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martes, octubre 04, 2016
La crisis del Deutsche Bank y la guerra financiera mundial
La crisis del Deutsche Bank muestra que las contradicciones que llevaron a la crisis de 2007/8 no están cerradas y se mezclan cada vez más con las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias.
Como habíamos anticipado a comienzo de año y predijimos luego del enorme golpe que significó la filtración del Wall Street Journal (WSJ) de que el Departamento de Justicia norteamericano se aprestaba a aplicarle una multa record al gigante bancario alemán, las acciones del Deutsche Bank (DB) han caído en picada la semana pasada.
El pánico en el mercado está motorizado —la acción cayó a su nivel más bajo en más de 20 años— por temor a que el banco no pueda pagar esa multa masiva. El viernes, las acciones cayeron aún más a medida que rondaban los informes de que fondos de cobertura habían dejado de hacer negocios con el banco. Posteriormente subieron debido a trascendidos de que EEUU estaba preparado a disminuir 5.400 millones de dólares la multa, posiblemente una tregua de corta duración en la guerra financiera y económica en curso a los dos lados del Atlántico.
El Deutsche Bank: el Lehman de la burbuja mundial de deuda pública
El Deutsche Bank es a la burbuja global de la deuda pública mundial lo que Lehman fue a la burbuja de financiación de hipotecas en EE.UU. Dicho de otra manera, Lehman fue el catalizador, pero la raíz del problema eran los billones de valores depreciados, la existencia de precios de la vivienda insostenibles y un deterioro estructural profundo tanto a nivel financiero como económico del mercado hipotecario norteamericano.
El DB es mucho mayor hoy que lo que Lehman fue en 2008, y sus tentáculos están en todas partes. El alcance de la financiación de la burbuja de la deuda pública es varios múltiplos de la burbuja de la financiación de hipotecas.
Esta burbuja fue creciendo exponencialmente como resultado de un triple proceso: por un lado, los programas de expansión cuantitativa de los bancos centrales (principalmente en los últimos años del Banco Central Europeo y el Banco de Japón) que realizan compras masivas de estos valores de renta fija con el objetivo de estimular sus economías.
A ello se une la fuerte demanda de la banca internacional de bonos de deuda pública con el objetivo de cumplir los requisitos de capital.
Por último, como la situación de las bolsas de valores en el mundo se ha vuelto muy volátil, los inversores siguen viendo a la deuda pública como el único refugio en el que salvaguardarse de la fuerte tormenta que podría venir en un futuro más o menos cercano en la renta variable.
Esta fuerte demanda alimentó el círculo vicioso de falta de oferta de bonos de deuda pública, subidas de precios y bajada de rentabilidades nominales. Ello ha generado una enorme burbuja en el mercado de bonos de deuda pública en la cual los inversores se enfrentan a enormes pérdidas en su cartera si las condiciones excepcionales de liquidez cambian bruscamente.
Por eso, la crisis del DB no es el “capítulo más reciente de la interminable crisis bancaria de Europa”, sino “de la crisis más amplia de la globalización, que ha golpeado de forma particularmente dura a los bancos internacionales”.
Como explica un analista del WSJ: “Mucho antes de que la antiglobalización se volviera una causa política de moda, las autoridades financieras habían prometido “recuperar el control” y obligar a los bancos a resguardarse contra futuras crisis al mantener niveles de capital mucho más altos y proteger sus operaciones de los riesgos de otros activos. La resultante fragmentación de la industria financiera ha incrementado los costos de los bancos, incluido Deutsche, que ha sido obligado a colocar sus gigantescas operaciones estadounidenses en una subsidiaria segregada.
El Brexit probablemente generará una mayor fragmentación.
Al mismo tiempo, los bancos han sufrido un derrumbe de sus ingresos como consecuencia del doble golpe asestado por el estancamiento del comercio global y la menor cantidad de fusiones y adquisiciones, lo que ha reducido los honorarios de la banca de inversión, así como un nuevo mundo de tasas de interés negativas y curvas de rendimiento planas. Ambas tendencias también reflejan los desafíos de la globalización” (“Crisis of Globalization Lies Behind Deutsche Bank’s Troubles”, Simon Nixon WSJ 3/10/2016).
Los conflictos geopolíticos intensifican la crisis financiera
No cabe la menor duda que tanto el contenido de la decisión norteamericana como las circunstancias que la rodearon indican un movimiento calculado para golpear al
único gran banco internacional alemán.
Las respuestas políticas en Alemania no se hicieron esperar. Así, Peter Ramsauer, presidente del comité de economía del parlamento alemán, en declaraciones al diario alemán Welt am Sonntag, dijo que el movimiento del Departamento de Justicia norteamericano contra el Deutsche "tiene las características de una guerra económica".
Y agregó que los EE.UU. tenían una "larga tradición" de utilizar todas las oportunidades disponibles para librar lo que equivalía a una guerra comercial "si beneficia a su propia economía", y que las " exorbitantes reclamaciones" que se realizan en el caso de Deutsche Bank son un ejemplo de eso.
En el mismo sentido se pronunció Markus Ferber , miembro del Parlamento Europeo por la CSU, el partido hermano bávaro de los democristianos de Angela Merkel. Le dijo a Welt que el momento y el tamaño de la solicitud inicial del Departamento de Justicia contra Deutsche sugirieron que era una "respuesta de ojo por ojo" por las autoridades de Estados Unidos a la reciente decisión de la UE en contra de Apple. Recordemos que el mes pasado, la UE ordenó a Irlanda de recuperar 13 mil millones de euros en impuestos de la empresa de tecnología de Estados Unidos, afirmando que constituía una ayuda estatal ilegal a la compañía.
Por su parte, mientras el gobierno alemán está en una encrucijada por sus posturas duras en relacion a la crisis bancaria europea que puede volverse un boomerang político en caso de un eventual rescate (aunque todavía no estamos ahí), los principales líderes empresarios salieron sin ambigüedades a apoyar al gigante bancario.
"Los bancos alemanes fuertes son importantes para la fortaleza de la economía alemana", Dieter Zetsche, jefe del fabricante de automóviles Daimler Benz, dijo al diario Frankfurter Allgemeine. "Se trata de una estrecha relación, y lo seguirá siendo". Johannes Teyssen, jefe de la compañía eléctrica Eon, dijo al mismo diario que Alemania como un gran exportador sufriría "si solo podemos tener acceso seguro a los mercados internacionales de capital a través de bancos en otros países".
Por su parte, Peter Terium, la cabeza de la otra gran compañía eléctrica alemana, RWE, dijo que era "importante para nosotros tener un jugador global como el Deutsche Bank a nuestro lado" en el mercado internacional, mientras que Joe Kaeser, jefe de Siemens, dijo que el manejo de Deutsche "tiene toda nuestra confianza”.
La razón de fondo del agudizamiento de estos enfrentamientos es que en condiciones donde una inmensa masa de capital ficticio supera ampliamente (o no tiene contrapartida en) la riqueza ni en el capital real, cada sección del capital financiero debe enfrentarse cada vez más violentamente contra sus rivales en un intento de eliminarlos.
Así, a fines de la década de 1980, el DB trató de usar el espacio de maniobra abierto por la unificación de Alemania para ir mas allá de su pequeño mercado doméstico, expandiendo su negocio minorista alrededor de una Europa integrada a la vez que simultáneamente se transformaba a sí mismo en un banco mundial de inversión, rivalizando agresivamente a sus rivales, en especial los bancos norteamericanos.
Nada sintetiza mejor sus nuevas ambiciones que los dichos en noviembre de 1989, justo después de la caída del muro, y 10 días antes de su asesinato, de Alfred Herrhausen, director ejecutivo carismático del banco, que prevé que impulsado por la "gran fuerza económica" de Alemania reunificada, Deutsche estaba "destinado a jugar un papel importante en la banca global".
Pero esta financiarización del que el DB fue un ejemplo rivalizando e imitando, incluso en sus prácticas criminales, a los gigantes norteamericanos como Goldman Sachs, recibió un fuerte golpe con la crisis de 2007/8. Desde ese entonces, mientras que los bancos estadounidenses fueron reforzadas por los rescates organizados por el gobierno de Estados Unidos, la solidez financiera del Deutsche Bank se ha ido erosionando y desde entonces está abierta una batalla política por las nuevas reglas bancarias, de la que DB es uno de los primeros heridos.
Pero el Deutsche Bank no es el único objetivo. Las dimensiones más amplias del conflicto fueron dadas por el vicepresidente de la Comisión Europea (CE) para el Euro y encargado de servicios financieros, Valdis Dombrovskis, quien la semana pasada se opuso a elevar los requisitos de capital que se aplican a los bancos.
Este funcionario de la CE rechaza la idea de "igualar la ponderación media de riesgos a nivel mundial" como plantean los EEUU. "Una solución que no podemos respaldar es aquella que pesaría exageradamente sobre la financiación de la economía europea. Queremos evitar cambios que podrían llevar a un aumento significativo de los requisitos generales de capital asumidos por el sector bancario europeo", aseveró. Sin nombrar directamente a los EEUU, dijo: "Queremos una solución que funcione para Europa y no ponga a nuestros bancos en desventaja en comparación con nuestros competidores a nivel mundial".
La crisis del Deutsche Bank y la guerra financiera en curso entre EEUU y Alemania muestra cómo la exacerbación de las contradicciones insolubles de la economía capitalista agudizadas desde la crisis de 2007/8 están alimentando las tensiones geopolíticas, y viceversa, actualizando una vez más el carácter de la época de crisis, guerras y revoluciones como fue el caso a lo largo del siglo XX.
Juan Chingo
Comité de redacción de Révolution Permanente
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