sábado, diciembre 28, 2013

Memoria que quema



Memoria del fuego es una trilogía imprescindible del uruguayo Eduardo Galeano que nos propone revisitar la América, sus latitudes, sus personajes, lo real y lo fantástico. Es, como esta nota, una invitación al descubrimiento.

Eduardo Galeano es la autoconciencia, la lucidez de América. Desprestigia todos los premios que no ha ganado, a todas las academias que lo han rechazado. Sus herejías le han valido la condena de los eunucos de las respectivas iglesias literarias. No tiene género: a su periodismo le sobra belleza, a sus ensayos les falta rigor, a su literatura le sobra conciencia. Galeano no es solo un poeta, periodista, ensayista y dibujante. Es también un trovador, un cuentacuentos, quizás el más grande antropólogo americano desde Bernardino de Sahagún, aquel misionero franciscano tan celoso de nuestra cultura primigenia, cuyas desventuras él mismo narrara. El uruguayo ha comprendido como nadie que los pueblos de nuestra Patria Grande necesitan historia y memoria, pero también y fundamentalmente, fantasía y belleza. Galeano no ha inventado nada y a la vez lo ha reinventado todo, como Rodolfo Walsh, como Ryszard Kapuściński, como John Reed, como todo cronista que se precie.
Su trilogía Memoria del Fuego, alumbrada entre 1982 y 1986, espabila la historia colonial de nuestra tierra americana, destila de su herencia milenaria y de sus siglos de conquista todo lo que tiene de trágico, de hermoso y de épico. Cada fragmento, concebido según la máxima de que nunca es demasiado breve, nunca demasiado simple, deja de lado todo ornamento. Cuando la historia brilla por cuenta propia, de sobra están los decorados y los fuegos de artificio. Cada prosa breve es como una estocada al alma: un amor y une ternura inmensa sobrevuelan estos tres grandes volúmenes de relatos, testimonios, mitos y oralidades.
Esta obra sacude violentamente nuestra conciencia colonial, nos incomoda, nos acribilla a preguntas. Todo lo que cuenta parece maravilloso, fundacional, impostergable, y sin embargo, desfilan los nombres, figuras y latitudes, pequeñas crónicas y grandes acontecimientos que nos son absolutamente desconocidos. Galeano parece preguntarnos: ¿Hasta dónde puede uno ser extranjero de la tierra que pisa? ¿Cómo es posible que seamos extraños en nuestra propia historia? Al leerlo solo nos entristecen los pobres alcances de la memoria. Son tantas y tan vastas las historias que no han arrebatado, que han silenciado, que ha censurado la basura colonial que no ha cesado de verter nuestra cultura eurocéntrica. Una ojeada al índice onomástico convencerá a los indecisos de esta verdad: no sabemos nada de nosotros. De Cajamarca a Cayo Hueso y de Barbados a Tlatelolco, desfila una geografía que nos es ajena. De Zumbí a los Flores Magón, de las cochabambinas a Carillo Puerto, unas biografías que han sido desarraigadas de nuestra memoria colectiva.
Galeano nos propone revisitar la América, de forma tan similar y tan distinta (en suma, tan llena de paradojas), a la que ya nos planteara con Las venas abiertas de América Latina. El primer tomo comienza con la etapa precolombina y se extiende hasta el siglo XVII, y nos ofrece las aventuras y desventuras de los conquistadores, la crónica de la resistencia indígena y el origen mítico de estas tierras en la voz de las diferentes cosmogonías americanas. El segundo tomo, que comprende los siglos XVII y XVIII, narra todo el ciclo de las luchas de independencia con sus grandes y modestos protagonistas y nos lleva a preguntarnos, legítimamente, por el origen de la barbarie en estas tierras arrasadas. El tercer y último tomo abarca el siglo XX, narrado, en sus propias palabras, “a través de las pequeñas historias de cada día, como quién mira el universo por el ojo de la cerradura”.
La reciente edición a precios accesibles de su biblioteca completa por parte de Editorial Siglo XXI, es una oportunidad inmejorable para acceder a esta obra imprescindible. Es indudable que después de leerla, podremos sentirnos hermanados con el entrañable uruguayo, quién sin ninguna solemnidad, se declara “orgulloso de haber nacido en esta maravilla, en esta mierda, durante el siglo del viento”.

Lautaro Rivara.

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