sábado, noviembre 19, 2016

Las elecciones en Estados Unidos son una farsa



Los análisis sobre la victoria de Trump inundaron los medios. Dejando las interpretaciones de lado, su triunfo es una prueba de lo anti-democrático que es el sistema electoral.

Reproducimos este artículo publicado originalmente en Left Voice, parte de la Red Internacional de diarios: US Elections Are a Sham

Lo concreto es que ellos no nos necesitan.

Que Trump esté tomando las riendas del carruaje de la Casa Blanca debería ser una estruendosa alerta para todos nosotros. Mientras escribimos, él y su equipo hacen un despliegue con bombos y platillos para satisfacer a los blancos nacionalistas como Bannon y el republicano de pura cepa Reince Prebius. Además, la Edad de Oro de Obama tiene su final fatal. Hace pocos días, todos los signos apuntaban a una salida tranquila y festiva, que se completaba con videos simpaticones del presidente saludando y paseando por su jardín con Michelle Obama, la nueva obsesión del feminismo liberal.
El triunfo de Trump deja al descubierto a una democracia estadounidense gobernada por la clase dominante. El nuevo presidente electo cierra aún más al acotado circuito de la política en Estados Unidos: los ricos gobernando para los ricos, un gobierno de nosotros, para nosotros del privilegiado %1 que no necesita mediar con las masas para tomar decisiones sobre como dirigir la sociedad.
La democracia al estilo norteamericano siempre produjo asombro y disgusto. Las elecciones nunca fueron democráticas.
Pero en la mañana del 9 de noviembre, el 76% de los electores que no votaron a Trump, se despertaron en estado de shock. El 76% que hubiera preferido caminar por la calle con un cartelito que diga “golpeame en la cara” antes que ponerse un pin de Trump en la remera, aquellos que solo nos hubiéramos encontrado en una reunión de Trump para protestar y manifestarnos, que queremos desde el fondo de nuestras convicciones sentenciar a Trump al infierno de los realitys, nos preguntamos, ¿Cómo llegó este ser despreciable (slimebucket) a ser presidente?

Un nidito para los fanáticos

El trono de Trump está construido sobre la privación sistemática y masiva del voto a los pobres, los trabajadores, los negros y los inmigrantes. La gente hizo esfuerzos para maniobrar los horarios exigentes y permaneció en pie en fila durante horas; y por mucho más tiempo en los barrios pobres que en los ricos.
Además, las elecciones se realizan un martes, es decir, un día laboral. En otros países del mundo las elecciones son un domingo o es directamente un feriado nacional. Los que quieren votar tienen que fingir un resfrío o la muerte de un pariente, llegar tarde al trabajo o irse temprano sacrificando parte de su salario en las elecciones.
En estas elecciones hubo 868 lugares menos de votación que en el año 2013, cuando la corte suprema resolvió en el caso Shelby vs. Holder voltear la sección 4b de la Ley de los Derechos del Voto, que antes obligaba a los estados a adherir a los requerimientos federales que le referían a las prácticas para votar en el día de las elecciones.
Entre otras cosas, la Corte Suprema habilitó a los Republicanos de Carolina del Norte a poner restricciones en el voto temprano, que según ellos era, en términos claramente anti-negros, “desproporcionalmente negro” y “desproporcionalmente democrático”.
Más de 6 millones de personas, desproporcionadamente negras y de color, no pueden votar por tener una condena por delito, y alrededor de 11 millones de inmigrantes indocumentados están alejados de toda posibilidad de voto.
Mientras las barreras para poder votar se multiplican para los pobres y los oprimidos, los capitalistas han ganado una influencia sin límites sobre las elecciones. La resolución de la Suprema Corte Citizens United de 2010 le dejó el camino libre a la formación de SuperPACs y para que millones de dólares en negro pudieran fluir de donantes desconocidos hacia los candidatos. Recientemente, la Corte Suprema eliminó el techo a las restricciones en las contribuciones monetarias por parte de individuos a candidatos federales y a los comités de partidos políticos.
A su vez, está el colegio electoral. Desde que los padres fundadores (Founding Fathers) “le dieron vida a esta criatura extraña en 1787” (se refiere a la fundación de los EE.UU. NdR), no hubo ni una explicación satisfactoria para este artilugio político descaradamente antidemocrático. Tanto los Republicanos como los Demócratas son rápidos para quejarse sobre el colegio electoral, pero nunca movieron un dedo para realmente oponerse a él.
Cuanto más confusas sean las reglas y más enredadas estén las cuerdas de la democracia, mejor. La fachada de la democracia siempre es la misma, y al mismo tiempo, la voluntad de la mayoría cuenta muy poco.

No es mi presidente

Sin dudas hemos visto un giro a la derecha en la política a nivel nacional. Es claro que una gran porción de la (casi en su totalidad blanca) clase media y trabajadora votó a Trump, comprando su (o al menos tragando con disgusto) discurso racista, misógino, anti-musulmán y anti-inmigrante. La persistente crisis económica y la larga retirada de la lucha de clases han tenido efectos problemáticos en la posibilidad de solidaridad entre los trabajadores.
Pero la misma retórica reaccionaria de la derecha radicalizada que se encarga de consolidar a Trump, también reafirma a la mayoría en su contra. Si él le es fiel a las políticas propuestas durante la campaña, definitivamente, se deberá enfrentar a una resistencia de las masas, como ya lo vienen pronosticando las numerosas protestas en la última semana. Aquellos que ya vienen organizando la resistencia contra el presidente Trump se expresaron con claridad: Él no es mi presidente.
En las semanas y meses venideros, podemos dejar atrás a los republicanos y demócratas, que se quedan de brazos cruzados en un cínico juego de una democracia guionada, y llevar toda nuestra resistencia a las calles.

Juan Cruz Ferre
Tracy Young
Editores de Left Voice

No hay comentarios.: