La corrupción es inherente al sistema capitalista
La volatilidad del régimen político capitalista peruano es impresionante.
Después de la caída de la dictadura fujimorista de los ’90, algunos intelectuales pensaban que la “transición a la democracia burguesa” podría superar los vicios de corrupción del fujimorato. (Para los marxistas, el problema de la crisis peruana y el sufrimiento de las masas trabajadoras no vienen de la “corrupción”, sino de la opresión imperialista y de la explotación capitalista.) No obstante, 16 años después nos encontramos con los escándalos Lavajato y los Cuellos Blancos del Puerto (en ambos casos empresarios coimean a políticos y jueces para obtener “beneficios” robándole al país 20.000 millones de soles al año), que han desnudado que la corrupción es inherente al sistema capitalista.
Del gobierno tecnócrata al gobierno “de minorías”
Es así como llegamos al 2016 donde el factor antifujimorista intervino volteando la elección a favor de PPK, quien luego se erigió como el gobierno de los tecnócratas de lujo (con ministros formados entre Harvard, Oxford y Yale), pero que terminó dimitiendo en un año, en medio de escándalos de corrupción. Luego, le sucedió el vicepresidente Martín Vizcarra, quien acabó vacado, en medio de un golpe de Estado, impulsado desde el Congreso, por Manuel Merino, quien también fue obligado a renunciar por una rebelión popular (compuesta por jóvenes estudiantes -y también popular-, en su mayoría), en el 2020 (que luego fue seguida de una huelga y rebelión obrera agroindustrial colosal). Es así que frente al compromiso golpista de casi todos los parlamentarios, de partidos minoritarios, que juntos no sumaron ni un millón de votos, como el Morado y el Frente Amplio (FA), asumieron el poder en el Ejecutivo y el Legislativo, respectivamente.
La asunción de Castillo al poder se dio como un subproducto de las huelgas y protestas sociales
De esta forma, llegamos a las elecciones del 2021, donde el líder de la huelga magisterial del 2017 y a la vez un advenedizo de la política, Pedro Castillo, se hizo del poder capitalizando la radicalización espontánea que se estaba desarrollando en las masas, especialmente las campesinas e indígenas. Lo hizo con promesas de cambio expresadas en la convocatoria de la Asamblea Constituyente y las nacionalizaciones de la minería, Camisea, etc. En otras palabras, la victoria de Castillo fue un subproducto de las luchas sociales (huelgas mineras, CAS nunca más, de la primera línea anticovid, obreras municipales, de servicios, agroindustriales, comunitarias, antimineras, etc.). Luchas que, sin embargo, ni él, ni el partido que lo patrocino (Perú Libre) nunca protagonizó y menos dirigió. Ya desde la segunda vuelta, desenvolvió una estrategia (junto con Perú Libre), de colaboración de clases (con la clase dominante), dando garantías públicas y documentadas de que no pensaba aplicarlas. Que eran solo una enunciación electoral. Bloqueando la movilización popular, declaró su disposición de acordar con la derecha enseñoreada en un parlamento reaccionario y corrupto y con las cámaras patronales.
La conciliación invita a la provocación derechista (y a la capitulación)
Esto es lo que explica que haya cedido la “cabeza” de sus ministros (Bejar, Maraví, etc.), haya llegado a acuerdos (cediendo carteras ministeriales como Producción, Cultura, etc.), con los partidos políticos de centroderecha (con representación en el Congreso), con el fin de “la gobernabilidad democrático-burguesa” que solo está al servicio de los grupos de poder económico y político. Y es que, si desde Palacio pensaban que este gesto de “gobernabilidad” iba a amainar las ansias golpistas de la oposición, pues, se equivocaron. Como dice el dicho, “la debilidad invita a la agresión”. Y en efecto, las concesiones de Castillo no han sido entendidas por el enemigo como un gesto de “educación o grandeza” sino como debilidad. El escándalo de Repsol contaminando el mar y con Castillo mirando sin saber qué hacer fue espectacular.
El aislamiento de Castillo y la provocación golpista avanzan
Esta estrategia de administración del sistema de explotación capitalista es la que, por un lado, ha producido la marcha atrás de Castillo con las “promesas” de campaña como renegociar el precio del gas de Camisea, la nacionalización de las minas, disolución del reaccionario Tribunal Constitucional, aumento de presupuesto para educación y salud, etc., y por otro, el avance de posiciones de la derecha conservadora y golpista en el poder judicial, el Ejecutivo y todos los estamentos del Estado, generando cierta desmoralización en las masas que auparon al poder a Castillo a la vez que las cámaras empresarias como la Confiep (financiero, minero y agroindustrial), y la UNG (industrial, turismo y pymes), acaban de plantear que Castillo “dé un paso al costado”. Lo mismo, pero más elegante (adelanto de elecciones), ha demandado la Iglesia Católica y el pronunciamiento de 200 “organizaciones sociales” vinculadas a Oenegés.
Durante las jornadas de lucha convocadas contra el Congreso golpista, la convocatoria magisterial en Lima tuvo poco eco (de 200.000 maestros en Lima, solo unos cuantos miles salieron, a pesar de que -excepcionalmente- el gobierno otorgó algunas concesiones). Ni que decir de las rondas campesinas y los agricultores que habían convocado también para estas fechas. El Movimiento Sin Techo de Perú (MST-P) intervino en forma independiente en la jornada de lucha llamando a coordinar.
Lo cierto es que las jornadas de lucha del 27 y el 28, convocada por la CGTP y la Asamblea de los Pueblos (aparato frentepopulista de conciliación de clases utilizado electoralmente por las viejas y reformistas izquierdas), fueron de unos cuantos miles (contando con delegaciones de maestros de provincias). El gobierno ha decretado algunas medidas progresivas para el ámbito sindical (pase a planillas de los trabajadores en el ámbito del Estado, facilitando la sindicalización obrera, etc.), pero que han sido cuestionadas por las cámaras patronales. Hay que ver si se aplicarán y cómo.
Adelanto de elecciones, vacancia, cierre del Congreso, tendencias autoritarias….
En este escenario complejo y contradictorio, declaraciones de Bruno Pacheco (exbrazo derecho y secretario de Gobierno de Castillo), la dimisión del premier Torres, la captura de prófugos familiares y/o ligados al presidente, por “corrupción”, son usados para debilitar más a Castillo y cuestionarlo.
En esta crisis se está desarrollando una tendencia golpista: la vacancia (destitución) congresal del mandatario, algo que ya ha fallado en dos oportunidades anteriores porque tenía el rechazo de buena parte del establishment. En rechazo a este golpismo derechista que tiene su centro de conspiración en el Congreso reaccionario diversos sectores plantean por el contrario el cierre de la Unicameral, lo que solo podría ser impuesto por las masas movilizadas o por las fuerzas armadas detrás de Castillo (altamente improbable). ¿Podría imponerse un régimen militar, ante un agravamiento del caos institucional?
Estas salidas burguesas derechistas serían una vía para convocar el adelanto de elecciones. Incluso se habla de que Castillo podría presentar su renuncia, negociando su salida del poder en medio año. Sectores de la centroizquierda apoyan este tipo de renuncia y nueva convocatoria electoral.
Por un congreso obrero y popular
En todo el desarrollo de la crisis, la política de los partidos de la izquierda reformista y la revolucionaria, está puesta a prueba.
Como señala un destacado historiador, Antonio Zapata, refiriéndose a la centro izquierda, “… aun así, los líderes de la izquierda democrática decidieron participar y obtuvieron posiciones no desdeñables en los diversos gabinetes, incluso hasta este último. Aquí se presentan dos problemas, el primero de los cuales es: ¿qué han conseguido? ¿Alguna reforma interesante y duradera? Ninguna” (LR, 29/07).
Luego, continúa, “puestos ante esta situación, cabría esperar un golpe de conciencia, pero desilusiona el último comunicado de partidos de izquierda, que le recuerda a Castillo las promesas que realizó en campaña. Este comunicado está firmado por la mejor gente de izquierda, con quienes me identifico de toda la vida, pero el documento se posiciona como consejero del presidente. Reclama independencia política, pero no plantea una salida de poder, sino que le pide a Castillo volver a sus orígenes…” (LR, 29/07).
El movimiento obrero y popular no puede seguir de furgón de cola de un gobierno errático alineado con el sistema financiero y el Imperio del Norte. Un real movimiento combativo, revolucionario y antiimperialista debe rechazar cualquier intentona golpista. No traerá más democracia, sino más fuerza en los ataques capitalistas contra las masas trabajadoras. Es necesario convocar un congreso obrero y popular con delegaciones elegidas en fábricas y fundos agrarios, en las barriadas de Lima donde se hacina una población sumergida en la miseria y el trabajo precario, entre el estudiantado que se moviliza, etc., para elaborar una plataforma. Vamos contra el golpismo derechista: disolución del Congreso reaccionario. Imponer una constituyente soberana (con todos los poderes), en la perspectiva de un gobierno de los trabajadores.
César Zelada
Dirigente de la agrupación Vilcapaza.
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