Consecuentes hasta el final con sus ideas, Marx y Engels no nos legaron un manual de lo que es el materialismo dialéctico, de sus principios y sus desarrollos. Deliberadamente, cuando Engels expone las leyes de la dialéctica advierte de que no pretende escribir un manual (1). Ellos siempre dijeron que, en la forma conocida hasta entonces, la filosofía había agotado su vena creativa y que no se podían seguir reiterando las mismas ideas de múltiples maneras distintas durante otros 2.500 años. Lenin escribió que no volvieron sobre las cuestiones ya resueltas sino que aplicaron consecuentemente y demostraron cómo debe aplicarse la dialéctica de forma materialista (2). Por eso El Capital no sólo es un descubrimiento de la dialéctica interna de la economía capitalista sino una demostración de la validez universal de sus leyes:
Si Marx no nos dejó una Lógica (con mayúsculas), dejó en cambio la lógica de El Capital, y en este problema debería ser utilizada a fondo. En El Capital, Marx aplicó a una sóla ciencia la lógica, la dialéctica y la teoría del conocimiento del materialismo (no hacen falta 3 palabras: es una y la misma cosa), que tomó todo lo que había de valioso en Hegel y lo desarrolló (3)
Hegel dejó casi todos los deberes hechos. Marx y Engels tomaron de él los conceptos fundamentales de la dialéctica, de manera que no necesitaron inventar nada nuevo, como escribió Marx en el prólogo a la segunda edición de El Capital:
Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él [...] El hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistificación, no obsta para que este filósofo fuese el primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay más que darle la vuelta, mejor dicho, ponerla de pie, y en seguida se descubre bajo la corteza mística la semilla racional (4).
Cuando Lenin relee a Hegel, tampoco hace más que apuntar algunas debilidades idealistas, destapar nociones confusas y subrayar sus grandes adquisiciones dialécticas, que son casi todas. Por tanto, se puede concluir que en la dialéctica materialista no es que haya algunos residuos hegelianos sino que toda la dialéctica estaba ya en Hegel bajo una corteza mística que no hubo más que desbrozar.
Esto es algo que diferencia a la dialéctica marxista respecto a otras fuentes burguesas de las que bebieron Marx y Engels, como el economista inglés David Ricardo o los socialistas utópicos, respecto de los cuales las aportaciones e innovaciones son mucho más importantes. Pero respecto de la dialéctica hegeliana (no de la filosofía: de la dialéctica), el marxismo no tiene más que precisar y desarrollar los conceptos en un sentido materialista.
Los hechos tenaces
La dialéctica es abstracta porque compendia el estudio del cambio tanto en la naturaleza, como en la sociedad y en el pensamiento, lo que todos los desarrollos tienen en común en esos ámbitos tan diferentes (5). Pero de lo abstracto a lo concreto hay un abismo nada recomendable de recorrer. Quien pretenda pasearse por el mundo con su manual de dialéctica bajo el brazo, hará el ridículo. El pensamiento también es un movimiento, un proceso. Precisamente una de las leyes de la dialéctica materialista es partir de lo concreto para volver de nuevo a lo concreto pasando por lo más abstracto. El método idealista de Hegel, escribió Engels, arrancaba del pensar puro, y aquí había que partir de los hechos más tenaces (6). Descubrir en cada investigación concreta (en la historia, en la economía, en la literatura) las diversas conexiones entre los fenómenos y los antagonismos que los impulsan para explicarlos, no se puede extraer de ningún manual sino del análisis concreto de la situación concreta, algo que se debe realizar de manera exhaustiva: La dialéctica -escribió Politzer- no es un medio para explicar y conocer las cosas sin haberlas estudiado, sino el medio de estudiar bien y hacer buenas observaciones investigando el comienzo y el fin de las cosas, de dónde proceden y a dónde van (7). La dialéctica no puede suplir ese análisis concreto de la situación concreta mediante ejemplos banales, frases trilladas y estereotipos facilones cogidos por los pelos que desacreditan a todos esos marxistas que los difunden después de una indigestión de lecturas apresuradas.
Engels resumió en tres las leyes de la dialéctica que consideró como principales (8) y, por tanto, no las únicas; Stalin añadió a ellas una cuarta, la de la interconexión universal; Politzer también se refiere a cuatro leyes y Lenin dice que quizá se puedan enumerar 16 elementos de la dialéctica (9).
No obstante, todas esas leyes de la dialéctica no son más que variantes de una única, la que describe el incesante movimiento de la materia, lo cual significa que no existe nada absoluto, que todo está cambiando continuamente y que ese cambio es algo interno e inherente a la propia materia, que no existen fuerzas exteriores a ella que la modifiquen. En cada investigación concreta sobre la parcela de la materia que estemos abordando (la naturaleza, la sociedad, el pensamiento) esa ley, por su propia generalidad, tiene que revestir formas distintas. Lo concreto es la síntesis de múltiples determinaciones y no se puede esquematizar en una sola de ellas. Tan erróneo es resumir toda una situación histórica en una frase como perderse en un cúmulo de circunstancias accesorias. Lo concreto, decía Marx, también es una totalidad (la unidad de lo diverso), un movimiento que tiene un doble recorrido en el que necesariamente pasa por lo abstracto. Eso quiere decir que no se conoce mejor la realidad acumulando hechos o información, sino que son necesarios conceptos abstractos que permitan su comprensión o, como diría Marx, la reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento (10).
Uno de los defectos más graves en que incurre cualquier análisis que se pretende concreto es la unilateralidad, la exposición acabada y perfecta de un fenómeno o un momento que sólo tiene en cuenta uno de los factores que están incidiendo sobre él. Incluso aunque ese factor sea importante, o incluso sea el más importante, cualquier fenómeno está sometido a múltiples influjos que, aunque de momento sean secundarios, pueden devenir trascendentales en momentos posteriores. Ese tipo de presentaciones suelen ser, con mucha frecuencia, estáticas, de manera que ni tienen en cuenta de dónde vienen ni tampoco a dónde van los fenómenos. Un análisis de esas características está condenado al fracaso y tiene poco que ver con la dialéctica.
Nuestros clásicos nos han dado muchos ejemplos de cómo se lleva a cabo un análisis concreto de la situación concreta; algunos de ellos, como el 18 Brumario de Marx son bien conocidos y, otros, como La política de sangre y hierro de Bismarck de Engels son desconocidos por desgracia, cuando allí resume en muy pocas páginas toda la historia contemporánea de Alemania de una manera insuperable (11). Estudios tan asombrosos sólo son posibles cuando se está muy bien informado y cuando se dispone de las herramientas (los conceptos) para interpretar la información. Sólo cuando se reúnen ambas circunstancias, los hechos y los conceptos, lo concreto y lo abstracto, las decenas de volúmenes de historia se pueden resumir con claridad en unas pocas páginas.
Por cualquier otra vía, es fácil que la dialéctica se preste a toda clase de juegos demagógicos.
Conexiones externas y contradicciones internas
La importancia del concepto de contradicción ha sido subrayado en numerosas ocasiones por los clásicos de la dialéctica materialista, por lo que no vamos a insistir en este aspecto. Es bien sabido que forma parte del núcleo de la dialéctica y difícilmente se podría rebajar o menospreciar su importancia. Una vez asentada esta idea, hay que añadir, sin embargo, que es un error reducir la dialéctica a una teoría de las contradicciones, como es un error contraponer la contradicción a la negación o a la interacción. Pero hoy es corriente leer en textos aparentemente marxistas que existen contradicciones internas y externas y que aquellas son más importantes que éstas. Esta idea es equivocada y su origen está en el texto de Mao Sobre la contradicción en donde se contrapone la contradicción interna con la interconexión externa. Para ello Mao escinde el estudio de una cosa considerada en sí misma, aislada, de sus relaciones con otras cosas, de manera que mientras lo primero nos lo presenta como una contradicción que es interna, lo segundo nos lo presenta como una conexión que es externa. Una vez dado este paso, Mao postula lo siguiente: El carácter contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental de su desarrollo, en tanto que su interconexión y su interacción con otras cosas son causas secundarias (12).
Mao no tiene en cuenta que no existe esa supuesta diferencia entre la conexión externa y la contradicción interna, como Engels había puesto de manifiesto:
Con este método, partimos siempre de la relación pimera y más simple que existe históricamente, de hecho; por tanto, aquí de la primera relación económica con que nos encontramos. Luego procedemos a analizarla. Ya en el sólo hecho de tratarse de una relación, va implícito que tiene dos lados que se relacionan entre sí. Cada uno de estos lados se estudia separadamente, de donde luego se desprende su relación recíproca y su interacción. Nos encontramos con contradicciones que reclaman una solución. Pero como aquí no seguimos un proceso discursivo abstracto que se desarrolla exclusivamente en nuestras cabezas, sino una sucesión real de hechos, ocurridos real y efectivamente en algún tiempo o que siguen ocurriendo todavía, estas contradicciones se habrán planteado también en la práctica y en ella habrán encontrado también, probablemente, su solución. Y si estudiamos el carácter de esta solución, veremos que se logra creando una nueva relación cuyos dos lados contrapuestos tendremos que desarrollar ahora y así sucesivamente (13).
Mao, por el contrario, pretende dar a entender que las conexiones son algo diferente, menos importantes y externas respecto a las contradicciones. De esta manera destaca la importancia fundamental de éstas, pero a costa de no aludir para nada a todo lo demás, al resto de la dialéctica, que queda olvidada y escondida. Lo que Mao pretendía poner de manifiesto con esta teoría suya de las contradicciones era la prelación de los factores internos sobre los externos, donde los primeros son los factores chinos y los externos los internacionales. Según Mao las causas externas constituyen la condición del cambio y las causas internas su base, y que aquellas actúan a través de éstas. Así, por ejemplo, afirma que la Revolución de Octubre no sólo fue un acontecimiento interno de Rusia sino que influyó sobre todo el mundo y, en consecuencia, también sobre China, pero a través de sus propias leyes internas. Sin embargo, los comunistas no podemos considerar las cosas de esta manera ya que una revolución, y máxime la de 1917, no se puede considerar más que como interna al proletariado, que forma una sola clase en todo el mundo. Lo internacional no es necesariamente externo como lo nacional tampoco es necesariamente interno. Lo que en Mao se desliza subrepticiamente, en definitiva, es la prevalencia del punto de vista nacional sobre el punto de vista de clase.
Los errores de Mao ya fueron advertidos por nuestro Secretario General:
Estamos en un primer momento del análisis, y [...] de lo que se trata es de establecer los nexos, las relaciones o concatenaciones que la metafísica ignora, lo que la incapacita y anula como método de conocimiento. ¿Cómo podríamos comenzar por hablar de la separación, de la contradicción, cuando se trata, precisamente de eso: de la unidad material del mundo? ¿Cómo podríamos establecer la contradicción entre las cosas si previamente no hemos reconocido sus conexiones necesarias? Por lo demás, para la dialéctica marxista, toda conexión o relación implica siempre, o es en sí misma, una contradicción, puesto que las cosas que se conectan o relacionan entre sí son objetos individuales o de distinta naturaleza. De otra manera no cabe hablar de tales conexiones. Ningún objeto o fenómeno puede estar conectado sino con otros, es decir, no se puede conectar consigo mismo. Mao pregunta: ¿Pero qué es lo que se halla vinculado? y responde: Los términos contrarios. Toda cosa supone la existencia de dos términos contrarios. Es evidente que Mao confunde toda cosa con las relaciones entre las cosas. Es como hablar de las contradicciones de la famosa cosa en sí, sin distinguirlas de las contradicciones de las cosas entre sí y de su distinta naturaleza, como si estuvieran aisladas unas de las otras y se bastaran a sí mismas para poder existir, de modo que resultara imposible poder conocerlas (14).
Si todos los fenómenos del mundo están interconectados, si forman una unidad, no se puede hablar de conexiones externas, ni tampoco se puede analizar una cosa al margen de esas conexiones que la condicionan. Ademas, esas conexiones -si se las prefiere llamar así- no pueden ser externas porque la conexión no es más que una contradicción y los contrarios forman una unidad, son uno.
El problema se plantea de una manera algo diferente cuando se procede al análisis concreto de la situación concreta. Entonces, por razones obvias, no se pueden tomar en consideración los múltiples nexos que están incidiendo sobre el problema en estudio, y aquellos que se consideran menos importantes se dejan fuera del análisis como si fueran ajenos al mismo. Pero no es que por el hecho de ser exterior un nexo se considere secundario, como decía Mao, sino exactamente al revés: se considera exterior porque es secundario. Por sí misma, esta circunstancia no modifica la naturaleza de la contradicción, es decir, los nexos secundarios también son contradicciones internas.
Cuando en un análisis concreto de la situación concreta se manifiestan determinados nexos, o incuso uno solo de ellos, como importantes, la dialéctica habla de contradicción principal pero otros más rústicos preferimos decir lo de toda la vida: que eso no es más que coger el toro por los cuernos. Cuando empezamos a no estar de acuerdo es cuando nos dicen que la contradicción principal es única, o sea, que es la única contradicción.
La negación dialéctica
En consecuencia, podemos decir que los nexos, las contradicciones y la negación son maneras diferentes de aludir a la misma categoría de la dialéctica materialista, por más que se haya impuesto la noción de contradicción, que destaca el aspecto capital de la lucha y la oposición de contrarios. Esto es lo fundamental de la filosofía marxista, como se ha repetido muchas veces, pero lo fundamental no puede hacernos perder de vista todo lo demás, que quizá no sea tan importante, pero es también muy importante.
El error de equiparar la dialéctica a una teoría de las contradicciones se agrava si, además, se afirma que la oposición de contrarios es absoluta. La lucha de contrarios no es el único principio absoluto de la dialéctica, como pretenden algunos farsantes como Alain Badiou (15). La dialéctica no tiene más absoluto que el movimiento, lo cual quiere decir que no hay nada absoluto. Las categorías de la dialéctica no son fijas y determinadas sino momentos de un proceso de profundización en el conocimiento. La dialéctica no conoce líneas rígidas de validez universal, decía Engels (16).
Uno se divide en dos y dos forman una unidad. En las contradicciones no puede haber unidad sin lucha ni lucha sin unidad y lo que el marxismo afirma es que la lucha es el aspecto principal, mientras que la unidad está subordinada a ella. Sólo en ese sentido se puede decir que la lucha es absoluta y la unidad es relativa, a condición de no perder de vista que, por poco importante que sea, esa unidad siempre existe: sólo se rompe para volver a formar una nueva unidad, más avanzada, más desarrollada.
Al subrayar exclusivamente el aspecto antagonista de los contrarios, esas concepciones conducen, por otro lado, a destacar la naturaleza meramente destructiva de la lucha entre contrarios. Ésa es la tendencia inevitable en los dogmáticos como Badiou, que hacen del aspecto principal de una contradicción el aspecto único, con el pésimo estilo de citar fuentes de una manera indirecta, sin haber leído el original, sacando frases del contexto político concreto (la revolución cultural) para el que fueron enunciadas. Es intolerable poner como referencia un artículo de Yang Hsien-chen del que sólo se conocen las críticas que contra él realizó en 1971 el Pekín Informa, críticas que son parcialmente justas pero que no conducen –ni mucho menos- a donde pretenden Badiou y sus seguidores del foro de kimetz.org. Para comprobarlo, basta leer dicho texto, que está accesible en internet bajo el título La teoría de ‘integrar dos en uno’ es una filosofía reaccionaria para restaurar el capitalismo. No compartimos la integridad del mismo pero, independientemente de ello, tampoco hay nada en él que refrende a Badiou y contradiga lo que aquí hemos expuesto.
Todo ese recorrido es para que Badiou acabe concluyendo que la síntesis es el concepto oportunista por excelencia (17). Pero sobre ese oportunismo volveremos más adelante.
Por todo ello, aunque a Badiou no le guste, en ocasiones es preferible utilizar otras expresiones, como conexión o negación, en lugar de contradicción, que destacan otros aspectos del movimiento que también importa poner de relieve. Los que se oponen a la dialéctica, como Dühring en su tiempo, siempre describen la negación como algo místico e incomprensible. Para ellos la negación es el vacío, cero, la nada absoluta, cuando hasta la nada es relativa según la dialéctica: es la nada con relación a algo. Del mismo modo, la negación es relativa a una afirmación, a lo positivo.
Marx decía que lo grandioso de la Fenomenolgía de Hegel es la dialéctica de la negatividad como principio motor y generador (18). En el pensamiento la negación adopta la forma de crítica y no hay que ofrecer muchas explicaciones acerca de la importancia que tiene esta categoría en los escritos de Marx y Engels, empezando por El Capital, cuyo subtítulo es Crítica de la Economía Política. En el ámbito del pensamiento la crítica destaca tanto la oposición como la unidad, porque no se limita a repudiar sino que el buen crítico asume en parte o mejora las tesis del contrario. La Filosofía de la miseria de Proudhon forma una unidad con la Miseria de la filosofía de Marx. En el marxismo no sólo hay un rechazo de Proudhon sino que en su seno están todas sus ideas válidas, frescas e innovadoras asumidas e integradas. Lo mismo se puede decir de Hegel: Marx y Engels le niegan o critican para conservar y depurar la dialéctica de su vertiente mística; la ponen patas arriba no para acabar con ella sino con el fin de que viviera para siempre. La negación, decía Lenin, subraya el nexo interno, frente a la dialéctica de Platón donde los vínculos son extrínsecos (19). Lo negativo no se opone a lo positivo desde fuera sino que surge de eso mismo, es su opuesto y lucha contra él. Es un cambio, una transformación de una cosa en su contrario.
Si en lugar de hablar únicamente de contradicción hablamos de negación, se entienden más fácilmente algunas otras leyes de la dialéctica, como la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos, la continuidad y los saltos así como las superaciones. Todos esos conceptos expresan un movimiento que siempre es interno, la unidad de la continuidad y la discontinuidad. Cuando una etapa es superada por otra y se produce un salto cualitativo hacia otra superior, hay elementos de lo viejo que se conservan y se mantienen. La dialéctica expresa esa noción como superación en donde lo antiguo no se destruye totalmente porque no se puede superar sin conservar al mismo tiempo. En cada sociedad persisten residuos de épocas anteriores, incluso de siglos remotos. Lo expresó Marx así muchas veces, entre otras en el prólogo a la primera edición de El Capital:
Nuestro país [...] no sólo padece los males que entraña el desarrollo de la producción capitalista, sino también los que supone su falta de desarrollo. Junto a las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, fruto de la superviviencia de tipos de producción antiquísimos y ya caducos, con todo su séquito de relaciones políticas y sociales anacrónicas. No sólo nos atormentan los vivos, sino también los muertos (20).
Este tipo de afirmaciones son bastante comunes en Marx y Engels, de manera que hasta las revoluciones más devastadoras de la historia tuvieron un aspecto conservador: jamás pudieron derribarlo todo; en el presente está el pasado pero también está el futuro. Por eso, de forma simétrica, Engels decía lo siguiente acerca de Marx:
Cuando se esfuerza por demostrar que la sociedad actual económicamente considerada, lleva en su entraña otro tipo de sociedad superior que pugna por alumbrarse, no hace otra cosa que pretender proclamar como ley en el campo social el mismo proceso gradual de transformación que Darwin ha puesto de relieve en el campo de las ciencias naturales (21).
Por tanto, toda negación presenta siempre un doble aspecto, es negación y afirmación a la vez, no sólo rechaza sino que confirma en parte. Eso es justamente el movimiento y es bien sabido que a partir de ahí se han podido deducir tesis tan contrapuestas como las revisionistas que propugnan únicamente cambios graduales, cuantitativos que preserven el capitalismo bajo formas algo diferentes, como otras de signo contrario, izquierdistas, en donde las revoluciones y los saltos cualitativos arrasan con todo y dejan la sociedad como un solar en el que hay que comenzar desde cero.
Ni una ni otra responden a la dialéctica marxista.
La negación de la negación
En ocasiones, Marx y Engels aludieron al movimiento, a los saltos cualitativos como negación de la negación y, como ha escrito nuestro Secretario General, ésta es una cuestión clave de la teoría marxista-leninista, cuya importancia se ha revelado particularmente en el curso de la revolución socialista (22). No obstante, es frecuente que entre las leyes de la dialéctica no se tenga en cuenta esta doble negación, de la que Engels afirmó que era la ley fundamental para la construcción de todo el sistema (23) y el núcleo de todo (24). La segunda negación postula que no basta con negar sino que, además, hay que superar a lo negado o, como a veces se dice, no basta sólo con criticar sino que hay que ofrecer alternativas mejores a lo que se critica.
Sin embargo, los que, como Badiou, afirman que la dialéctica no es más que una teoría de las contradicciones, no hablan de negación y mucho menos de la doble negación. Como Stalin no la menciona en su resumen de la dialéctica, extraen de ahí la conclusión de que era opuesto a ella, de que también eso lo tenía prohibido.
Marx puso un ejemplo concreto de la doble negación al estudiar la acumulación originaria, cuando la concentración del capital y la socialización de las fuerzas productivas preludian el final del capitalismo: los expropiadores serán expropiados; el socialismo es la negación de la negación, concluye Marx (25).
De una manera absurda, a partir de ahí Badiou se ridiculiza a sí mismo para dar a entender que el proceso (histórico y lógico a la vez) presenta la siguiente secuencia: feudalismo (afirmación), capitalismo (negación) y socialismo (negación de la negación). Lo que Marx sostiene, por el contrario, es que el socialismo es la negación de la negación del capitalismo, que a su vez lo fue del feudalismo, es decir, que cada modo de producción no sólo niega sino que supera al anterior.
En su relectura de Hegel, Lenin también incluye a la negación de la negación dentro de los elementos de la dialéctica relacionándola, por un lado, con la repetición, en una etapa superior, de ciertos rasgos, propiedades, etc., de la inferior y, por el otro, con el pretendido retorno a lo antiguo. En concreto, Lenin destaca la tesis de Hegel acerca de la segunda negación como el momento más íntimo y más objetivo de la vida y del espíritu (26).
Ahora bien, la doble negación se presta también a dos interpretaciones unilaterales y, por tanto, erróneas:
al destacar la aparente repetición de lo viejo en lo nuevo, su supervivencia, parece suponer la circularidad del movimiento, como algunas interpretaciones de la historia pretenden. Pero eso significaría negar el movimiento, mientras que la dialéctica afirma que existe un progreso, un avance y que ese avance se produce a través de saltos cualitativos
no obstante, ese progreso no es tampoco lineal, continuo, sin retrocesos. Un reciente, amplio y desafortunado texto de Mario Guilli publicado en múltiples sitios de internet (27) afirma que la doble negación es una ingenuidad de Marx y Engels porque sólo tiene en cuenta el progreso y no la destrucción, el avance y no el retroceso. Afirmaciones de ese tipo (aderezadas con las consabidas acusaciones de escolasticismo y parálisis en la filosofía marxista) sólo pueden provenir de un conocimiento insuficiente de nuestros clásicos. ¿Cuál es la consideración que tienen la destrucción y el retroceso en la filosofía marxista?, pregunta Guilli. Es bien simple: el mismo que la construcción y el avance, con la precisión de que éstos predominan sobre aquellos. En contra de lo que Guilli sostiene, Engels sí habla de la muerte, por lo menos tanto como de la vida: dice que la muerte es un elemento esencial de la vida, justamente su negación (28).
Por eso, en ocasiones, la dialéctica materialista describe gráficamente el movimiento como una espiral, no como un círculo ni como una línea recta. Esa descripción ofrece tanto la imagen de repetición, de conservación, como de avance y desarrollo.
Parece ocioso afirmar, pero las tergiversaciones nos obligan a ello, que el concepto de negación de la negación en Marx y Engels no es un residuo ni una copia de la dialéctica idealista hegeliana. Es más: ni siquiera está tomado de Feuerbach. Su integración materialista exigió que Marx reelaborara a fondo esta categoría desde sus primeros escritos. También aquí había que poner la dialéctica hegeliana patas arriba.
Según Marx, Hegel concebía correctamente la negación de la negación con su aspecto negativo y su aspecto positivo. Ahora bien, como buen idealista, entendía ese aspecto positivo de una forma absoluta, como el único acto verdadero de autoafirmación. Hegel fundamentaba la doble negación sobre sí misma y era, por tanto, algo abstracto, especulativo y, por tanto, vacío. El recorrido de Hegel hacia el saber absoluto es una pura contemplación donde el pensamiento está separado del sujeto, no tiene ojos ni orejas, dice Marx, no está en la sociedad ni en el mundo, no es aún la historia real del hombre como sujeto.
Feuerbach -añade Marx- la concibe de otra manera; entre las tres grandes hazañas que Marx le reconoce, una de ellas es la negación de la negación, en donde, a diferencia de Hegel, destaca dos aspectos aprovechables:en Feuerbach la doble negación es algo aún dudoso, crítico, lastrado por su contrario, lo negativo, que necesita prueba. Hegel, decía Marx, sólo aparentemente es crítico y positivo: En Hegel la negación de la negación no es la confirmación de la esencia vedadera mediante la negación del ser aparente, sino la confirmación del ser aparente o del ser extrañado de sí en su negación; o la negación de este ser aparente como un ser objetivo que mora fuera del hombre y es independiente de él, y su transformación en sujeto (29).
en Feuerbach la doble negación es concreta. En este punto, Feuerbach y Marx son mucho más fieles a Espinosa que a Hegel: no hacen más que seguir el principio de que toda determinación es una negación porque sólo lo concreto puede ser negativo, limitado. Por eso Espinosa expone esa paradoja, que es una gran verdad: sólo podemos conocer lo infinito a través de lo finito, lo abstracto a través de lo concreto; el saber absoluto y cerrado es imposible. El algo, el límite, es la primera negación de la negación. Por el contrario, hablar del ser es algo tan indeterminado que es igual que hablar del no ser.
No obstante, Marx también tiene un reproche hacia Feuerbach porque mantiene la doble negación en el ámbito del pensamiento y del concepto que se supera a sí mismo (30). Así expuesta, la idea de movimiento se expresa de una forma errónea que, sin embargo, es bastante frecuente: como una transición entre la tesis, la antítesis y la síntesis. Eso puede inducir a dos errores:
al de que la dialéctica expresa leyes del pensamiento exclusivamente y que tales leyes no existen en la naturaleza ni en la sociedad o en la historia. Sin embargo, la dialéctica no se puede extraer sólo del pensamiento porque el pensamiento siempre es limitado, temporal y condicionado.
al concepto oportunista (reformista) de síntesis como algo ecléctico o mezcla de cosas heterogéneas. Por el lado contrario (izquierdista), la idea de salto puede dar la impresión de que se acaba la anterior y que la nueva etapa es completamente nueva, que nada tiene que ver con lo anterior.
Acabemos con una curiosidad que es una repetición de lo que acabamos de exponer: cuando Lenin vuelve a la lectura de Hegel, reitera las mismas conclusiones que Marx, aunque no las conocía, pues los Manuscritos se publicaron posteriormente a su muerte. En primer lugar, Lenin tambien considera que la negación es la unión de lo positivo y lo negativo. En segundo lugar, nos confirma que la doble negación no es algo abstracto sino que tiene un contenido definido (31). La cosa debería estar muy clara...
Notas
(1) Dialéctica de la Naturaleza, Akal, Madrid, 1978, pg.58.
(2) Materialismo y Empiriocriticismo, 6-4.
(3) Cuadernos Filosóficos, en Obras Completas, tomo 29, pg.300.
(4) El Capital, Fondo de Cultura Económica, México 1973, tomo I, pgs.XXIII y XXIV; también Engels: Dialéctica de la Naturaleza, cit., pg.58.
(5) Dialéctica de la Naturaleza, cit., pg.58.
(6) Prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política, en Obras Escogidas, cit., tomo I, pg.383.
(7) Principios elementales y fundamentales de filosofía, Akal, Madrid, 1975, pg.135.
(8) Dialéctica de la Naturaleza, cit., pgs.25 y 58.
(9) Cuadernos Filosóficos, en Obras Completas, tomo 29, pgs.199 y 200.
(10) Contribución a la crítica de la Economía Política, Madrid, 1970, pgs.268 a 270
(11) El papel de la violencia en la historia, México, 1971, pgs.84 y stes.
(12) Sobre la contradicción, en Obras Escogidas, Fundamentos, Madrid, 1974, tomo I, pg.335.
(13) Prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política, cit., tomo I, pg.385.
(14) El problema de la identidad, Antorcha núm. 5, junio de 1999
(15) Teoría de las contradicciones, Júcar, Madrid, 1982, pg.37.
(16) Dialéctica de la Naturaleza, cit., pg.171.
(17) Teoría de las contradicciones, cit., pg.57.
(18) Manuscritos: economía y filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 5ª Edición, 1974, pg.189.
(19) Cuadernos Filosóficos, en Obras Completas, tomo 29, pg.87.
(20) El Capital, cit., tomo I, pg.XIV.
(21) El Capital, cit., tomo I, pg.742.
(22) El problema de la identidad, cit.
(23) Dialéctica de la Naturaleza, cit., pg.58.
(24) Anti-Dühring, Grijalbo, México, 1968, pg.130.
(25) El Capital, cit., tomo I, pg.649.
(26) Cuadernos Filosóficos, en Obras Completas, tomo 29, pg.207.
(27) Crítica de la Ley de la Negación de la Negación
(http://www.6tesis.com.ar/critica_de_la_ley_de_la_negacion.htm)
(28) Dialéctica de la Naturaleza, cit., pg.235.
(29) Manuscritos: economía y filosofía, pgs.198 y 199.
(30) Manuscritos: economía y filosofía, pgs.184 y 185.
(31) Cuadernos Filosóficos, en Obras Completas, tomo 29, pg.86
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