sábado, marzo 28, 2020

Desempleo y pandemia: el capital en terapia intensiva

La pandemia ha puesto de manifiesto la extremadamente precaria situación de los trabajadores en el mundo.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) prevé 25 millones desocupados (OIT, 20/03). Y eso que es sólo el comienzo. Se evalúa que la crisis ya es más grande que la de 2008 y se la compara con la restauración capitalista en la URSS, que arrojó una caída del 50% del PBI en pocos años y un crecimiento del desempleo descomunal.
Esta situación golpea de lleno a la mano de obra joven, los trabajadores de entre 18 y 35 años figuran en el grupo más proclive a la pérdida del empleo, por su ya ingreso precario al mercado laboral. Entre ellos, las mujeres revisten el sector más vulnerable. Los rescates apenas sirven para salir del paso.
El New York Times ha colocado en su tapa del pasado martes 27 un gráfico que da cuenta del extraordinario salto en la solicitud de seguros de desempleo: sobrepasa los 3 millones, mientras que la semana anterior había oscilado entre las 250 mil y las 290 mil solicitudes.
Este salto exponencial no debe sorprender si partimos que, en la ciudad más afectada, Nueva York, con 15 millones de habitantes, el 40% de los trabajadores cobra por jornada trabajada o en situaciones aún más precarias. El cierre de comercios, la caída turística y el tránsito de personas al verse afectado, coloca a una enorme cantidad de trabajadores a la deriva.
Otro caso importante, es el de España, donde los trabajadores asociados a las empresas de reparto (Glovo, Uber eats, Rappi, Pedidos Ya) han sido declaradas “esenciales”, pero sin ofrecer ningún tipo de permiso a sus trabajadores, por lo cual muchas veces son detenidos por la policía. Este cuadro se repite, por ejemplo, en la Argentina.
Los denominados “changarines” o los trabajadores “golondrina” son otro de los sectores más afectados por la pandemia, debido a que no solo trabajan en situaciones precarias (sin derechos laborales en casi todos los casos) sino que directamente pierden la única posibilidad de empleo que poseen durante el año.
Los trabajadores precarizados y la fuerza de trabajo inmigrante es la que realiza la producción de alimentos tanto en el sur de Italia como en España, se encuentran en la “primera línea”, aunque superexplotados por su condición de extranjeros y sin derechos.
Los trabajadores formales tampoco se encuentran exentos de la catástrofe; una enorme cantidad de empresas alega “motivos de fuerza mayor” para justificar una enorme cantidad de despidos. Las aerolíneas piden ser rescatadas junto a todos los aeropuertos, tras procesarse miles de despidos. El capitalismo se niega a reconvertir la producción y los servicios a los fines de la salud pública y el bien común. Las ganancias van primero.
“El colapso económico” como define el NYT en su tapa (27/03), revela el esquema precario sobre el que se para la economía mundial.
Los trabajadores son colocados como el elemento a “sacrificar”, pero es justamente este camino el que acelerará aún más la crisis. Queda demostrado que ningún rescate puede reemplazar al trabajo como motor de la economía. El parasitismo del capital financiero queda al desnudo.
India es el país con mayor cantidad de empleo informal y precario. Protagonizó hace pocos meses una huelga general con cientos de millones de trabajadores por reclamos salariales y derechos laborales, la perspectiva se redobla. Este es el espejo en el que se mira la crisis mundial.
La crisis económica y política no pueden ser abordadas de manera separada. Se alimentan recíprocamente y contraponen de manera cada vez más decidida los intereses entre las clases, fundamentados en la necesidad de los artículos básicos para hacer frente a la pandemia, como las condiciones materiales de salud y trabajo.
Los trabajadores debemos discutir una superación de la crisis humanitaria a la que nos empuja la barbarie capitalista, esa superación parte de una reorganización del mundo sobre nuevas bases sociales, que estructuren el trabajo según la necesidad y no la acumulación capitalista. Por eso es más necesario que nunca una salida obrera y socialista.

Ana Belinco, Joaquín Antúnez y Emiliano Monge
28/03/2020

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