Es de gran pena y pesar, la horrible situación social a que son expuestos los infantes en el mundo. En el último informe de la ONU sobre el cumplimiento de las Metas del Milenio se destaca que la guerra, el Sida y el paludismo son las principales causas de muerte entre niños menores de cinco años.
La ONU llama negligentes a los países en desarrollo porque no prestan atención a los servicios de asistencia sanitaria básica, como si el problema sólo se resolviera con voluntad y no con cambios radicales en el sistema social hegemónico imperante en el mundo: el capitalismo.
Mientras que la Organización Panamericana de la salud indica en sus informes: “Los niños que mueren provienen de hogares de desempleados o de subocupados que hace varios años no tienen acceso a los alimentos básicos, ni a la atención de su salud, ni a condiciones mínimas de dignidad”
Si a ello se agrega que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que a nivel mundial trabajan alrededor de 352 millones de menores de edad, entonces comienza el asombro; “246 millones de infantes participan en formas de trabajo que deben erradicarse por ser altamente peligrosas o entrañar explotación; 187 millones de estos niños o niñas tienen entre 5 y 14 años de edad; 180 millones de ellos ejercen las peores formas de trabajo infantil, y al menos 8 millones realizan actividades de prostitución o trabajo forzoso”.
Si este cuadro tan patético se ejemplifica con un reporte de la Liga Colombiana Contra el Cáncer donde divulgó que de 2.000 niños diagnosticados con la enfermedad cada año, la mitad muere por demoras en los trámites que requieren las autoridades médicas para aplicar los costosos tratamientos, entonces la sangre hierve en el cuerpo y no queda otra expresión que la irritación y el malestar por las injusticias hacia la nueva generación.
Estos problemas no son más que la punta del iceberg de una situación social que explota, se hace intolerante vivir en un mundo desigual y lleno de calamidades donde se incita al consumismo irracional y a la pérdida de valores donde prevalece el que tiene y no el que sabe.
La pobreza no es sólo un producto material: es la suma de carencias materiales y espirituales, que no permite el desarrollo integral y sin él no puede haber mejoramiento en la calidad de vida. Por tal razón es un orgullo conocer que por segundo año consecutivo Cuba alcanza una mortalidad infantil de 5,3 por mil nacidos vivos, la más baja en la historia.
Cuba tiene implementadas varias medidas a nivel nacional que funciona como un sistema: programas de planificación familiar con libertad para elegir el número de hijos que se desea tener y el momento apropiado; pesquizaje en consultas gineco-obstétricas de todas las mujeres embarazadas, realización de exámenes de laboratorio, vacunación y entrega de medicamentos de forma gratuita; partos hospitalarios en un ciento por ciento; pruebas genéticas e inmunización al recién nacido; consultas gratuitas de puericultura 12 veces en el primer año de vida de forma obligatoria y todas las que necesite en su infancia; educación gratuita para el infante en todo su período escolar porque la educación como formación de capital humano es la clave para superar la pobreza.
Si Cuba pudiera eliminar la política de bloqueo que le cuesta más de 89 000 millones de dólares y que entre mayo del 2006 y abril del 2007, las afectaciones en materia de alimentación superaron los 258 millones de dólares, ¡Cuánto no se lograría, en materia de desarrollo social!
En fin, la infancia debemos cuidarla, no por razones de voluntad, sino como tesoro divino de la humanidad para su supervivencia. El niño es ternura, ingenuidad, amor, sonrisa, honestidad, limpieza, dignidad. Hagamos de estos valores el gran propósito de la sociedad.
Aporte desde Cuba de Nuria Barbosa León
Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
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