En el bloque sobre “derechos humanos y convivencia democrática” del debate presidencial que se llevó a cabo en Santiago del Estero, Javier Milei ratificó el discurso negacionista de su espacio político respecto al genocidio de la dictadura militar.
“Durante los 70 hubo una guerra y en esa guerra las fuerzas del Estado cometieron excesos (subrayados nuestros). Por tener el monopolio de la violencia les vale todo el peso de la ley. Pero también los terroristas de Montoneros y el ERP mataron gente, asesinaron gente, torturaron gente, pusieron bombas, e hicieron un desastre y también cometieron delitos de lesa humanidad”, sostuvo el candidato, quien además cuestionó la cifra de detenidos-desaparecidos. “No fueron 30 mil los desaparecidos, fueron 8.753”, apuntó.
Compárese estas palabras con las que pronunció el almirante Emilio Eduardo Massera durante el juicio a las juntas: “nadie tiene que defenderse por haber ganado una guerra justa. Y la guerra contra el terrorismo fue una guerra justa”. O bien: “aquí hubo una guerra entre las fuerzas legales, donde si hubo excesos (subrayados nuestros), fueron desbordes excepcionales, y el terrorismo subversivo, donde el exceso era la norma”.
El “libertario” copia su tesis argumental de los propios organizadores del plan de exterminio. Pero veamos más detenidamente las mentiras del candidato de La Libertad Avanza.
Entre 1976 y 1983, funcionaron en Argentina más de 600 centros clandestinos de detención en los que se torturó, violó y asesinó a miles de personas secuestradas en forma ilegal. Los militares practicaron también el robo de bebés. No hubo “excesos”, como dice Milei, sino un plan sistemático que apuntaba a liquidar físicamente a la vanguardia obrera y juvenil (el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas –Conadep- desglosa que el 30% eran obreros, un 17.9% empleados, un 5.7% docentes y un 21% estudiantes) y clausurar el período histórico abierto en 1969 por el Cordobazo, la rebelión que estalló en la provincia mediterránea bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía. Tampoco es cierto que se trató de una “guerra”, ya que no hay equiparación posible entre el terrorismo organizado y practicado desde el Estado y los ataques de las organizaciones armadas, las que, dicho sea de paso, ya estaban diezmadas al momento del golpe militar.
Milei no dijo de dónde saca la cifra de 8.753 desaparecidos que usa para tratar de relativizar el plan criminal y sembrar sospechas sobre los organismos de derechos humanos. Se aproxima a los 8.961 casos presentados por la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) en 1984, pero este es un informe incompleto, que no contempla denuncias no realizadas por temor, denuncias posteriores (que siguen apareciendo hasta nuestros días) y el caso de familias enteras que fueron desaparecidas y quedaron fuera de los registros. Solo en la Esma, uno de los 600 centros de detención, hubo 5 mil desaparecidos. Ya en 1978, el representante de la inteligencia chilena en Argentina, Enrique Arancibia Clavel, hablaba en un informe de 22 mil desapariciones desde 1975 (es decir, desde antes incluso del golpe), en base a contactos que sostenía con el Batallón de Inteligencia del Ejército 601. Vale señalar que existía una coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur, conocida como Plan Cóndor. El Estado ha retaceado la apertura de archivos y los represores han sostenido un pacto de silencio, además de verse favorecidos por las leyes de impunidad, por lo que es mucho lo que aún queda sin saberse del plan de exterminio.
La subestimación de las cifras no solo es un intento de banalizar la dictadura, sino de abonar la teoría de que los organismos de derechos humanos crearon el número de 30 mil para lucrar con subsidios, una infamia que pretende enlodar a las víctimas del terrorismo de Estado.
Milei dice que a las fuerzas del Estado “les vale todo el peso de la ley” por lo que hicieron en los 70, pero no es lo que realmente piensa su espacio político. Su candidata a vice, Victoria Villarruel, defendió legalmente a muchos de esos represores y promueve la liberación de los pocos militares que han sido condenados por delitos de lesa humanidad.
La reivindicación velada de la dictadura por parte de Milei lo pinta como el facho que es, por más que en el debate haya pretendido disimularlo con una definición doctrinaria del liberalismo de Alberto Benegas Lynch (h).
Myriam Bregman, candidata del Frente de Izquierda – Unidad, retrucó los planteos de Milei durante el debate, recordando a los 30 mil desaparecidos y enfatizando que “fue genocidio”.
El relato de Milei sobre los 70 está hecho al servicio de una absolución de los genocidas en caso de llegar al gobierno y de una relegitimación de las fuerzas armadas para usarlas en tareas de represión interna.
Gustavo Montenegro
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