Estados Unidos se encuentra atribulado en el gran Medio Oriente y se escenifica una fractura geopolítica en el Mar Negro –con las vacilaciones de sus aliados Turquía y Ucrania–, mientras Obama arranca una apoteosis energética con la captura de los hidrocarburos de México, principalmente en las aguas profundas del Golfo de México –a ser rebautizado como Golfo de Estados Unidos– y con el polémico cuan tóxico shale gas (gas esquisto/lutitas).
Así, Obama puede contener tanto el retorno triunfal de Rusia al escenario internacional como el pacífico ascenso armónico de China.
La apoteosis es de Estados Unidos, a nivel de país; la derrota es de México, como país –no a nivel personal fiduciario de Peña/Videgaray/Aspe–, que es prácticamente anexado al esquema geopolítico de Washington (ver Bajo la Lupa, 15/12/13) para formar próximamente parte del Comando Norte.
No deseo conjeturar sobre la insólita cuan asimétrica visita del vicepresidente Joe Biden al secretario de Hacienda, previa a la incrustación del “México neoliberal itamita” a la seguridad energética de Norteamérica, pero las suculentas ganancias serán para las trasnacionales anglosajonas, mientras Pemex muere de agonía lenta y a la CFE le propinan el último clavo en su féretro.
Estamos ya en el esquema de seguridad energética de Norteamérica, donde los mexicanos serán maltratados por el nuevo apartheid energético anglosajón.
México –amén de su extinción como Estado libre, independiente y soberano, y su suicidio nacional– obtendrá solamente migajas, según el reporte de JP Morgan (28/11/2013): las trasnacionales de Estados Unidos invertirán 15 mil millones de dólares al año, lo cual redundará en un máximo de 0.5 por ciento en el PIB. ¡Todo por casi nada!
El reporte CRS (Congressional Research Service, 18/11/13) calculó, 25 días antes de la reforma suicida Peña/Videgaray/Aspe, sus implicaciones para Estados Unidos y su seguridad energética. ¿Dónde quedó la seguridad energética de México?
Las oportunidades de inversiones para las empresas de Estados Unidos serán significativas y su interés radica en los pletóricos yacimientos de aguas profundas y del shale gas.
La Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos se habían adelantado a la captura de las aguas profundas de Pemex mediante el acuerdo transfronterizo de hidrocarburos de EU/México de 2012 (H.R. 1613 y S. 812) que facilita el desarrollo conjunto de petróleo y gas natural en la parte mexicana del Golfo de México.
La reforma suicida de Peña/Videgaray/Aspe llega muy a tiempo: 19 días antes de la expiración de la moratoria unilateral de Estados Unidos para iniciar la exploración de hidrocarburos en la transfrontera.
El reporte señala otra legislación que trata con los procesos de aprobación con Estados Unidos para la infraestructura (¡supersic!) de la energía de Norteamérica, que incluye oleo/gasoductos (H.R. 3301). ¡Desmantelamiento total de Pemex!
Hoy la mayor parte de las exportaciones de petróleo de México a Estados Unidos se realiza con tankers y requiere de conexiones internacionales de oleoductos que serán suplidas por las trasnacionales de Estados Unidos.
Viene lo interesante: El TLCAN excluía inversiones privadas en el sector energético de México, pero estos temas serán abordados durante las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (ATP).
El “México neoliberal itamita” está en estado de sitio desde el TLCAN, pasando por el acuerdo transfronterizo de hidrocarburos hasta el ATP (que engloba a la neoliberal Alianza del Pacífico de México, Chile, Perú y Colombia).
El reporte admite que las oportunidades para las trasnacionales de Estados Unidos y sus inversionistas son mayúsculas tanto en el sector de los hidrocarburos como de su infraestructura (¡supersic!) y otros servicios en los campos petroleros ( v. gr. refinerías). ¡Negocio redondo!
Una de las áreas donde las trasnacionales de Estados Unidos se despacharán con la cuchara grande, después de las aguas profundas del Golfo de México, es con el shale gas del noreste mexicano: La cuenca Eagle Ford de Texas se puede extender hasta México. ¡Uf!
Llama la atención que la expansión de los cárteles de estupefacientes en esa región haya coincidido con la geología de shale gas, lo que avizora que su violencia se evanescerá mágicamente.
El reporte reconoce que las trasnacionales de Estados Unidos y las empresas privadas de México ganarán más de la reforma energética que el pueblo (¡supersic!) de México y coincide con Bajo la Lupa en que sus dos principales áreas de interés son las aguas profundas del Golfo de México y el shale gas.
El reporte no toma en cuenta la toxicidad del fracking y pareciera que las cada vez mayores protestas ciudadanas en Estados Unidos pueden ser paliadas con el traslado de sus trasnacionales al lado mexicano, que será el conejillo ambiental de Indias de las experimentaciones extractivas del polémico shale gas.
Lo que no se han llevado las trasnacionales de Estados Unidos a través del TLCAN lo harán mediante la próxima incrustación del “México neoliberal itamita” al ATP que jerarquizará la tecnología de la que carecen tanto Pemex como México. Lo que queda de Pemex, totalmente desmantelado por la reforma suicida de Peña/Videgaray/Aspe, será liquidado mediante el ATP.
Sin contar el levantamiento de las sanciones a Irán, el reporte pronostica que el precio del barril disminuirá, lo cual, a mi juicio, conviene a Estados Unidos, pero perjudica al México eterno que carece de experiencia en materia de regulación.
México desaparece energéticamente y cede su lugar a la poderosa metarregión geoeconómica/geopolítica de Norteamérica, donde advendrá un diluvio debido a la inundación de hidrocarburos, según Bloomberg (16/12/13), que se extralimita en sus cuentas alegres.
ExxonMobil, cuyas acciones se dispararon con la reforma, predice que la producción de Norteamérica superará a todos los miembros de la OPEP con excepción de Arabia Saudita.
Según los pronósticos anuales de Exxon presentados en el muy influyente think tank CSIS,) el mismo día de la entrega de los hidrocarburos de México al esquema de Norteamérica, contempla que en 2040 (¡supersic!) solamente Europa y la región de Asia-Pacífico serán importadores de crudo.
A mi juicio, la captura energética es la continuación de la guerra por otros medios y Estados Unidos usa el arma energética de Norteamérica para someter a sus rivales geoeconómicos: Europa y China.
Una cosa son las ganancias de Estados Unidos y otra las pérdidas de México en la integridad energética. La extracción de hidrocarburos por Estados Unidos en la parte mexicana (hoy su tercer abastecedor, con 12 por ciento) pronto desplazará a Arabia Saudita del segundo lugar (17 por ciento); Canadá es el primero (23 por ciento).
Las implicaciones geopolíticas son enormes: Estados Unidos, con las reservas de hidrocarburos de Canadá y México bajo su control mediante la seguridad energética de Norteamérica, domina(rá) una de las mayores reservas de hidrocarburos del mundo, que lo hace menos dependiente de la OPEP en general, y de Arabia Saudita en particular.
Se trata de un “ game changer”: de una jugada energética de profundas implicaciones geopolíticas donde el gran vencedor darwiniano es Estados Unidos y el gran perdedor es México.
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada
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