Una de las primeras cosas que hacíamos los jóvenes cinéfilos al llegar a París era visitar religiosamente todas aquellas películas a las que el franquismo miraba con los peores ojos, y esta era una de ellas. Además de estar protagonizada por actores como Gregory Peck, Anthony Quinn, que también hicieron junto el film-épico antinazi “Los cañones de Navarone” en la que también se ofrecía un cierto homenaje al maquis español.
Todo el mundo sabía que el personaje central era un antiguo combatiente de la Columna Durruti, concretamente Sabaté quien cruza la frontera francesa en 1939 siendo internado en el campo de concentración de Vernet d´Ariège. Se sabe que participó activamente en la Resistencia. En 1943, junto con su compañera Leonor y su hija Paquita, se instala en Perpignan y decide reiniciar la lucha en España. Para conocer los sitios claves los de los Pirineos, Quico se incorpora a un grupo que pasaba fugitivo de los nazis a España. Su primer viaje a Barcelona lo hace, con varios afines suyos, a primeros de octubre de 1945. Aprovechando el viaje realiza, junto con su antiguo compinche “El Albisinio”, un doble golpe en su ciudad natal. El dinero le sirve para poner en marcha el grupo de acción que ya estaba esperándole. El hecho más notable que realizaron fue la liberación de un grupo de presos libertarios. Por entonces, el que será su mortal enemigo, el comisario Quintela, había descubierto ya su autoría en un atraco en su ciudad natal, L´ Hospitales del Llobregat. Consciente de la situación Sabaté se dedica a montar una importante infraestructura. Sigue sus actividades hasta que en 1948 las autoridades francesas lo condenan a tres años de prisión por contrabando de armas; el régimen franquista exige su extradición. En 1949 contacto en Barcelona con “Los Maños” con los que prepara un atentado contra el comisario Quintela, que falla al prestar este su coche a un grupo de falangistas, el mismo año inicia junto con el grupo de Facerías una intensa campaña ante la llegada del dictador a Barcelona. En junio es detenido en Francia y (Montpellier), en tanto que la policía franquista logra desmontar la red de apoyo montada en Cataluña.
A principios de 1955 y después de que la CNT, se niega a darle apoyo, el Quico crea los Grupos Anarcosindicalistas cuyo órgano de expresión se llamará El Combate. Interviene en Barcelona con acciones audaces y con la propaganda (distribuida masivamente con mortero en los campos de fútbol). En 1956 y 1957 el grupo va cayendo (42 detenidos en Cataluña), mientras que Quico ha de penar 8 meses en la cárcel de Montpellier. En contra de todos los consejos hará su último vieja en diciembre de 1959 con un grupo muy reducido y cae, después de una fuga rocambolesca, herido y rematado por el someten y la guardia civil que había temblado sólo con oír su nombre. Frente a las calumnias del régimen que lo trata de terrorista y de bandido, la CNT lo saluda como “un gladiador de la libertad”.
Quizás no sea tanto de extrañar que la primera referencia de interés sobre la resistencia libertaria española proviniera de una película extranjera, aunque no deja de resultar singular que provenga de Hollywood, claro está de su ala más de izquierdas… Es el caso de Behold a Pale Horse (1964), del cineasta antifascista Fred Zinnemann que compró los derechos y la dirigió entre dos títulos “temáticamente” interesantes: Tres vidas errantes (1960), la historia de una familia de trabajadores irlandeses que trabajan como esquiladores en Australia, y que mantienen una actitud muy autónoma en relación a los patronos, y la oscarizada Un hombre para la eternidad (1967), una exaltación de la defensa de la conciencia por encima de la “razón de Estado” por parte de Tomas Moro, el autor de Utopía. Comencemos por señalar que resulta un título extraño, que evoca reminiscencias bíblicas extraídas de las Revelaciones 6-8 incluidas en el libro de Apocalipsis, cabe suponer que siguiendo el hilo de El séptimo sello, de Bergman. Aquí se estrenó muchos años más tarde ya en plena libertades como…Y llegó el día de la venganza, por cierto, un título más bien propio de un trillado “spaghetti western”. Se trata de una producción bastante singular (una excepción dentro del panorama de Hollywood, rodada en París, contaba con una hermosa calle mayor española creada por Alexander Trauner), y estaba basada muy, pero muy libremente en las hazañas de “Quico” Sabaté, el célebre “maquis” anarquista de L´Hospitalet que se enfrentó al aparato represivo del franquismo con una serie de acciones que al parecer causaron el interés de Emeric Pressburguer como escritor. Zinnemann cuenta que encontró gente que vivía en Perpignan y en Toulouse y que le proporcionaron una gran información sobre Sabaté, y añade: “…el film no era demasiado bueno, pero las investigaciones para hacerlo fueron muy interesantes”.
Éste fue un cineasta conocido ante todo por su estrecha y muy valorada colaboración con Michael Powell, pero en la que no se encuentra el menor vestigio que permita comprender su atracción por la historia de Sabaté para tomarla como referencia en la que sería su única (y exitosa) novela, Killing of Mouse on Sunday…La película contiene algunas imágenes del documental Morir en Madrid, de Frederic Rossif, y permaneció prohibida en España hasta 1979. Fue una auténtica excepción dentro del panorama cómplice por parte de Hollywood, al menos de aquellos famosos acuerdos entre Eisenhower y Franco.
Ya de entrada, la noticia de semejante producción se convirtió en un problema para el régimen que amenazó a la productora, la multinacional Columbia, con un boicot generalizado a sus producciones, tanto fue así que tuvo que cerrar la producción para dedicarse únicamente a la distribución. Cabe suponer que el problema radicaba tanto en el propio contenido como en la presencia al frente del reparto de algunos de los actores más carismáticos del momento, nada menos que Gregory Peck, Anthony Quinn que acababan de intervenir en un éxito extraordinario en Los cañones de Navarone en la que, por cierto, la censura recortó unas referencias a los republicanos españoles. El reparto estaba complementado por Omar Shariff, éste recién salido de Laurence de Arabia y a punto de protagonizar Doctor Zhivago. De alguna manera, las presiones del régimen se notan en una trama que ofrece una descripción del franquismo como un régimen policiaco pero sin entrar en mayores detalles. Con todo, se puede hablar de un desafío al régimen, baste recordar como Hollywood había afrontado la guerra civil española, sobre todo en los últimos tiempos. No hay más que ver Las nieves del Kilimanjaro, donde el trasunto de Hemingway (el mismo Gregory Peck), parece descubrir que el enemigo de verdad se encuentra en las propias filas republicanas, o sea en los comunistas, curiosamente con un “malo” al que se describe con los perfiles físicos añadidos y característicos de Valentín González “El Campesino”.
Aunque un tanto desprestigiada en la actualidad,…Y llegó el día de la venganza no deja de contar con ciertos atractivos más allá del puramente histórico (quiera que no provocó una cierta crisis política y puso al régimen en un aprieto) y mitómano. De ahí que durante bastante tiempo figuró en las carteleras francesas y su visión fue de “obligado cumplimiento” para los viajeros que buscaban –entre otras cosas- las películas prohibidas en España. El personaje (Artiguez, Peck) no es, al menos no se nos indica, ningún revolucionario social, a lo más es un anticlerical que odia a la guardia civil, en especial al capitán Viñolas (un Anthony Quinn muy desubicado), si acaso es un antifranquista sin fisuras. Al decir de Zinnemann: “La idea de que Viñolas, un capitán de esa sagrada institución, era el malo de la película, suscitaba cuestiones delicadas especialmente para la Columbia…” La vehemencia de Artiguez queda bastante bien reflejada cuando al principio de la película, en un tramo que recuerda tantas imágenes de la retirada republicana por los Pirineos, se niega a renunciar a las armas y a la lucha, y en un gesto airado, regresa por donde ha venido. No fue otro el impulso básico de toda una generación de jóvenes combatientes, un gesto propio de los que no se habían rendido.
“Passeur”, personajes como Artiguez, que conocía la frontera pirenaica como la palma de su mano la hubo en todas las izquierdas obreras, por eso los del POUM quisieron ver en el personaje la imagen de “Toni” Franqueza, pero está claro que el modelo no era otro que Quico Sabaté según confirmaría el propio director –que asegura que estuvo entrevistando personas afines en el sur de Francia- en una entrevista publicada en el Dirigido por...
El desteñido liberal inherente al carácter eminentemente posibilista del producto no impide empero, que desprenda ciertos elementos míticos que se apoyan en una base histórica auténtica. Artigas es alguien fiel a sus ideas, que no ha cesado de luchar, que es reconocido por sus compañeros, y lo que es más fuerte, que está dispuesto a luchar hasta el final, de arriesgarse a una caída con tal de ver a su indómita madre (la fordiana Mildreck Dunnock). En principio por una venganza, para matar al traidor (Raymond Pellegrin) y castigar al guardia civil que había torturado al padre de un chico, pero está claro que para continuar la lucha que se había negado abandonar en 1939. La parte digamos religiosa, resulta más bien ridícula. No obstante tampoco le hizo la menor gracia al régimen, el cura se niega a colaborar con Viñolas por más que éste ve algo así como lo más natural del mundo. No obstante, el personaje de Shariff bosquejaba la existencia de un clero joven y disidente que ya no comulgaba con la barbarie del régimen, aunque la película le atribuye una actitud franciscana más allá de la “venganza”. Al final, lo que llega al público es ese “maquis” que después de años de lucha sigue tan firme y ajeno a las riquezas como el primer día, un tipo fuerte y entrañable que existió con más inteligencia y capacidad pero que al que Gregory Peck la confiere una sólida intensidad interior y una probada prestancia…
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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