lunes, septiembre 10, 2018

El Gobierno tiene más voluntad de lucha que las direcciones sindicales



Fueron diez días que estremecieron a Macri. El mismo presidente aseguró que fueron los peores cinco meses de su vida. Los medios oficialistas titularon cosas que fueron desde “La política no está a la altura de la grave crisis”; “¿En qué momento se jodió Cambiemos?”; “Sería raro que no nos peguemos una piña”; “El dólar y las tasas altas profundizan la recesión y complican el 2019”; hasta otros títulos más lapidarios como “Olivos en llamas” o directamente: “Tiempo de descuento”.
Pese a todo, el Gobierno intentó cerrar filas, compactó su Gabinete, tomó un poco de aire (a partir de la tregua de tres efímeros días de la corrida cambiaria) y salió nuevamente al ataque. Planifica despidos masivos en la administración pública, sostiene el hachazo a los salarios con paritarias que quedan muy por debajo de la inflación y vuelve a sus clásicos métodos de posverdad donde mezcla intencionalmente intentos desesperados de personas que buscan comida, con robos presuntamente organizados como conspiraciones golpistas. La excusa ideal para fortalecer el aparato de represivo del Estado.
El Gobierno tomó estas medidas en un proceso de deliberación que fue transmitido descaradamente por todos los medios de comunicación: los argentinos asisten a un debate en torno a cuánto deben bajar los salarios; cuánto debe aumentar la desocupación; cuánto hay que reducir los presupuestos de salud o educación e incluso si hay que realizar un nuevo recorte a las jubilaciones. Todo por las órdenes inapelables del FMI.
Esto es reconocido hasta por los más anestesiados dirigentes del triunvirato de la CGT. Carlos Acuña afirmó esta mañana en un programa radial que “los trabajadores perdimos en 2016 más del 10 % del poder adquisitivo, al año siguiente, se perdió otro 6 o 7 %. Y este año tenemos a la vista un 42 % de inflación con un 15, 20 o 25 % de aumento salariales”, afirmó.
Frente a este escenario, estamos a 15 días de un nuevo paro general contra la administración de Macri. Pero del lado de los trabajadores, las trabajadoras o las grandes mayorías no existe ni de cerca esa deliberación y radicalidad que evidencia el Gobierno. Como el conjunto de las huelgas anteriores, está convocada casi a desgano, más por imposiciones internas y para salvar el escaso prestigio de los cegetistas, antes que por llevar adelante una acción decidida que ponga un límite a Macri.
Algunas tendencias internas de la Central hacen sus propias movidas, como el Frente Sindical por el Modelo Nacional (mecánicos, camioneros y cerca de 70 gremios) que realizará el próximo 20 de septiembre, cinco días antes del paro, un plenario de regionales de la CGT a desarrollarse en el microestadio de Ferro.
Esta semana también habrá paros parciales y marchas de los estatales de UPCN y ATE, o de los docentes de Ctera, enrolados en la CTA.
El moyanismo, por su parte, que es una tendencia en sí misma con un sindicato de rama que ronda los 180 mil afiliados, se diferencia en el discurso, pero no es muy distinto en la práctica. Hugo Moyano dice cosas como: "Macri no tiene la capacidad para resolver los problemas, la gente vive cada vez peor y con estas políticas no tienen solución" o “me parece que tiene ganas de rajarse”. Pablo Moyano, quizá, dice cosas más estridentes.
Pero viene a cuento recordar la función objetiva que cumplió el moyanismo en algunos momentos decisivos de la historia reciente. Cuando se negociaba la reforma laboral en los años del Gobierno de la Alianza, uno de los técnicos asesores de la CGT en las negociaciones afirmaba: “Es usual que la CGT siempre tenga afuera un kamikaze golpeando para utilizarlo en las negociaciones y ese era el rol de Moyano. Pero también es cierto que el ‘Negro’ siempre estuvo al tanto de las negociaciones y del contenido de la reforma”, cuentan Emilia Delfino y Mariano Martín en El hombre el camión, la biografía del camionero. Oscar Lescano, uno de los “Gordos” confirmaba en aquellos años esta caracterización: “Siempre nos sirvió tenerlo en la pelea, cuando teníamos un problema decíamos ‘ojo que le dejamos la CGT al Negro’, nos servía mucho”.

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En el programa de hoy vamos a analizar las conflictividad laboral y, seguramente, vamos confirmar que los conflictos son muchos más extendidos que lo que vemos cotidianamente en los grandes medios. En un universo del mundo laboral que a grandes trazos mantiene una fuerza social objetiva de alrededor de 15 millones de personas, con más del 35 % sindicalizado e incluso con los sectores más precarizados que se mantienen organizados (como los movimientos de desocupados o quienes se organizan en lo que llaman la “economía popular”).
Desde el punto de vista subjetivo, venimos de movimientos masivos como la huelga universitaria y el movimiento estudiantil que comenzó a moverse alrededor de ese conflicto, el movimiento de mujeres que expresa un fenómeno que va más allá de la pelea por aborto legal o los trabajadores y las trabajadoras estatales que comenzaron a dar su respuesta.
Pero debemos volver a una cuestión sobre la que no está demás insistir: la dirigencia sindical y el grueso del peronismo militan mucho mas su “hay 2019” que la resistencia real y efectiva a Macri, mientras el 2018 nos quiere llevar puestos a todos y todas.
Como escribí en una nota publicada esta semana en la revista Anfibia: “Como pasó tantas veces en la historia de este país, ante un agotamiento prácticamente irrecuperable de estas características, la sobrevida se la pueden otorgar quienes disfrazan su capitulación o hasta su complicidad con la más elegante ‘responsabilidad’. Con una perversa e inconfesable lógica interna que puede resumirse en: ‘Que Macri haga el trabajo sucio y después -siempre desde mil escalones más abajo que nunca se recuperan- habrá que hacer el control de daños’”.
“Los mercados” golpearon por imponer sus intereses con mucho más convicción que la que demostraron los que presuntamente deberían defender a los trabajadores y a las grandes mayorías y el Gobierno también responde con mayor voluntad.
Esa es una conclusión esencial que hay que sacar no sólo hacia el paro del 25, sino más allá. Frente a un Gobierno decidido a ir por todo hay dos opciones: o las denuncias picantes que no pasan de declamaciones electorales futuras, promesas de regresos heroicos o discursos floridos; o la acción decidida y contundente para la que están dadas condiciones excepcionalmente favorables por la debilidad espantosa del macrismo.

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Uno de los aforismos más famosos y un poco idealista de ese libro milenario que es El Arte de la Guerra de Sun Tzu afirma que: “La mejor victoria es la que se logra sin combatir”. En la historia real y concreta -muchas veces- no combatir es la mejor causa de la peor derrota.

Fernando Rosso
@RossoFer

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