miércoles, febrero 02, 2022

Una posición socialista frente a una crisis terminal


Mientras el avispero político tiene puesta la atención en la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados del FdT, las habas se cuecen por otro lado. Calificado por la prensa financiera como un hecho excepcional, el FMI se ha visto obligado a rendir cuentas de urgencia, ante los bancos de inversión y las calificadoras de riesgo, por el acuerdo provisorio firmado con Argentina. Tuvo que explicarles, informa La Nación, (2.2), que “no están dadas las condiciones para una estabilización rápida”, que es lo que reclaman quienes representan a los fondos acreedores de Argentina. Traducido al lenguaje corriente, esa “estabilización” es la condición para que valoricen los títulos de deuda de Argentina, que esos fondos tienen en su poder. Como se ve, el FMI ha tenido que salir a responder al ‘fuego amigo”. Es precisamente lo que hizo el funcionario en cuestión, que puso énfasis en dos compromisos de parte de los Fernández: “una reforma de fondo de subsidios a la energía” y la aprobación del programa con el Fondo por parte del Congreso nacional. El día anterior, la secretaría de Energía reclamó en la audiencia pública un aumento de tarifas del 35 por ciento, mientras que las petroleras subían la nafta en casi un 10 por ciento. El corte de los subsidios a las empresas de luz y gas es una parte sustancial del mencionado plan de “estabilización”.
 Si nos atenemos a esta declaración de impasse por parte del FMI, Máximo Kirchner podría haber cometido un error de ‘timing’ con su renuncia, al no prever que el acuerdo podría terminar en el cajón de los recuerdos, nada menos que por una crisis al interior del mismo FMI. El compromiso de Argentina con el Fondo, por otro lado, debe pasar todavía por el escrutinio del directorio del organismo. Para el Financial Times, quien ayer “alertó por la crisis en el Gobierno”, en el día de hoy presentó las cosas desde otro ángulo: “el FMI tiene que pensarla de nuevo” (2.2), concluye terminante en su editorial. En este marco, el macrista Gabriel Lopetegui, ex director del FMI, luego de advertir que el programa no termina con la inflación, recuerda, en Clarín (2.2), que “en el Fondo todavía falta para cerrar el programa”. JxC enfrenta ahora la disyuntiva de si debe votar, en el parlamento, un programa que enfrenta resistencias públicas en el oficialismo de Argentina y en la banca de inversión que decide en el FMI. La crisis financiera luce más grave, en cierto modo, ahora que cuando ‘sarasa’ Guzmán corrió a pedir socorro al FMI para evitar, ha dicho AF, “una corrida cambiaria”. A la luz de estos desarrollos, el eje de la crisis en Argentina no pasa por el “carácter colonial” del acuerdo con el FMI, como por el estallido de todas las contradicciones históricas que han llevado al gobierno ‘nacional y popular’ a pedir el rescate del Fondo y a legitimar un endeudamiento manifiestamente ilegal contraído, por tramos, en 2018/9.

 El alcance de la crisis política 

La renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque oficialista en Diputados no es, en primer lugar, un acto de ruptura o rebeldía sino de acomodo. Su denuncia del FMI, lejos de clara, es sinuosa, pues se refiere a sus “errores y abusos” y los califica de “irracional e inhumano” –que no apela a “razones” sino a la “fuerza”. Más allá de este vericueto infantil, añade, sin embargo, dos cosas más serias; la primera: “Permaneceré dentro del bloque para facilitar la tarea del Presidente y su entorno”. Vamos con el FMI, entonces. Es, inequívocamente, una declaración anticipada de voto a favor del acuerdo, con independencia de que la prensa opositora especule con lo contrario, o de lo que haga el bloque de la Cámpora, en definitiva. El planteo tiene, además, una inadvertida caracterización política, pues, al referirse al “entorno” del Presidente, convierte al gobierno de gabinete en un gobierno dividido en camarillas. Esto es lo que seguramente llevó a Aníbal Fernández, ministro de Seguridad, a distanciarse en forma violenta de Máximo Kirchner, y a Ferraresi a desistir de la marcha contra la Corte. El gobierno ha quedado loteado entre una fracción albertista y otra kirchnerista –el ministro de Interior, De Pedro, y el de Justicia, Mena. Habrá que ver cómo se reproduce esta situación en las provincias, en especial en Buenos Aires, donde la espada anti-Fondo, Axel Kicillof, decidió quedarse del lado del “entorno”.
 Máximo Kirchner reivindica en su carta haber “(acompañado) como Jefe de Bloque, la sanción de la Ley que aprobó la reestructuración de la deuda privada en moneda extranjera sin quita de capital”, aunque podría decir lo mismo con el apoyo K a la eliminación de la mayor parte de los gastos por Covid. Esta defensa del pago de la deuda externa es una forma curiosa de justificar su crítica al acuerdo con el FMI. Aquella reestructuración guarda una relación umbilical con el acuerdo con el Fondo, porque de este acuerdo depende la viabilidad de aquel otro. Ante la demora del acuerdo con el FMI, ‘sarasa’ Guzmán canjeó títulos públicos de los fondos Pimco y Templeton en dos ocasiones, de pesos a dólares, al tipo de cambio oficial, un 30% más barato que el paralelo -un desfalco similar al cometido por el macrismo. ‘Sarasa’ alegó que, de lo contrario, los fondos habían amenazado pasarse al dólar financiero y elevar las cotizaciones paralelas. 
 Máximo Kirchner y también, por supuesto, CFK, no quieren asumir las contradicciones de su propia política, y las consecuencias que resultan de ella. La crisis que Argentina atraviesa ahora no se explica por enfoques políticos rivales en el seno del oficialismo, sino por el estallido de esas contradicciones de la política oficial. Lo mismo, bajo una forma un poco diferente, que ocurrió con el gobierno macrista. Por esta razón no tiene salida en el campo oficial, como tampoco la ha tenido en el macrismo. Es el estallido de estas contradicciones lo que explica la crisis antes expuesta entre el FMI, de un lado, y los fondos y bancos de inversión, por el otro. La salida a la crisis será determinada por una lucha que envolverá al conjunto de las clases sociales. 

 Bonapartismo, Congreso, Gabinete y más 

La votación del acuerdo por parte del Congreso, que es otro de los condicionamientos del FMI, ha quedado en veremos en este escenario político. La analogía de la renuncia de Kirchner (h) a la jefatura del bloque oficial, con la de Chacho Álvarez bajo De la Rúa, consiste en que en ambos casos apuntaron a conservar la continuidad del gobierno de turno –tal como caracterizamos esa renuncia en Prensa Obrera, oportunamente. Ni el Frepaso abandonó el gobierno de la Alianza, donde se mantuvo hasta el mismísimo 20 de diciembre de 2001, ni la Cámpora o la Vicepresidenta abandonan ahora las poltronas respectivas. Es la continuidad que reivindica la carta de Máximo Kirchner y lo que hizo Chacho cuando operó, más tarde, para traer a Cavallo al gobierno. Si la renuncia de Álvarez anticipó la caída de De la Rúa es porque fracasó en su propósito –como también podría ocurrir con la de Máximo. 
 La renuncia ha puesto en crisis la sucesión presidencial del FdT, para 2023, que el kirchnerismo reservaba para el ahora renunciante. Se trata de un factor de fragmentación política fundamental. El oficialismo gobierna en función de las generales del año que viene.
 Una votación favorable en el Congreso al acuerdo con el FMI, con el oficialismo dividido, remataría una disgregación política inédita, donde la oposición cumple los deberes del gobierno y el oficialismo los de la oposición, Es un terreno ‘ideal’ para que los bancos de inversión fuercen al FMI a “pensarla de nuevo”, y para que el directorio del Fondo dilate la aprobación del acuerdo. En el intermedio ‘pasarían cosas’ –como otra ‘corrida cambiaria’. 
 El gobierno podría recurrir, para aprobar el acuerdo, a la Ley de Administración Financiera, que otorga la autoridad al Ejecutivo. Esto serviría para disimular el acuerdo de hecho que habilitaría semejante maniobra con la oposición. Lo que resultaría de aquí es un gobierno bonapartista, o sea de decreto, amparado en un “entorno”, con un gabinete faccionalizado, dentro de una administración púbica también desmembrada entre facciones. El ‘entorno’ albertista –Manzur, Béliz, el embajador Arguello, Santiago Cafiero, Sergio Massa- es de reconocido cuño pronorteamericano, y ha sido el artífice del convenio de apuro arreglado en Washington con el FMI.

 Las fuerzas en presencia 

Una singularidad de la situación es que todas las fuerzas que representan al régimen político actual están de acuerdo con arreglar con el FMI. Todas. Responden a los intereses nacionales e internacionales que operan en el mercado local, cuya consigna es recuperar el financiamiento internacional. Las reformas previsionales, laborales y tributarias las dejan al gobierno de turno, como ha ocurrido en Brasil. Gran parte de esas reformas están en marcha, pero quedan en el tintero desindexar salarios y jubilaciones en un plazo breve, de un lado, para hacer el ajuste fiscal, del otro, para recrear el escenario para la jubilación privada, y por último eliminar los aportes previsionales de la patronal.
 La burocracia sindical se ha pronunciado hasta el cansancio por un acuerdo con el Fondo –no provisorio, sino integral. Incluso la burocracia de la CTA, de Ctera, de la Corriente Federal y hasta del kirchnerismo ‘autónomo’, como un sector de aceiteros. Por eso han convalidado la presencia laboral de contactos estrechos. Justifican que hay que defender la ‘gobernabilidad’. Por eso también firman paritarias trimestrales, que no reponen la pérdida salarial, sino que pactan en función de la previsión de inflación oficial. Forman un bloque estrecho con la agroexportación, Toyota, Techint, la cámara de la construcción, las petroleras y las mineras. El ultra kirchnerismo desató una campaña fugaz a favor del extractivismo, con el argumento de ganar divisas, en apoyo a la gran minería. A todos estos protagonistas los aterra que la crisis política sea la mecha de una rebelión popular en gestación. 
 Como lo prueban los roces entre bancos y FMI, los enfrentamientos entre la Mesa de Enlace y el Consejo agroindustrial, las divisiones de fondo en el oficialismo y también en el macrismo y el radicalismo, o las peleas dentro de la CGT recientemente reunificada, lo que demuestran es el predominio de los intereses particulares. La burocracia sindical, por caso, acaba de denunciar el ‘default’ del gobierno al incumplir con un compromiso de dinero para obras sociales –o sea que sólo aceptan el ajuste del FMI para los demás.
 Una política consecuente contra la confiscación de los trabajadores, por medio de la deuda pública y el FMI, debe caracterizar en forma concreta a las fuerzas sociales y políticas en presencia. Los “errores y abusos del FMI”, que señala la carta de Máximo, no son por supuesto una denuncia de la “política colonial”; sostener esto es filo-kirchnerismo. Los planteos del susodicho deben ser denunciados por ‘distraccionistas’ y como un recurso último para salvar del descrédito completo la ‘sarasa’ nacional y popular. Una cosa es el trabajo reivindicativo y político en los sindicatos, otra llamar a la burocracia a que movilice, lo cual es notoriamente una estafa. La consigna es que se pronuncien las fábricas con sus delegados e internas, en torno a un programa de clase –de ningún modo nacionalista. El arma más importante de una política socialista es unificar con un programa y un planteo de lucha y organización a los trabajadores desocupados con el conjunto de la clase obrera. 
 De lo que se trata es de trazar la perspectiva que se desarrolla a partir de la crisis histórica actual. ¿Es acaso una perspectiva de reformas, sindicales o parlamentarias, de luchas aisladas por reclamos ocasionales o particulares? En toda gran crisis se producen luchas de esa naturaleza, como de cualquier otro carácter, que ni siquiera se pueden advertir o inventariar. Pero debido a la perspectiva que se desprende de esta crisis, es necesaria una agitación política, que destaque las cuestiones de conjunto, y que dé una salida a aquellas luchas aisladas, ocasionales o particulares. Entre ellas, la más apremiante es la lucha por la salud y por una política de eliminación del Covid, no solamente de atención de afecciones y muertes. La pandemia se ha transformado en la actividad de mayor lucro en décadas, no sólo para farmacéuticas y medicinales, sino para el gran capital en general, a través de rescates del Estado. Se trata de una lucha de carácter internacional de clases, donde se juega cotidianamente la vida de la fuerza de trabajo. 
 La tarea que corresponde a las perspectivas históricas actuales es la lucha, es decir, la propaganda, la agitación y la organización por un Congreso de luchadores y delegados obreros. Ha sido la consigna histórica que ha guiado a las organizaciones obreras auténticamente socialistas en perspectivas semejantes. 

 Jorge Altamira 
 02/02/2022

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