“En nuestra época, el discurso y los escritos políticos son en gran parte una defensa de lo indefendible (…) Por esta razón, el lenguaje político tiene que consistir en una serie de eufemismos, peticiones de principio y puras vaguedades a cuál más brumosa. Esta fraseología es necesaria si queremos poner nombre a las cosas sin por ello evocar imágenes mentales.”
George Orwell (i)
En este periodo posterior al referéndum celebrado el 2 de diciembre de 2007, el proceso político venezolano está siendo objeto de un amplio debate en el que participan tanto los críticos como los defensores de la vía venezolana al socialismo. La extrema derecha y el Departamento de Estado de los Estados Unidos se centran exclusivamente en lo que ellos denominan “reacción popular contra el autoritarismo y el programa radical del presidente Hugo Chávez” e intentan aprovechar esta ocasión para desacreditar al presidente, saboteando la iniciativa de Chávez (respaldada por Francia y la mayor parte de los gobiernos europeos y latinoamericanos) de negociar un intercambio de prisioneros entre la guerrilla FARC-EP y el gobierno de Uribe, en Colombia. Dos semanas después del referéndum el gobierno estadounidense ha urdido una intriga en la que vincula al gobierno venezolano con un intento de financiación de las elecciones presidenciales argentinas. Esta ofensiva propagandística de la derecha y EE UU no ha conseguido ningún eco en Venezuela y el tiro les ha salido por la culata. Todos los aliados estadounidenses en Europa (con la excepción del Reino Unido) y América Latina (con excepción de México y Chile) han repudiado los ataques estadounidenses contra Chávez.
El discurso político anti Chávez que sí tiene cierto eco en Venezuela y en el extranjero, especialmente entre progresistas, políticos, activistas y profesores socialdemócratas es el articulado por intelectuales venezolanos vinculados a algunas ONG, financiados por fundaciones extranjeras y que ostentan la calificación de centro-izquierda.
Una lectura crítica de estos escritos de centro-izquierda revela una narrativa llena de eufemismos políticos, emboscada en el lenguaje y la retórica de los movimientos sociales. Sin embargo, cuando se la analiza revela una hostilidad de base al análisis de clase y a la transformación social. Tal como escribió George Orwell, los intelectuales políticos son maestros en eufemismos, y utilizan un lenguaje que oscurece el significado de una política reaccionaria: “El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen a verdad y que el asesinato sea respetable, para dar una apariencia de solidez a lo que es sólo puro viento.” (i)
Los ideólogos académicos de centro-izquierda venezolanos han desarrollado una gran maestría en el uso de un repertorio completo de eufemismos destinados a conseguir objetivos políticos específicos: unir a los tecnócratas y progresistas partidarios del gradualismo, dentro del gobierno de Chávez, con la oposición liberal, a fin de bloquear cualquier tipo de transformación social igualitaria de las relaciones de propiedad y la transición al socialismo. Como afirmó uno de los estadistas cubanos más ilustres, el ex ministro de Cultura Armando Hart, la batalla de ideas forma parte integral de la lucha por el socialismo.
Un primer paso para desenmascarar la retórica de centro-izquierda que encierra su narrativa antirrevolucionaria consiste en someter a un análisis crítico algunos de los principales eufemismos políticos que utilizan para atacar al gobierno de Chávez y sus políticas. Los eufemismos son abusos del lenguaje utilizados por académicos contrarios al presidente con el fin de oscurecer intereses y lealtades ideológicos y de clase.
Como ilustración, he escogido para el presente escrito un ensayo de Edgardo Lander, destacado sociólogo venezolano y crítico de las tendencias revolucionarias existentes en el gobierno chavista. Su ensayo El proceso político en Venezuela entra en una encrucijada crítica (ii) es un excelente ejemplo del uso del lenguaje político para oscurecer las realidades políticas, basándose en eufemismos con el fin de “dar una apariencia de solidez a lo que es sólo puro viento.”
En este periodo post referéndum, los críticos de centro-izquierda exigen un regreso al pluralismo, como antídoto del autoritarismo. Aquí, pluralismo es un eufemismo para designar la sociedad de clases (varias clases sociales = plural), en la que la clase capitalista domina el sistema el sistema electoral (partidos pluralistas = dominación mediante la financiación capitalista). El pluralismo es un eufemismo común utilizado por los académicos burgueses debido a su vaguedad y su abstracción, que oscurece asuntos como el sistema de propiedad y la concentración de los medios de producción y comunicación. En realidad, no hay nada plural en las democracias capitalistas, en términos de poder y riqueza. La existencia de varias clases, políticos y partidos en estas sociedades nos dicen poco o nada de las relaciones sociales, la concentración de poder y la desigualdad de acceso al Estado.
Los académicos críticos a Chávez hablan de independencia del banco central. Este vago y abstracto concepto evita que nos planteemos cuestiones como independencia respecto a quién o para qué intereses o fines. Los bancos centrales que no están obligados a rendir cuentas ante las autoridades elegidas responden ante los mercados financieros o, más concretamente, ante los banqueros e inversores nacionales e internacionales. Es el caso evidente de casi todas las democracias capitalistas, en las que la selección de los jefes de los respectivos bancos centrales se basa en sus vínculos, historiales y estrechas relaciones de favor (confianza) con el capital financiero internacional. En cambio, un banco central sujeto al control de las autoridades elegidas puede estar influenciado por los votantes, la opinión pública y los movimientos sociales en demanda de políticas monetarias favorables.
Cuando estos progresistas ponen objeciones al creciente acceso de las clases populares al gobierno y a la pérdida del monopolio de la clase media sobre las asignaciones presupuestarias del gobierno, recurren a hacer llamamientos a unas políticas abiertas. A saber, volver a abrir las puertas de los creadores de las políticas a los asesores académicos liberales y socialdemócratas. Políticas abiertas es un soniquete usado con frecuencia por el gobierno imperial de Estados Unidos cuando los intentos de cambio de régimen realizados por las ONG y las redes políticas financiadas por sus fundaciones se frustran por una más atenta vigilancia frente a sus operaciones desestabilizadoras. La pregunta que los críticos académicos evitan es la siguiente: ¿abiertas para quién y para qué intereses políticos? En el caso de Venezuela, la auténtica falta de apertura es en gran medida función del control monopolista de más del 90% de los medios de comunicación electrónicos e impresos y del predominio ideológico de los académicos de la oposición en las universidades y las aulas públicas y privadas (incluyendo aquí la Universidad Central de Venezuela.) Tenemos en cambio que durante la década chavista han florecido sindicatos, asociaciones empresariales y movimientos de la sociedad civil de todas las tendencias, en lo que es probablemente la más vibrante expresión de políticas abiertas del hemisferio occidental.
Así pues, en estas condiciones, ¿qué significa la exigencia de políticas abiertas? Es simplemente una “defensa de lo indefendible”, el mantenimiento de un control monopolista privado de los medios de comunicación contra cualquier intento de extender y profundizar el acceso popular a estos medios y su control por el pueblo. Los académicos progresistas no pueden afirmar abiertamente: “No democraticen los medios de comunicación, mantengan el derecho de los grandes conglomerados privados a controlar los medios de comunicación, incluyendo el derecho a incitar al golpe militar y defenderlo cuando se produzca.” En lugar de esto, recurren a varios eufemismos como el de políticas abiertas, desarmando en la práctica al gobierno popular y socavando sus intentos de abrir el acceso de los medios de comunicación de masas a las clases populares y sus intereses.
Una de las formas más insidiosas de los intentos estadounidenses, europeos y de las clases dominantes venezolanas para socavar los movimientos autónomos de masas es la financiación, formación y proliferación de las equívocamente autodenominadas organizaciones no gubernamentales (ONG). Los académicos progresistas críticos del gobierno democráticamente elegido de Chávez prestan oído e imitan la retórica de las ONG, acusando a Venezuela de falta de participación popular y de desalentar el debate abierto y democrático.
Los críticos académicos progresistas nunca prestan atención al hecho anómalo de que los líderes de las ONG no hayan sido en ningún caso elegidos; de que sus propuestas de financiación en los países en que actúan nunca se debatan o se voten por los autodesignados beneficiarios; y de que modelen sus actividades para inducir a los donantes de las élites extranjeras a financiar sus salarios en divisas y sus vehículos todoterreno, sus ordenadores portátiles y sus secretarias de plantilla. Los mayores enemigos de la responsabilidad democrática son las ONG que nunca están sujetas a críticas o son siquiera mencionadas en los polémicos escritos de los citados críticos académicos progresistas sobre el proceso político venezolano. La apabullante influencia y proliferación de ONG no es un elemento sin importancia de los procesos políticos, y menos aún en Venezuela. En todo el mundo hay más de 100.000 ONG que reciben más de 20.000 millones de dólares/euros de sus centros imperiales.
A diferencia de las autodesignadas ONG y de sus líderes y asesores académicos progresistas, el presidente Chávez ha consultado al electorado en una docena de ocasiones en elecciones libres y abiertas. Sus programas se financian con los impuestos de los contribuyentes venezolanos y están sujetos a la aprobación o el rechazo de los legisladores elegidos. Los académicos progresistas en lugar de expresar abiertamente sus objeciones al creciente apoyo masivo radical y organizado y de debatir los programas socioeconómicos del presidente Chávez, hacen uso de eufemismos sobre el estilo plebiscitario de gobernación, olvidando sus propias autoritarias lecciones dictadas en las aulas, acogidos por administradores elegidos por una camarilla de catedráticos con puesto vitalicio.
Algunos de los eufemismos más utilizados por los académicos progresistas son los siguientes antiestatismo, sociedad civil y economía de mercado.. Para ellos, el estatismo evoca y va unido a una poderosa estructura vertical no responsable, que oprime y empobrece al pueblo y que sólo rinde cuentas a arbitrarios burócratas. Si bien no cabe duda de que algunos organismos estatales venezolanos son ineficientes y no consiguen llevar a cabo los programas del gobierno (en particular, las políticas redistributivas), también es innegable que las políticas fiscal y de propiedad pública, en particular la política energética, ha generado un incremento en la financiación de los servicios públicos (salud, educación y distribución de alimentos) para el 60% de los venezolanos de más bajos ingresos. La oposición al estatismo reúne en una extraña amalgama a liberales autoritarios de extrema derecha (Hayek, Friedman), neoliberales socialdemócratas (Blair, Giddens, Lula, Sarkozy y sus seguidores venezolanos) y anarquistas libertarios. Las principales fuentes de financiación de los think tanks, las publicaciones y las investigaciones de los críticos del estatismo son la Fundación Ford, la Fundación Ebert y una sopa de letras de acrónimos de otras instituciones de las clases dirigentes.
La demonización del Estado es lo que reúne a los ideólogos de extrema derecha y de centro-izquierda. En el nombre de la libertad antiestatista, puede florecer la voraz, irrestricta y desregulada actividad de los monopolios privados nacionales y los bancos y corporaciones multinacionales. El Estado es la única institución potencialmente capaz de contrarrestar, controlar y hacer frente a las gigantescas empresas privadas. La cuestión fundamental no es el antiestatismo sino la naturaleza de clase del Estado y su rendición de cuentas ante la mayoría del pueblo trabajador.
De todos los conceptos manejados por los académicos progresistas antiestatistas críticos del presidente Chávez, el de sociedad civil es el más hueco, como por ejemplo en la expresión “apoyo a la sociedad civil contra el Estado.”
Sociedad civil es un eufemismo para sociedad de clases. Es un concepto que oculta las divisiones de clase fundamentales, las organizaciones de clase en conflicto y las relaciones de explotación. Los académicos progresistas han adoptado una versión corrompida de los Cuadernos de la cárcel, de Antonio Gramsci, que la censura fascista entonces imperante obliga a leer entre líneas, para afirmar la existencia de una sociedad civil homogénea –sin clases sociales— opuesta al Estado (opresor).
En Venezuela, la sociedad civil dista de ser homogénea, como evidencian sus profundas divisiones de clase, polarización política y cisma entre las capas populares mayoritarias que apoyan al Estado (dirigido por Chávez) y las clases superiores. El discurso de la sociedad civil es un artefacto retórico utilizado por los burócratas de las ONG y las élites académicas progresistas destinado a camuflar su propia práctica de colaboración de clase, su apoyo al capital privado contra la propiedad pública, y que está también destinado a atraer grandes donaciones de sus patrocinadores de los centros imperiales.
Uno de los eufemismos más comunes es la referencia, por parte de los críticos progresistas y socialdemócratas de Chávez, a la economía de mercado. Se trata de otro intento de “dar una apariencia de solidez a lo que es sólo puro viento.” Los mercados han existido desde hace algunos miles de años en todo el mundo bajo una gran variedad de sociedades y economías: desde la tribal al capitalismo monopolista, pasando por la sociedad esclavista, feudal, mercantil y de capitalismo competitivo. Hay mercados locales basados en los pequeños productores y mercados mundiales dominados por menos de un millar de corporaciones e instituciones financieras transnacionales. El término economía de mercado evoca falsas imágenes de un pasado, que nunca existió, de transacciones entre productores/naciones realizadas en un plano de igualdad. La economía de mercado realmente existente está dominada por enormes monopolios multimillonarios, que compiten y cooperan entre sí, y que penetran en todas las economías no reguladas. El poder de estos conglomerados y la explotación que realizan solo puede contrarrestarse mediante estados nacionalistas o socialistas, responsables ante los movimientos organizados de clase y la planificación centralizada. Todo debate honesto y verdadero debe plantear la cuestión de las estrategias económicas y el papel del Estado y del mercado en un contexto histórico-mundial apropiado: el capital imperial, el Estado nacional, los movimientos sociales y las instituciones de clase.
Cuando se debaten en serio asuntos de participación y democracia, es preciso prestar atención no sólo a los Estados sino también a las asociaciones que influyen en la sociedad. En su discurso, los teóricos progresistas no hacen mención de la pluralidad de asociaciones, organizaciones cívicas, conglomerados de medios de comunicación, partidos tradicionales y sindicatos autoritarios, no participativos y dominados por las élites empresariales. Sus líderes son elegidos repetidamente (a veces de por vida) sin disidencia o competición, y sin consultar a sus bases.
Los académicos progresistas, además de ignorar la estructura vertical y profundamente autoritaria de las instituciones dominantes en la sociedad civil, ni siquiera plantean la cuestión de si esta pluralidad de instituciones de la élite dictatorial es compatible con la democracia. La ceguera analítica y moral de los académicos progresistas ante la dominación, profundamente enraizada, en materia de cultura, economía y sociedad por parte de las élites antidemocráticas, les impide ver la otra cara de la moneda de su preocupación unilateral por las instituciones públicas elegidas y los partidos políticos, los sindicatos y las asociaciones de barrio favorables a Chávez,
La arraigada falta de claridad de los críticos del presidente y los exponentes de la ideología liberal está íntimamente relacionada con su propio convencimiento de que si se expresasen con claridad y precisión quedaría en evidencia su defensa de los mercados capitalistas; su oposición al estatismo, como oposición a la propiedad pública; su apoyo a las instituciones elitistas autoritarias, a guisa de defensa de la sociedad civil; y su oposición al apoyo masivo de las iniciativas radicales de Chávez, oposición que enmascaran bajo el concepto de autonomía popular.
Los métodos de los críticos académicos progresistas son tan reveladores de su reaccionaria actitud política como sus lealtades de clase, apenas encubiertas. Utilizan un microscopio para detectar los fallos en el tejido de los movimientos sociales, los votantes y las políticas pro Chávez, y un telescopio para describir la flagrante intervención y colaboración a gran escala y largo plazo del Estado imperial estadounidense y sus aliados venezolanos.
Las exigencias liberales van dirigidas unilateralmente a una de las partes del proceso político. Se critica agriamente a las organizaciones chavistas, pero no a los estudiantes y profesores financiados por los organismos estatales de EE UU. Parece como si los académicos que aceptan financiación del National Endowment for Democracy (iii) no debieran tener que repensar críticamente su colaboración con una potencia imperial extranjera empeñada en destruir las instituciones democráticas. Los críticos académicos progresistas utilizan anécdotas subjetivas y chismosas, y no hechos públicos verificables, para fomentar su animadversión a Chávez. Especulan sobre la ambigüedad presidencial en relación con el resultado del referéndum, en lugar de escuchar y observar el reconocimiento inmediato y explícito del presidente Chávez de su derrota en el referéndum.
El lenguaje político del eufemismo tiene por objeto hacer que las mentiras suenen a verdad, que la explotación a manos de la clase dominante parezca respetable y que la retórica liberal-democrática tenga apariencias de solidez. Este breve inventario de eufemismos tiene por objeto desenmascarar las ideologías de un antichavismo light y estimular el avance del socialismo venezolano.
James Petras
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George Orwell, Politics and the English Language (1946), en Selected Writings, Heinemann Ed. Books, Londres 1958
Véase Rebelión (23.12.2007) (N. del T.)
National Endowment for Democracy (NED), organización semigubernamental estadounidense creada en 1983 por el gobierno de Reagan. Tiene un amplio historial de interferencia política en otros países, a fin de imponer regímenes favorables a EE UU. (N. del T.)
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