lunes, noviembre 07, 2016

El nexo Washington-Wall Street



Hillary Clinton en un acto de campaña

Los votantes rechazan más tratados de liberalización transnacional pero la administración demócrata, bajo presión de las grandes corporaciones, pretende forzar el Acuerdo Transpacífico por la vía rápida

Para entender porqué muchos votantes en Estados Unidos –y no solo los de Trump- creen que existe un nexo corrupto de intereses entre Washington y Wall Street, conviene seguir la historia del Acuerdo Transpacífico, (TPP por sus siglas en inglés) un tratado de liberalización de inversiones multinacionales en EE.UU., Canadá y México con nueve países asiáticos, así como Australia y Nueva Zelanda.
Este tratado, -al igual que su gemelo transatlántico , el TTIP-, fue negociado a puerta cerrada por los poderosos consejeros delegados de gigantes multinacionales y bancos , abogados internacionales especializados en derecho corporativo, y expertos en liberalización de comercio de los diversos gobiernos.
El peso pesado del equipo estadounidense era Michael Froman, ex presidente de la división de seguros del banco internacional Citigroup (donde coincidió con el ex secretario del tesoro de Bill Clinton Robert Rubin que desmanteló gran parte de la regulación financiera en los años noventa) y , ahora, el representante del comercio en la administración de Obama. Hasta la fecha, para la gran frustración de los lobbies multinacionales en Washington , el TTP no cuenta con el apoyo suficiente ni en la opinión pública ni en el Congreso para convertirse en ley.
Eso no es de extrañar. Si recorres Estados Unidos en estos momentos de crispación y rechazo a la globalización de mercado, no vas a encontrarte con muchos votantes que apoyan el acuerdo... Aquellos hombres blancos, ex trabajadores de cuello azul, que desconfían de los inmigrantes mexicanos, rechazan el TPP tanto como el Tratado de Libre comercio con México (TLC). Pero los trabajadores mexicanos afincados en EE.UU. ( y los que permanecen en México también) tampoco se lanzarían a la calle en defensa del TPP ni del TLC. A fin de cuentas, desde que Bill Clinton firmó el tratado con México en 1994, los salarios mexicanos en muchas industrias han caído por debajo de sus homólogos chinos.
La mayoría de economistas apoyan estos tratados, hasta los keynesianos, Paul Krugman y Larry Summers (Summers sustituyó a Rubin como secretario del tesoro de Clinton y era el asesor principal de la primera adminstración de Barack Obama). Los bancos de Wall Street, los billonarios de la nueva oligarquía del “tech” en Silicon Valley y los otros grandes lobbies corporativos en la calle K de Washington consideran esenciales los tratados para el crecimiento económico y la creación de empleo. Las instituciones multilaterales como el FMI o el Banco Mundial temen el estancamiento del crecimiento global si no avanza con la agenda de liberalizacion transfronteriza. Los periodistas que cubrimos la asamblea del FMI hace tres semanas en Washington fuimos testigos de interminables lamentos por la irrupción del populismo de Trump en la política estadounidense y por aquellos votantes amargados y nostálgicos que “solo saben mirar hacia dentro”, según comentó un alto directivo del fondo. Pero lo cierto es que los tratados se perciben desde la calle en EE.UU. como un conjunto de normas secretas que pasan por encima de las leyes nacionales para facilitar una aun mayor internacionalización de empresas grandes y bancos transnacionales para impulsar los beneficios.
Al igual que el TTIP , el TPP ni siquiera se trata de un acuerdo destinado a fomentar el comercio de bienes como automóviles o lavadoras. “El comercio ya esta liberalizado entre esos países; el TPP es para las empresas multinacionales”, dice Dean Baker del Centro para la Investigación sobre Política Económica (CEPR).
Proteger las patentes y derechos de propiedad intelectual que garantizan los súper beneficios a monopolios como Google o Microsoft no es un asunto prioritario para muchos votantes cuyos salarios se sitúan por debajo de los niveles de 1975 en términos reales. Ni tampoco allanar el camino de empresas de extracción a hacer fracking donde quieran. Hacía años que la agenda consensuada por las elites globales no convence al ciudadano de a pie pero en tiempos del Brexit, de Trump y de manifestaciones europeas contra los tratados, se hace muy complicado ganar elecciones de forma limpia si el candidato defiende estos acuerdos de globalización corporativa.
Existe, eso sí, un componente geopolítico en un acuerdo que arrincona a China, el socio comercial mas importante de todos. Según algún halcón de la nueva guerra fría en el Pentágono, serviría para mostrar el apoyo a países como Japón , Vietnam y Corea del Sur en su pulso con Pekín. Pero esto no se traduce en votos en EE.UU. fuera de los residentes mas viejos de los Chinatown.
Por todo eso, Donald Trump rechazó el acuerdo, consciente de que eso le permitiría acceder a votos que otros candidatos del establishment republicano , jamás habrían ganado en los estados de la maltrecha “working class” postindustrial. El socialista, Bernie Sanders casi se impuso al invencible aparato de los Clinton en las primarias demócratas gracias a su rechazo incondicional al modelo Davos de globalización, plasmado en tratados como el acuerdo transpacífico. Y finalmente, Hillary Clinton cedió y dio un giro de 180 grados sobre un acuerdo que había calificado como “el patrón oro”.
Sin embargo, en la política “hace falta tener una posición publica y una posición privada”, según aseguró Hillary Clinton en una reunión secreta con el banco internacional Goldman Sachs, lobista incansable en favor de tratados como el acuerdo pacífico. “La política es como una fábrica de salchichas”, dijo Clinton según la transcripción de sus discursos filtrados por Wikileaks. Y es que existe un problema a la hora de responder a la opinión publica en Estados Unidos en estos tiempos de rebelión y ruptura de modelos. En la “dolarocracia”, el apoyo al modelo de la globalización diseñada en las salas de consejos de Apple, JP Morgan, General Electric, Facebook, Wal- Mart es necesario para conseguir la financiación para las campañas electorales.
Todos sabían que Hillary tiene sus posiciones públicas y privadas. Pero, quizás lo mas chocante de este asunto es la respuesta de la administración Obama ante el rechazo de la opinión pública y los candidatos presidenciales al TPP. Según el Wall Street Journal, el presidente “se está empleando a fondo para lograr una votación a favor del acuerdo”. Solo le quedan dos meses pero es una cuestión de legado para el presidente. Obama es consciente de que la derrota del acuerdo transpacfico “le privaría a de un importante logro legislativo”, advierte el diario de Wall Street. Por eso, la administración “esta haciendo todo lo posible para lograrlo”, dijo el ya citado Michael Froman. Lo lo cual incluye todo tipo de favores e incentivos para los congresistas que pueden estar dispuestos a votar a favor.
Dicho sea de paso, Froman, cuando aun trabajaba para Citibank en Wall Street, era un operador poderoso de la puerta giratoria que conecta Wall Street con Washington. Esto lo puede comprobar cualquiera que consulte el archivo de correos electrónicos del partido demócrata filtrados por Wikileaks utilizando “Froman” como palabra de búsqueda. Por ejemplo, tres semanas antes de la victoria de Obama en noviembre de 2008, Froman ya había elaborado una lista de candidatos para ocupar los altos puestos de la nueva administración, algunos de ellos procedentes de Wall Street. Mientras los correos se intercambiaban entre Froman y los peces gordos de la campaña Obama, el candidato del cambio pronunciaba discursos duros contra la banca por sus excesos especulativos antes de la debacle de Lehman Brothers que acababa de sacudir la economía mundial.

Andy Robinson
La Vanguardia

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