Las FARC-EP se transformarán en Movimiento Nacional, decididas a desempeñar un papel fundamental en la vida del país, pero las perspectivas de futuro son brumosas. En algunos de los antiguos frentes, la entrega de las armas es un tema polémico que no suscita unanimidad.
Me abstengo de hacer previsiones. Sé que los comandantes que participan en las negociaciones de la Habana con los representantes del gobierno se enfrentan a una situación muy difícil.
Por un lado, los medios para detectar no solo a la guerrilla son hoy mucho más eficaces gracias a las sofisticadas tecnologías electrónicas cedidas por los EE.UU. a la fuerza aérea colombiana.
Simultáneamente, según observadores internacionales, las FARC-EP no contaban ya con la solidaridad de las poblaciones campesinas en las principales zonas de combate. Y esa carencia de un apoyo masivo de los campesinos dificultaba de forma extrema la movilización de las guerrillas. La muerte de dirigentes fundamentales como el comandante en jefe Manuel Marulanda –un héroe de América Latina– y la pérdida de jefes históricos como los comandantes Raúl Reyes, Jorge Briceño y Alfonso Cano, asesinados por las fuerzas armadas, han sido duros golpes para las FARC-EP.
No son solo los jefes guerrilleros los que encaran el futuro con mucha cautela; los dirigentes que firmaron la paz también conservan un recuerdo imborrable de lo que le ocurrió a la Unión Patriótica tras los Acuerdos de la Urive, firmados durante el mandato de Pastrana, que crearon la zona desmilitarizada. Sus éxitos electorales desencadenaron, a partir de 1984, una oleada de terrorismo político. Más de 5.000 miembros de la Unión Patriótica (diputados, sindicalistas e incluso un candidato a la presidencia) fueron asesinados por paramilitares, ejército y policía, en una orgía de barbarie que llevó a las FARC-EP a retomar las armas.
El miedo a que se repita esa tragedia es real. Uribe y los grupos paramilitares no dudaron en optar por el terrorismo, con el apoyo de la oligarquía rural.
UNA GUERRILLA HERÓICA
A lo largo de las últimas décadas he reafirmado mi solidaridad con las FARC-EP. Calumniada, combatida por el ejército más poderoso de América Latina –armado y financiado por los EE.UU.–, e introducida por la ONU y la Comunidad Europea en la lista de organizaciones terroristas, la guerrilla-partido de Manuel Marulanda, definiéndose siempre como marxista- leninista, entró hace ya mucho en la historia como protagonista de una epopeya.
Con la excepción del vietnamita, no se encuentra un precedente comparable al suyo en la lucha revolucionaria de un pueblo por la libertad y la independencia. La certeza de que el futuro se presenta cargado de nubes negras para los combatientes desmovilizados de las FARC-EP no afecta en lo más mínimo a mi respeto y admiración por esa gente maravillosa.
Tuve la ocasión de convivir durante semanas en el campamento del comandante Raúl Reyes en El Caguán con hombres y mujeres de las FARC. Mantuve con Reyes un contacto amistoso hasta su muerte y desarrollé, antes y después, lazos de amistad fraterna con el comandante Rodrigo Granda. En una jornada inolvidable en La Macarena, conocí al comandante en jefe Marulanda, que me concedió una entrevista que se publicaría posteriormente en el Avante! Señalo que he encontrado en la vida pocos comunistas tan preparados ideológicamente como los comandantes de las FARC que conocí.
Cumplo con un deber al rendir con estas palabras mi modesto homenaje a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo.
Miguel Urbano Rodrígues
Vila Nova de Gaia, 27 de Septiembre de 2016
Traducido por Oscar González para Red Roja
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