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sábado, septiembre 08, 2018
Historia de la “guerra olvidada”
Ocupación y partición de la península de Corea
La Guerra de Corea, a la que con frecuencia se suele llamar “la guerra olvidada”, duró de 1950 a 1953 y goza del dudoso honor de ser el primer conflicto armado de la Guerra Fría. Se produjo a causa de la partición de la península coreana impuesta desde el exterior, una partición carente de legitimidad a ojos de la mayor parte de los coreanos.
Diversas estimaciones sitúan la cifra de muertos, heridos y desaparecidos en más de 4 millones de personas, incluidas 3,3 millones de coreanos (aproximadamente 1,3 millones en el sur y 2 millones en el norte).
El imperialismo de EE.UU. había intentado establecer acuerdos comerciales por la fuerza con la dinastía Joseon de Corea, mediante la diplomacia de las cañoneras, en 1871. Pero después de que Japón se anexionara la península de Corea en 1910, los sucesivos gobiernos estadounidenses mostraron poco interés por el país o por la suerte de sus habitantes.
Hasta 1943 EE.UU.no mostró ninguna inquietud por la “esclavización de los coreanos” por parte de Japón, prometiendo apoyarla para que se convirtiera en una nación libre e independiente “a su debido tiempo”. Este repentino interés no tenía nada que ver con contribuir a su independencia, sino con arrebatar a Japón el control de sus antiguas colonias para expandir su órbita imperial en Asia.
Cuando las tropas de la antigua URSS entraron en Corea los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, un mes antes que las tropas estadounidenses, EE.UU. propuso la división de la península por el paralelo 38, supuestamente para supervisar la rendición de las fuerzas japonesas, mientras EE.UU. y la Unión Soviética facilitaban conjuntamente la “descolonización” a cada lado de esta frontera “temporal”. Sin embargo, la elección del paralelo 38 no fue casual.
En un memorándum de 1950, publicado 17 días después del inicio de la guerra, el futuro secretario de Estado Dean Rusk explicó que se había elegido para “armonizar el deseo político de que el ejército estadounidense recibiera la rendición [de las tropas japonesas] tan al norte como fuera posible y la evidente dificultad de las tropas estadounidenses en alcanzar esa zona”.
En otras palabras, se escogió el paralelo 38 para facilitar que EE.UU. controlara el máximo territorio coreano posible.
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La ocupación militar de Corea por parte de EE.UU., que duró casi cuatro años, empezó formalmente el 8 de septiembre de 1945, cuando el general John Reed Hodge llegó al país. El historiador James Matray señala que Hodge, al igual que los soldados bajo su mando, “se mostraba arrogante y despectivo con todos los coreanos”.
Anticomunista furibundo, Hodge consideraba el territorio controlado por Estados Unidos como “zona enemiga” y estableció un régimen militar imperioso, despótico, explotador y represivo. Según Macray, para muchos coreanos, Hodge y su gobierno militar en Corea (USAMGIK, por U.S. Army Military Government in Korea) habían simplemente reemplazado al odiado gobernador general japonés por “una pirámide de poder asfixiante”.
Dos días antes de la llegada de Hodge, cientos de luchadores coreanos por la independencia que habían combatido al colonialismo japonés fundaron la República Popular de Corea (RPC). Entre los 55 seleccionados para formar el nuevo gobierno coreano estaban Kim Il-sung y Syngman Rhee, que posteriormente se convertirían en los dirigentes respectivos de la dividida Corea del Norte y del Sur.
La RPC no se definía como comunista pero hizo un llamamiento para acometer reformas radicales. El mismo día que Hodge llegó a Corea, el periódico nacional publicó un artículo en el que exhortaba a llevar adelante “una revolución social que suponga una segunda liberación”. Entre sus objetivos estaban la completa emancipación de la mujer, la jornada laboral de ocho horas y un salario mínimo, la redistribución de la tierra, la nacionalización de las grandes industrias y los grandes bancos, el control de los alquileres, la libertad de expresión, reunión y religión y la erradicación del analfabetismo. La República Popular de Corea se comprometía asimismo a cooperar con Estados Unidos, la URSS y todas las otras potencias.
Tanto la República Popular de Corea como los ideales que propugnaba gozaban de un apoyo general por parte de la población coreana. En su libro Unknown Uprisings (Rebeliones desconocidas), Georges Katsiaficas cita una encuesta realizada por EE.UU. a 8.500 coreanos en agosto de 1946, en la que el 70% de los entrevistados apoyaba el socialismo, el 7% apoyaba el comunismo, el 14% apoyaba el capitalismo y el 8% no se definía.
En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón ya estaba de rodillas, los coreanos crearon cientos de grupos de base por todo el país, los llamados Comités Populares. En diciembre de 1945, ya había más de 2.500 actuando como gobiernos locales, distritales, comarcales, municipales y provinciales de facto. También se crearon más de 1.000 nuevos sindicatos. El Consejo Nacional de Sindicatos Coreanos se fundó en 1945 y representaba a más de medio millón de trabajadores al sur del paralelo 38.
No obstante, el USAMGIK se negó a trabajar con los comités populares de la RPC. En vez de eso prefirió contratar a empresarios y terratenientes derechistas, muchos de los cuales habían colaborado con los japoneses. Según el periodista John Gunther, Hodson y el gobierno militar instalaron en la administración a “un surtido abigarrado de expatriados, colaboracionistas, reaccionarios fascistas, asesinos profesionales e intelectuales confusos”.
El 12 de diciembre, solo tres meses después de su llegada a Corea, Hodge declaró ilegal a la RPC y a los Comités Populares, declarándolos “enemigos públicos”, y arrestó a sus líderes. Cuatro días más tarde prohibió las huelgas y el 18 de diciembre creó un nuevo cuerpo de policía, formado en un 80% por antiguos colaboradores de los japoneses.
Bajo la protección del USAMGIK, Syngman Rhee –el candidato escogido por EE.UU. para convertirse en dirigente permanente de la nueva Corea del Sur– utilizó a la nueva policía para aplastar por la fuerza a la izquierda. Las detenciones arbitrarias, extorsión, tortura y represión de las manifestaciones en la calle se convirtieron en moneda común.
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En respuesta a la represión organizada por Rhee y el gobierno miliar estadounidense, medio millón de coreanos se lanzaron a las calles de Seúl el 1 de marzo de 1946. Siete meses después, los coreanos se levantaron contra la ocupación militar colonial estadounidense, empezando por los trabajadores ferroviarios, que llamaron a una huelga general en la ciudad de Busan. La huelga pronto se extendió a Daegu y otras regiones.
En palabras del periodista Mark Gayn, “fue una revolución a gran escala, que debe haber movilizado a cientos de miles, si no a millones de personas”. Los militares estadounidenses declararon la ley marcial y abrieron fuego contra los manifestantes, matando a más de 1.000 (algunos informes aumentan esta cifra nada menos que hasta 7.000) e hiriendo a más de 20.000. Entre 20.000 y 30.000 personas fueron detenidas y encarceladas.
Estados Unidos facilitó la elección de Rhee en mayo de 1948, a pesar del rechazo general de los coreanos a realizar elecciones mientras la península estuviera dividida. Un mes antes de la elección, que tenía el visto bueno de la ONU, los habitantes de la isla de Jeju protagonizaron protestas masivas, atacando algunos centros de votación y comisarías de policía. Rhee y la USAMGIK enviaron tropas a la isla para reprimir brutalmente la insurrección, asesinando a 30.000 personas.
En octubre de 1949, unos 2.000 soldados progresistas –a los que se unieron estudiantes y obreros– se rebelaron en la provincia de Jeolla del Sur horrorizados por la masacre de Jeju. También aquí, con el apoyo del ejército estadounidense, Rhee declaró la ley marcial y aplastó la rebelión.
Una vez instalado en el poder el candidato de su elección, EE.UU. dio formalmente por finalizada su ocupación militar en 1949. Sin embargo, un año después estalló el primer conflicto armado de la Guerra Fría, cuando Kim Il-sung lanzó una ofensiva para reunificar las dos Coreas.
Estados Unidos respondió con una fuerza brutal, arrojando más napalm y bombas sobre las ciudades al norte del paralelo 38 de las que había utilizado en toda la campaña del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial. La guerra, que afectó prácticamente a todas y cada una de las familias coreanas tanto en el norte como en el sur, acabó finalmente en punto muerto, dejando millones de muertos detrás.
Aunque en 1953 se suscribió un armisticio, nunca se llegó a firmar el tratado de paz. Por tanto, la guerra nunca se dio oficialmente por terminada. Sesenta y cinco años más tarde, Estados Unidos continúa amenazando a Corea del Norte con la invasión o la aniquilación.
Kim Bullimore
Red Flag
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
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