Usar el poder y los privilegios para explotar a las personas débiles y vulnerables ante una amenaza común es moralmente repugnante. Tenemos que llamarlo «burring» después de la venta de sus acciones por Richard Burr.
Las sociedades atrapadas en guerras catastróficas, depresiones o pandemias pueden volverse extremadamente sensibles al poder y los privilegios.
Semanas antes de que el coronavirus aplastara la bolsa en EE.UU. el senador republicano Richard Burr [de Carolina del Norte, desde 1995] aparentemente utilizó información que había obtenido de su papel como presidente del Comité de Inteligencia del Senado sobre la ferocidad de la próxima pandemia para deshacerse de 33 títulos en poder de él y su esposa. Su valor se estimó entre 628.033 y 1,72 millones de dólares. Se referían a sectores de actividad que probablemente serían los más afectados por la pandemia.
Mientras se hacía eco públicamente de los comentarios alentadores de Trump en ese momento, Richard Burr dijo a varios de sus patrocinadores políticos que la enfermedad sería comparable a la mortal pandemia de gripe de 1918.
Luego el mercado se hundió, al igual que los ahorros para la jubilación de millones de estadounidenses.
Incluso algunos expertos de Fox News [canal de televisión pro-Trump] ahora están pidiendo la dimisión de Richard Burr.
Cuando la sociedad se enfrenta a una amenaza colectiva, la explotación de una ventaja particular es moralmente repugnante. Hay que llamarlo «burring». Por tolerable que sea el «burring» [ juego de palabras: to burr «desbarbar, podar plantas o eliminar rebabas de una parte de metal»] en tiempos normales, no lo es hoy.
En tiempos normales las empresas normalmente reciben favores especiales de Washington a cambio de contribuciones generosas a su campaña electoral y nadie se queja. Hay que recordar la reducción de impuestos de Trump que permitió entregar 1,9 billones de dólares a las grandes empresas y a los ricos.
El coronavirus debería haber cambiado el curso normal de los negocios. Pero el plan de ayuda del Senado republicano de la semana pasada, que dio a las aerolíneas 58.000 millones de dólares y miles de millones de dólares suplementarios a otras empresas, es puro «burring».
El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell [senador estatal de Kentucky desde 1985], trató de distinguirlo miserablemente de los famosos rescates bancarios de 2008. «No estamos hablando de un amortiguador financiado por contribuyentes para empresas que han cometido errores. Estamos hablando de préstamos, que deben pagarse, para los empleadores estadounidenses que el propio gobierno ha forzado temporalmente a parar en nombre de la salud pública”.
Pero las aerolíneas son lo suficientemente importantes como para obtener sus propios préstamos de los bancos a tasas de interés muy bajas. Sus aviones y sus franjas de aterrizaje son garantías más que adecuadas [una franja significa la autorización para despegar o aterrizar en un aeropuerto en un momento dado y en un día determinado; estos espacios pueden venderse en el mercado secundario y constituyen un activo para una compañía aérea].
¿Por qué las aerolíneas merecen ser rescatadas? Durante la última década, han gastado el 96% de su cash-flow (flujo de caja) libre, incluidos los miles de millones de ahorros en impuestos logrados a través del recorte de impuestos del acuerdo de Trump, en recomprar las acciones de su propia empresa. Esto ha permitido aumentar las primas cobradas por las y los ejecutivos y satisfacer los dividendos de los inversores ricos, pero no ha hecho nada para fortalecer las aerolíneas a largo plazo. Mientras tanto, las cuatro aerolíneas más grandes [American Airlines, Delta Air Lines, Southwest Airlines, United Airlines] han ganado tal poder de mercado que han elevado los precios en las rutas más concurridas y han reducido los servicios (¿Nos acordamos del espacio para las piernas y los controles de equipaje gratis?).
El Director General de United, Oscar Muñoz, hizo su propio «burring» el viernes 20 de marzo, advirtiendo que si el Congreso no rescata a la aerolínea a fines de marzo, United comenzará a despedir a sus empleados. Pero aunque fuera rescatada, ¿cuáles son las posibilidades de que United continúe pagando a todos sus empleados si la pandemia le obliga a dejar de volar? El rescate financiero sería destinado a las y los accionistas y ejecutivos, no al personal trabajador.
Aunque generoso con las aerolíneas y otras industrias, el proyecto de ley republicano es absurdamente tacaño con la gente, estipula un pago único de hasta 1.200 dólares por adulto y 500 dólares por niño. Unos 64 millones de hogares con ingresos inferiores a 50.000 dólares solo recibirían 600. Esto no hará casi nada para ayudar a las personas que pierden su trabajo y tienen que pagar su hipoteca, alquiler y otras facturas durante la crisis, que se espera que sea de al menos tres meses.
El proyecto republicano de ley sobre el coronavirus es tan «burring» como puede serlo la ley, arrojando luz sobre la estructura de poder subyacente en los Estados Unidos tan claramente como las transacciones bursátiles de Burr. En esta crisis nacional es igual de moralmente repugnante.
Si se observa cómo las grandes empresas tratan a sus trabajadores a tiempo parcial en esta pandemia, se verá más «burring».
Walmart , el mayor empleador en los Estados Unidos, no otorga licencia remunerada por enfermedad a sus empleados y empleadas y limita a sus 500.000 trabajadores y trabajadoras a tiempo parcial a 48 horas de vacaciones pagadas por año. Esta política de «burring» amenaza hoy innumerables vidas. (Según una encuesta, el 88% de las y los empleados de Walmart dicen que a veces van a trabajar estando enfermos).
Ninguno de los gigantes de la industria de la comida rápida (McDonald’s, Burger King, Pizza Hut, Duncan Donuts, Wendy’s, Taco Bell, Subway) concede licencia por enfermedad a sus trabajadores.
Amazon, una de las compañías más ricas del mundo, que prácticamente no pagó impuestos el año pasado, ofrece licencia sin sueldo a los trabajadores enfermos, ¡y solo dos semanas de licencia pagada para los trabajadores cuya prueba de virus resulta positiva! Mientras tanto requiere que sus empleados trabajen horas extras obligatorias.
Y aquí está la cosa más «burring» de todas: estas compañías han actuado de forma que ellas mismas y las demás empresas de más de 500 empleados y empleadas queden exentas de la obligación, establecida en el proyecto de ley de la Cámara de Representantes sobre el coronavirus, de otorgar licencia remunerada por enfermedad a las y los empleados.
En un momento en que casi toda la gente se siente abrumada y temerosa, el uso del poder y los privilegios para explotar las debilidades y vulnerabilidades del resto de la gente es moralmente intolerable.
Todos estamos en el mismo barco, o deberíamos estarlo. Cualquiera sea la forma, hay que poner fin al «burring».
Robert Reich
Robert Reich es profesor de la Universidad de Berkeley, exsecretario de Trabajo bajo la administración Clinton desde 1992 hasta 1997. Artículo publicado en The Guardian, 22 de marzo de 2020.
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur, https://www.vientosur.info/
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