Primer paro conjunto en 30 años
Durante todo el día viernes 30/11 el conjunto de la península italiana vivió una jornada sumamente caótica. La huelga convocada por las principales organizaciones sindicales del transporte, Filt-Cgil, Fit-Cisl, Uilt y Ugl, fue imponente. La gran mayoría de los trabajadores del sector, que por primera vez en 25 años paran en forma conjunta, acataron masivamente el llamado a la huelga. El sector del transporte urbano se paralizó casi completamente, con un 90% de huelguistas en Turín y en Bologna o un 80% en Roma. El transporte aéreo estuvo completamente desorganizado durante la jornada, con vuelos cancelados en los principales aeropuertos del país. Casi ningún tren circuló el viernes, con una adhesión del 90% en el sector ferroviario, mientras que el transporte marítimo entre Cerdeña, Sicilia y el continente estuvo casi completamente bloqueado durante ocho horas.
Se pueden sacar unas cuantas conclusiones del paro del viernes. Con paros de este tipo, hasta los analistas políticos más posmodernistas pueden llegar a constatar no sólo que la clase obrera, la que hace funcionar la economía, existe, sino que en algunos sectores de los servicios, llega a ser decisiva para el funcionamiento del conjunto de la economía. Lo dejaron bien claro en las últimas semanas tanto las huelgas de los maquinistas alemanes como el movimiento de los trabajadores de la SNCF (empresa estatal de ferrocarriles) y de la RATP (metro, colectivos) en Francia. No es casualidad si en Italia la burguesía y sus políticos de centroderecha y centroizquierda se esmeraron en los últimos años en hacer de todo para recortar y limitar la posibilidad de parar en aquellos sectores vitales para sus ganancias. Por la legislación antihuelga vigente en Italia, la huelga del viernes sólo podía ser de ocho horas, entre las 8hs y las 17hs, asegurando un servicio normal por la mañana y por la tarde, sin que se pueda extender el paro más allá de esa franja horaria ni tampoco llamar a otro paro en las siguientes semanas después de una huelga. No es casualidad que los paros salvajes de los transportes urbanos del invierno 2003-2004 impulsados por los sindicatos de base hayan tenido una repercusión política aún mayor que el paro institucional del viernes 30/11.
Obviamente el plan reivindicativo con el cual Filt-Cgil, Fit-Cisl, Uilt y Ugl (sindicatos de trabajadores del transporte de cada central obrera) convocaron a la huelga era más que insuficiente. Se trataba de una lista desjerarquizada de consignas que no apuntan a lo esencial, es decir salario, empleo y ampliación de los servicios públicos para contrarrestar la tendencia a la reducción de las planteles, la precarización de los trabajadores y la privatización de sectores enteros de los transportes. De esta manera, el prestigio muy limitado del cual goza la burocracia sindical tanto como un pliego de reivindicaciones tan confuso, no pueden explicar los niveles de adhesión altísimos de la huelga. La profundidad del paro se demuestra más que nada en una bronca latente muy fuerte existente en sectores muy concentrados del proletariado en Italia. Se trata del mismo hastío social que tuvieron que tomar en consideración los burócratas sindicales en el último período, llamando a paros aislados y sectoriales para la renovación de los convenios de trabajo (sector público, metalmecánico, comercio, etc.) que registraron niveles importantes adhesión mientras que por otra parte apoyaban las peores medidas del actual gobierno como la reforma social y la ley presupuestaria.
Vimos en el último período en Francia cómo la burocracia se esmeró en hacer de todo para separar la lucha de los trabajadores del transporte del movimiento estudiantil y del paro del sector público. También en Italia las direcciones sindicales hacen de todo para que en la fase actual de luchas por la renovación del convenio nacional de trabajo se pelee por separado y por categorías. Existe un clima de potencial movilización alrededor de cuestiones tan candentes como el poder adquisitivo, el salario, las contrarreformas del gobierno y esto lo demostró en particular la huelga general del 9 de noviembre convocada por el sindicalismo de base. Las organizaciones sindicales combativas deberían poner todas sus fuerzas al servicio de que las actuales luchas se vinculen a la agenda política italiana de movilizaciones, como en el caso de la gran manifestación prevista para el 15 de diciembre en Vicencia contra la ampliación de la base militar estadounidense, y se coordinen entre ellas. Esta es la única manera de que la burocracia no lleve a huelgas imponentes como la del viernes 30/11, ya limitadas por el chaleco de fuerza legal antihuelga, al callejón sin salida de la concertación con el gobierno y la patronal.
Ciro Tappeste
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