Introducción.Votantes racionales e irracionales expertos
Grandes sectores del electorado de Estados Unidos están votando opciones racionales contra un sistema controlado por una oligarquía económica y política.
La opción racional está basada en la experiencia del votante con líderes políticos que han realizado políticas que condujeron a una crisis económico-financiera y rescates bancarios por un billón de dólares al mismo tiempo que empobrecían a millones de titulares de hipotecas y familias de trabajadores, es decir, los contribuyentes estadounidenses.
Su rechazo del liderazgo histórico de los dos partidos más importantes es racional. Refleja la comprensión de que las promesas electorales no valen nada. Los votantes quieren compromisos racionales para resolver la creciente desigualdad y que acabe la serie de guerras en ultramar que han despertado a Estados Unidos. Estos votantes identifican ambas cosas con el eslogan “hacer que Estados Unidos vuelva a ser fuerte”, poniendo el énfasis en la drástica transformación de la economía nacional y el sistema de la seguridad social.
Un ejército de expertos en política ha ignorado las opciones socio-económicas y políticas racionales expresadas por el electorado estadounidense y vuelven una y otra vez a un psico-balbuceo pontificando que en estos momentos la reacción de los votantes está signada por la “rabia” y la “emoción irracional”, o incluso el “racismo”, cuando estos se inclinan por figuras políticas que no son propias del establishment, como Bernie Sanders y Donald Trump. Los expertos niegan que haya una base objetiva en las opciones populares de voto.
Sanders y Trump: ¿son ambos un llamamiento a la nueva racionalidad ?
La lamentable y deliberada ceguera de algunos expertos políticos es una consecuencia de su arrogancia y hostilidad respecto del surgimiento de dos candidatos presidenciales: Bernie Sanders y Donald Trump, que desafían al liderazgo partidario y económico de siempre.
La campaña electoral de Sanders ha transitadio las líneas de polarización política entre el gran negocio y la clase trabajadora: exigencia de unos impuestos más altos a los adinerados y de una mayor inversión social en salud pública y educación para las familias de los trabajadores. Sanders hace lo posible para unir las minorías raciales y culturales con la mayoría trabajadora y los movimientos progresistas en cuestiones de género, religiosos y medioambientales.
La campaña electoral de Trump, por el contrario, ha tratado de movilizar a la mayoría de estadounidenses blancos entre los trabajadores, a los pequeños comerciantes y profesionales, que han visto declinar su calidad de vida en las últimas décadas y se sienten marginados por la globalización y las políticas “identitarias”.
Sanders pone el acento en la renovación de la identidad de clase. Trump aboga por nuevo símbolos nacionalistas. Aun así, de varias maneras, la oposición del establishment, los partidos, los medios de información y la elite económica son mucho más hostiles con la “política nacionalista” de Trump que con el programa socialdemócrata y el llamado clasista de Sanders, a los que ven como algo débil y fácilmente manipulable; tal como fue manipulado el vasto movimiento contra las guerras durante las administraciones Bush y Obama.
La aparente disposición a ponerse de acuerdo con la elite del Partido Demócrata y a respaldar la candidatura de Clinton cuando perdió la nominación es mucho más aceptable para el establishment que Trump. Como en todas las campañas presidenciales anteriores, para asegurar los votos de los trabajadores y de la clase media, el Partido Demócrata permitirá que candidatos progresistas propongan plataformas de campaña de avanzado contenido socio-económico y, una vez en el gobierno, dejará caer su fachada progresista en favor de las políticas corporativas y belicistas.
La inicial retórica nacionalista y anti-globalización de Trump ha despertado mayor animosidad por parte del mundo de los negocios, las elites liberales y militaristas que los ocasionales comentarios críticos de Sanders.
El nacionalismo de Trump estaba arraigado en sentimientos populares y reaccionarios. Por un lado, hablaba de relocalizar en Estados Unidos las corporaciones multinacionales. Por el otro, pedía la expulsión de más de 10 millones de inmigrantes mexicanos del mercado laboral estadounidense.
Su estrategia de relocalización de los negocios –contraria a la globalización– es imprecisa y carece de varios ingredientes esenciales: nunca ha especificado cuáles son las multinacionales que estarían afectadas; tampoco ha descrito las políticas que el pondría en marcha para forzar la repatriación del billón de dólares en manos de ese sector.
Sin embargo, Trump ha sido brutalmente claro acerca de cuáles serían los inmigrantes expulsados; no ha sido nada ambiguo en relación con los métodos que utilizaría para expulsarlos y excluirlos. “¡Construir un muro!” ha sido su grito de movilización para mantener a los trabajadores inmigrantes al otro lado de la frontera sur.
El triunfo electoral de Trump y el giro neoliberal de la derecha
La heterodoxa, polémica y exitosa campaña electoral de Trump para asegurarse la nominación del candidato a presidente del Partido Republicano le llevaron a hacer un llamado a los grandes donantes neoliberales republicanos del establishment para la financiación y promoción de la campaña, uno de ellos fue el portavoz de los representantes Paul Ryan. Esta búsqueda de ‘respetabilidad’ ha hecho que Trump abandonara su retórica anti-globalización y favorable a las políticas económicas proteccionistas y se centrara en sus apelaciones más chauvinistas y racistas.
La estrategia electoral actual busca unir a la elite neoliberal más dura con los trabajadores blancos y ‘patriotas’. El camino ideológico de Trump a la presidencia ya no está pavimentado con ataques económico-nacionalistas sobre la globalización. En lugar de eso, él confía en suscitar apoyo público mediante la estigmatización de las minoría ‘anti-Estados Unidos’ y destacando la personalidad ‘corrupta’ y mentirosa de Clinton olvidando sus políticas interior y exterior.
La frase “hacer que Estados Unidos vuelva a ser fuerte” de Trump lo relaciona claramente con la guerra arancelaria del presidente Obama contra la exportación china de acero al mercado estadounidense. Las propuestas de “hacer que Estados Unidos vuelva a ser fuerte” formulada por Trump es similar al ataque sistemático de Obama al papel de la Organización Mundial del Comercio (WTO, por sus siglas en inglés) en la negociación de acuerdos comerciales y la reciente imposición de los dictados de Washington en los procesos para llegar a acuerdos de la WTO.
Obama bloqueó la posibilidad de que volviera a nombrarse a un objetable (léase independiente) abogado de Corea del Sur que se opuso a la descarada violación de la reglas de la WTO por parte de Washington. Trump aprobaría la promoción que Obama hace de grupos de presión de los grandes negocios de Estados Unidos que trabajan en contra de la WTO.
Trump también hace eco a la política de Obama en favor de la globalización en la medida en que Washington mantiene el control de las instituciones internacionales que son decisivas en el control de la economía mundial. Trump continuaría aplicando la política de Washington de llenar las instituciones mundiales con sus vasallos
Trump tras las huellas de Sanders
El abrazo de Trump a las elites comerciales neoliberales tiene su reflejo en la sumisión de Sanders a los mandamases del Partido Demócrata. Trump parece estar convencido de que su enorme base de seguidores será engañada por su cada vez más marcada provocación contra los inmigrantes a quienes acusa de robar los puestos de trabajo y al mismo tiempo propagar el crimen y la drogadicción... pero no se da cuenta de que esta nueva orientación equivale a un abrazo con las elites económicas del establishment.
A los muy concurridos mítines de Trump acuden casi exclusivamente trabajadores blancos y votantes de clase media, sobre todo en algunas zonas de California y el suroeste de Estados Unidos, densamente poblados por hispanos e inmigrantes. Esto está claramente diseñado para provocar violentas manifestaciones.
Trump obtiene apoyo nacionalista haciendo circular vídeos con reportajes de la NBC, la CNN y la ABC en los que puede verse a sus pacíficos seguidores blancos mientras son “aterrorizados y golpeados por turbas de (estadounidenses de origen mexicano) revoltosos que portan banderas de México e insignias de grupos deportivos”.
Trump exhorta a sus adeptos que se “mantengan firmes” frente a los manifestantes que arrebatan y queman banderas estadounidenses y hagan valer el lema “Hacer un gran Estados Unidos” que llevan en sus gorras de campaña.
Conclusión
El giro de Trump hacia la elite neoliberal republicana significa que él intensificará su retórica a favor de la represión y contra los inmigrantes. El reclamo de Trump contará con la ayuda de descontentos descerebrados y violentos y de provocadores ya que –convenientemente– estos “superan a la policía” en las concentraciones contrarias a Trump. Efectivamente, él alienta la “propaganda por el hecho”, vinculando a los desleales inmigrantes con el hecho de que lleven la bandera de México y no la de Estados Unidos.
El último realineamiento del Partido Republicano llevará a que Trump se abrace con la línea dura de la elite neoliberal del Congreso y Wall Street. Este cambio de rumbo significa que la base ideológica y popular se centrará en los ‘enemigos internos’: mexicanos, musulmanes, mujeres y ecologistas en lugar de la elite financiera y la devastadora política exterior de las administraciones anteriores.
Trump espera que los apoyos de Sanders se pasen masivamente a la campaña de Clinton. En este escenario, los votos que representen a los trabajadores blancos marginados y de la cada vez más maltratada y fluctuante clase media se enfrentarán con el verdadero rostro de Wall Street, el de la querida belicista señora Clinton; así será menos probable rechazar a la alianza del ala derecha del Congreso con el oportunismo de Trump.
Cualquier oposición de los trabajadores al abrazo de Trump con los congresistas neoliberales será desviada por la revelaciones de los tratos de Clinton con los grandes negocios y sus operaciones encubiertas con líderes extranjeros. Si fuesen perseguidos por el FBI, tanto las descaradas violaciones a las normas federales de seguridad como su ilegal sistema ‘privado’ de comunicaciones y contactos con funcionarios oficiales extranjeros mientras era secretaria de Estado podrían hacer saltar por los aires la campaña de la candidata y dar la presidencia a Donald Trump.
Trump ha conseguido el apoyo de los votantes de la clase trabajadora de West Virginia, Ohio y muchos otros estados del ‘cinturón de la herrumbre’ debido a que la historia de Clinton –en pro del libre comercio y en contra de los trabajadores– ha hecho añicos cualquier resto de ilusión respecto del Partido Demócrata.
La victoria electoral de Trump depende de su capacidad para ocultar su vuelco hacia la elite neoliberal y para enfocar la atención del votante en las políticas en favor de Wall Street de la belicista Clinton, en su corrupto comportamiento conspirativo y en sus políticas en contra de los trabajadores.
James Petras
Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García
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