Terminó el beneficio de desempleo para gran parte de los 11 millones de desocupados, aunque sigan sin trabajo.
La buena noticia llegó el viernes pasado. Durante el mes de noviembre, se agregaron al mercado laboral de Estados Unidos 203,000 empleos, más que lo pronosticado por los expertos en economía nacional. Un factor económico que se calcula de manera separada, el índice de desempleo, llegó a 7 por ciento. El nivel más bajo en cinco años, exactamente. Desde que comenzó la crisis.
Ambos números dieron pie a la noción de que las tribulaciones y sufrimientos que sufre la población desde 2008 habían pasado. Que "bad times are over". En los corredores del poder de Wall Street, la Casa Blanca, el Congreso, algunos respiraron con alivio y miraron con esperanza su futuro. Otros refunfuñaron, porque si la economía mejoraba tanto, perdían un alegato contra el partido de turno.
Las cosas parecen ir bien, nos dijeron.
¿Es así? No, para los 11 millones de estadounidenses sin trabajo. Para gran parte de éstos, se terminaron los beneficios de desempleo, el gobierno ya no les paga y todavía no encontraron empleo. Algunos ya ni siquiera buscan, esperando quién sabe qué; por eso ya no aparecen en las cifras oficiales. Otros son inmigrantes indocumentados: no reciben ni recibirán beneficios ni compensaciones y están fuera de los números y los cálculos.
Los números del mes pasado indicaron que la contratación abarcó a todos los sectores. Sí: 35,000 profesionistas; 27,000 obreros de fábricas; 17,000 para los de la construcción. Y si bien el gobierno federal siguió reduciendo sus filas de empleados a causa de los recortes impuestos por el Congreso, los gobiernos estatales aumentaron su caudal de trabajo en 14,000 personas, nos dice CNN.
Además, analistas describen el aumento en la cantidad de empleos en noviembre como motivados por el regreso al trabajo de los empleados federales después del cierre de gobierno impuesto por la mayoría republicana en la Cámara de Representantes en el pasado mes.
En los primeros y terribles meses de la recesión de 2008 y 2009 se "perdieron" alrededor de 8 millones y medio de empleos; de ellos, se "recuperaron" poco más de 7 millones.
Sin embargo, eso resulta - todavía - poco consuelo para las 23,000 personas que solicitaron trabajo para una sola nueva tienda de WalMart que se abre en la capital Washington DC. El cupo es de no más de 600 empleados, y se habla de la empresa que paga los salarios más bajos en su área del mercado y niega muchos de los beneficios de ese sector.
Como dice Annalyn Kurtz de CNN: "las posibilidades de ingresar a Harvard son mejores" que las de entrar a WalMart.
Pero, si la clase política está satisfecha, ¿por qué la gente está más preocupada?
Porque así lo demuestra una nueva encuesta de opinión pública que se puede leer aquí.
Para el 59 por ciento de la población, la situación, las "cosas" van mal o muy mal. Par el 41 por ciento, van bien o muy bien. Hace un mes y medio la proporción era de 53 y 46. O sea: más gente siente que su situación en lugar de mejorar, empeora. Es el mayor porcentaje de pesismismo registrado desde agosto de 2012.
Un 24 por ciento dice que la situación en el último año ha mejorado y sigue mejorando. Un 39 por ciento que la situación no ha mejorado y sigue empeorando.
Otro indicador de la confianza del público en la economía y el liderazgo político que la lleva quién sabe adónde son las ventas del Día de Acción de Gracias, consideradas las mayores del año. El hecho es que si bien más personas salieron a comprar, gastaron menos. Exactamente 2.4 por ciento menos que el año pasado. Nos dice The Guardian que la National Retail Federation todavía tiene esperanzas que contando las de Navidad y fin de año, las ventas aumenten en 3.9 por ciento respecto al año pasado. Pero eso todavía no se ve.
Y todo ello sucede en momentos en que el Banco de la Reserva Federal, con una nueva presidenta, podría decretar el fin de las compras de 8,500 millones de dólares que hace cada mes en bonos, para estimular la economía y subir los precios en el mercado financiero.
Y también en momentos en que los políticos piensan en, de una vez por todas, reducir los beneficios de desempleo, como escribe Amanda Terkel en el Huffington Post.
Entonces, los números parecen comenzar a sonreír. Pero la gente, todavía no. Todavía no.
Gabriel Lerner
The Huffington Post
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