Irlanda del Norte y Londres rechaza. Johnson amenaza con recurrir a un artículo que llevaría el asunto a fojas cero. El Brexit sigue dando que hablar aún después de consumado.
La crisis capitalista (inflación y tendencias a la desaceleración económica, cuando la economía británica aún no regresó a los niveles previos a la pandemia) y las tendencias disgregadoras que recorren el Reino (Irlanda del Norte y Escocia) son los condimentos de una crisis histórica en el Reino Unido y muestran los límites de la tentativa nacionalista de Johnson.
Ni la Unión Europea ni el Brexit son un camino para las masas del Reino Unido. Es necesaria una salida de los trabajadores. Defendemos la perspectiva de una reunificación socialista de Irlanda, en el marco de una federación de pueblos socialistas de Europa.
Gustavo Montenegro
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