Los socios de Netanhayu postulan que los colonos ocupen totalmente Cisjordania y la “homogeneización étnica” del país, que incluye a los palestinos que viven dentro de las fronteras del Estado sionista -los llamados “árabes israelíes”- y constituyen el 20% de la población. Sionismo Religioso tiene medidas concretas para establecer el apartheid: por ejemplo que las embarazadas árabes y las israelíes no compartan ni las salas de parto ni de internación.
Netanhayu fue expulsado del poder en julio de 21 jaqueado por juicios de corrupción, que ahora quedarían congelados. El bloque “pro Bibi” piensa tomar el control del aparato judicial y han dicho que, tal vez, disolver la Corte Suprema, remover las leyes que limitan la colonización de Cisjordania, etc.
Los vencedores consideran que hay que expulsar a los “judíos desleales” -que defienden la alternativa de los dos estados o el diálogo con los palestinos, por ejemplo-, “sanear” las universidades de docentes y estudiantes “desleales”. Además, proponen enderezar a los homosexuales a fuerza de electroshock y desmontar toda la legislación “igualitaria”.
Estos partidos, que hasta no hace mucho eran marginales, obtuvieron una mayoría cómoda de 65 escaños en una Knésset (Parlamento) de 120. Pero si se suman los votos de los otros partidos de ultraderecha (entre ellos los laicos) el voto a variantes fascistizantes supera claramente al 80 por ciento del electorado. El futuro gabinete estaría integrado por un dirigente de Sionismo Religioso, que se hartó de promover el asesinato de Rabin.
Friedman dice que “las tendencias políticas israelíes son a menudo un presagio de tendencias más amplias en las democracias occidentales”, que en buen romance quiere decir que pronostica un triunfo de Trump en las legislativas y su posible regreso a la Casa Blanca.
Olga Cristóbal
04/11/2022
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