Fue el 11 de enero de 1933, cuando los habitantes de Casas Viejas (Cádiz) decidieron que había llegado el momento de terminar con tanta injusticia y explotación como sufrían. Proclamaron el comunismo libertario y, durante un breve periodo de tiempo, dominaron el pueblo.
Unas horas después las fuerzas de orden público volvieron a restablecer el control del Estado en la localidad y asaltaron el local de la CNT. Nueve personas se refugiaron en la choza de Francisco Cruz Gutiérrez, «Seisdedos». Cuando los guardias quisieron detenerlas, temerosos de los maltratos que les aguardaban, se negaron a entregarse. Comenzó entonces un asedio que se prolongó durante horas y finalizó con el incendio de la choza y la muerte de sus ocupantes, salvo dos: el niño Manuel García Franca y la joven, María Silva Cruz, «La Libertaria». Al amanecer del día 12, considerando que el castigo no había sido suficiente, se realizó una redada por el pueblo. Doce hombres fueron trasladados hasta los restos humeantes de la choza y, allí, los asesinaron.
Miguel Pérez Cordón en la prensa anarcosindicalista y después los periodistas Ramón J. Sender y Eduardo de Guzmán, terminaron por sacar a la luz el crimen. La sociedad española quedó conmocionada y se produjeron reacciones de todo tipo. Los asesinatos no sólo fueron utilizados políticamente por la oposición de derechas, sino que señalaron un antes y un después de la Segunda República. Como la monarquía, el régimen republicano seguía tratando los graves problemas sociales del país como un problema de orden público.
Las autoridades trataron de salvar sus responsabilidades y la razón de Estado antes que aceptar lo sucedido. Pero los crímenes cometidos en Casas Viejas quedaron en la memoria del país y marcaron el futuro de las familias afectadas y los políticos implicados. En julio de 1936 la reacción española consideró que los cambios sociales que se estaban produciendo en la España republicana habían llegado demasiado lejos. Los inductores y ejecutores del golpe de Estado no ocultaron sus intenciones de acabar con quienes ponían en peligro sus privilegios. Tras su triunfo en la provincia de Cádiz, La Libertaria fue secuestrada y asesinada. Todavía hoy su cadáver sigue desaparecido y como tal fue denunciado ante la Audiencia Nacional (juzgado nº 5) el 18 de Julio de 2007 y aún hoy se está a la espera de respuesta. Aunque la rebelión fracasó, terminó por imponerse tras un sangriento conflicto de tres años pero además logró inyectar a los supervivientes, y al conjunto de la población, un terror tal que nunca más les llevara a pensar que era posible vivir en otra sociedad, incluso se prolongó tras la muerte del Dictador. Se imponía el «todo ha quedado atado y bien atado» y a los derrotados y represaliados les fueron negados tanto sus derechos como el reconocimiento moral. El miedo, todavía hoy, tras treinta años de «democracia» sigue presente, pero en menor medida gracias a iniciativas sociales como las realizadas en el mismo pueblo por parte de jóvenes, al igual que algunas instituciones (Ayuntamiento, Diputación y Universidad), de personas del mundo de la cultura de toda España y, evidentemente, de las organizaciones anarcosindicalistas andaluzas. Iniciativas en contra de la “mercantilización de la memoria” no exentas de polémicas y, en algún caso, con un fuerte calado cultural, político y mediático, pero con la esperanza en ir solucionándolas, a pesar de todo.
Así se ha conseguido la creación de una Fundación de carácter Público, aunque no que en su composición tuvieran presencia entidades, organizaciones y colectivos. De igual modo que el “solar” donde estaba situada la choza de “Seisdedos” se expropiara (parece ser que se ha comprado por parte del Ayuntamiento, pero desconocemos los detalles), pero no tenemos ni idea del proceso para que dicho lugar sea declarado Bien de Interés Cultural.
Queda por conseguir que el monolito que montamos en 1983 vuelva a su lugar de origen, pero sobre todo la localización, exhumación e identificación del cadáver de María Silva Cruz «La Libertaria» y los de las personas asesinadas con ella, así como seguir potenciando las actividades de homenaje y las investigaciones, como la ahora publicada y coeditada por CGT-A. Un paso indicativo del compromiso para la dignificación que merecen todas las víctimas del golpe de Estado de Julio de 1936 y represaliados del franquismo.
Cecilio Gordillo
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