martes, marzo 24, 2020

Para qué entran las fuerzas armadas en escena

En las últimas horas se están confirmando las peores hipótesis: la entrada de las FF.AA. en el operativo sanitario del coronavirus tiene por objetivo último el despliegue militar y a su turno un estado de sitio, declarado o no, ante posibles estallidos sociales por el hambre. En la misma línea están preparando a la bonaerense.

El sitio “Diputados Bonaerenses” publica detalles de un documento reservado que revela el alcance de la intervención de las FF.AA. en la crisis. En el caso de la provincia de Buenos Aires se designan “tres comandos que se repartirán los 135 distritos”. La “operación consistirá en la organización, adiestramiento, alistamiento y despliegue, a orden, de personal y medios adecuados para llevar adelante la tarea”. Estas directivas se dieron a partir de la Resolución 88/2020 firmada por el ministro de Defensa, Agustín Rossi, que dispuso la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de apoyo y contención sanitaria para combatir la pandemia.
En ese texto, continúa el portal, se aclara que el instrumento Militar de la Defensa Nacional “será empleado en forma disuasiva o efectiva ante agresiones de origen externo contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de Argentina; la vida y la libertad de sus habitantes”, pero que según la ley de Defensa se puede utilizar para “evitar, anular o disminuir los efectos que la guerra, los agentes de la naturaleza o cualquier otro desastre de otro origen puedan provocar sobre la población y sus bienes…”.
El sitio puntualiza que “el tema que preocupa a la dirigencia política y en particular al gobierno nacional, es la respuesta de la población ante el endurecimiento de las medidas de prevención…y en particular cuál puede ser la respuesta de los sectores más informales y postergados de la economía y la situación de los barrios más vulnerables. De la noche a la mañana, serán millones los cuentapropistas sin ningún ingreso… se trata de una bomba de relojería a desactivar, en este aspecto es clave la ayuda que puedan prestar las Fuerzas Armadas, la única institución con la logística y recursos técnicos y humanos capaz de dar respuesta y contención a los sectores más vulnerables”.
Más claro, echarle agua. La fabricación de alcohol en gel (absolutamente menor) o de barbijos y camisolines por las sastrerías militares, la distribución de kits, los hospitales de campaña que se desempolvan para ampliar la capacidad hospitalaria, son un puente, un “entre”, para colocar a las FF.AA. en el escenario de la lucha contra el coronavirus. Se está haciendo hincapié en la capacidad logística de traslado para repartir incluso la ayuda alimentaria, lo cual es absurdo, porque el país tiene una flota de camiones descomunal que estarán progresivamente parados por la cuarentena, que pueden ser puestos a disposición a partir de intervenir las empresas de transporte por parte del Estado.
A su vez, Clarín de la mañana del 23/3 titula: “Preparan la Bonaerense para desbordes”. Incluso se toman en cuenta los 90.000 efectivos totales, muchos de los cuales no están en la calle, para volcar más efectivos a la acción directa “porque hoy no estamos en la etapa más complicada, eso puede llegar en unos días (cuando) pueden empezar a aparecer focos de violencia vinculados a la falta de ingresos y el hambre en los sectores más desprotegidos”, continúa el matutino de Magneto, en boca de voceros del gobierno bonaerense. Por otra parte, los helicópteros de las FF.AA. harán vuelos de “observación para divisar zonas donde se produzcan amontonamientos de gente” (ídem Clarín, pág. 5), lo cual es una tarea prohibida por la ley de inteligencia.
Estos detalles completan el cuadro. Es evidente que cuando Sergio Berni, hace un par de días, tomó juramento a los bonaerenses en términos castrenses de subordinación y valor, diciendo que “no es hora de tibios ni vacilantes”, lo hizo preparando a las fuerzas de seguridad para el previsible estallido social del hambre y la pobreza.

Nuestros Reclamos

Lo descripto retrata un régimen. Saben que las medidas que están anunciando son aspirinas para una situación terminal económica y social y preparan un estado de sitio sin decretarlo, mediante las herramientas legales preexistentes. Un fino estilo “nacional y popular” que acompaña el set de medidas que sin embargo no rompen con la deuda externa, la fuga brutal de capitales, la huelga de inversiones energética y la ola de suspensiones y despidos que ya teníamos y que se agrava todos los días si no se dispone la prohibición de despidos y suspensiones no remuneradas.
Anuncian el otorgamiento de $5.000 para los sectores desprotegidos, por dos meses, cuando un cuentapropista de la menor escala imaginable debe recaudar al menos $1.000 por día, para reunir parte de la canasta de pobreza que hoy está en $40.000. Al mismo tiempo anuncian que se suspenderán los cortes de servicios por falta de pago, cuyo alcance por ahora desconocemos, pero es una incógnita qué ocurrirá con los alquileres, frente a los cuales se anunciaría la suspensión de desalojos, lo cual no resuelve el problema de los inquilinos que no pueden pagar el alquiler.
Nuestro planteo es que se interrumpa unilateralmente el pago de la deuda y todos los recursos del Estado sean puestos al servicio del rescate de la masa de la población laboriosa, tanto en los salarios en blanco, como los salarios informales y a los cuentapropistas y desocupados que se les otorgue un seguro de $30.000 este mismo mes. Esto permitirá cumplir el aislamiento, porque la necesidad y el hambre son el principal problema del no cumplimiento, el segundo las patronales como Techint, Cervezas Quilmes y tantas otras que obligan a sus trabajadores a trabajar como la propia provincia de Buenos Aires que pretendió hacer concurrir a clases inexistentes a los docentes, creando tanto o más peligro que los imbéciles que pretenden tomarse vacaciones con motivo de la cuarentena.
La salida no es la represión. No al estado de sitio no decretado. El despliegue de tropas no solo no servirá para derrotar al virus, tampoco al hambre.

Néstor Pitrola

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