La represión de las fuerzas policiales a las protestas contra los cortes de luz dejó esta semana cuatro muertos en Thembisa, cerca de Johanesburgo, en Sudáfrica.
Estos cortes han sido instrumentados por la compañía estatal Eskom desde el mes pasado, en forma rotativa, y le quitan el servicio a la población hasta por seis horas diarias. No se registraba una situación semejante desde 2019.
La bronca popular se incrementa porque la firma ha procedido a un aumento de tarifas, pese al mal servicio. A su vez, empalma con la situación de deterioro social más general: el desempleo supera el 30% y se duplica en el caso de la juventud.
El gobierno intentó usar como chivo expiatorio de los cortes a una huelga de los trabajadores. A pesar de que el servicio eléctrico es considerado esencial y por tanto no se permiten los paros, los obreros realizaron medidas de fuerza a fines de junio en reclamo de un aumento salarial, que se saldó con un incremento del 7%. La inflación alcanzó el 6,5% interanual en mayo.
La situación coincide con un recrudecimiento de las internas dentro del Congreso Nacional Africano (CNA), la fuerza que gobierna el país desde la caída del Apartheid. En medio del crecimiento de la pobreza, del aumento de los precios y los apagones, el expresidente Thabo Mbeki criticó al presidente Cyril Ramaphosa por crear un descontento que podría propiciar un levantamiento popular al estilo de la Primavera Arabe (Al Jazeera, 22/7).
En julio del año pasado, saqueos y protestas estallaron en algunas regiones del país, tras la condena a 15 meses de prisión por desacato del expresidente Jacob Zuma, quien ignoró una orden del Tribunal Constitucional para que declarara en una causa por la corrupción bajo su gobierno (2009-2018).
Si bien Zuma movió a su gente para “pudrir” la calle, los saqueos también expresaron la furia de una población desesperada por el estado ruinoso del país.
La represión del gobierno de Ramaphosa, quien desplazó a Zuma del poder, dejó entonces más de 300 muertos.
En contraposición a las campañas xenófobas alentadas desde el poder político contra la población extranjera (que incluyen el accionar de bandas asesinas), y de un cuadro de descomposición social (en julio, dos tiroteos en bares, al estilo yanqui, dejaron casi 20 muertos), las protestas contra los cortes de luz y la acción de los trabajadores de Eskom (al igual que las huelgas del acero y de la alimenticia Clover del año pasado) muestran un camino. Se inscriben en un escenario convulsivo a nivel internacional, en que la inflación en alimentos y combustibles desata huelgas y levantamientos populares.
Gustavo Montenegro
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