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sábado, diciembre 28, 2013
Ante la muerte de Nelson Mandela
A los 95 años falleció Nelson Mandela, sin duda una de las figuras políticas más destacadas del siglo XX. Lejos de las cínicas declaraciones de los representantes de los países imperialistas, millones de trabajadores y el pueblo pobre de Sudáfrica estarán de luto al conocer la muerte de quienes ellos identifican como uno de los pilares de la lucha contra el Apartheid. Mandela representó para millones la lucha de los negros en Sudáfrica contra el régimen racista que rigió en el país por casi cincuenta años. Los 27 años en las cárceles del régimen le dieron la autoridad sobre millones que se movilizaban. Respetamos el sentimiento aunque no compartimos las ilusiones en lo que representaba la figura de Mandela ya que su lucha fue por lograr la “igualdad de oportunidades” sin cuestionar la explotación capitalista de la burguesía blanca y el imperialismo sobre las grandes mayorías en Sudáfrica.
Su elección como primer presidente negro en Sudáfrica representando al Congreso Nacional Africano (CNA) y la Triple Alianza (alianza entre CNA, el Partido Comunista (PCSA) y la central sindical COSATU) fue la culminación de su lucha y al mismo tiempo lo que permitió que en Sudáfrica la caída del Apartheid, jaqueado por las movilizaciones obreras y populares, no se diera en forma revolucionaria.
La intencionada reivindicación de Mandela de parte de la burguesía
El funeral de Mandela realizado en el emblemático Estadio de Soweto en las afueras de Johanesburgo (la ciudad más importante del país) ante más de 60.000 personas, reunió a los principales dirigentes y políticos mundiales. El acto buscó destacar al Mandela que firmó el pacto con el gobierno blanco De Klerk (y el aval del imperialismo), que impuso un fin ordenado y pacífico al Apartheid. El que buscó la “paz y unidad nacional” y puso en funcionamiento (durante su mandato como Presidente) la Comisión para la Verdad y la Reconciliación que garantizó la impunidad a los autores de los crímenes racistas y la violación de derechos humanos, dejándolos libres de culpa y cargo simplemente por reconocer sus actos, como forma de lograr la “pacificación nacional”.
Se quiere mostrar a millones de oprimidos que el camino es la conciliación, la búsqueda de la reforma dentro del régimen que oprime y explota a millones.
El cinismo del acto fue mayúsculo, la reivindicación de Mandela de parte de los representantes de los gobiernos imperialistas, como Barak Obama, busca ocultar el papel que cumplieron durante el Apartheid apoyando durante décadas el régimen racista que les garantizaba fabulosas ganancias.
El intento de sacar provecho por parte del actual presidente sudafricano Jacob Zuma (responsable de la masacre de 32 obreros durante la gran huelga minera en Marikana en 2012) terminó en la silbatina de todo el estadio cuando dio su discurso
La lucha contra el Apartheid, el CNA y Mandela
Lejos de las reivindicaciones intencionadas, para entender cuál fue el rol de Mandela, es necesario ubicarlo dentro del proceso que durante años enfrentó a la mayoría negra (y también mulatos, asiáticos y todo el que no fuera blanco) contra el régimen racista y que tuvo a la clase obrera a la vanguardia de esos combates.
Luego de la huelga general de los trabajadores mineros de 1946 la burguesía blanca y el imperialismo comienzan a configurar la estructura legal del Apartheid (segregación o separación). Con el Partido Nacional en el gobierno se impone este nuevo régimen en 1948 que le quitará los derechos no solo al movimiento obrero que comenzaba a organizarse, también a una creciente pequeño burguesía negra que aspiraba a transformarse en socia de los negocios de las empresas multinacionales.
Esto llevó a que un sector de la juventud (como Mandela) de clase media negra se transformara en la vanguardia de la lucha por los derechos civiles e ingresará al CNA. Esta juventud que proponía luchar por los derechos civiles e incluso se planteaba el enfrentamiento armado al régimen, junto al ingreso del PCSA (que había abandonado la lucha por la revolución obrera y socialista y proponía la “liberación nacional” como etapa previa) transforman al CNA. De un partido pequeño que buscaba hacer reformas en el capitalismo colonialista sudafricano y hasta combatía la creciente influencia del PCSA en el movimiento obrero, pasó a convertirse en un partido de masas y a hegemonizar la lucha contra el régimen.
El Apartheid fue la respuesta reaccionaria en Sudáfrica al proceso que comenzaba a surgir cuestionando el régimen colonialista y que era parte del avance en la década del ‘50 y el ‘60 de los movimientos anti coloniales en toda África. Es en este periodo cuando el CNA comienza a tener una influencia de masas, acrecentada por la unión con el Partido Comunista (que había sido declarado ilegal) que había abandonado la perspectiva de la revolución obrera para adoptar la lucha por la liberación nacional como etapa previa. La ilegalización del CNA por parte del régimen racista y la persecución y encarcelamiento de sus principales dirigentes, entre ellos Mandela, les permitió ganar un mayor prestigió entre las masas oprimidas. Pero Mandela ante el tribunal durante el juicio en 1964, dejó absolutamente claro que ni él ni el CNA eran socialistas. Para él, los marxistas "quisieron subrayar las diferencias de clase... el CNA busca armonizarlas”.
La masacre de Soweto y el comienzo del fin del Apartheid
Durante las décadas del ‘70 y ‘80 se radicaliza la lucha contra el Apartheid, así como la represión, la brutal explotación y las condiciones a las que eran obligados la mayoría trabajadora y del pueblo pobre negro. Una nueva ley que exigía el uso del idioma afrikans (de los blancos) en todas las escuelas incluyendo las de los negros, desató un gran movimiento de lucha centrado en el movimiento estudiantil y en el gueto de Soweto (una cárcel a cielo abierto donde se hacinaban 1,5 millones de negros diseñada por los blancos y ubicada a 20km de Johannesburgo para sacar a los negros de la ciudad). La masacre de los estudiantes en Soweto (1976) producto de la represión policial (que mató más de 1000 personas, entre ellas 500 niños en un solo día) no hizo más que extender la bronca y las protestas entre la juventud y el movimiento obrero. Todos los guetos alrededor de Johannesburgo se levantaron y en la propia ciudad miles y miles de obreros entraron en huelga. Durante varios días las protestas recorrieron los guetos y las ciudades más importantes del país haciendo temblar al régimen. Aunque el levantamiento fue ahogado en sangre, la resistencia de las masas continuó y el Apartheid quedó herido para siempre. Al año siguiente fue detenido y cruelmente asesinado el dirigente estudiantil S. Biko pero la lucha tampoco cedió y los estudiantes llegaron a levantar como consigna “liberación antes que educación”.
En 1984 el presidente blanco y férreo defensor del Apartheid, Pieter W. Botha, intentó implementar algunas reformas mínimas con el objetivo de evitar que creciera aún más el descontento entre las masas y contener el creciente aislamiento internacional producto del Apartheid. Sin embargo el régimen se mantuvo intacto y hacia fines de los ’80 (junto a otros factores como la derrota en la guerra de Angola) la situación se hizo insostenible. La burguesía colonial blanca y el imperialismo comienzan a ver al CNA y el PCSA como la carta para evitar una caída revolucionaria del Apartheid e implementar una “transición ordenada”. La liberación de Mandela (en 1990 junto a la legalización del CNA), que había sido una de las principales reivindicaciones de los manifestantes, se transforma en una carta que busca descomprimir la situación.
Terminó el Apartheid pero continúo la desigualdad y la explotación
La alianza entre el CNA, el PCSA y la central sindical COSATU se pone a la cabeza de pactar con la burguesía blanca y el imperialismo la salida del Apartheid para evitar que este caiga producto de la movilización. Las negociaciones duraron varios años, durante los cuales Mandela llama a mantener la transición pacífica y luchar por la “unidad nacional” ante los ataques de los sectores blancos racistas contra dirigentes negros. Tras un proceso de desmantelamiento del Apartheid que duró 4 años se realizaron elecciones donde por primera vez los negros pudieron votar y Mandela ganó por abrumadora mayoría. Sin embargo, la conquista de los mínimos derechos democráticos fue a cambio de mantener los grandes negocios burgueses y la sumisión al imperialismo y cimentar la “unidad nacional” a costa de la impunidad de los represores y asesinos.
Para ese momento la CNA, el PCSA y la burocracia de la COSATU habían cumplido un rol fundamental para mantener la estructura capitalista.
Mandela luchó por la caída del Apartheid para lograr la igualdad de oportunidades de negros y blancos, para lograr la “libertad” dentro del marco del capitalismo. Para Mandela y para los dirigentes de la Triple Alianza la construcción de la democracia en Sudáfrica daría la oportunidad de terminar con la pobreza y la explotación que sufría la mayoría de la población. En sus discursos decían que la caída del Apartheid incluiría la nacionalización de las minas en manos de empresas imperialistas, la garantía de los servicios básicos para la mayoría de la población pobre y la respuesta a las demandas democráticas de la mayoría trabajadora y popular.
Lejos de esto, el gobierno de la Triple Alianza fue el que garantizó la estabilidad capitalista y, sobre todo desde la segunda presidencia del CNA (Thabo Mbeki), la aplicación de los planes neoliberales, las privatizaciones y la entrega de las riquezas nacionales al imperialismo a cambió de transformarse en socios menores de las multinacionales. Esto permitió que surja un sector minoritario de la población negra (que incluye a los propios burócratas sindicales mediante el control de las empresas tercerizadas, como ocurre en el sector minero) que se benefició con el fin del régimen del Apartheid y dio lugar a una nueva élite y burguesía negra, mientras para la mayoría negra (80% de la población) las condiciones sociales fueron las mismas, viviendo en ciudades hacinados, con la desocupación que llega el 25% y con explotadoras condiciones laborales.
Desde entonces, el gobierno de la CNA y la triple alianza es el encargado de proteger los intereses imperialistas ante la creciente movilización obrera. El presidente de Sudáfrica, J. Zuma, que pidió "recuperar los valores por los que luchó Madiba" es el que ordenó la represión que en 2012 terminó con la vida de 32 mineros durante la huelga en Marikana.
Esto es lo que viene acelerando la experiencia de que luego de la conquista de los derechos civiles y hasta de un gobierno negro, no se resolvió ninguno de los problemas profundos, estructurales ni sociales más acuciantes.
Es así que luchas y huelgas obreras y nuevas organizaciones independientes de la burocracia sindical vendida, se vienen desarrollando en los últimos años al calor de un creciente descontento obrero y popular que ahora se expresó en el abucheo al presidente J. Zuma durante el funeral de Mandela.
En los últimos años la economía sudafricana ha tenido grandes tasas de crecimiento beneficiando a las empresas imperialistas, a sus socios locales y a un sector minoritario de la población negra mientras millones siguen viviendo en las peores condiciones y son explotados y discriminados. Esto es una muestra de que sólo un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre podrá resolver los grandes problemas de las masas, atacando los intereses de los capitalistas y el imperialismo.
Diego Sacchi
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