El canallesco ataque de Juan Grabois a la docencia merece la condena y el repudio de todo los trabajadores y del movimiento sindical que se precie de serlo. Tildando a los y las docentes de “soretes abusadores seriales del Estatuto”, el dirigente del Frente Patria Grande confiesa no estar “tan en desacuerdo” con la ley antihuelgas del macrista Alejandro Finocchiaro. Es decir que la comparte y quiere que se ejecute.
Hipócritamente, afirma que hay que defender a los niños desprotegidos por los paros docentes. Como toda la derecha, Grabois pide la reforma laboral para terminar con el derecho a huelga docente y las conquistas gremiales contenidas en el Estatuto del Docente, arrancadas con años de lucha. El amigo del Papa Francisco promete ser implacable (sic) con los que “dejen sin clases a los pibes”. En pocas palabras, si la esencialidad trucha del gobierno de Milei no alcanzare, Grabois amenaza con la “acción directa” de las patotas contra los docentes y auxiliares que hagan valer su derecho a luchar por el salario y las condiciones de trabajo.
Lo de Grabois es una variante de la fuerza de choque que intentó montar Ramiro Marra de La Libertad Avanza contra los piquetes y el movimiento piquetero, y también del fracasado movimiento rompehuelgas pergeñado sin éxito por la exgobernadora María Eugenia Vidal. Como gusta decir el ex Guardia de Hierro Guillermo Moreno, el peronismo de los Grabois también quiere sacarse el lastre del “progresismo”. A Juan Grabois le saltó el enano fascista para tapar la responsabilidad de todos los gobiernos capitalistas en la crisis y el vaciamiento de la educación publica.
Yendo más lejos que Cristina Kirchner en sus insultos, los docentes son para Grabois soretes que se “rajan de las aulas”. En un gremio mayoritario de mujeres obligadas a trabajar en dos o tres cargos para llegar a la canasta básica, siendo muchas de ellas sostén de familia, esto es violencia de género. Grabois quiere el “modelo” de la educación privada clerical donde al oscurantismo ideológico y las campañas contra la ESI y el derecho al aborto se le agrega el disciplinamiento laboral y la ausencia por completo de derechos sindicales En las escuelas religiosas prima la “esencialidad” que sanciona con el despido las huelgas docentes.
El agente del Vaticano seleccionó cuidadosamente el escenario y las palabras para montar su ofensiva cómplice de la liquidación del derecho a huelga y de la destrucción del Estatuto del Docente. En su programa de streaming “Los Jinetes del Futuro” reprendió públicamente a un panelista del palo que denunciaba la “esencialidad” en educación como una maniobra del gobierno libertario y sus aliados para hacer pasar los salarios de hambre y la flexibilidad laboral. El “no estoy tan en desacuerdo” con la ley de Finocchiaro es en primer lugar un ultimátum para poner en caja a sus propias filas. El enemigo no sería Milei ni los gobernadores ajustadores, sino la docencia que se rebela y juega un papel de primer orden en la lucha colectiva contra el ajuste.
El cínico sabe donde pega y la connotación que tiene para las familias el acusar a los docentes de “abusadores seriales”. Estamos ante una campaña de provocaciones y confusión deliberada para dividir a la comunidad educativa incitando a los “pogroms” mediáticos contra los docentes. Grabois juega perversamente con la acusación de abusadores, como lo hacen las iglesias y las escuelas clericales que son vanguardias de la reacción, para negar la enseñanza de la Educación Sexual Integral y atacar a los docentes que la enseñan acusándolos de ser parte de una corporación de violadores, pedófilos y abusadores seriales.
El dictadorzuelo “implacable” sube a la docencia al banquillo de los victimarios mientras rescata a las burocracias sindicales. Según Grabois la secretaria general de Ctera, Sonia Alesso, le habría “confiado” personalmente los abusos de licencias y los paros que vacían las escuelas. El canalla grita aquello que los burócratas quieren disimular. En verdad, son Alesso y Baradel -que atacaron el masivo paro impulsado por la Multicolor en la provincia de Buenos Aires- los que se salen de la vaina para que se apruebe la esencialidad antihuelga y así poder cubrir su integración al gobierno de Axel Kicillof.
Las conducciones de la Celeste que alaba Grabois están dejando pasar la ley Finocchiaro sin lucha ni resistencia. Son funcionales a la reforma laboral de Milei. Por eso atacan a las seccionales combativas y a la docencia que enfrenta esta avanzada reaccionaria parando y movilizando. Por eso repiten con la derecha que los trabajadores de la educación son vagos y vaciadores seriales de las escuelas. No por nada Patria Grande es parte de la Celeste y de la burocracia sindical que quiere sustituir el Estatuto del Docente por un “convenio” adaptado a la flexibilización laboral (ya hoy miles de docentes bonaerenses trabajan desde hace años sin continuidad y totalmente precarizados en los Fines y otros programas “socioeducativos”).
Grabois critica a los impulsores de esta ley no por antiobreros sino por “marquetineros”, que no van a aplicarla porque les “chupa un huevo la educación”. El canalla usa su programa para insultar a la docencia cuando crecen las huelgas docentes masivas en todo el país, un síntoma inconfundible del cambio de estado ánimo que se va procesando en el pueblo trabajador. El pequeño aspirante debería saber que en Entre Ríos la comunidad educativa paró en solidaridad con la huelga docente no enviando a sus hijos a clase.
A Grabois no le gusta la lucha, al igual que a todo “demócrata” carrerista que pretende escalar al amparo del Estado burgués y sus instituciones. Baja línea cuestionando a quienes son “reactivos” a la agenda libertaria, es decir a quienes reaccionan y la enfrentan. Grabois se jacta de respetar los tiempos de la democracia y justifica las medidas más reaccionarias -como la ley antihuelgas- para que “no nos coman la base electoral”. La preconizada resistencia pacífica de Grabois apunta contra los paros -no sólo docentes- y estratégicamente contra la huelga general como perspectiva para acabar con la pandilla gobernante.
La borrada de la calle es una política deliberada de Grabois para bloquear una intervención propia de los trabajadores en la crisis política, social y económica que hunde a millones en la pobreza y la indigencia absoluta. El hijo de “pajarito” Grabois -un exdirigente peronista de los ’70 que pasó de la “izquierda nacional” al isabelismo lopezrreguista- ha quedado a la derecha del relato de la burocracia que al menos de la boca para afuera repudia a Finocchiaro.
Incluso a la derecha del relato del ministro de Educación de Kicillof, quien declaró en un reportaje que la limitación del derecho de huelga no estaba en la “perspectiva del gobierno provincial”. Alberto Sileoni prefiere la “autorregulación” de la burocracia de Baradel, integrada al gobierno de Axel Kicillof. El director de escuelas bonaerense miente por partida doble. Cuando afirma que “en estos cinco años no hubo paros docentes en la provincia de Buenos Aires”, ya que por el contrario Kicillof y Baradel tuvieron que vérselas con grandes paros convocados por la oposición Multicolor que rompieron el corsee burocrático. También porque- (a pedido de los Baradel y compañía) el tándem Kicillof-Sileoni aplicó descuentos salariales brutales a los huelguistas, además de declarar los paros docentes injustificados. Los “nacionales y populares” quieren ahorrarse el costo de la ley pero aplican su contenido. El propio Sileoni no especificó qué va a hacer en la provincia si la “esencialidad” se convierte en ley y se reglamenta.
Lo de Grabois no debería sorprender, porque quien vaticina implacabilidad contra la lucha docente es el mismo que ha hecho de la llamada “economía popular” una gigantesca oferta de mano de obra flexible y precarizada. En el archivo de entregadas de Grabois está la conferencia de prensa que lo tuvo como protagonista al lado del burócrata de la Uocra y exservicio de la dictadura Gerardo Martínez, donde lanzó su “Plan de Desarrollo Humano Integral” para tercerizar el conchabo flexible de la “economía popular” a cambio de un “trabajo mínimo garantizado”. Las burocracias sindicales y la cámara de la construcción aplaudieron para la tribuna, y dieron vuelta la página sin pena ni gloria.
El derechismo explícito de Grabois lo trasciende, porque expone la descomposición del nacionalismo burgués y de la pretendida izquierda que prometía radicalizar al peronismo. Tan importante como el repudio a esta provocación contra la docencia es la lección política que deja sobre las limitaciones insalvables de un nacionalismo cobarde que se mimetiza con Milei.
La construcción de una oposición política consecuente es inseparable del combate político e ideológico por acaudillar la lucha para terminar con el gobierno y el régimen antiobrero, y dar una salida de los trabajadores.
Daniel Rapanelli
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