Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
sábado, abril 02, 2016
Cerca del cielo. La memoria histórica de la Iglesia
No hay discusión sobre el número de víctimas de significación religiosa sufrida por el entorno de la Iglesia durante la guerra civil. Igualmente se sabe que el sentimiento anticlerical no era exclusiva de ninguna corriente de izquierdas, sino que era extensible hasta en las más liberales y moderadas, al igual que se sabe que las represalias se acentuaron como reflejo primario –y asequible- frente a las grandes matanzas que jalonaron la “guerra santa” de los llamados “nacionales”. Ya entonces fueron numerosas las voces que desde el antifascismo actuaron por ayudar, en criticar una actuación que consideraban injustas además de contraproducente ya que producía enemigos innecesarios y daba argumentos a los asesinos en nombre de Dios.
Nadie ignora que estas víctimas fueron homenajeados, e incluso elevados a los altares. Este fue el caso del obispo de Teruel, Anselmo Polanco Fontecha. Éste fue uno de los trece obispos que fueron perseguidos y asesinados en la zona republicana proclamado mártir y exaltado como beato por Juan Pablo II en 1995, cuya pobreza –se dice en el filme- se debe a que el gobierno no le pasa ningún sueldo. Un tema central al que se añade una cierta trama amorosa destinada a dejar claro el dilema entre el bien y el mal. La suya fue una “vida de santos” de aquellas que se divulgaban cuando Franco caminaba bajo palio, e incluso sirvió de argumento para una película emblemática, Cerca del cielo (1951), que tuvo como “estrella” al padre Venancio Marco, quien en los años setenta todavía se hacía notar como militante de Fuerza Nueva.
Venancio Marco fue lo que dice un convencido de lo que quería creer. Doctorado en Roma en Filosofía y Teología y que ya en 1934 se adhirió a la Falange para participar con entusiasmo en la “Cruzada”, llevando sus prédicas a la radio para protagonizar esta ambiciosa “producción nacional”, rodada in situ, en parajes muy bien escogidos y denotaba la convicción inherente a su situación y rodada con cierto oficio por Mariano Pombo que destacó como guionista de signo costumbrista y por Domingo Viladomat, pintor y cineasta, autor de media docena de títulos sin relieve.
La película “reconstruye” el proceso y la ejecución, en febrero de 1939 del obispo de la diócesis Lo que cuenta sobre el citado obispo, se registra con mayores matices en el Wikipedia donde se registrar que el personaje había tomado partido y no precisamente por los pobres. Cuando se encontró ante la amenaza de las tropas republicanas sobre Teruel, en marzo de 1937, Polanco Fontecha promulgó una pastoral que, en cierto modo, se anticipaba a la proclama colectiva del Episcopado que santificaba la rebelión fascista. Fue encarcelado a pesar de las propuestas contrarias de Prieto, luego trasladado al Penal de San Miguel de los Reyes (Valencia), y finalmente a Barcelona.
Allí, ante la inminente caída de la ciudad, fue secuestrado por tropas del comandante Pedro Díaz, miembro de la columna de Lister, que lo mandó a fusilar en un lugar donde el régimen franquista levantó un monumento con la siguiente leyenda: Caminante: por aquí huyó la furia roja, dejando como huella de su paso cuarenta mártires (…) Piensa en ellos con una oración. 7-II-39. En un encuentro, un militar proclama que hay que luchar por la grandeza de España, a lo que el obispo añade Sí, pero también a la mayor gloria de Dios. Dos caras Mártir inmaculado con un pie en el cielo, el obispo muestra su grandeza –cinematográfica por supuesto-, perdonando a sus enemigos. Y la verdad es que con los trazos con los que estos aparecen descritos, al espectador le quedan muy pocas ganas de perdonar. Son descritos como máquinas carentes de la menor humanidad, números como los que les otorga “el Partido”
Quien crea que estas producciones hagiográfica son cosas del pasado, se equivoca. La Iglesia junto con sus redes financiaras (de las que el Estado “laico” es el principal proveedor), sigue haciendo películas a su mayor gloria.
Entre las que actualmente se distribuyen por sus redes, tenemos dos dedicadas a sendos casos de “beatificaciones”
La primera es Un Dios prohibido (Pablo Moreno, 2013), obviamente más matizada. Se trata de un largometraje (123 m.), producido por los Misioneros Claretianos asociados de una producción distribuida en circuitos afines. Aquí se “reconstruye las últimas semanas de vida de los 51 claretianos asesinados, muchos de ellos estudiantes. Desde que son retenidos hasta que son fusilados el 20 de julio de 1936 en la localidad de Barbastro, en Zaragoza en una situación extrema en la que el comité de la CNT, el mismo Durruti, pero sobre todo las turbas del pueblo (unos cuantos extras entre los que se distinguen unas prostitutas chillonas y un poco traviesas), deciden por mera maldad acabar con la vida de estos muchachos que ni tan siquiera son sospechosos de pecado venial. Hay un momento que un de los católicos se pregunta: Pero, ¿por qué nos odian tanto? No hay respuesta desde el momento en que los claretianos siguen “cerca del cielo”.
La segunda, Poveda (idem, 2015), se justifica por la existencia de un espacio para el cine religioso. Su contenido hagiográfico queda expresado en una declaración del director:”…Aparte de ser un gran pedagogo y de pretender, con grandes esfuerzos, hacer una modernización de la educación en la España del siglo XX, y de su sensibilidad hacia la pobreza (…) tiene gran actualidad, su empeño por la promoción de la mujer.” El film magnífica la vida de Pedro Poveda (Linares, 1874 – Madrid, 1936), capellán de la Casa Real, fundador de la Institución Teresiana, cuyo proceso de canonización comenzó en 1954 hasta que fue declarado santo por el papa Juan Pablo II en 2003. Todo funciona según este prisma, los pobres están ahí para recibir la caridad, los esfuerzos pedagógicos del capellán son tan ejemplares como los del padre Damián con los leprosos en Molokai (1959).
La República y el pueblo quedan retratados a una plebe incontrolada. No se ofrece la más mínima referencia de la Iglesia de Franco, con un pueblo de Dios tan excelso, no harían falta ni confesores. Y es que se trata de educar en la fe. En la creencia de que todo lo que hace la Iglesia está bendecido…
No parece que haya lugar para un debate.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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