Tras la muerte del poeta
El presente artículo fue publicado por el diario Público el 25 de enero de 2016, con motivo del 96 cumpleaños de Marcos Ana.
Leían sus versos que salían de España en tubos de pasta dentífrica y, desde París, se exportaban editados a medio mundo. Jóvenes universitarios argentinos de la década de los años 60 situaron en la figura del poeta Fernando Macarro (Salamanca, 1920) a su principal referente intelectual gracias a recopilatorios como Poemas de la prisión y de la vida. Tal devoción llevó a tres estudiantes de Medicina a invitar al ex preso político del franquismo a un recital público en el aula magna de la facultad, el 23 de septiembre de 1963. Sobre él sabían que había resistido 23 años en cárceles de la dictadura, más tiempo que ningún otro, que su alias se formaba con los nombres de su padre, Marcos, y de su madre, Ana, y consideraban la lucha por la República que el poeta encarnaba como “un hecho fundamental” en su ideario político.
53 años después de aquel recital en Buenos Aires, dos de los estudiantes que conformaban la terna organizadora, Rubén Efrón (74 años) y Jorge Jerez (77 años) –el tercero era Ricardo Saisgh- han vuelto a encontrarse con su admirado poeta, esta vez, en un restaurante del madrileño barrio de Hortaleza. Allí, no hubo recitales, y sí una tarta de cumpleaños para celebrar los 96 años cumplidos por el poeta el pasado 20 de enero.
“Qué bien estás. Recuperaste los años que te robaron”, le expresa Efrón a Marcos Ana tras el reencuentro. “La verdadera edad es la que se ejerce”, le responde el poeta, que asomaba minutos antes por el restaurante con una ‘ushanka’, o gorro ruso, sobre su cabeza despejada y una bufanda con los colores de la bandera republicana.
Conectados por el hilo invisible de la memoria, el anecdotario les sitúa en el Buenos Aires de septiembre del 63. “Les hablé de lo que había significado para mí la cárcel, que había sido como una universidad, dedicando tiempo a estudiar, o en comisiones de clandestinidad y con una voluntad de hierro”, detalla Marcos Ana, cuyo periplo carcelario discurrió por las prisiones de Porlier, Ocaña y Burgos, con dos condenas a muerte, más tarde conmutadas, después de que el franquismo le atribuyera los asesinatos de tres personas en Alcalá de Henares.
En Burgos, convivió con el poeta con Mota, el encuadernador, que encolaba las páginas de los libros que prohibió el franquismo entre las hojas de ejemplares que sí se permitían en prisión: “Era un manitas. Había un libro, el de Genoveva de Brabante, que dentro llevaba el Canto general, de Neruda”. Marcos Ana acabó regalando ese peculiar libro al poeta chileno.
Homenaje carcelario a Miguel Hernández
“También nos contaste lo del concierto de homenaje a Miguel Hernández”, le apunta Efrón sobre una improvisada función posibilitada en parte por la apatía de los guardias de las prisiones de Franco. “Cuenta cómo hacíais la música”, le insiste. A lo que Marcos Ana revive: “Pese a la vigilancia, teníamos una vida política intensa, e hicimos varios homenajes, entre ellos, el de Miguel Hernández. Construimos un escenario sobre el que aparecía, como decía Neruda, ‘el fuego azul de la poesía’. Y partíamos en trozos los palos de las escobas, que eran huecos, y así hacíamos las flautas”.
Junto a la música y la poesía, sólo se escuchaban las alertas de los centinelas, recuerda el salmantino sobre una especie de pose que tomaban estos trabajadores de prisiones. “Les oías decir ‘alerta 1, alerta 2…’, y así toda la noche desde las garitas del recinto. Lo hacían para que el sargento de guardia supiera que no se había dormido ninguno ni había incidentes”. En ese ambiente, considera hoy Marcos Ana que hacían “milagros”, como la tertulia política que fundó, ‘La aldaba’.
La publicidad franquista que llenó el Luna Park
Chile, Argentina, Paraguay y Urugay fueron los países que visitó Marcos Ana en su gira del otoño del 63. De Chile recordó a la ‘novia de Valparaíso’, Sara Vial, que le presentó Neruda, y la montería donde le llevó Salvador Allende.
En Argentina, el homenaje de los estudiantes de la facultad de Medicina precedió a otro multitudinario que abarrotó el Luna Park y que obligó a la organización a colocar megafonía en la calle para las personas que se quedaron fuera del estadio. “Recuerdo que hubo una campaña enorme por parte de la embajada franquista contra mí, y eso hizo que me conociera más gente. Cuando intervine comencé dando las gracias a la embajada por su perversa contribución a aquel acto”, relata el ex preso entre risas.
Un poemario con la paloma de Picasso en la portada fue publicado en aquella época, con motivo de la visita del poeta a Buenos Aires. También hubo episodios grises, como el intento de atentado. “Un grupo fascista trató de sabotear el acto, pero varios compañeros atraparon a uno que llevaba el arma y lo entregaron a la policía”, detalla Jerez.
Otro de los recuerdos que le trajeron los argentinos a Marcos Ana durante el encuentro llegó en forma de nombre, el de Manuel Lamana, quien protagonizó, junto a Nicolás Sánchez-Albornoz , una sonada fuga del Valle de los Caídos en 1948. Allí cumplían condena por haber realizado una pintada en un muro de la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Lamana, ya fallecido, fue íntimo amigo de Efrón. Ahora, una iniciativa promovida por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica -que también organizó el encuentro de ayer entre Marcos Ana y los argentinos- llevará próximamente a Sánchez-Albornoz al muro donde Lamana realizó aquella pintada para volver a reescribirla.
Con todo, tras el fervor por la visita bonaerense del 63, los argentinos le fueron perdiendo la pista. Hasta hace ocho años, cuando un amigo regaló a Efrón la autobiografía de Marcos Ana, Decidme cómo es un árbol. Y algo se le movió por dentro al argentino. “Casi me da un infarto”, confiesa. Pocos días después, los tres amigos visitaron al poeta en su domicilio, un gesto cotidiano para Marcos Ana, que lo cuenta recordando uno de sus versos más conocidos:
“Mi casa y mi corazón / nunca cerrados / que pasen los pájaros, los amigos / el sol y el aire”.
Patricia Campelo
Público.es
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