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miércoles, marzo 25, 2020
La pandemia obliga a López Obrador a recalcular
México y el coronavirus
“Mexicanos, vamos para adelante y no dejen de salir [...], sigan con su vida normal, y el presidente les va a decir cuándo hay que guardaos.” Con ese tono paternalista, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), desestimó en un video el alcance del coronavirus, en línea con otros gobiernos del mundo (Brasil, Estados Unidos). Y, contrariando las recomendaciones de los trabajadores de la salud y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la necesidad de impulsar el distanciamiento social para aplanar la curva de la enfemredad, AMLO arguyó que los mexicanos “son una suerte de etnia fuerte que puede contra este tipo de pestes”. Días antes, bordeando el oscurantismo, había apelado a los crucifijos y a un trébol de la suerte como herramientas frente al virus.
En México, donde la enfermedad ya es de transmisión comunitaria, han muerto cuatro personas como resultado del Covid-19 y, en los últimos ocho días, los contagios crecieron un 496%, escalando de 53 a 320 personas (Clarín, 23/3). México comparte frontera, a su vez, con Estados Unidos, uno de los países más afectados. La despreocupación presidencial puede tener consecuencias nefastas, más aún si se considera que la mitad de la población se encuentra en la pobreza, lo que dificulta el acceso a productos para prevenir la enfermedad (alcohol en gel, agua potable, etc.). Si la propagación continúa a estos ritmos, el sistema de salud colapsará “a la española”, ya que solo cuentan con 4.372 camas para terapia intensiva (Infobae, 24/3).
La dinámica de la pandemia obligó a López Obrador a un giro y en cuestión de horas México dejó atrás la fase uno de su plan frente al coronavirus, para ingresar en la fase dos. Ahora, el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, anunció las nuevas medidas de prevención: prohibición de las aglomeraciones de más de 100 personas, suspensión de clases hasta el 19 de abril, suspensión de algunas actividades laborales, etc.
López Obrador anunció también un reforzamiento del presupuesto de salud y un decreto para asegurar la licencia con goce de haberes, pero sólo para adultos mayores. Sin embargo, está claro que para que la cuarentena resulte efectiva se deben suspender todas las actividades no esenciales, incluyendo el licenciamiento de la fuerza de trabajo de todas las edades. También hizo un llamado a la “solidaridad” de los empresarios ante la crisis, cuando la medida elemental que corresponde consiste en prohibir los despidos.
La pandemia supone un enorme golpe adicional a la economía mexicana, que venía sufriendo ya una fuerte desaceleración y el impacto del derrumbe de los precios del petróleo, que es clave para la economía azteca.
El peso mexicano es una de las monedas que más se devaluó al calor de la crisis (18% en un mes). Esto implica un tremendo golpe para las masas, que por lo pronto ya ven cómo se dispara el precio de la tortilla, base de la alimentación en el país.
La reacción tardía de López Obrador frente a la pandemia le ha permitido a la oposición patronal, como el PRI, florearse con una agenda de medidas que -viniendo de quienes vienen- resultan puramente demagógicas (cuarentena total, eliminación del IVA, aumento del sueldo de los trabajadores de la salud, etc.).
Al cabo de alrededor de un año y medio de gobierno, las encuestas empiezan a mostrar una caída en la imagen de López Obrador, cuya llegada al gobierno había despertado expectativas en los sectores populares. Es que además de no avanzar en ninguna medida económica de fondo para mejorar las condiciones de vida de las masas, AMLO ha mantenido a las fuerzas armadas en el centro de la “guerra contra el narcotráfico”, lo que ha llevado a que se mantengan los crímenes y desapariciones. Al mismo tiempo, pactó con Trump la transformación de México en un estado tapón para que los migrantes centroamericanos no puedan llegar al país del Norte, por medio incluso de la represión en la frontera sur.
Más que nunca, es vital la intervención directa de los trabajadores frente a la crisis. Prohibición de todas las actividades económicas no esenciales, licencias sin rebaja salarial, prohibición de despidos, centralización de todo el sistema de salud y comisiones de profesionales de la salud y trabajadores con poder para ponerse al frente del combate a la enfermedad.
Por una alternativa política de los trabajadores.
Gustavo Montenegro y Álvaro Chust
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