domingo, noviembre 13, 2016

La conjura contra América



La pregunta no puede ser más aterradora: ¿Qué hubiera pasado si en las elecciones de EE UU un candidato republicano, filonazi, antisemita y aislacionista hubiese arrebatado en 1940 la victoria a Roosevelt? Esa es la hipótesis planteada por el escritor judío Philip Roth (Newark, Nueva Jersey, 1933, uno de los eternos candidatos al Nobel lo cual no garantiza que no sea un mal bicho, pero no es el caso) en su última novela, La conjura contra América (Traducción de Jordi Fibla, Ed Mondadori. Barcelona, 2005). Según Roth EE UU no hubiera intervenido en la II Guerra Mundial y hubiera perseguido a los judíos, el trasfondo de una tragedia personal de una sola familia, llamada, precisamente, Roth, pero cuyas consecuencias para los trabajadores y para otras minorías podría no habrían sido diferente.
El protagonista de esta pesadilla es un personaje célebre, el aviador Charles A. Lindbergh (1902 –1974), el primero que cruzó solo el Atlántico, célebre en la historia por el secuestro y asesinato de Charles Augustus Lindbergh Jr., su hijo mayor), 1/ abandona en la trama su perfil más heroico para adoptar los rasgos de un presidente amigo del régimen nazi en esta novela que en su momento provocó como no podía ser menos numerosas reacciones encontradas en EE UU cuando se publicó hace un año. Es Lindbergh, aprovechándose de su enorme popularidad, quien derrota a Roosevelt en las urnas y va introduciendo paulatinamente en el país del New Deal (que para los neocons es poco menos que una variante de gobierno soviético) políticas de restricción de libertades y de persecución a los judíos que desembocan en un estallido final de violencia en las calles. Corre el año 1942 y el ambiente es obviamente, turbio. Recordemos que no fue hasta la agresión de Pearl Harbour que la administración norteamericana toma partido. No fue tampoco ajeno a ello la victoria de la resistencia en el cerco de Stalingrado, un punto de inflexión que hizo temer las consecuencias de una victoria rusa, por lo que dicha entrada comenzó con una idea clara que el principal enemigo era el Eje. En poco tiempo, las “majors” de Hollywood tomaron al fin partido contra los nazis, permitieron un cine antifascista e incluso de exaltación de la Rusia soviética liderada por Stalin.
Por entonces, muchos hicieron una lectura metafórica de La conjura contra América. Han visto en el “subtexto” de la novela un ataque directo a “Bush y su Administración”, como apuntaba, por ejemplo, una crítica del Washington Post, y aunque Roth rechazó de plano dicha ecuación. Asegura que ni Bush es Lindbergh, ni ha pretendido trazar paralelismo alguno con la actualidad, si bien a veces es difícil sustraerse a esa sensación. No cabe decir que con Trump semejante paralelismo no hace más que acentuarse por más que los judíos ahora estén representados por el Estado sionista de Israel y el negacionismo se centre en problemas de la envergadura como el “calentamiento climático”. Trump convierte a Obama en un peligroso ecologista.
Roth explicó en que empezó a escribir la novela antes de que Bush accediera al poder y antes de la restricción de libertades tras el 11-S. La idea original surgió de la lectura de la autobiografía de Arthur Schlessinger. En ella se mencionaba de pasada la propuesta surgida en las filas republicanas de presentar a Lindbergh como candidato a las elecciones de 1940 [propuesta fallida. Se optó por una terna que excluía a Lindbergh e incluía al después candidato derrotado Wilkie]. Roth pensó a la sazón en desarrollar el “qué hubiera pasado si” el popular aviador hubiese ganado las elecciones, además declaró que tamaña identificación entre Bush y Lindbergh “corre el riesgo de dejar en segundo plano el tema principal del libro: una familia judía que vive en un país, Estados Unidos, que pierde progresivamente sus valores más auténticos y está devastado por un crescendo de acontecimientos trágicos”.
En sus densas páginas, Roth habla de su propia familia, de clase media: de su padre, Hermann, vendedor de seguros y defensor del New Deal; de su madre, la combativa y siempre digna Bess; de su hermano Sandy, prometedor artista que cae en las redes echadas por la imaginada Administración de Lindbergh; y habla también de él mismo, que se constituye en narrador. El personaje de nombre Philip tiene siete años cuando se inicia la trama del libro, una edad similar a la que tendría el escritor cuando sucedieron los hechos que se describen. La acción transcurre en Newark, población natal del autor. “Pensé que sería útil anclar mi historia imaginaria en algo que conocía con profundidad”, dice al respecto Roth. El autor vuelve a emplear su biografía como material literario, y mezcla su vida, la historia y la ficción. La mayor parte de los protagonistas de La conjura contra América existieron. Lindbergh fue aislacionista y tuvo simpatías nazis, siempre dentro de las tradiciones de la derecha norteamericana que tan perturbadoramente representa Trump.
Más allá de la discusión sobre sus valores literarios (Harold Bloom la trató de “sabia y fascinante”), de los reparos sobre la verosimilitud del relato, las breve pero significativas biografías de los personajes reales datos suministrados en el epílogo, apuntan de que dicho hipótesis no resultaba tan descabellada, ni mucho menos. Algunas de ellas han sido citadas como precedentes de Trump.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

1/ Su odisea fue contada en el cine en El héroe solitario (The Spirit of St. Louis, EUA, 1957) filme dirigido por Billy Wilder e interpretada por James Stewart, arquetipo de héroe liberal norteamericano lo que no se correspondía en nada con una ideología que se correspondía bastante a la de Ronald Reagan y a la del mítico aviador. El tema del hijo aparece como trasfondo en otra película notable Asesinato en el Orient-Express (Murder on the Orient Express, EUA, 1974), que adapta una de las obras más reconocidas de Agatha Christie.

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