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sábado, abril 02, 2016
Howard Fast, comunista, autor de Spartacus…
Hace cierto tiempo que desapareció de las librerías, para encontrar sus obras hay que hurgar en las librerías de segunda mano, pero en su día fue una celebridad, un escritor que en los medios de la cultura comunista norteamericana se oponía al de Ernest Hemingway, demasiado complaciente con Hollywood y con la política exterior made in USA, aunque al final de su vida don Ernesto apoyó la revolución cubano, algo que no parece que hiciera un Howard Fast ya de vuelta.
Novelista, ensayista y dramaturgo norteamericano nacido en Nueva York, Fast fue condenado por desacato ya en 1946, y durante la “caza de brujas” sufrió reclusión en el Mill Point Prison Camp de West Virginia durante el verano de 1950.
Nacido en 1914, su madre fue una inmigrante judía británica, en tanto que su padre hijo de inmigrantes judíos ucranianos. Su padre cambió tantas veces de ciudad como de profesión. Al morir su madre en 1923 y con su padre en paro, el hermano más joven de Howard, Julius, tuvo que marchar a vivir con los parientes, mientras que Howard y su hermano mayor Jerome, trabajaron vendiendo periódicos con apenas ocho años.
Otro hermano suyo menor, Jonathan Fast, fue también novelista, era el marido de la novelista y feminista Erica Jong. Howard demostró ser un lector voraz a edad temprana leyendo para un trabajo a tiempo parcial biblioteca pública de Nueva York. El joven Howard comenzó a escribir a edad temprana. Mientras hace autostop y monta en ferrocarriles que recorren e país en busca de trabajos, escribe. Fast se unió al USAPC (Partido Comunista de los Estados Unidos) en 1944.
De su obra se ha podido decir que sí bien nunca perteneció nunca a los grandes de la literatura americana, como el USAPC se empeñó en demostrar durante mucho tiempo, no es menos cierto que sus novelas históricas, coloristas e instructivas, y escritas brillantemente se leyeron mucho y algunas fueron best-seller, incluso en España donde se difundió primero en las diversas ediciones sudamericanas y después en editoriales como Plaza&Janés.
Fue autor de unas 80 novelas que en buena parte trataban temas revolucionarios ejemplares extraídos de la historia norteamericana: Two Valleys (Dos valles,1933), fue su primera novela escrita a los 18 años situada en la revolución de 1776; Las últimas fronteras (1941), sobre una tentativa de los cheyennes de volver a su tierra nativa, una verdadera odisea tan bien tratada por el mejor John Ford en Cheyenne autum (EUA, 1964); La pasión de Sacco y Vanzetti (1953), que evoca la tragedia de los célebres anarquistas italianos, subtitulado “Una leyenda de la Nueva Inglaterra”, estando dedicado a “Esos valientes norteamericanos que –hoy como ayer- han aceptado la prisión y hasta la muerte antes que traicionar los principios en los cuales creían, la tierra que amaban, o el pueblo de cuya confianza eran depositario, y que fue editado por Siglo Veinte (Buenos Aires, 1973), e introducida aquí en el “doble fondo” de las librerías antifranquistas. Luego llegaron otras historias épicas hebreas como Josué, el guerrero judío, más algunos best sellers kleenex del rtipo de El río de oro (1960), Poder (1963), La segunda generación (1978) y Greenwich (2000)…
No se puede olvidar El ciudadano Tom Paine (1943), un homenaje que trata de la guerra de la Independencia y de su representante más avanzado, el que fue llamado “revolucionario de dos continentes”, y que supuso un convincente retrato del revolucionario de dos mundos; así como El camino de la libertad (1944), sobre las vidas de los antiguos esclavos durante el período de reconstrucción y en la que exalta la liberación de los negros…Esta parte de su obra está repleta de patriotismo y del pathos de la democracia y durante el período de la Segunda Guerra dieron en el blanco, cimentando la idea de un norteamericanismo de tipo jeffersoniano y antirracista. En 1948 escribe Mis gloriosos hermanos sobre la epopeya de los macabeos, venciendo a los greco-sirios seleucidas. Sobre el amor de los judíos por su tierra y la libertad, y primera manifestación de su identificación con el Estado sionista de Israel, algo que también compartirá el guionista de Espartaco, Dalton Trumbo. En esta misma línea se sitúa Moisés, príncipe de Egipto, en la que vincula el Éxodo con la herejía de Akenaton.
Otras de sus obras suyas estaban situadas en el campo de la ciencia ficción están incluidos en antologías como El general atrapó un ángel, El filo del futuro y Un toque de infinito. Clark ton (1947) trata de una huelga en una ciudad fabril de Massachussets, y Power (Poder, 1963), es el estudio de un líder sindical incluye el relato de los orígenes del sindicato de los mineros de carbón en los años veinte y treinta. En 1974, se muda con su familia a California, en donde escribe guiones de televisión, incluyendo series de televisión como la muy popular entonces, La conquista del Oeste. En 1977, publicó The Immigrants (Los Emigrantes), primera de una serie de seis novelas de cariz autobiográfico y que dieron lugar a una popular serie de televisión.
Su prestigio alcanzó su punto más alto durante la II Guerra Mundial, cuando trabajó para la Oficina de Información de Guerra de Estados Unidos, escribiendo para la Voz de América en exaltadas elocuciones antifascistas. Cuando, en la inmediata posguerra cambió el rumbo dominante y el gobierno se hizo especialmente beligerante contra el comunismo, a Fast le pareció un punto de honor y de decencia democrática seguir fiel a las ideas ahora perseguidas. Cuando fue llamado por el Comité de Actividades Anti-Americanas.
Rechazó divulgar los nombres de los contribuyentes al Joint Antifascist Refugee Comittee (Comité de Ayuda a los Refugiados Antifascistas), que había comprado un antiguo convento en Toulouse para convertirlo en un hospital en el que trabajaban los cuáqueros ayudando a refugiados republicanos españoles (uno de los contribuyentes a esta actividad fueron Eleanor Roosevelt y John dos Passos), y lo encarcelaron por tres meses en 1950 por desacato al Congreso. Desde entonces su nombre figuró en todas las “listas negras” y le fue imposible obtener un empleo ni el pasaporte. Desde entonces no publicar bajo su propio nombre (excepto en Blue Heron Press, que además publicó libros de otros autores en la Lista Negra), por lo que utilizó varios seudónimos, incluyendo E.V. Cunningham, con el que publicó una serie popular de novelas de detectives protagonizadas por Masao Masuto, un Nisei (hijo de emigrantes japoneses) miembro del departamento de policía de Beverly Hills, California. Seguramente la mejor de todas ellas fue Stella, que según los especialistas, recuerda a la mejor literatura de Raymond Chandler.
Sus mayores éxitos llegaron gracias a sus novelas históricas, que resultan siempre apasionadas cánticos a la libertad. La más popular entre odas fue sin duda En Espartaco (1951), que ha servido para una película célebre, más un conocido telefilme, y más recientemente a una serie televisiva que se aparta bastante del original. Esta será con mucho, su obra más reconocida, y como es sabido, narra la abortada revuelta de los esclavos contra Roma (73-71 a.C.). En ella figura una dedicatoria que refleja fielmente su credo personal: ” Para los que me lean se sientan con fuerzas para afrontar este incierto porvenir nuestro y sean capaces de luchar contra la opresión y la injusticia.”
A pesar de que fue dada a conocer en una autoedición, ya por entonces fue traducida a 58 idiomas, en su mayor parte en países llamados socialistas. Previamente, Fast se lo envió a su editor en Little, Brown and Company, al que le entusiasmó la novela, pero J. Edgar Hoover envió una carta advirtiéndoles de que no debería debían publicarlo. Tras esto pasó por otros siete conocidos editores con idéntico resultado. El último de ellos fue Doubleday, y tras una reunión del comité editorial, George Hecht, entonces jefe de la cadena de librerías de Doubleday, salió de la sala enfadado y disgustado por tal acto de cobardía, llamó por teléfono a Fast, y le aseguró que si publicaba el libro por su cuenta le haría un pedido de seiscientos ejemplares. En 1953, le fue concedido el premio internacional Stalin, ofreciéndose en el razonamiento que sigue: ”En la oprimida atmósfera de persecución y calumnias, Howard Fast permanece fiel a sus ideales y sigue defendiendo con su pluma los derechos del hombre y de la libertad. Encarna la América progresiva, la América verdadera, la América fundamente interesados como los hombres de los demás países, en que reine en todo el mundo la paz y la amistad.”
No obstante, esta fidelidad al USAPC y a la URSS por parte de Howard Fast concluyó cuando el jefe supremo del comunismo mundial aprovechó el XX Congreso del PCUS celebrado en Moscú, para dar a conocer el “Informe” por el que acusaba a Stalin de haber creado un clima de terror generalizado en el pueblo y en el propio Partido. Inmediatamente después de que el Departamento de Estado hiciera público el discurso secreto de Jruschev en junio de 1956, Fast escribió ya entonces en el órgano del partido Daily Worker “El informe de Jruschev es un extraño y terrible documento sin paralelo quizás en la historia; hay que familiarizarse con el hecho de que precisamente se trata de un acta protocolaria la que registra una embriaguez de sangre bárbara y paranoia y que los hombres civilizados la conservaran por toda la eternidad como un recordatorio de vergüenza”.
Fast escribe al poco tiempo April Morning, una historia sobre la Batalla de Lexington y Concord desde la perspectiva de un adolescente ficticio. Aunque no planteada como novela del “adulto joven”, se ha convertido en una asignación frecuente en escuelas secundarias americanas y es probablemente su trabajo más popular a principios del siglo XXI. Se hizo una película para la televisión en 1988 bastante aceptable: Una mañana de abril (aunque aquí llegó en video como Tierra de héroes), dirigido en 1988 por Delbert Mann, e interpretado por Tommy Lee Jones, Robert Urich y Susan Blakely, y que será una de las poca aproximaciones fílmicas a la revolución anticolonialista norteamericana desde un ángulo digamos progresista.
Fast se mantuvo firmemente como miembro del USAPC, pero reservándose el derecho a criticar todo lo que le pareciese injusto, dondequiera que sucediese. Durante unos meses se mantuvo en esta tensión, para la dirección del partido era un engorro tener que llamar al orden al escritor que más había exaltado. Pero la situación no dura mucho tiempo, y cuando estalló la revolución húngara de octubre de 1956, Fast la apoyó, y luego pasó a denunciar la represión soviética. Como es sabido, la crisis sacudió a los partidos comunitas como nunca, en Gran Bretaña dimitió todo el colectivo de historiadores…
En su descargo, Fast escribió su célebre alegato El dios desnudo (1957), un libro en el cual trató de hacer un ajuste de cuentas con el régimen soviético sin cuestionarse los ideales socialistas y democráticos que había defendido. En su alegato estableció una comparación entre los sistemas desde el punto de vista de su oficio y que más tarde secundaron otros muchos, obviamente evidentemente que ambos partían de realidades históricas muy diferentes por no decir opuestas; por ejemplo, los Estados Unidos no conocieron el feudalismo, y sin distinguir entre la revolución de 1917 y la contrarrevolución estaliniana que él mismo había idealizado hasta 1956. En su requisitoria proclama:”En los Estados Unidos he tropezado con muchos obstáculos en mi función como escritor: he tenido que publicar mis libros con grandes sacrificios y a menudo con pérdidas financieras; de una vida relativamente desahogada y llena de éxitos, me vi arrojado a la más cruda lucha por la existencia literaria; mi nuevas obras fueron haciéndose en mi propio país gradualmente menos y menos conocidas. Pero, a pesar de todos estos obstáculos, seguían rigiendo incondicionalmente los siguientes hechos importantes:
—-1 Yo podía seguir escribiendo;
—-2. Sigo con vida;
—-3. Podía seguir luchando por el derecho insobornable esto es seguir escribiendo, como me pareciera mejor.
Precisamente por el trato brutal e injusto que recibí en aquellos tiempos, puedo afirmar esto con después de toda una reflexión. Yo estaba contra la política de mi gobierno y no hacía de mi corazón una cueva de asesinos. No pedía ninguna consideración ni la concedía yo por mi parte, y, sin embargo, los tres puntos continuaban intangibles.
Por su parte, el escritor soviético no pudo presentar resistencia alguna. No hostigó al gobierno para que tomara represalias. En el mejor de los casos, su inconformidad estaba dentro de los límites de lo permitido Y, sin embargo, hay que reconocer lo siguiente:
—-1º No pudo seguir escribiendo, sino que fue obligado a callar;
—-2. ° No pudo seguir viviendo, sino que fue cruelmente torturado y ejecutado;
—-3. ° No pudo seguir luchando por su derecho, seguir escribiendo lo que le parecía.
Este privilegio le es extraño, el concepto todo brota de una concepción del universo que le es desconocida; y sólo por el intento de descubrir ese mundo desconocido y apropiarse de él, es recompensado por sus dueños con la muerte…En tiempos, el PCUS puede haber sido lo que se quiera, pero hoy es una prisión para los sueños mejores y los más audaces de los hombres”.
Con esta controvertida declaración acaba toda una época en la que un sector de los mejor de la literatura norteamericana permaneció comprometida con lo que entendía como “ideales comunistas”, unos ideales muchos de ellos vieron destruidos por el horror estaliniano.
En su etapa comunista, Fast fue uno de los fundadores del Movimiento Mundial de la Paz y miembro de su consejo director durante cinco años (1950-1955), y por lo que yo sé, aunque se mantuvo muy crítico con la política norteamericana se acabó reconciliando con el sionismo, pero sin abandonar teóricamente sus ideales de juventud. También fue candidato al Congreso, por Nueva York, con el América Labor Party. Murió el 13 de marzo del 2003 en su casa de Old Greenwich, Connecticut.
Se podría decir sin miedo al error, que lo mejor de su obra lo escribió cuando estuvo comprometido con el movimiento obrero y el socialismo.
Y también se podría añadir, que en los últimos tiempos no se mostró demasiado coherente con los principios que había declarado en otros tiempos, aunque las agencias que dieron la noticia de su fallecimiento insisten en que se mantuvo fiel a ellos cuando abandonó el partido.
Eso sí, siguió manteniendo un considerable prestigio, y pudo trabajar para el cine. Su nombre figura como novelista o como guionista en títulos como Espejismo (USA, 1965), un “thriller” de suspense con Gregory Peck, Diane Baker y Walter Matthea, en la olvidada comedia Penélope (ISA, 1966), y en otros más, por lo general, poco recordados.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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