El gigantesco y poderoso conglomerado de medios estadounidenses y sus encuestas se derrumbaron estrepitosamente la noche del 9 de noviembre, al empezar a difundirse el recuento de los votos. CNN, The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, ABC, CBS todos habían pronosticado una ventaja considerable para Hillary Clinton hasta antes del anochecer.
Ya es la medianoche y los resultados son tan ajustados que es imposible declarar un ganador. Sin embargo, ¡Donald Trump lleva ventaja! Los comentaristas están estupefactos.
Hillary Clinton, anticipando una victoria contundente, se halla concentrada con su equipo de campaña y simpatizantes en el gigantesco Javits Center de Nueva York -que puede acoger hasta 85.000 personas. Pero el conteo de los votos no son lo que esperaban. Rostros preocupados; no pueden creer lo que está sucediendo.
A tan solo 25 cuadras de allí, en el hotel Hilton -de escala modestísima comparado con el Javits Center- el equipo campaña de Trump y sus simpatizantes celebran los datos que sobrepasan sus expectativas: “¡USA, USA!” “Trump Presidente”. Y uno que otro cántico de “¡Enciérrenla!” (en referencia a la amenaza de Trump de que las neglicencias de Hillary Clinton en su manejo de e-mails confidenciales en computadoras privadas merecían ser castigadas con la cárcel).
El mensaje de Trump de que Clinton representaba la continuidad del statu quo, que lleva treinta años en la política, que respalda los tratados de libre comercio que han eliminado cientos de miles de trabajo en EE.UU. ha resonado en las áreas empobrecidas y con altas tasas de desempleo. La cantidad de votantes por Trump, sobretodo en el Rust Belt (cinturón del extremo superior de la región Noreste, Grandes Lagos y Medio Oeste que fue un poderoso centro industrial y que experimentó un fuerte declive económico desde los 80) fue mucho mayor de lo que se estimaba. Por el contrario, previo a las elecciones, los medios corporativos pronosticaban una gran movilización de votantes demócratas (con un énfasis en el voto latino por Hillary), lo que no sucedió.
Más allá de los resultados, que por ahora favorecen a Trump, e incluso si ganara Hillary Clinton, las cifras representan un serio cuestionamiento al estado de cosas. El Partido Demócrata dio por sentado que a pesar de que su gobierno deportó a más latinoamericanos que ningún otro gobierno anterior, este sector se movilizaría masivamente para darles una victoria contundente. El Partido Demócrata dio por sentado que las comunidades afroamericanas, que sufren índices de encarcelamiento masivo por políticas sancionadas por los mismos demócratas al igual que mayores tasas de desempleo que el resto de la población, se movilizarían para darles una victoria contundente. El Partido Demócrata subestimó la capacidad de reacción de la gente. Hubo una rebelión contra su política elitista, y contra las manipulaciones internas del partido para beneficiar a Hillary Clinton en perjuicio de Bernie Sanders, quien representaba el ala más progresista de los demócratas, capaz de movilizar a los jóvenes y a los trabajadores.
Será interesante ver qué ajustes hacen los medios que hasta hoy decían que Trump es un candidato despreciable, misógino, abusivo, que no tenía ninguna chance de ser presidente. De los cientos de encuestas realizadas en el país, tan solo una daba resultados estrechos, la de LA Times USC (http://www.latimes.com/politics/la-na-pol-usc-latimes-poll-20161108-story.html). Si gana Trump, como las últimas cifras parecen indicar, ¿cómo harán para dignificarlo como el presidente electo del “país más poderoso del mundo”?
Silvia Arana
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