El desarrollo de la pandemia producida por el coronavirus a nivel mundial ha implosionado las relaciones entre Estados Unidos y China, luego de la pretendida tregua de la guerra comercial anunciada en enero en la Casa Blanca entre Trump y Xi Jinping. The Economist lo tituló "The Blame Game" – después que Trump culpara a China por la diseminación del COVID-19. De un lado, Trump comenzó a referirse al "virus chino"; del otro lado aseguran que el virus fue propagado por parte del ejército yanqui que visitó el país asiático en ocasión de los juegos militares internacionales.
En cualquier caso, el golpe a la economía, asestado por la pandemia, tiene como implicancia la agudización en la competencia comercial y financiera. Se calcula que el aumento del PBI chino de este año alcanzaría un 4,8%, lo cual significa el mayor retroceso de la tasa de crecimiento en las últimas tres décadas (BBC, 17/03); en Estados Unidos, la economía se contraería en un 12% a finales de junio (Página 12, 22/03). Organismos internacionales anunciaron ya que la pérdida de la economía global a partir de la pandemia rondará los dos billones de dólares (Infobae, 14/03). La depresión capitalista internacional, durante la primera mitad del 2020, es la peor al menos desde la segunda guerra mundial en adelante. La tregua, ya cuestionada desde sus inicios, resulta irrealizable en un contexto como el actual.
En este contexto, China y Estados Unidos, principalmente, han entrado en una "carrera científica global" para probar fármacos solubles para el problema del coronavirus, mientras hacen lo propio para descubrir la correspondiente vacuna para esta enfermedad (El País, 20/03). La idea de que ambos sectores trabajen de manera cooperativa se da de bruces con la realidad. En Washington señalaron que “lo importante es quién consigue poner el virus bajo control, quién reconstruye antes la economía, la guerra de la imagen la ganará quien obtenga mejores resultados y para eso faltan unos meses” (El País, 22/03). Francia y Alemania están considerando la nacionalización de algunos polos farmacéuticos y de equipos médicos, para evitar que sufran una adquisición hostil de parte del capital norteamericano.
En efecto, se ha desatado una lucha por el control de la producción sanitaria y farmacológica. La competencia es por respirados y equipos de detección, pero por sobre todo por los antivirales y la vacuna para el CO-VID19. Los intentos de resolución de la pandemia no están exentos de las leyes propias del funcionamiento del capital. Lo que se reivindica como una guerra contra un "enemigo común" para toda la humanidad, esconde la verdadera lucha intestina entre las potencias. El coronavirus no ha silenciado la guerra comercial, sino que la ha intensificado. El trabajo por la conquista de fármacos y vacunas, ni por la producción de respiradores artificiales no ha unificado a la economía internacional, sino que la fracturado como nunca desde la década del ‘30 del siglo pasado.
Camila Pérez
28/03/2020
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