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martes, septiembre 11, 2018
Unificació Marxista, Socialista Unificat: una historia paralela
La creación del POUM en 1935, y diez meses después (julio del 36) del PSUC, no fue ninguna casualidad como tampoco que en ambos casos figurara la palabra “unificación”. Ambos surgieron del mismo proyecto, el de la Alianza Obrera cuya divisa es “antes Viena que Berlín”; o sea antes la resistencia que la derrota. Animada especialmente por los comunistas antiestalinistas (BOC; ICE que se apoyan en los formidables escritos de Trotsky sobre la necesidad del frente único contra el nazismo), la Alianza consigue el apoyo de la izquierda del PSOE. Y con más entusiasmo entusiasta de la juventudes socialista. Consiguen el apoyo del PCE que tiene que guardarse en el bolsillo sus imposiciones contra “los trotskistas· (o sea las comunistas democráticos), así como de los sindicatos de oposición de la CNT, y de otros grupos menores. Será la hora del ¡Uniós Hermanos Proletarios! (¡UHP¡), que se plasma en la insurrección de la democracia obrera asturiana y en los acontecimientos del 5 de octubre en Cataluña.
La derrota trágica pero época de la Alianza Obrera en Asturias, y sus hesitaciones en Madrid vino a reafirmar el drama de las divisiones y enfrentamientos dentro del movimiento obrero. La radicalización de la izquierda socialista no había convencido a la CNT, que se mostró hostil a lo que entendía como una “maniobra marxista”, y la FAI se movilizó contra la tentativa, salvo en Asturias y Madrid. La izquierda socialista, por su parte, no se tomó su compromiso en serio, sus torpezas fueron múltiples. No obstante, la derrota obligó a todo el mundo a replantearse la situación, de manera que la CNT inició la reintegración de los “trentistas” en su seno, mientras que la izquierda socialista apostó por integrar a los “marxistas”, en especial a bloquistas y trotskistas, una propuesta para nada descabellada que, entre otras cosas, podría haber significado un PSOE catalán liderado por Joaquín Maurín y Andreu Nin, una propuesta que habría cambiado el curso de la historia.
Desde un ángulo autónomo, la propuesta de “unificar a los marxistas” de la Alianza tuvo una especial relevancia en Cataluña, no en vano estos habían demostrado que habían sido capaces de organizar una huelga general a pesar de la CNT y por lo mismo, se abría la posibilidad de crear un partido obrero revolucionario, considerando que el sindicalismo se había mostrado insuficiente.
Sobre esta base, el pequeño Partit Cátala Proletari (PCP) que se plantea la libertad nacional de Cataluña tomando como referencia las ideas leninistas, convocó la primera reunión de los seis partidos marxistas de Cataluña el 3 de febrero de 1935 para preparar la formación del partido socialista catalán, en base a la idea de que el sindicalismo era insuficiente para avanzar. A esta reunión asistieron representantes de dicho partido, de la Unió Socialista de Catalunya (USC), de la Federación Catalana del PSOE, del Partit Comunista Catalá (PCC), del BOC y de la Izquierda Comunista que habían superado viejas divergencias trabajando codo con codo en la Alianza. Unió, el partido de Joan Comorera, sostuvo esta vez la tesis de que antes de ir a la unificación de los seis grupos, debía realizarse la fusión de los más afines; o sea, de los socialistas por un lado y de los comunistas por otro.
Anteriormente, esta misma formación había vuelto a entrar en negociaciones con el PSOE que se mostraba ahora más abierto a la cuestión catalana buscando la unión sobre una base autónoma específica. Por ello, de momento, se sometía a la línea general del PSOE, el cual seguía optando por la vieja táctica republicano-socialista y deseaba aprovecharse de la tendencia unificadora de la base obrera, defendiendo la tesis de que la unidad debía realizarse ingresando todos los demás partidos marxistas en el PSOE, como una manera de derrotar a la derecha. Naturalmente los demás partidos se oponían a esta tesis y según Maurín, la experiencia histórica demostraba que sólo tendría éxito la unificación si se creaba un nuevo partido que fuese, en Cataluña, la síntesis de todos sus integrantes.
Por su parte, los comunistas se mantuvieron a la expectativa, condicionando su respuesta a la postura que adoptase la directiva central del PCE. El PCP y el BOC lograron, a pesar de todo, un primer acuerdo en el que se reafirmaban varios postulados de la Alianza Obrera como base de una futura unificación: la necesidad de desarrollar la corriente socialista con independencia de cualquier partido burgués, la adopción doctrinal del marxismo revolucionario, la necesidad de la instauración transitoria de la dictadura del proletariado, dicho de otra manera, el acuerdo en base a una “democracia obrera” como la que había dado vida a la “Comuna de Asturias.
Sin embargo, el PCP aparte de ser el más pequeño y solamente tener influencia en Cataluña, era el más predispuesto a una unificación limitada a Cataluña, por lo tanto este acuerdo no tuvo mayor trascendencia aunque sí revelaba cuál era el criterio dominante en aquel momento. En la segunda reunión (6 de abril de 1935) no asistió la sección socialista, de manera que la USC se vio obligada a adoptar una posición de reserva. En cuanto al PC, aceptó participar en la creación de un comité de enlace con la condición de que quedaran excluidos los “trotskistas”, lo que significó un serio obstáculo, pues los demás partidos consideraron esta propuesta incompatible con el espíritu de unificación previsto. Sobre todo por parte del BOC que hasta entonces había sido tildado de “trotskista enmascarado”, dicho en un lenguaje que era el propio en el PCE de la época aunque todavía no se hablaba de Salamanca o Berlín ni mucho menos.
Cuando todavía no habían terminado las negociaciones, el PCC propuso al BOC la unificación entra ambos al margen de los otros, dado su común adhesión al comunismo, una propuesta que fue rechazada por Maurin. Este gesto mostraba una actitud más abierta que antes al trabajo conjunto en la Alianza. El BOC se mantuvo en la idea de una unificación de todos los partidos marxistas catalanes sin excepción. Más tarde, cuando se estaba sellando la fusión del BOC y la IC, el PCC volvió a proponer al BOC la unión entre ambos, enviando también la invitación a las secciones locales de esta última formación, cuya directiva contestó al PCC con dos cartas (el 15 y el 30 de junio de 1935), invitándolo a unirse al POUM ya en marcha, propuesta que el PCC rechazó.
Hubo una tercera y última reunión (13 de abril de35) de los seis grupos marxistas catalanes para hallar una base de acuerdo para su unificación. Los socialistas (PSOE y USC) defendieron la posición de que había que mantener y reforzar la Alianza Obrera —que agrupaba partidos y organizaciones sindicales—, pero invitaban a los otros grupos políticos a ingresar en el PSOE si querían de verdad un solo gran partido proletario. Una propuesta que Largo Caballero entendía como una medida a reforzar el ala izquierda en su partido y que igualmente significaba una apertura hacia un PSOE que asumiera la cuestión nacional catalana. Pero el BOC y el PCP insistieron en que se trataba de lograr solamente la unificación en Cataluña, lo cual no era cierto en el primer caso.
Llegó un momento en el que el proceso unificador inicial se mostró inviable, aunque no por diferencias programáticas. El PC, la USC y la FC del PSOE afirmarían después que la causa de este fracaso radicó en la pretensión del BOC de crear un nuevo partido, que se expandiera fuera de Cataluña, en oposición al PSOE y al PCE. Pero el hecho fue que durante las conferencias que acaban de reseñarse, el BOC —igual que el PCP— rebatió precisamente las objeciones socialistas y comunistas, argumentando que lo que se trataba de lograr era un partido marxista unificado exclusivamente catalán. Es cierto que luego Maurín y Nin se reafirmaron en la necesidad de crear un nuevo partido a escala del Estado español que desbancase al PSOE y al PCE, a los que consideraban fracasados, pero no había sido ésta su postura en las conferencias de los cuatro primeros meses de 1935.
NI el BOC ni el reducido grupo trotskista catalán rompieron las negociaciones, pues éstas no tuvieron continuidad, en gran parte, debido a las posiciones socialistas y comunistas. Si en abril la actitud del BOC hubiese sido tan incompatible con la de los demás, el PCC no le hubiese propuesto la unión entre ambos. Tras la reunión del 13 de abril, el PCP y el BOC siguieron por su cuenta las negociaciones, pero éstas no tardaron en fracasar debido a que el BOC empezaba ya a sostener la tesis de un partido unificado no limitado a Cataluña. En julio de 1935 las negociaciones entre la USC y el PSOE fracasaron una vez más y el partido de Comorera, ya sin trabas, respondió afirmativamente a la propuesta del PCP de crear un comité de enlace entre ambos. El PCC no ingresó en este comité de enlace hasta enero de 1936 y la FC del PSOE no participó plenamente hasta mayo. En junio de 1935, según se ha indicado, el PCC propuso al BOC la fusión, con exclusión del grupo de Nin y Andrade, justamente con el que el BOC había mostrado mayor afinidad en los últimos tiempos. De hecho, el BOC había adoptado la teoría de la revolución permanente y la denuncia a la política estalinista en todas sus manifestaciones
De hecho, antes de que se sellase esa unión, las posibilidades teóricas del BOC se ampliaron todavía más. En agosto, Santiago Carrillo, entonces líder indiscutido de las Juventudes Socialistas, invitó desde Claridad al partido de Maurín para reforzar la Alianza Obrera y la revolución proletaria española. Éste respondió que, tal como estaba organizado el PSOE, lo más importante era operar “una clarificación” leninista, y algo parecido declaró Juan Andrade, sobre todo en las circunstancias contradictorias en que se hallaba. No obstante, una minoría del BOC no consideraba tan descabellada la propuesta de Carrillo, como pronto podría verse.
También el grupo trotskista se había visto instado por Trotsky a ingresar en el PSOE con las banderas desplegadas, como se haría por un tiempo en Francia (hasta que León Blum los expulsó siguiendo una exigencia del PCF). Como su influencia real mínima, Trotsky preconizaba desde 1934 el ingreso en los partidos socialistas para radicalizar su ala izquierda e influir más eficazmente en las masas trabajadoras. En el caso español, Trotsky no gozaba de la misma información que tenía en Francia -donde mantenía correspondencia con los socialistas de izquierdas, concretamente con Marceau Pîvert y Daniel Guérin-, ignoraba la evolución de Maurín (al que seguía tachando de “bujarinista”), e ignoraba lo que había significado la Alianza Obrera. Lo que sí dejó clara la nueva situación fue la existencia en el BOC de una minoría contraria a la denuncia del estalinismo y que no se integró en el POUM. Entre los disidentes eran cuadros como Pere Ardiaca, Manuel Rodríguez Salas (ambos convencidos estalinistas en 1937), Víctor Colomer, Victorio Sala, Miguel Ferrer, Ángel Estivill y Llibert Estartús, algunos de los cuales fueron contemplados como “trotskistas infiltrados” y acabaron trágicamente. Algunos se integraron en el PSOE catalán, otros en el PCC, para finalmente encontrarse luego en el PSUC.
Por su lado, Nin había afirmado en la revista Comunismo (septiembre de1934), la necesidad de mantener la independencia orgánica de la vanguardia obrera, defendiendo el frente único pero sin confundirlo con un utilitarismo circunstancial con “un conglomerado amorfo, condenado a romperse al primer contacto con la realidad”. A pesar del prestigio de algunos de sus líderes, la IC era un grupo muy pequeño, sobre todo en comparación con el BOC. Su presencia se centraba en el núcleo madrileño y singularmente en la localidad extremeña de Llerena, donde había conseguido ser hegemónico. Se les reconocía su alto nivel teórico, pero no era la teoría lo que más preocupaba entre los trabajadores, muy reacios a escuchar críticas a la URSS de Stalin. Para Maurín se trataba ante todo de consolidar un grupo dirigente que compartiría con Nin.
Las relaciones de Nin con Trotsky se fueron tensando desde el momento en que este, trató infantilmente de encontrar interlocutores más jóvenes y decididos que Nin al que atribuía (como sucedió en Francia con Alfred Rosmer, una actitud “clásica”, inadecuada para la audacia que exigía la coyuntura que se abría y que en Francia encarnó durante un tiempo Raymond Molinier. Lo cierto era que a finales de 1935, el recién creado POUM era el partido marxista más numeroso de Cataluña, sumando unos 7 000 afiliados. En vísperas del golpe militar fascista, el POUM declaraba que había alcanzado la cifra de 10 000 afiliados.
El avance del POUM estimuló al PCC a entrar en negociaciones con el comité de enlace de la USC y el PCP, lo que aceleró las negociaciones. El 24 de noviembre de 1935, dicho comité organizó un mitin en el Price de Barcelona, en el que intervino también el PCC como invitado. Desde el penal donde permanecía por su actuación en los hechos de Octubre, Comorera escribió al consejo directivo de la USC instándolo a una rápida unión entre los diversos grupos. Durante la primera quincena de enero, el PCC ingresó en el comité de enlace…
Mientras se suceden los encuentros la situación política se acelera. Desde finales de 1935 a principios de 1936, con la disgregación de las derechas parlamentarías y el triunfo del Frente Popular, el movimiento obrero volvió a levantar cabeza, y la base presionó cada vez más fuertemente a sus dirigentes en pro de la unidad de clase, del UHP. Pero previamente se impuso, frente a las derechas, la coalición electoral con las izquierdas burguesas. La CNT y la izquierda radical que había dado su apoyo a la insurrección de Asturias, que se habían manifestado contrarias a cualquier clase de colaboración con la izquierda republicana burguesa acabaron por aceptar en enero de 1936 la coalición electoral del Frente Popular.
De alguna manera, esta posición aparecía como la que siempre había mantenido la USC, y por ello desempeñó un importante papel de enlace entre las izquierdas burguesas y las obreristas en Cataluña. Dada sus buenas relaciones con ERC, el partido de Comorera logró cuatro candidatos dentro de la candidatura del Frente Popular, al lado de seis de los demás partidos obreristas, entre ellos Maurín, en tanto que Nin fue vetado por el PCE.
El temor a un golpe contrarrevolucionario preventivo por un lado, así como el remordimiento por haber abandonado a sus correligionarios asturianos en 1934 y la amarga experiencia de sus pasados fracasos insurrecciónales, impulsaron a los dirigentes anarquistas de la CNT a reconocer al fin que ésta no podía por sí sola realizar la revolución y se plantearon por primera vez en serio la necesidad de una alianza con la UGT de cara a una posible futura unión. Esta vez se olvidaron de hacer campaña a favor de la abstención.
Por otra parte, era cada vez más evidente que las declaraciones cenetistas antielectorales y contra todo tipo de partido político eran cada vez más inoperantes y retóricas, pues gran parte de la base confederal, con la aprobación de sus dirigentes, había contribuido con su voto y sin poner condición alguna al triunfo de las candidaturas del Frente Popular, candidaturas de mayoría burguesa. Ello ocurrió tanto en Cataluña como en el resto del Estado español. La CNT estaba cambiando su práctica, negándose, sin embargo, a cambiar de teoría más allá de la opción pestañista por crear el Partido Sindicalista al margen (pero no en contra) del proyecto marxista y de las reflexiones de Joan Peiró sobre un Estado obrero basado en los sindicatos y en las comunas agrarias.
Constituido después de las jornadas de julio del 36 en Barcelona, el PSUC hará todavía un solemne llamamiento al POUM para una unificación definitiva. En el tiempo que sigue, las diferencias apenas sí se hacen notar, parece como si el problema del “trotskismo” no hubiera evolucionado desde su primer momento. En Madrid, Dolores Ibárruri contesta a una pregunta de Mika Etchébère que “ahora lo que se trata es de combatir juntos el fascismo”. Todo se oscureció cuando a finales del 36, Stalin dictaminó que el “trotskismo” ha dejado de ser una corriente del movimiento obrero para convertirse en el núcleo central de la “quinta columna” dando lugar a una de los capítulos más ignominioso de la historia del movimiento obrero internacional.
De lo que resulta evidente que la campaña criminal contra “el trotskismo” fue dictada desde Moscú, y significó un giro del PSUC hacia la política de crear problemas a la Alianza con aquellas democracias que habían tomado partido por lo no-intervención.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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