El voto opositor se dividió. Efraín Alegre, candidato de la Concertación Nacional (integrada por el Partido Liberal y un sector del Frente Guasú, entre otros), obtuvo un 27.4%, un desplome de 15 puntos respecto a su presentación anterior. “Payo” Cubas, del Partido Cruzada Nacional, se transformó en la gran sorpresa de la elección, al lograr el tercer puesto con el 23%. El resto de las listas obtuvieron menos del 2% de los votos. Entre ellas, la de Euclides Acevedo (un exministro del presidente saliente Mario Abdo Benítez, apoyado por un ala del Frente Guasú) y la del ex arquero de Vélez Sarfield, José Luis Chilavert.
Cubas denunció tras los comicios un fraude electoral e impulsó cortes de ruta y protestas de sus seguidores frente al tribunal electoral. Estas protestas fueron reprimidas y hubo 80 detenciones. También Alegre y Acevedo reclamaron una apertura parcial del 10% de las urnas, ante las sospechas de irregularidades.
De todas maneras, Peña ha sido rápidamente saludado como nuevo mandatario por los gobiernos vecinos (Argentina, Brasil y Uruguay) y por el presidente yanqui Joe Biden, quien declaró que espera que continúe la “cooperación” entre ambos gobiernos.
Vale señalar aquí que la campaña transcurrió en medio de las denuncias y sanciones de Washington contra el expresidente Horacio Cartes (padrino político de Peña) y el vice Hugo Velásquez, a los que incluyó en un listado de “corrupción significativa”. Estas denuncias forman parte de un operativo de presión de los yanquis para mantener sus intereses en la zona, que incluyen el plan de navegabilidad de la hidrovía Paraguay-Paraná, de la que quieren mantener lejos a China. Y la potencial apertura de una base militar en la triple frontera.
El nuevo presidente
Peña trabajó para el FMI, fue titular del Banco Central y ministro de Hacienda de Cartes. Aunque ha reconocido los altos niveles de pobreza que tiene Paraguay, no se puede esperar de él más que un continuismo con las políticas que viene aplicando hace décadas el Partido Colorado, en favor de la oligarquía terrateniente que concentra el 85% de las tierras del país.
En el plano de la política exterior, Peña anticipó algunas definiciones: no romperá relaciones con Taiwán; buscará trasladar la embajada paraguaya israelí a Jerusalén (un gesto al sionismo); y probablemente restablezca relaciones con Venezuela -los lazos se rompieron cuando el gobierno de Abdo Benítez reconoció a Juan Guaidó.
La cuestión de Taiwán fue objeto de discusiones en la campaña. El candidato de la Concertación planteó una revisión del reconocimiento diplomático de la isla, en función de un desarrollo de la exportación de carne y soja a China. La Asociación Rural viene haciendo lobby en esa dirección. El gigante asiático es en la actualidad la principal fuente de importaciones de Paraguay, pero las exportaciones requieren una triangulación a partir de terceros países.
Estados Unidos exhortó a que se mantengan los lazos con Taiwán, como un modo de evitar la penetración china en la región. Las declaraciones post-electorales de Peña apuntan a llevar tranquilidad a la Casa Blanca.
En cuanto a Venezuela, la cuestión es puramente pragmática: la intentona de Guaidó fracasó, al punto que éste ha quedado completamente desplazado, incluso como cabeza de la oposición venezolana. “El único presidente en Venezuela es Maduro”, se resigna Peña.
El fenómeno Cubas
La gran elección de Payo Cubas merece un análisis especial. Aunque tiene una trayectoria como funcionario, es visto como un outsider. Conquistó en 2018 una banca en el Senado, pero fue expulsado de la cámara un año más tarde, tras protagonizar un altercado con otro senador.
Cubas hizo una campaña muy crítica de la corrupción y los partidos tradicionales, atacando tanto a colorados como liberales. En el plano social, cuestionó a los latifundistas que se han robado las tierras campesinas, en especial a los terratenientes brasileños (que poseen un 15% del territorio paraguayo). También defendió los procesos de recuperación de tierras. No obstante, en cuanto a propuestas, se limitó a plantear un incremento del impuesto a la soja y reformular la categoría de “latifundio” (considerarlo como tal a partir de 5 mil hectáreas), para lograr una mayor recaudación impositiva. No habla de expropiación.
Estos planteos en materia agraria se combinan con una reivindicación expresa del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, y su política de “mano dura” contra el delito que ha barrido con las libertades democráticas. Cubas prometió un estado de excepción durante todo su mandato y la presencia de policías y militares en las calles. Además, propuso introducir la pena de muerte a condenados por corrupción y otros delitos. En cuanto a cuestiones civiles, se muestra como un tradicionalista: se opone al aborto legal y al matrimonio igualitario.
Por sus planteos represivos y sus críticas a la “casta política”, algunos lo comparan a Javier Milei. Pero, a pesar de estas coincidencias con el dirigente “libertario”, esgrime un planteo de aumento de impuestos a los dueños de la tierra. Otros lo tildan de Bolsonaro paraguayo, pero más allá de compartir una agenda represiva y tradicionalista, Cubas lleva a cabo una fuerte agitación contra los hacendados brasileños -que los medios de ese país denuncian como xenófoba.
La candidatura sui generis y disruptiva de Cubas terminó canalizando un malestar creciente ante el alza de la pobreza y ante el régimen político (hundido en la corrupción, el contrabando y el narcotráfico). La ausencia de una referencia política nacional de la izquierda facilitó este ascenso. El Frente Guasú terminó dividido entre dos candidaturas patronales que fracasaron. Una izquierda seguidista de la burguesía es funcional al crecimiento de estos personajes.
La nueva etapa que se abre en Paraguay deja planteada la necesidad de una fuerza política independiente de las masas obreras y campesinas.
Gustavo Montenegro
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