martes, enero 06, 2009

En los albores de un nuevo año

Con la excepción del Año Nuevo, las festividades más importantes del mundo occidental están asociadas a acontecimientos del calendario cristiano. Sin embargo, es bien sabido que estas festividades hunden sus raíces en las antiguas religiones paganas y que, en general, están vinculadas a los distintos solsticios del sol y a su relación con la agricultura.
La Navidad era la antigua fiesta pagana del invierno boreal, derivada de la saturnalia romana y de otras celebraciones paganas mezcladas, de origen germánico y escandinavo. En la Biblia no se menciona la fecha del nacimiento de Cristo. Los primeros cristianos celebraban el nacimiento de Cristo el seis o siete de enero (una tradición que aún mantiene la Iglesia Ortodoxa). Con su oportunismo habitual, los dirigentes de la Iglesia cambiaron la fecha al 25 de diciembre para aprovecharse así de la antigua tradición pagana.
La Pascua era el equinoccio de primavera, con sus asociaciones a los antiguos ritos de la fertilidad (la palabra inglesa de la Pascua [Easter] procede las antiguas diosas paganas Eostre u Ostara). Los orígenes de Halloween están en la festividad celta de Samhain, cuando la gente conversaba con los espíritus de los muertos y así evitaban su ira. Hay otros ejemplos incontables que demuestran la terquedad de la humanidad de aferrarse al pasado.
La persistencia mediante la cual hombres y mujeres preservan las ideas y creencias arraigadas en un pasado primitivo y remoto, es una prueba de la naturaleza profundamente conservadora del pensamiento humano en general. La tradición, la costumbre y la rutina pesan mucho sobre la conciencia humana. Como norma, a las personas no les gusta el cambio, en particular el cambio repentino que altera sus nociones y creencias preconcebidas.
Pero en los momentos decisivos una serie de pequeños cambios imperceptibles puede alcanzar un punto crítico donde la cantidad se transforma en calidad. Entonces, todas las viejas ideas y prejuicios caen en la confusión. Los hombres y las mujeres se ven obligados, a pesar de sí mismos, a cuestionar sus viejas ideas, y también la clase de sociedad en la que viven, su moralidad y justicia.
Este punto crítico se alcanzó en 2008, cuando, después de un largo período de crecimiento económico, la economía mundial entró en un declive profundo, que aún no ha recorrido todo su camino. Este acontecimiento ha impactado profundamente en la conciencia de todas las clases en la sociedad, desde la clase dominante: los banqueros, los políticos y los burócratas; en la clase media, los pequeños empresarios e intelectuales; y en la mayoría de la humanidad: los trabajadores y campesinos y pobres.
Después de un largo período de relativa prosperidad, donde los valores de la "economía de libre mercado" se aceptaban sin cuestionar y los impresionantes fuegos de artificio mostrados por la globalización cegaron la visión y atontaron los cerebros de la llamada intelectualidad (incluida la de "izquierda"), no es de extrañar que la primera reacción ante la crisis económica sea de conmoción e incredulidad. La conciencia, con su conservadurismo innato, aún está detrás de los acontecimientos, que se mueven a una velocidad de vértigo por todo el planeta.
Esta situación sólo puede sorprender a las mentes que se han atrofiado por el pensamiento formalista. Para cualquiera que tenga el más mínimo conocimiento de la dialéctica no es en absoluto sorprendente. El formalismo rechaza las contradicciones y no puede aceptarlas, mientras que los dialécticos aceptan las contradicciones y explican su lógica y necesidad.
Se necesitará todavía un cierto tiempo para que la conciencia de las masas se empareje con los acontecimientos. Esta conciencia aún vive en el pasado y espera con esperanza que la crisis actual sea sólo una interrupción temporal de la "normalidad"; y que, si somos pacientes, seguramente regresará. El presunto "atraso" de las masas es sólo aparente y está destinado a convertirse en su contrario.
El atraso real está en la psicología de los dirigentes de las organizaciones de masas: los dirigentes reformistas, los líderes de los partidos comunistas y socialistas, que hace mucho tiempo abandonaron cualquier idea de socialismo y se adaptaron al capitalismo. Su única aspiración es que el capitalismo, por alguna razón desconocida por la ciencia, se desprenda de sus características feas y opresivas, para adquirir un carácter humano y progresista.
Pero la crisis económica ha puesto en el orden del día un capitalismo nada pacífico ni democrático, y sí desempleo de masas, recortes salvajes de los salarios y condiciones de vida, la desaparición de las reformas sociales y un empeoramiento general de los niveles de vida. Esta es una receta para la guerra de clases a una escala masiva. Esa es la realidad del capitalismo en el año 2009 y no las ilusiones almibaradas de los reformistas que no comprenden nada y que son capaces sólo de ver el trasero de la historia.
Con frecuencia ocurre que los representantes inteligentes del Capital llegan a las mismas conclusiones que los marxistas. En un momento en que la realidad del colapso financiero finalmente se ha manifestado claramente para todos, el diario económico The Financial Times publicaba el 5 de noviembre un artículo interesante de Chyrstia Freeland, que merece ser estudiado cuidadosamente por que revela la situación mental actual de la clase dominante en EEUU.
Freeland comienza con una pequeña anécdota, que en las últimas celebraciones de Halloween además de los tradicionales demonios y brujas, los acontecimientos actuales inspiraron a muchos juerguistas en la fiesta callejera del Greenwich Village de Nueva York a ponerse un disfraz menos habitual, el de Sarah Palin (ex-candidata a Vicepresidente derrotada por Obama). Este hecho, trivial por sí solo, revela el grado de desprecio con el que la población de EEUU veía a la desacreditada administración de Bush, un desprecio expresado posteriormente en las urnas.
Sin embargo, mucho más interesante eran los comentarios de este periodista que citaba a figuras dirigentes del stablishment norteamericano. Cuando se leen estos comentarios hay que tener en cuenta que no están escritos para que sean leídos por hombres y mujeres corrientes. The Financial Times no es un diario normal, sino algo parecido al boletín interno de la burguesía. Por tanto, lo que aquí leemos es incluso más importante:
"Ese día un ejecutivo veterano de Wall Street de manera arrepentida me pronosticó que el próximo año serán los banqueros de Nueva York quienes serán elegidos como los villanos de la nación". Y el artículo continúa: "En privado, algunos de los dirigentes empresariales y políticos más influyentes de EEUU comparten plenamente la misma advertencia: con las elecciones solucionadas, el centro político en EEUU será la oleada de furia pública dirigida contra el capital y los capitalistas, en particular contra su parte financiera".
Es realmente bastante extraordinario leer este tipo de cosas en un periódico como The Financial Times. ¿Qué significan? Significa que la clase dominante en EEUU es bien consciente de que los efectos políticos y sociales de la crisis económica aún no se han manifestado. La creciente rabia de la población se ha desviado temporalmente hacia el circo electoral (que en cualquier caso es su principal objetivo). La culpa de la crisis se ha puesto en primer lugar sobre los hombros de la Administración de Bush. Y mientras las masas estaban distraídas por la campaña de Obama (que sin duda sembró grandes ilusiones), los banqueros y capitalistas fueron olvidados temporalmente. Pero este efecto no durará para siempre.
El banquero citado en las líneas anteriores no es cualquier banquero, sino un veterano ejecutivo de Wall Street (que no quiere ser nombrado por razones obvias). ¿Qué está pronosticando? Pronostica que tan pronto como el humo embriagador de las elecciones presidenciales se disipe, habrá una explosión de furia popular dirigida contra el capital y los capitalistas, particularmente de su parte financiera. ¡Sería imposible que nosotros lo pudiésemos decir de una manera más clara! El artículo continúa:
"En las últimas semanas, un antiguo miembro del gabinete de Clinton que asesoraba a una empresa de capital privado, advierte que esta nueva hostilidad será la mayor de las amenazas a la que se enfrenten los empresarios. Un senador de la Costa Este en una comida con un grupo de seguidores de Wall Street dijo que la furia pública hacia ellos estará en el primer punto de la agenda política y expresó su simpatía por la rabia de la población. En un memorando sobre los riesgos financieros a los que se enfrentará el nuevo presidente, realizado por el equipo de transición de Barack Obama, ponía como uno de los puntos la posibilidad de que las ‘víctimas presionen para conseguir una respuesta política'".
Aquí, una vez más, se expresa de manera admirable la verdadera situación en EEUU. Este anónimo antiguo miembro del gabinete advierte que los capitalistas norteamericanos se enfrentarán a la rabia de la población, que este tema estará en "el primer punto de la agenda política" en 2009 y que él mismo siente algunas "simpatías por la rabia de la población".
Algo de esta rabia ya encontró su expresión en la campaña electoral, cuando tanto políticos Demócratas como Republicanos buscaban popularidad denunciando la "codicia de Wall Street". El artículo continúa:
"Pero esta fascinante campaña electoral y el fuego griego financiero que estalló en medio de ella, podría servir realmente para amortiguar la rabia pública. La crisis financiera es la razón por la que Wall Street ha caído en desgracia, para ser más exactos, desde el 15 de septiembre, cuando Lehman Brothers entró en bancarrota, hasta el 13 de octubre, cuando el Secretario del Tesoro, Hank Paulson, de manera coactiva compró participaciones en el capital de todos los grandes bancos de EEUU. La urgencia y la gravedad de la amenaza económica eran tan grandes como para impedir una cacería de muchos de sus culpables. La batalla política, mientras tanto, se caracterizaba por muchos disparos retóricos que tenían como objetivo Wall Street, pero la batalla real era entre los dos partidos políticos y sus dos paladines, que han sido el principal centro de la pasión de la opinión pública en las últimas semanas.
"Hoy eso ha cambiado. La crisis del crédito, aunque lentamente, parece que se ha aliviado y con ella los temores de una segunda Gran Depresión. EEUU ha elegido un nuevo presidente. El país ahora está libre para reflejar su difícil situación económica y exigir que el hombre elegido ayer actúe según sus conclusiones".
Este es el problema central. Después de luchar para desviar la atención de la opinión pública de la crisis del capitalismo construyendo la imagen de Obama como el hombre milagro, la clase dominante norteamericana prepara el terreno para que cuando no aparezcan los milagros se produzca una reacción colosal. Continuamos con el artículo:
"Los estadounidenses ya no son felices. Los economistas Betsey Stevenson y Justin Wolfers han encontrado que toda la felicidad se hundió en septiembre, el mes que lo hizo el Dow Jones, y ahora ha caído a un nivel tan profundo como lo hizo durante la recesión de 1981. Las cosas probablemente empeorarán, con una nueva contracción económica y las concomitantes pérdidas de empleos y bancarrotas. Además, los cientos de miles de millones de dólares que el Estado ha comprometido para apuntalar el sector financiero no se han traducido en créditos personales más baratos, o en menos juicios hipotecarios para los norteamericanos corrientes.
"Los financistas se preparan para una oleada de furia pública, de ahí, por ejemplo, la reciente reunión en la que colectivamente prometieron no utilizar los 135.000 millones de dólares del Tesoro para pagar las primas de los banqueros. Saben, no obstante, que gestos como ésos no son suficientes".
Barak Obama recuerda a uno de los falsos curanderos que viajaban en el viejo oeste por las ciudades pequeñas vendiendo botellas de "aceite de serpiente" garantizando que curaba toda enfermedad conocida por un precio modesto. La promesa era muy atractiva y muchas personas hacían cola para comprar esta medicina maravillosa. Los problemas llegaban cuando, después de su consumición, no había síntomas de mejoría. Para ese momento el falso curandero, ya considerablemente más rico, había tomado su carro hacia la próxima ciudad. No obstante, Barak Obama no puede simplemente montarse en su carro e irse. Debe quedarse y afrontar las consecuencias de las expectativas que ha generado.
Las revelaciones sobre el fraude y el manifiesto robo empresarial, que ya están apareciendo, arrojarán más combustible a las llamas. Los políticos inteligentes, como el congresista Henry Waxman, harán carrera denunciando despiadadamente a los principales gestores de fondos de riesgo de Washington. En un intento de apaciguar a la opinión pública habrá juicios al estilo Enron, algunos banqueros podrían ser llevados a los tribunales. Pero todo eso no bastará para evitar la tormenta que se avecina. El artículo termina con un paralelo histórico significativo:
"Los estadounidenses presionarán a su nuevo líder para que los ayuda a determinar quién es el culpable. Es decir, después de todo, la pregunta favorita de la gente enojada en los tiempos turbulentos fue una de las consignas de los revolucionarios rusos. Si quiere tener éxito, el presidente electo debe encontrar una forma de llevar el debate nacional más allá de esta duda vengativa al otro gran grito de guerra revolucionario ruso: ¿Qué hacer?"
El problema de las clases dominantes de EEUU y el resto del mundo en los albores del año nuevo es que no tienen la más mínima idea de qué hacer. Las enormes cantidades de dinero entregadas a los banqueros en distintas formas han tenido resultados apenas perceptibles. El aceite de serpiente no funciona. Los bancos se embolsan el botín y se niegan a prestar al consumidor, al industrial o a cualquier otro. La demanda y el crédito continúan hundidos, llevando a más bancarrotas, cierres de empresas y desempleo.
A primera vista, 2009 ha empezado bajo la negra bandera de la reacción. El imperialismo israelí ha concentrado todo su poderío militar en la tarea sangrienta de someter a la indefensa Gaza. Como es habitual, las "Naciones Unidas" han mostrado una absoluta impotencia, mientras los dirigentes del "mundo libre" hacen gala de su nauseabunda hipocresía igualando a las víctimas con los agresores, sacudiendo la cabeza y derramando lágrimas de cocodrilo sobre los males de la "violencia".
Los acontecimientos sangrientos en Gaza son una nueva expresión del callejón sin salida del capitalista a escala global. Esta situación se manifiesta en turbulencia universal a cada uno de los niveles: económico, social, político y militar. Son las convulsiones de un sistema socio-económico que no tiene futuro y se niega a morir. Los resultados de esta contradicción serán incalculable miseria, pobreza, desempleo, guerras, muerte y sufrimiento para millones de personas. Este es el único futuro que el capitalismo puede ofrecer a los pueblos del mundo en los albores del 2009.
Pero las apariencias engañan. Debajo de la superficie están madurando fuerzas poderosas. Según se desarrolle la crisis, millones de personas comenzará a sacar la conclusión necesaria, y ésta es: el sistema capitalista debe morir para que la humanidad pueda vivir. La clase capitalista es bien consciente de los peligros que la acechan. Los estrategas del Capital miran al futuro con miedo y temblorosos. Las páginas de su prensa están llenas pesimismo y presentimientos muy negros.
2009 es un año de muchos aniversarios. Es el aniversario de la Revolución Cubana, cuando el pueblo de esa valiente isla se levantó contra el poderoso imperialismo norteamericano y lo derrotó, poniendo fin al dominio del latifundismo y del capitalismo. Hoy la revolución venezolana está llegando al momento decisivo en que debe también romper el poder económico de la oligarquía, expropiando a los terratenientes y capitalistas, de no ser así en el futuro se enfrentará a la derrota.
Como pronto nos recordarán, también se cumplen veinte años desde la caída del Muro de Berlín. Esa fue una época en que los capitalistas y sus portavoces se sentían triunfantes. Anunciaron el final del comunismo, el fin del socialismo e, incluso, el fin de la historia. Pero ahora para todos está claro que sus predicciones estaban equivocadas. Lo que colapsó hace veinte años no fue el socialismo ni el comunismo, sino sólo una caricatura burocrática y totalitaria de socialismo.
El colapso del estalinismo fue un gran drama histórico, pero en retrospectiva será visto por la historia sólo como el preludio de un drama aún mayor: el colapso del capitalismo, que ya se está preparando. Por supuesto, el capitalismo nunca caerá por su propio peso, a través de sus propias contradicciones. La historia requiere la intervención consciente de hombres y mujeres, luchando por su propia emancipación. Requiere el movimiento revolucionario de la clase obrera, organizado y dirigido por sus representantes más conscientes.
Enero de 1919 es un aniversario trágico en nuestro calendario revolucionario. Es el aniversario de la insurrección Espartaquista de Berlín, que terminó en derrota y con el asesinato de dos de los dirigentes revolucionarios más excepcionales del proletariado internacional: Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Fue un golpe terrible contra la clase obrera alemana. También después, la burguesía y sus agentes en la dirección de la socialdemocracia, Noske, Ebert y Scheidermann, creían haber triunfado. Pero el proletariado alemán se recuperó de la derrota, como los trabajadores de todos los países siempre se recuperarán de cada derrota, y consiguieron derrotar el golpe de Estado del general Kapp en 1920, y dos años más tarde formaron un partido comunista de masas.
1919 no es sólo el aniversario de una terrible derrota sino también el de un gran paso adelante. En marzo de ese año, en Moscú se celebraba el primer congreso de la Internacional Comunista, que uniría a los verdaderos revolucionarios proletarios de todo el mundo. En los documentos programáticos de los cuatro primeros años de la Internacional Comunista encontramos resumida toda la rica experiencia y herencia teórica de nuestro movimiento, empezando con El Manifiesto Comunista de Marx y Engels.
Hoy, noventa años después, nos basamos en estas ideas maravillosas que han sido reivindicadas por la historia y que hoy son más relevantes que nunca. Mientras la burguesía, sus defensores ideológicos y los parásitos reformistas se hunden en la desesperación y el pesimismo, los marxistas miramos el futuro con confianza y optimismo. El banquero estadounidense que habló para The Financial Times el pasado Halloween estaba aterrorizado por un fantasma, el mismo fantasma que recorrió Europa en 1848, el fantasma del comunismo.
Las fuerzas del genuino marxismo durante décadas retrocedieron debido a las condiciones materiales del capitalismo y a los crímenes del estalinismo, obligadas a nadar en contra de una corriente poderosa. Ahora, la marea de la historia comienza a ir en otra dirección y comenzamos a nadar, no contra la corriente de la historia, sino a su favor.
La Corriente Marxista Internacional, que está orgullosa de basarse en las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Liebknecht, ha defendido consistentemente estas ideas cuando era difícil hacerlo. Otras tendencias que pretendían hablar en nombre del marxismo han desaparecido sin dejar rastro o han abandonado la defensa de estas ideas. El próximo período creará condiciones muy favorables para el crecimiento de la CMI.
Cuando los agentes de la clase dominante asesinaron a Luxemburgo y Liebknecht, pensaban que habían solucionado todo. Cuando los agentes de Stalin asesinaron a León Trotsky, pensaron lo mismo. Pero no se puede asesinar una idea cuando ha llegado su hora. En este aniversario histórico, rendimos homenaje a la memoria de los mártires de nuestro movimiento, y gritamos con confianza: "¡AQUÍ ESTAMOS Y DISPUESTOS A CONTINUAR LA LUCHA!"

Alan Woods

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