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domingo, junio 19, 2016
IV Orwell Day
Miquel Berga, profesor de literatura inglesa en la UPF, con toda seguridad el principal especialista en Orwell entre nosotros, mientras que uno de los protagonistas de Tierra y Libertad
Este año se celebra la cuarta edición del Día Orwell. Lo hará en el CCCB el lunes 6 de junio a las 18:30. Este año la celebración tendrá como protagonistas a Miquel Berga, profesor de literatura inglesa en la UPF, con toda seguridad el principal especialista en Orwell entre nosotros, mientras que uno de los protagonistas de Tierra y Libertad (Ken Loach, RU-España, 1995), el actor Marc Martínez leerá fragmentos de “Homenaje a Cataluña”.
Pasan los años, las décadas, pero Orwell sigue vivo en las estanterías de las librerías y bibliotecas. Se vuelve a editar a Eric Blair, mucho más conocido como el escritor George Orwell, seudónimo literario de fama mundial al que sus detractores contextualizaban como un “producto de la guerra fría”. Estas ediciones que se suman sobre otras anteriores, confirman una vez más la persistencia del autor de Rebelión en la granja como una figura canónica en la poderosa literatura británica del siglo XX, que tiene además, por decirlo así, un pie en España. Esta proyección es la consecuencia de una biografía personal bastante singular (la de alguien que, por decirlo en palabras de Max Ernst, “se busca a sí mismo pero nunca acaba de encontrarse“), y una vocación literaria singular, una síntesis que ha acabado ocupando un lugar singularizado en el imaginario colectivo. De ahí que haya sido objeto de tantos ensayos biográficos, buena parte de los cuales han sido vertidos al castellano/1.
Aunque no estoy tan seguro como parece estarlo el finado y polémico Christopher Hitchens, en afirmar que Orwell “acertó” en relación a los tres grandes “ismos” que marcaron el siglo XX, y que acertó en su antiimperialismo, su antifascismo y su antiestalinismo (La victoria de Orwell, Emecé, 2003), porque creo que su visión política es tan cuestionable como cualquier otra, entre otras cosas porque Orwell careció de una formación de primer orden, y muchas de sus apreciaciones fueron en mi modesta opinión, justamente criticadas por contemporáneos suyos tan sólidos como lo fueron Isaac Deutscher o Raymond Willians, desde luego mucho más rigurosos que Hitchens, que parece ir de campeón cuando escribe
Pero de lo que creo que no hay duda es en que Orwell ofreció un testimonio lo más riguroso posible de estos grandes “ismos”, como lo es que su destino le llevó a vivir en primara fila en el fragor de estas tramas, y que lo hizo siempre críticamente, alejándose del rebaño y del pensamiento dominante. Orwell denunció de manera despiadada el racismo y la crueldad del imperialismo británico, hasta el punto de compararlo con el fascismo en las páginas que dedicó a Birmania, y sus denuncias contra las autoridades británicas por sus complicidades con el franquismo fueron muy enérgicas en un tiempo en el que pocos lo hacían. De hecho, Orwell había roto desde muy joven con las aspiraciones de su clase social para acercarse y encontrarse con la clase obrera –siempre “a su manera”-, para recabar en la izquierda radical del momento, el ILP, el veterano Independent Labour Party/2, una militancia que le llevó a invertir sus ahorros para marchar como voluntario a la guerra de España y recalar en un partido, el POUM, el más implantado de los partidos comunistas de signo antiestalinista.
Eric era un vástago del Imperio, hijo de un probo funcionario imperial y de una maestra. Vino al mundo en un remoto destacamento de India del Raj en 1903, pero al cumplir cuatro años, sus padres lo llevan a Inglaterra para asegurarle una buena educación. El niño se educa en consonancia con los “cuadros” que buscan servir a la Inglaterra eduardiana. Gracias una beca puede acceder a la Universidad de Eaton, un colegio tradicional y elitista en el que aprendió que lo último que había que ser en esta vida era una buena persona. El contraste entre sus orígenes sociales –altos en apariencia, bajos en la base económica-, así como su sensibilidad crítica, llevan a Orwell a una creciente empatía con los marginales, fuesen vagabundos urbanos, trabajadores sometidos, mineros combativos o milicianos revolucionarios.
No obstante, por razones que no quedan claras, Eric acabó en Birmania enrolado como soldado profesional al servicio de la policía imperial británica. La consecuencia será una radicalización: Orwell descubre la cara más odiosa y repulsiva del imperio, y sobre esta experiencia escribirá una novela, Días de Birmania, publicada en 1934, y que figura entre las más emblemáticas del pensamiento anticolonialista británico que vive en los años treinta; tiempos de rechazo. Deja el Ejército colonial al cabo de cinco años y se propone reanudar el camino que antes había soñado. Quiere ser escritor, y explorar las condiciones de vida de lo que su admirado Jack London llamaba el “foso social”. A tal efecto, sigue el camino del autor de Gente del abismo, y se interna, literalmente disfrazado de vagabundo, por las casas de caridad del East End londinense, y por el Paris de los clochards. El resultado de este descenso a los infiernos será su primer libro, Sin blanca por París y Londres (1933), y la adopción del pseudónimo George Orwell, nombre con el que conocerá una intensa carrera que va a durar tan sólo 16 años, con un punto final en el que encierra todo lo que odia con “1984”, una obra que ya no podrá defender ni explicar porque fallecerá pocos meses después, en enero de 1950, con 46 años. Entre el primer y el último título se citan tres muy propios de un autor comprometido con su tiempo.
El primero fue El camino a Wigan Pier, un encargo de Victor Gollancz, animador del Left Book Club, y un trabajo en línea del primero solo que ahora se trata de las condiciones de vida de los mineros en el norte industrial de Inglaterra, una experiencia primordial para entender su paso siguiente, su aproximación al ILP, a pesar de todas sus dudas, y su paso siguiente, su compromiso con la lucha antifascista que se inscribe en el mismo cuadro del soberbio plantel de voluntarios británico que intensamente asqueados con la política “liberal” y apaciguadora de su gobierno, marchan a España. De esta experiencia saldrá “Homenaje a Cataluña” que, a su vez preludia su obra maestra: “Rebelión en la granja”.
No hay que decir que Orwell no sería tan celebrado aquí sin su “guerra de España”. Su testimonio sigue provocando una enconada polémica. Tanto “Homenaje a Cataluña” como sus numerosos artículos y cartas sobre la guerra española, le han convertido en escritor más leído de todos los que pasaron por aquí, incluyendo algunos tan célebres como Ernest Hemingway, John Dos Passos, André Malraux o Georges Bernanos. Esta proyección comporta un desafío por cuanto su testimonio aborda el trasfondo de las contracciones republicanas como un conflicto entre la revolución y la Realpolitik republicana, paradójicamente representada sobre todo por el Partido Comunista (PCE), sección española del partido de la revolución mundial, el Komintern. Pero empecemos por el principio. El desconocido Eric Blair llega a Barcelona el día de San Esteban de 1936, y descubre la ciudad que había sido llamada La Rosa de Foc por sus agitaciones obreristas de signo anarquista/3, y en la flamea todavía el fervor revolucionario que se había desatado a partir de las jornadas de julio.
En un principio, Orwell venía “a matar fascistas”, y desde su punto de mira, ve con estupor lo que está sucediendo. No es desde luego el único: nadie que estuvo allí vio otra cosa, y los testimonios que abundan en este sentido son tan rotundos como el suyo. De hecho se trata de algo muy sencillo, mientras que el gobierno del Frente Popular temía más a una acción anarquista que a los golpistas cuyos pasos eran conocidos, fue el pueblo en armas el que se impuso, obviamente arrastrando tras de sí a los cuerpos de seguridad desbordados. La teoría no es lo suyo; hasta entonces había permanecido ajeno a los debates que se estaban dando, sobre todo en relación al ascenso nazi en Alemania. En cuanto a la opción por el POUM, no fue premeditada. Inicialmente buscó la complicidad del PC británico, pero siguió el curso de su partido, el ILP, una conexión que daba a las puertas del POUM de Maurín y Nin.
Como escritor, podía haber escogido el espacio propio de los cronistas, pero escogió el papel de soldado anónimo, el último de la fila en la célebre foto Agustí Centelles. Entonces nadie lo conocía fuera del reducido grupo de británicos cultos, y nadie lo reconoció entre sus compañeros del POUM por más que luego lo recordaran. La foto ilustra la primera frase de Homenaje a Cataluña: “En el cuartel Lenin de Barcelona, un día antes de alistarme en las milicias populares…”. Lo que le sigue no es un viaje interior en un frente descuidado desde que tomó parte en el vano intento de tomar Huesca. Cuando regresa a Barcelona de permiso a finales de abril de 1937, está animado por la firme decisión de lograr un cambio de destino que tendría que llevarle directamente a las Brigadas Internacionales. Como soldado que sabe el oficio, comparte la posición comunista de reorganizar el Ejército popular de una manera militarmente más estricta y de concentrar los esfuerzos en el objetivo de ganar la guerra, y piensa que la revolución puede esperar para después, y observa con cierto desdén las polémicas entre los milicianos más politizados aunque es evidente que comparte sus ideales.
Sería el azar el que le llevó a vivir en primer plano los acontecimientos de Mayo de 1937, y entre la policía y los obreros que erigen barricadas, no tiene dudas. Se trata del panorama de una Barcelona que presenta un cuadro muy diferente al que percibió a su llegada. Todo comenzó cuando las fuerzas de orden público dirigidas por Rodríguez Salas, turbulento militante del PSUC que provenía del BOC, trata de tomar por la fuerza la Telefónica, empresa gestionada por los sindicatos, sobre todo por la CNT. Para los trabajadores es la gota que desborda el vaso, y la ciudad se cubre de barricadas. Es el final de una lucha por la ciudad que había comenzado mucho tiempo atrás. Desde la Generalitat se baraja la posibilidad de bombardear los barrios obreros, y otro veterano comunista, José del Barrio, espera las órdenes del presidente Companys para hacerlo. La grieta entre la revolución y el orden republicano que apenas si resultaba visible en 1936, se ha abierto, y se abrirá todavía más con la campaña contra el POUM y el rapto y el asesinato de Andreu Nin/4.
Éste no era un personaje más; había sido secretario general de la CNT, y luego hombre clave en la Internacional Sindical Roja así como uno de los líderes más cultos e inteligentes de la izquierda marxista española. Detrás de todo esto está la contrarrevolución dentro de la revolución en la URSS, donde paralelamente Stalin estaba exterminando todas las oposiciones, sobre todo a los que llama “trotskista”, al tiempo que había apostado por encajar la URSS en un pacto con las potencias democráticas, las mismas que han optado por la política llamado de no-intervención que les llevaría a darle la espalda a la República, y a reconocer tempranamente a Franco. La “guerra de España” de Orwell acaba escondiéndose en Barcelona donde la policía estalinista lo tiene fichado como “un fanático trotskista”, hasta que consigue huir. Toda esta experiencia –su viaje a la España, la Barcelona del 36, las historias del frente, mayo del 37 y todo lo que le sigue-, le llevan a escribir “Homenaje a Cataluña”, una auténtica obra “maldita” en vida del escritor –cuando fallece todavía queda un stock de ejemplares de una primera y dificultosa edición-, y en la que logra combinar sus mejores estrategias narrativas al servicio de una causa sobre la que pesará el ambiente de la II Guerra Mundial, y el apogeo del estalinismo que le seguirá. No será hasta los años sesenta que “Homenaje…” será recuperado, e incluso vertido al catalán y al castellano aunque con un buen número de pasajes censurados o modificados. No ha sido hasta fechas muy recientes que ha conocido una edición completa/5, y esto ocurre en un momento en el que el libro ha sido traducido a todos los idiomas cultos, y se ha convertido en uno de los clásicos de la literatura.
Una guerra en la que Orwell, según sus propias palabras: “desempeñé un papel tan irrelevante”, pero que en su conjunto fueron unas “vivencias que no han disminuido sino aumentado mi fe en la decencia del ser humano”, ha acabado siendo algo así como una maldición para la historia tal como la concebían los partidos comunistas que (desde 1956) tendían a separar el estalinismo de su propia historia. Así en Cuando éramos capitanes (Dopesa, Barcelona, 1974), Teresa Pámies escribe que Orwell era un señorito inglés que no creía en la revolución de los parias, y que vino a España en busca de su “heure lyrique” como André Malraux, aunque en un texto ulterior, Teresa reconocerá que si bien Orwell “no era propiamente un revolucionario”, sí se comportó como tal (Romanticismo militante, ed. Galba, Barcelona, 1976, pg. 92-93), si bien lo más propio es omitir cualquier referencia en un tiempo en el que el problema básico para la izquierda insumisa es demostrar que los comunistas disidentes fueron las principales víctimas amén de los primeros críticos del estalinismo.
Cuando el estalinismo ya resulta indefendible, se trata de deslindar la URSS de los años treinta -“¿paraíso o infierno?”, se pregunta inocentemente Pierre Vilar sobre el momento más oscuro de su historia- de la actuación política nacional, sea en relación al Frente Popular francés, a la guerra de España o a la resistencia antifascista. Obviamente, no era lo mismo ser “comunista” en la URSS en pleno apogeo del estalinismo, que serlo en cualquier país en lucha contra el fascismo. En esta historia –la del comunismo estructurado por la escuela estaliniana- es justo distinguir radicalmente entre el “aparato” más implicado en los métodos estalinianos, de los personajes que como Togliatti, Codovilla, Vittorio Vidali, alias Carlos Contreras, Geröe, Stepanov, Orlov, etc., estuvieron en el “cerebro” de la política seguida por el PCE y el PSUC y sobre los cuales la historia ha ofrecido un juicio inapelable…
Esto sin olvidar la actuación de decenas de miles de militantes que dieron lo mejor de sí mismo, y que creían, como Nuria Catalá, que “la URSS sabía muy bien lo que hacía”, o del hijo de José Robles Pazos, el intelectual republicano de izquierdas, según todos los indicios asesinado por el “aparato” estaliniano, cuya historia narraría Ignacio Martínez de Pisón en su obra “Enterrar los muertos“, siguiendo los trazos de la obsesiva investigación de John Dos Passos, y que siguió siendo comunista a pesar de todo. Curiosamente, se tiende a considerar como “comunista” a los representantes de dicho “aparato”, mientras que el título se les niega a los que acabaron sublevándose contra la línea oficial, entre ellos algunos tan insólitos como el del último André Marty, o tan reflexivos como el del penúltimo Fernando Claudín/6.
No es posible deducir de Orwell una visión exclusiva de la guerra española unilateralmente como una “revolución traicionada”, tal como pudo escuchar Ramón Moradiellos en un encuentro con unos lectores británicos, obviamente reduccionista como suele ser propio de ciertas militancias sectarias. Lecturas de la que –no habría que decirlo-, Orwell no podía ser responsable. En esto de la guerra, la escuela que esté libre de manifestaciones de esquematismos, que tire la primera piedra. También se ofrece una escueta referencia en la obra de Fernando Hernández Sánchez en “Guerra o revolución. El Partido comunista de España en la guerra civil” (Crítica, Barcelona, 2011).
Son unas breves líneas en las que se lee que “el testimonio autobiográfico (de Orwell) adquirió el valor de un vaticinio sobre la dinámica del totalitarismo comunista en acción en el contexto de la España en guerra” (p. 24), añadiendo en una nota (p. 480) que “Homenaje a Cataluña se ha convertido en la obra de referencia de los nostálgicos de la `revolución traicionada´, con continúas reediciones desde su primera aparición desde 1938”. Unos comentarios que, de entrada, nos trae ecos de la cuando desde la izquierda se citaba con sorna la “revolución aplazada” de la Falange más “auténtica”. Además ignora que entre la primera edición y la revalorización de la obra medían al menos unas cuantas décadas. Paul Preston, llega a escribir: ”…George Orwell, cuyas memorias del breve periodo que pasó en España han ayudado mucho a quienes desean afirmar ya sea desde la extrema izquierda o desde la extrema derecha, que la responsabilidad de la república española, recaía, en cierto modo, más sobre Stalin que sobre Hitler, Mussolini o Neville o Chamberlain”.
Semejante apreciación no concuerda para nada con lo que se puede leer a lo largo de un libro prolijo y puntillista como “Homenaje a Cataluña”. Y no digamos, de otras cosas escritas por Orwell, y valga como ejemplo un artículo para The Observer (16/07/1944), en el que se ofrece la siguiente síntesis sobre el final de la guerra: “1) Franco entró en Madrid a comienzos de 1939 y se aprovechó de su victoria con la máxima crueldad…2) Los alemanes y los italianos intervinieron para aplastar la democracia española, para apoderarse de un importante punto estratégico de la futura guerra y, de paso, para probar sus aviones de bombardeo con poblaciones indefensas…3) La historia es repugnante a causa de la sórdida conducta de las grandes potencias y de la indiferencia del mundo en general (…) Los británicos y los franceses se limitaron a volver la cabeza mientras sus enemigos se alzaban con la victoria. La actitud británica es la más imperdonable, porque fue insensata a la par que deshonrosa… Los británicos dejaron que Franco y Hitler vencieran y que fuera Rusia y no Gran Bretaña quien se hiciera acreedora de la simpatía y gratitud de los españoles. Ha habido una acentuada tendencia a ocultar estos hechos, incluso a reivindicar la hostil ‘neutralidad’ de Franco como un triunfo de la diplomacia británica. La verdadera historia de la guerra civil española debería recordarse siempre como un ejemplo de la insensatez y mezquindad de la política de las potencias. Lo único que la compensa es la valentía de los combatientes de ambos bandos y la entereza de la población civil de la España republicana, que durante años pasó hambre y penalidades que nosotros no hemos conocido ni en los peores momentos de la guerra. 4. Los rusos entregaron una pequeña cantidad de armas y obtuvieron a cambio el máximo de control político (…) Durante un año o más, el gobierno de la República estuvo de hecho bajo dominio ruso, básicamente porque Rusia fue el único país que le echó una mano. El crecimiento del Partido Comunista de España, que de contar con unos miles de afiliados pasó a tener un cuarto de millón, fue obra directa de los conservadores británicos…”
Hoy se puede afirmar que las estimaciones de Orwell están en cuestión; como no podía ser menos, el propio autor proyecta sus dudas sobre lo que escribe. Se trata de un testimonio escrito en base a reelaboración de su memoria, no es la obra de una historiador. otra cosa es que, aún con todo, sea lo que es: el testimonio literario más certero y brillante de todos los que se escribieron; la prueba está inscrita en su vigencia (y no será porque no ha tenido detractores desde el primer día) y en un reconocimiento que persiste dos décadas después del final de la guerra fría, y como parte de una vasta documentación sobre la que los historiadores que perciben la guerra española –ante todo- como una guerra de clases, siguen encontrando un material documental de un gran valor, incluso cuando resulta cuestionable.
Otra cuestión es la evolución del último Orwell, no en vano se puede decir que “1984” es la obra de un enfermo.
En los años cincuenta, no fueron pocos los comunistas de estricta obediencia ni los Personaje complejo que busca la verdad a sabiendas que se trata de un camino en sí, Orwell fue, entre otras cosas, un radical de izquierdas. Un militante del POUM cuando este partido era perseguido, amén de uno de los fundadores de lo que luego sería Amnistía Internacional, y denunció cualquier medida discriminatoria contra los comunistas en su país. Y si fue anticomunista, éste concepto no fue más veraz que el presunto anticristianismo de Georges Bernanos, el viejo creyente autor del Diario de un cura de aldea, que denunció la España franquista que se presentaba ante el mundo como el “estandarte de la cristiandad”…
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Notas:
1/ Aparte de los ensayos publicados en la mitad de los años ochenta con ocasión del curioso impacto de la novela “1984”, existen trabajos más recientes como el citado del convulsivo y a veces equívoco Hitchens, el de Michael Shelden (“Orwell. Biografía autorizada”, Emecé, Barcelona, 1993); Jeffrey leyeres (“Orwell. La conciencia de una generación”, Vergara, Barcelona, 2002), así como el sugestivo ensayo de Simon Leys, (“George Orwell o el horror de la política”, Acuarela&Machado, Madrid, Madrid, 2010), así como mi ensayo (“La cuestión Orwell”, Sepha, Málaga, 2008), que incluye un breve estudio sobre la bibliografía orwelliana en castellano.
2/ El ILP fundado en 1873, internacionalista en la “Gran Guerra”, se negó a asociarse con los comunistas o a sumarse al Komintern, al que criticaba por su política sectaria…
3/ Sobre la Barcelona antes y durante revolución resulta en todo punto inexcusable “La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto“,Alianza, Madrid, 2005, de Chris Ealham.
4/ Se ha tratado de resaltar el asesinato de Antonio Sesé, dirigente del PSUC y secretario general de la UGT en oposición al de Nin. Este paralelismo está expresado así por Hernández: “El de Nin no fue el único caso de muerte violenta en aquellos trágicos días. Aunque es más escandaloso, por las circunstancias que lo rodearon y lo emblemático de la víctima, la reseca de los hechos de mayo dejó un reguero de sangre entre organizaciones durante semanas –y hasta meses- posteriores” (p. 225).Sobre toda esta cuestión me remito a mi libro, “Un ramo de rosas rojas y una foto” (Laertes, Barcelona, 2009), así como el reciente de Lluís Juste de Nin, “Andreu Nin Siguiendo tus pasos” (ISBN: 9788415944461), en catalán y castellano y cuya segunda edición ya está agotada.
5/ Se trata de la reciente edición efectuada por Debate (Barcelona, 2011), que comprende la versión integral traducida por Miquel Temprano García, con prólogo de Miquel Berga, que analiza en detalle el curso de las diversas ediciones en castellano y catalán, amén de unas notas de Fernando Casal que ha seguido la pista de Orwell en España a través de las fotos de los lugares y de los personajes.
6/ Este lo hizo en una obra tan ambiciosa y detallada como “La crisis del movimiento comunista internacional, de Komintern a Kominforn”, Ruedo Ibérico, Paris, 1970. Perry Anderson la definió como “la mejor exposición” entre las numerosos títulos dedicados a “La historia de los partidos comunistas”, este “pese a su distanciamiento de la textura de los acontecimientos, [ya que] intenta constantemente mantener abierto un sentido de las alternativas realistas, en cada una de las principales coyunturas del desarrollo del movimiento comunista” (ensayo incluido en“Historia popular y teoría socialista”, Ed. Raphael Samuel, Crítica/Grijalbo, Barcelona, 1984, p. 164).
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