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martes, noviembre 22, 2016
Jack London: vida y muerte en la tundra del Yukón
En el primer centenario de la muerte de Jack London, Próxima Rotonda Ediciones homenajea al autor estadounidense fallecido el 22 de noviembre de 1916, con su primera publicación de traducción propia.
El ser humano y la naturaleza -Capítulo del Yukón- reúne tres piezas de colección de la primera etapa de Jack London como escritor. La helada tundra del Yukón durante la fiebre del oro de fines del siglo XIX y principios del XX, es el escenario con el que London se topa durante sus travesías nómadas para reflexionar acerca de los instintos, el desafío del ser humano a la naturaleza, la vida y la muerte.
Prefacio a la primera edición
El origen de este volumen está principalmente relacionado con la necesidad de reimprimir el trabajo de un autor, por decir lo menos, inspirador. Inspirador, sin dudas, para todo aquel que a las letras dedique buena parte de su tiempo; inspirador para la curiosidad que genera la vasta diversidad cultural de muchos mundos acerca de los cuales poco conocemos; y, lo que es aún más trascendental, inspirador para la pulsión por desarrollarnos como sujetos de consciencia, consciencia de nosotros mismos y del mundo exterior.
¿Podríamos hablar de Jack London como un autor fundamental? Bueno, como todo escriba de estilo directo, lenguaje llano, descripciones agudas y escenarios realistas, nunca contó con el aplauso de la sórdida academia, sino hasta mucho después de su muerte. Con sus particularidades, Roberto Arlt podría servir de ejemplo semejante en la literatura del Río de la Plata. Los trazos de London se parecen más a los de un cronista que a los de un poeta, a los de un vagabundo que a los de un intelectual, lo más cercano a una blasfemia literaria para ciertos aburguesados traseros, acostumbrados a permanecer sobre la comodidad de mullidos y estáticos sillones.
Sin embargo, su trabajo sí contó con una relativamente amplia y rápida aceptación en el seno de la izquierda revolucionaria y el activismo antisistema, incluyendo renombrados marxistas ortodoxos. Los casos de Lenin, Trosky y Guevara ilustran esta curiosa situación. Es posible que un elemento que llamara la atención en aquel entonces era la popularidad que London gozaba alrededor de la clase obrera de Estados Unidos. El proletariado leía sus relatos y se sentía representado por su narrativa y sus historias.
Buena parte de los trabajos de London, especialmente en su primera etapa como autor, se originaron en medio de las más diversas travesías nómadas. Por lo tanto, no podía surgir otra cosa que fríos y calores descomunales, desafíos a la inescrutable naturaleza, ambiciosas aventuras en el fin del mundo, historias a través los más azarosos rincones del planeta.
Sin embargo, detrás de un relato preciso y puntilloso, London propone, tácita y explícitamente, profundos cuestionamientos al ser humano contemporáneo -especialmente al occidentalizado-, su relación con sí mismo, con los otros seres humanos y con la naturaleza toda. En una particular ambivalencia entre la reflexión filosófica y la curiosidad socioantropológica, incluso psicológica, London tiende a plantear más preguntas que respuestas, más ironías que sentencias, más emociones que conceptos. Como si esto fuera poco, deja a su paso un crudo registro de la realidad geopolítica y económica de su época, esto es, las relaciones de opresión, la explosión del capitalismo mundial y el recrudecimiento de los apetitos coloniales de las potencias industriales. Este registro queda narrado en las historias de vida de, parafraseando a Galeano, múltiples personajes invisibles de la historia.
Algunas denuncias de plagio no ayudaron a su legitimación académica. Dejaremos de lado, a los efectos de mantener un prefacio breve, el debate contemporáneo respecto a los derechos de propiedad intelectual, filosófica e ideológicamente. Citaremos nomás que la mayor parte de esas acusaciones estaban relacionadas con la utilización de noticias del diario al escribir sus relatos. Todo autor cuenta con fuentes e inspiraciones diversas, conscientes e inconscientes, ¿no es así? ¿Cuántas versiones del mito del minotauro, al margen de las cercanas de Borges y Cortázar, podemos encontrar en la infinita literatura de las culturas humanas de todos los tiempos? ¿Acaso invalida esta inspiración la obra de Borges y Cortázar, siquiera sus agudas versiones del mito?
Otra polémica, más cercana al ecléctico ecosistema de una pseudoizquierda callejera, superficial, frívola, tuvo que ver con su eventual retiro y aburguesamiento, considerado como una suerte de contradicción dada su larga vida de vagabundo y nómada planetario. No tanto es lo que se sabe acerca de sus últimos dos o tres años de vida. Su salud no era buena, dada la agitada vida que llevó desde adolescente. Su desgaste físico lo empujó, acaso prematuramente, a dirigirse en busca de su utopía final: retirarse a vivir en un rancho en el campo. Se dice que sus últimos trabajos tenían como única motivación la de conseguir dinero para comprar alguna hectárea extra, hipótesis sin duda incomprobable.
Más prematura aún fue su muerte el 22 de noviembre de 1916 en su casa de Rancho Hermoso, California. El informe médico indicó que se trató de una uremia provocada por una sobredosis de morfina. ¿Suicidio? ¿Adicción? ¿Mala praxis?
Estas polémicas, más allá de su interés lateral y su debate por mero placer, solo pueden acabar en especulaciones y posiciones parciales. De lo que no queda duda es que London dejó para la posteridad una prolífica colección de historias, cuentos, crónicas, novelas cortas; al fin, un robusto volumen de narrativas que invitan a la reflexión y a la consciencia.
A 100 años de la muerte de London, Próxima Rotonda Ediciones homenajea su labor literaria con el primer tomo de una serie de ediciones breves del autor estadounidense.
Los tres cuentos de este volumen transcurren en la helada tundra del Yukón, entre Canadá y Alaska. Fueron escritos en medio de la fiebre del oro de fines del siglo XIX y principios del XX, que no por casualidad tuvo a América del Norte como uno de sus epicentros. Hombres y mujeres de diversas latitudes se embarcaron en las más inverosímiles travesías en busca de la riqueza material. El vagabundo London fue un miembro activo de la gold rush del área de Klondike. Viajó hacia el norte en 1897 con su cuñado; su lucha en medio de las terribles condiciones le correspondió con diversas lesiones que lo aquejarían de por vida, algo de oro y, quizá lo más valioso, un puñado de historias con las que inició su carrera literaria.
Estos cuentos, y todos los materiales que Próxima Rotonda Ediciones publica de London, son traducciones libres del original en inglés. Todas las versiones en castellano a las que hemos accedido provienen de España. Valía la pena, pues, trabajar sobre versiones que se balancearan entre un castellano más o menos neutral, con una indudable influencia del castellano hablado en la ciudad de Buenos Aires, lugar de origen de quienes trabajamos en esta traducción y donde este volumen se imprime.
Como de sobra sabemos, cada traducción es una versión en sí misma, una narrativa distinta, generadora de emociones literarias e intelectuales particulares; al fin, una especie de obra derivada. Incluso dejando de lado la maravillosa experiencia literaria que significa la traducción por su solo ejercicio, contar con una edición propia del trabajo de London en castellano nos permite ofrecer, bajo este razonamiento, una obra nueva.
El ejercicio se realizó no sin ciertas dificultades. Trabajar con una segunda lengua, aún cuando uno pudiera calificar para el consenso como bilingüe, siempre implica un desafío. Una cosa es la capacidad de seguir un relato y alcanzar a comprender su sentido general al leerlo en idioma original, y otra es alterar cada una de las palabras utilizadas por el autor al convertirlas a un idioma distinto, es decir, a una narrativa distinta. Además, es importante aclarar que no somos traductores profesionales ni contamos con estudios muy avanzados; solo lo suficiente como para leer, escribir y utilizar correctamente la gramática. La realidad es que la mayor parte de nuestro inglés lo hemos aprendido caminando, hablando, comunicándonos con seres de los más diversos sitios del planeta.
Al ser el inglés, por motivos que exceden a este prefacio, el idioma mundial de nuestra época, el argumento conceptual que sostiene que las lenguas son un hecho cultural vivo, en permanente cambio, encuentra en esta lengua su paradigma contemporáneo. Por lo tanto, las formas en que el inglés sucede en situaciones comunicativas concretas son vastas, enormes, lo más cercano al infinito. Esto está visiblemente presente en la prosa de London; “Cañón de oro” es un ejemplo muy claro de la influencia de las particularidades coloquiales del lenguaje de su época al momento de redactar las historias.
En pocas palabras, la presente traducción es, como cualquier otra traducción, imperfecta, acaso insuficiente, con respecto a la versión original. Sería, no obstante, injusto pretender una total exactitud filológica, sintáctica, epistemológica y hermenéutica; una utopía deseable como aspiración, que ninguna traducción jamás alcanzará.
Atención. No debe confundirse esta reflexión como una forma de menospreciar el enorme trabajo de todos los traductores de todos los tiempos; la literatura no circularía del modo tan espectacular como lo ha hecho en los últimos siglos sino fuera por su trascendental mediación. La mera experiencia de haber tenido la oportunidad de leer, digamos, Memorias del Subsuelo, basta para justificar la traducción como ejercicio intelectual y espiritual.
En cualquier caso, realizamos este planteo principalmente para marcar las limitaciones del presente trabajo. En el más optimista de los escenarios, aspiramos a servir como un puente decente hacia la literatura de London.
Me permito hacer, todavía, dos aclaraciones adicionales. Se limitan los ajustes sintácticos a la estructural tradicional del castellano al mínimo, lo mismo que los ajustes de puntuación. Esto resulta bastante claro, por ejemplo, en la forma de ordenar sustantivos y adjetivos, o en ciertos modos curiosos de enumerar. El objetivo es mantener la experiencia literaria lo más cercana a la obra original, misma razón que lleva a mantener algunas palabras o fragmentos en el idioma original y, en ciertos casos, a utilizar lenguaje coloquial acaso no legible para el grueso de la comunidad hispanohablante (incluido el voceo).
Al avanzar en la lectura, sírvase de seguir las veintinueve notas de traducción que se encuentran al final de este volumen. Allí encontrará algunas referencias geográficas, científicas o idiomáticas, a los efectos de enriquecer la experiencia literaria.
Nicolás Calvo
Noviembre de 2016, Buenos Aires, Argentina.
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