viernes, junio 03, 2016

Diógenes de Enoanda, hacer hablar a las piedras



Si en super-célebre cita se decía que el otro decía que cosas veríais que harían hablar a las piedras, en la presente ocasión un discípulo de Epicuro hacía hablar a las piedras por medio de las inscripciones que en ella esculpió, o mejor hizo esculpir a modo de dazibao mineral, para conocimiento de los paseantes: retórica de la piedra. El responsable de tal muro de piedra de noventa metros de largo y tres de alto, por uno de ancho, colocado en el pórtico de la plaza de su ciudad natal, era Diógenes de Enoanda ( mediados del siglo II de nuestra era); el muro aleccionador quedó destruido al poco, por ataques de otras corrientes filosóficas y religiosas, y no se supo de él hasta el siglo XIX. El descubrimiento fue destacable ya que no se conocen muchos textos de Epicuro y el muro del que hablo contenía un certero resumen de las doctrinas del maestro del Jardín, sirviendo así de complemento a la obra del maestro del Jardín. La pretensión de Diógenes era ofrecer a todo el mundo una terapia para alcanzar la felicidad, haciendo gala de un destacado espíritu filantrópico hacia el género humano todo.
Podría hablarse del autor de las inscripciones que señalo como del último miembro de entre los seguidores de Epicuro( Samos, 341- Atenas, 270 / antes de nuestra era común ), que desarrollaba su labor hedonista ( no se entienda como sexo,droga y rock&roll que diría Ian Dury, o como propia del más cerdo y el más perro de los físicos que dijese un desairado alumno del maestro, senda por la que posteriormente transitaron los padres de la iglesia- ¡ ay san Jerónimo!- al considerar que cualquier pretensión de alcanzar la felicidad sin la ayuda de Dios estaba condenada al fracaso, y en cierto sentido, a la blasfemia al renegar de la necesidad del Altísimo) . Estas severas críticas y descalificaciones no evitaron que la influencia de Epicuro se dejase notar en bastantes pensadores del imperio romano ( Cicerón, Horacio, Séneca, Virgilio, Ovidio, Celso, etc. Mercería un capítulo aparte merecería Lucrecio y su significativo De rerum natura ) y en la posteridad renacentista, cuando el mismo Erasmo de Rótterdam venía a comparar la actitud de los epicúreos con la piedad de los cristianos.
Si etimológicamente el término filosofía ( atribuido a Pitágoras) significa amor a la sabiduría, también se consideraba en la antigüedad griega la filosofía como un camino para acceder a la buena vida,y como ejemplo de ella. La travesía iría desde el descubrimiento/estudio de la fisis de los denominados pre-socráticos, al interés por la polis ( sofistas y Sócrates) en aquellos tiempos en los que ágora era el lugar en el que se debatían las cuestiones comunes de los ciudadanos, pasando por el momento más destacado de los Platón y Aristóteles, para continuar en las escuelas helenistas, post-aristotélicas que observando la amplitud del mundo conocido, y dominado por el expansionismo de Alejandro Magno, juzgaron que de los asuntos de la polis se había pasado a los de la cosmópolis, lo que convertía la tarea de analizar- e intentar organizar tan vasto espacio, adornado por bien diferentes hábitos y costumbres- en ímproba; tal juicio les supuso un baño de humildad, que hizo que el centro de gravedad se deslizase hacia la vena ética, entendiendo tal como búsqueda de la felicidad….por tales presupuestos generales se movieron las diferentes escuelas entre las que pueden citarse la cínica, la estoica, y, por supuesto, la epicúrea. El ideal del sabio venía a ser el lema que podría unificar la búsqueda de esta corriente helenista; esta senda hacia la felicidad se plasmaba de manera especial, anteriormente ya había habido asomos de tal tipo de tendencias, en las comunidades que daban ejemplo de vida…en lo que nos ocupa un papel esencial lo ocupaba Epicuro quien en su Jardín reunía a sus seguidores que llevaban una vida de estudio, de mesura tanto en lo que hace a la alimentación como a otras costumbres. Entramos en el mundo de la ataraxia, la apatía, la afasia, transitando del conócete a ti mismo ( gnóthi seauton) al gobierno de sí, al cuídate a ti mismo ( epimeleía heautou).
La importancia del muro como queda señalado reside en que sirve de complemento a las enseñanzas del maestro del jardín, fragmentarias e incompletas, a la vez que dan muestra de una generosidad y confianza en que tales enseñanzas puedan facilitar la buena vida a cualquiera – independientemente de sus orígenes o pertenencia- que se detuviese a leer lo escrito; esta generosidad es muestra de un abierto espíritu de ayudar a los demás; esta actitud llama la atención debido al carácter del epicureísmo, más tendente a lo comunitario, que el del estoicismo, por ejemplo, que pretendía llegar al mayor número posible como subraya con tino Luciano Canfora, cuando dice que « los discípulos de Epicuro se identificaron hasta tal punto con él que se redujeron al papel de meros portavoces de su pensamiento» ( 1 ), quedando así su influencia a quienes compartían los lazos de amistad y comunidad de vida.
No se sabe mucho acerca de Diógenes de Enoanda, excepto obviamente de su origen geográfico, mas sí que se puede deducir que no era un cualquiera, en lo que hace a capacidad económica y prestigio, si se tiene en cuenta la posibilidad de elaborar la costosa obra y de colocarla en un lugar privilegiado de la ciudad. El primer tomo de la contrahistoria de la filosofía de Michel Onfray, en su empeño por alumbrar aquellos aspectos que la historia oficial / idealista ha ocultado o ignorado de las filosofías materialistas y hedonistas( postura que desde una óptica bien diferente resulta coincidente con el marxismo –recuérdese la tesis doctoral de Marx, y los elogios de la Academia de la URSS ( 2 ) con respecto al materialismo de Epicuro-) ; el filósofo normando concluye el volumen del que hablo con unas páginas sobre Diógenes de Enoanda ( 3 ) que confirman el retrato de Diógenes Laercio .
Sobre todos estos asuntos de los que hablo, y más, acaba de ver la luz una obra ejemplar, « El sabio camino hacia la felicidad. Diógenes de Enoanda y el gran mural epicúreo » ( Ariel, 2016) de Carlos García Gual hombre que ya ha dedicado textos importantes a Epicuro a sus contemporáneos y a sus seguidores ( 4 ), al igual que a otras muchas cosas más. Dos partes componen la obra: por una parte, la dedicada a la gran inscripción de Enoanda, por otra, Sobre el placer y la felicidad. Textos de Epicuro.
El ensayo comienza con unas precisiones sobre la inscripción y su descubrimiento de la mano de Mireia Movellán Luis, que nos ponen al corriente del hallazgo de los restos del muro, de las excavaciones arqueológicas y las indagaciones filológicas, amén de exponer el contenido de los mensajes y su estructuración. A continuación se presenta la traducción de la inscripción de Enoanda, que recoge textos sobre física, ética y varias cartas y máximas ( sobre la muerte, el placer, el temor, el deseo, el dolor, cl contrato, …) , que van seguidos de los pertinentes comentarios del traductor, García Gual quien hace hincapié en el carácter filantrópico del muro de Diógenes de Enoanda, en el que, este espíritu filantrópico muestra su tendencia a expandirse más allá de los límites del Jardín, en una proyección utópica de los valores , de confraternidad y ocio, al común de los mortales, ciudadanos del mundo.
Como queda dicho, la segunda parte reúne una serie de textos de Epicuro que se completa con una sabrosa exposición de la compleja, y en cierto sentido contradictoria, valoración de Nietzsche con respecto a Epicuro. Si el germano consideraba al filósofo griego entre los grandes, citándolo junto a los Montaigne, Platón, Spinoza, Goethe, Rousseau, Pascal y Schopenhauer, nada más lejos de la serenidad del griego que la inquietud dionisíaca e intempestiva del autor de « Humano, demasiado humano ». Recurriendo a diferentes obras del filósofo del martillo, Carlos García Gual muestra el uso que de Epicuro hacía Nietzsche de cara a enfrentarse al platonismo, al estoicismo y al cristianismo, si bien queda patente que la postura nietzscheana en pos de lo dionisíaco nada tiene que ver con la austera serenidad del hedonismo epicúreo que en ciertos aspectos le acerca a ciertos aires ascéticos del cristianismo….siempre que no se obvie , eso sí, la vena materialista epicúrea en la que los dioses sonrientes-según la propuesta del de Enoanda- quedan ausentes de los asuntos humanos.
Los diferentes aspectos de la doctrina del maestro del Jardín quedan fielmente reflejados en los textos traducidos, y por supuesto en la selección presentada de él mismo, persiguiendo liberar a los humanos del temor a los dioses ( éstos se preocupan de otros asuntos) y a la muerte ( cuando ella está nosotros no), con lo que se lograría la paz del alma. Necesariamente para lograr tal paz se ha de conocer la naturaleza, por medio de las sensaciones ( aisthesis). En la mentada vertiente ética, el tan manido hedonismo supondría evitar el dolor, lejos de cualquier asomo de libertinaje, con lo que se alcanzaría la serenidad del alma. Una vida tranquila y sosegada como meta, evitando multiplicar las necesidades, por la senda del autocontrol y el dominio de sí. Un pensamiento del placer que diría Jean Bollack ( 5 ). Como digo el pensamiento epicúreo queda fielmente reflejado en las palabras del discípulo Diógenes: el placer reside en la sobriedad, la felicidad en la ataraxia, el sufrimiento es siempre soportable, la muerte queda fuera de los sentidos y los dioses fuera de nuestra vida; sin olvidar las referencias al clinamen los átomos, el vacío y el movimiento, que más tarde servirían de base a los filósofos atomistas Demócrito y Lucrecio.
En estos tiempos en que la felicidad ( junto a la salud) se ha convertido en una obligación que está al alcance de todos, culpabilizando a quienes no acceden a ella pues los medios son numerosos y eficaces según los distintos vendedores de humo con nombre propio: Bucay, Rojas, Coelho, Brady, etc. y las diferentes tecnologías de auto-ayuda coaching al canto, y dulces musiquitas chil out, new age, o…lo que sea, no cabe duda de que es incomparablemente mejor acudir a los clásicos que a sus sustitutos o a las máximas calcadas y puestas a la salsa moderna…entre otras cosas porque no hay nada nuevo bajo el sol ( nihil novum sub sole), siendo además siempre preferible el original, de los médicos del alma, que la copia, pues esta generalmente oculta la profundidad y su propio carácter de mera copia y si no que se lo pregunten a algunos recopiladores de leyendas y cuentos budistas, hindúes, jainitas, etc., etc., etc. ( 6 )…

Iñaki Urdanibia

( 1 ) Luciano Canfora, « Una profesión peligrosa. La vida cotidiana de los filósofos griegos » . Anagrama, 2002; pp. 133 et ss.
( 2 ) M.M.Rosental y P.F.Iudin, « Diccionario filosófico». Ediciones Pueblos Unidos, 1965; p.143.
( 3 ) Michel Onfray, « Les sagesses antiques. Contre-histoire de la philosophie 1 ». Grasset, 2006; pp. 295 et ss.
( 4 ) García Gual, Carlos, « Epicuro ». Alianza, 1981.
Con Maria Jesús Imaz, « La filosofía helenística: Éticas y sistemas» Cincel, 1987; pp. 53 et ss. ( fue publicado posteriormente, en 2007, por Editorial Síntesis)
( 5 ) Jean Bollack, « La pensée du plaisir ». Les Éditions de Minuit, 1975.
( 6 ) Me permito recomendar un par de libros que ajustan las cuentas con los vendedores de felicidades: Gustavo Bueno, « El mito de la felicidad». Ediciones B, 2006; y « Los libros de autoayuda ¡ vaya timo » de Eparquio Delgado. Laetoli, 2014.

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