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miércoles, junio 06, 2018
¿Rajoy se fue, lo echó el PSOE, “la gente” o qué diablos?
La idea de que a Rajoy “le ha echado la gente”, como tuitéo Pablo Iglesias, desarma a la clase trabajadora para enfrentar al nuevo gobierno, mientras siembra (aún más) confianza en las podridas instituciones de esta democracia para ricos.
Si, cayó Rajoy. Incluso ha renunciado al liderazgo de un PP maltrecho y en franco proceso de implosión. Pero mientras Pedro Sánchez termina de configurar su nuevo gobierno, en la mañana del martes Pablo Iglesias publicó un tuit muy instructivo en el que nos cuenta que “Rajoy no se ha ido, le ha echado la gente que no perdió la esperanza y que no dejó de pedir una moción contra la corrupción”.
El tuit de Iglesias, uno de tantos, tiene más contenido del que parece. Veamos. No hay dudas de que la mayoría de la población quería echar a Rajoy a patadas de la Moncloa. El malestar social era y sigue siendo muy grande. Se ha expresado en el hastío generalizado con la corrupción, en la lucha del pueblo catalán por su derecho a decidir, el histórico 8M y las masivas manifestaciones contra la sentencia de “la manada”, las persistentes manifestaciones de los pensionistas, las decenas (o cientos) de luchas parciales contra la precariedad, la multiplicidad de actos y manifestaciones por la libertad de expresión y contra la represión política.
Pero Rajoy no cayó porque “le ha echado la gente” (y mucho menos “por la movilización”, como sostienen insólitamente algunas corrientes que se reivindican “revolucionarias”). Las cosas por su nombre. Rajoy cayó por obra y gracia, en primer término, de la justicia burguesa que dictó una sentencia fulminante. Y en segundo término por una moción de censura del otro “gran” partido del Régimen, el PSOE. Una maniobra en frío, por arriba, siguiendo al pie de la letra las reglas del Régimen. Una suerte de mani pulite controlado.
Rajoy bien podría haber caído por la movilización, que duda cabe. Gobiernos más fuertes han fenecido al calor de la lucha de clases. Pero en este como en tantos otros casos, hubo quienes se conjuraron para evitarlo. En primer lugar, las burocracias sindicales de CCOO y UGT, que cuando aparecieron los papeles de Bárcenas y el famoso Mariano punto Rajoy, el momento más débil del gobierno, se borraron literalmente de la escena evitando la convocatoria a una huelga general para tirar abajo el gobierno. Pero también las burocracias políticas, que jugaron un rol complementario a la burocracia sindical en su rol pasivizador: Unidos Podemos.
Rajoy “aguantó”, hay que reconocerlo. Y en ese tándem impuso todo, o casi todo, su programa: recortes brutales que han empobrecido sustancialmente a la clase trabajadora y los sectores populares, una reforma laboral que enriqueció las del PSOE, nuevas leyes liberticidas, negación manu militari del derecho a la autodeterminación de Catalunya.
Ahora le sigue el nuevo gobierno de Pedro Sánchez. Un gobierno de la Corona y el IBEX35, en la saga de los anteriores ejecutivos “socialistas”. Un cambio de guion inesperado, considerando que todo el establishment viene levantando obscenamente a Ciudadanos. Pero el mismo programa. La designación del anticatalanista rabioso Josep Borrel en Exteriores y la ajustadora María Jesús Montero en Hacienda dan cuenta de ello, por si hacía falta algún relevo de pruebas. Cambiar algo para que nada cambie, diría Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
A este gobierno Unidos Podemos le ha dado el voto, “comiéndose con patatas” -Rajoy dixit- los presupuestos del PP. Ma non solo. También le propuso hacer un “gobierno de coalición” (que no ha colado) y “ganar juntos” las elecciones en 2020. El tuit de Iglesias es fruto de esa orientación política.
La idea de que a Rajoy “le ha echado la gente”, como tuitéo Pablo Iglesias, desarma a la clase trabajadora para enfrentar al nuevo gobierno, mientras siembra (aún más) confianza en las podridas instituciones de esta democracia para ricos. Y lo hace en un momento en que el Régimen heredero de la dictadura está lejos de gozar de buena salud. Al contrario, quizá este transitando uno de sus momentos de mayor debilidad.
Lo de Iglesias, parafraseando el famoso debate de Rosa Luxemburg con Karl Kautsky sobre la “estrategia de desgaste” o la “estrategia de derrocamiento”, es nada-más-que-parlamentarismo. Pero si la vieja socialdemocracia alemana, como decía Lenin, había educado a los obreros en que hagan marchas “sin pisar la gramilla” -porque Bismarck impedía pisar la gramilla-, Podemos (e Izquierda Unida, no lo olvidemos) educa a la clase trabajadora para que no haga ni una marchita y que confíe en las bondades del parlamentarismo. Porque la política se hace en el palacio. Pensamiento liberal de pura cepa.
Tal vez esto explique el final del tuit de Iglesias: “Se retira un político elegante e inteligente que sabía escuchar. Fue un honor ser su rival y combatirle políticamente. Se ganó mi respeto”. Hay que ser lacayo.
Diego Lotito
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