Una tormenta perfecta
El diario El País refleja “un fenómeno que se encendió con la pandemia, hoy deja ver su peor cara en los jóvenes argentinos: especialistas advierten un 'estallido de casos' en chicos, especialmente entre los 13 y 19 años, que llegan a los consultorios y grupos de ayuda desesperados 'por su ludopatía'. Algunos de ellos atormentados por grandes deudas que los arrastran incluso a poner en riesgo su propia vida. Mientras tanto, la legislación no pone freno al bombardeo publicitario en programas de televisión, partidos de fútbol e influencers en redes sociales que seducen a los adolescentes con la promesa del dinero fácil en medio de la crisis económica.”
El crecimiento exponencial del juego en línea no es algo externo ni marginal al sistema capitalista: es una industria de las de mayor rentabilidad -con el narcotráfico y la prostitución-. Todos los eventos masivos del mundo son patrocinados por las casas de apuestas, que auspician a las camisetas de los principales clubes del futbol argentino, a la Copa América y a la Selección campeona del mundo. Los influencers más vistos, los periodistas más prestigiosos, los mejores jugadores de fútbol del mundo incitan a sumarse a las apuestas desde sus redes sociales. Estamos ante un fenómeno que se desarrolla en todos los poros del sistema capitalista y que tiene vínculos directos con el lavado de dinero, el narcotráfico y el crimen organizado. Es hartamente conocido el vínculo entre los casinos y el lavado de dinero del narcotráfico: con las apuestas online este vínculo ha sido llevado al próximo, en tanto ninguna casa de apuestas pregunta de dónde proviene el dinero de los apostadores.
La adicción al juego inducida
Contrariamente a las casas de apuestas de épocas anteriores, en la actualidad las posibilidades de apostar se han multiplicado hasta el infinito. Se puede apostar desde las fábricas, desde el transporte público, desde los colegios, desde cualquier lado. Y se puede apostar a cualquier cosa: a las ligas europeas, al casino, a las ligas amateurs, a cualquier deporte de cualquier país del mundo. Y se puede apostar a toda hora: hay permanentemente eventos en vivo, deportes en vivo y cuando no abundan siempre están a disposición los juegos de casino tradicionales. Adicionalmente, el fenómeno online permite apostar en los eventos deportivos sobre cualquier cosa que a uno se le ocurra: por ejemplo, la cantidad de córners por partido, cuántas amarillas aplicará el réferi, qué sucederá en el próximo minuto de juego, quiénes serán los goleadores, etc. Si en el juego presencial la ludopatía tarda en desarrollarse entre cinco y ocho años, según los especialistas, en la modalidad online los jugadores pueden engancharse compulsivamente en meses. En general, los adolescentes empiezan con las apuestas deportivas, que aparentan no estar vinculadas al azar, sino al conocimiento del deporte.
Las casas de apuestas online recurren para atraer nuevos clientes a un sofisticado sistema de bonos. En la actualidad, con solamente registrarse el jugador en Betsson, Codere, Bet365, Betwarrior o cualquiera de los sitios disponibles, este recibe un bono de bienvenida que duplica el monto que uno deposita hasta un tope, que en Argentina es de 100.000 pesos. Por supuesto que las chances de ganar no se duplican. Como dice el saber popular, “el que regala algo esconde”. Para convertir el bono de regalo en dinero real, disponible de ser retirado, el apostador debe cumplir con un “rollover” de diez veces el valor del bono, en un plazo máximo de un mes. Esto significa que si uno deposita 100.000 pesos, para que el bono se convierta en plata real tiene que realizar apuestas por el valor de 1 millón de pesos en el plazo de un mes (en algunas casas de apuestas el plazo es todavía menor). El bono de bienvenida, entonces, tiene como requisito jugar a niveles compulsivos de entrada.
Para empezar a jugar, no hay ningún requisito difícil de sortear. Las aplicaciones no exigen foto del DNI, ni recurren a la tecnología del reconocimiento facial para ingresar. Como con cualquier adicción, la puerta de entrada se abre fácilmente, incluso para los menores de edad. Cualquier niño con Mercado Pago u otra billetera virtual puede acceder a los sitios, siempre que conozca el número de trámite del DNI de algún mayor. Para ingresar, basta tener dinero en cualquier billetera virtual, completar un formulario y en menos de dos minutos se puede estar apostando. A la hora de salir, en el caso de que al apostador le quede en su cuenta dinero, las aplicaciones imponen reglas estrictas. Demoran como mínimo 48 horas hábiles antes de depositar y requieren de una cuenta verificada, en la que el apostador debe presentar papeles de todo tipo. Mientras tanto, el dinero de su cuenta sigue a disposición para que se lo juegue.
La mayoría de las aplicaciones no tiene regulación alguna, aunque varias provincias han avanzado en la exigencia de que las casas de apuestas fijen domicilio en la provincia donde van a ofrecer servicios. A la par del crecimiento exponencial de cientos de sitios conocidos (Codere, Betsson, etc) han aparecido casinos clandestinos, en los cuales los clientes pueden jugar cuando un sistema de cajeras “carga fichas”. Si los sitios reconocidos promueven la ludopatía y el juego entre los menores de edad, los casinos clandestinos van todavía más lejos: duplican las cargas, triplican y no tienen ningún requisito de ingreso. Crearse un casino clandestino, es decir, un sitio web propio de juego, cuesta alrededor de 10.000 dólares. Además es necesario contratar un grupo de cajeros que atraigan clientes a través de sus redes sociales. Es una especie de tercerización del juego. Los casinos clandestinos mutan asiduamente su nombre de sitio web para esquivar a la AFIP o a cualquier regulación impositiva.
Apuestas arregladas
El volumen multimillonario que manejan las casas de apuestas contrasta con la precarización laboral generalizada. Según el informe “Global Online Gambling Markets-Previsiones de 2022 a 2027″, el mercado mundial de juegos de azar en línea superó los 65.300 millones de dólares en 2020 y se prevé que su tasa de crecimiento anual crezca un 10 por ciento para 2027, con lo que escalaría a casi 130.000 millones de dólares ese año. Los volúmenes de apuestas de los eventos deportivos, por decir un partido del ascenso argentino, son infinitamente mayores que los salarios de los jugadores, árbitros y jueces de líneas. Un jugador de fútbol amateur o un árbitro pueden definir una apuesta multimillonaria en un partido de Copa Argentina. La proliferación del juego online ha teñido de un manto de sospecha a todo el deporte mundial.
Jugadores top del tenis argentino fueron apartados de por vida por arreglar partidos; el plantel entero de El Porvenir fue acusado en 2022 por los dirigentes de estar arreglados con las apuestas deportivas, jugadores del fútbol brasileño afrontan juicios por arreglarse con las casas de apuestas. Eventos más extraños aparecen en cada fecha del futbol (un jugador que patea al lateral sacando desde la mitad de la cancha, un jugador que se lesiona y pide el cambio antes del minuto, goles en contra insólitos) que no se explican si no es por lo que pagan en las apuestas deportivas.
Incluso apareció un sitio de inversiones (tipo Zoe Capital) llamado “Apuestas deportivas”, que prometía a sus inversores rendimientos mensuales en dólares. Más allá de la estafa piramidal que era, el nombre del grupo inversor prometía un vínculo directo con las apuestas arregladas.
Intentos de regulación
Hasta el momento, la legislación argentina no prohíbe que las aplicaciones de apuestas y azar busquen al público joven con campañas agresivas que aparecen en todas partes: publicidades, locuciones, pop-ups y camisetas de los principales clubes de fútbol, incluida la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Diversos legisladores han presentado en Argentina proyectos de leyes para regular el juego online, en particular ante el crecimiento de la ludopatía en jóvenes. Un grupo de diputados de UxP, encabezados por Toniolli, presentó un proyecto que prohíbe “la publicidad no dirigida promocionando los juegos de azar, de apuestas y de pronósticos deportivos en línea a través de internet, por medio de plataformas de medios o redes sociales, de cartelería en la vía pública o en espacios privados de uso público, de medios de difusión gráfica y audiovisual, o de cualquier otro formato, medio o plataforma de difusión, los bonos de bienvenida de juegos de azar y apuestas en línea”.
Un límite exiguo, toda vez que las aplicaciones ya tienen casi a medio país en su haber. El diputado Toniolli declaró que su proyecto “Es una forma de ponerle un límite a esta especie de tormenta perfecta que se abate fundamentalmente sobre los jóvenes. Después discutamos qué hacemos para combatir la ludopatía en los mayores de edad, pero empecemos por combatirla en los menores de edad, restringiendo la posibilidad de que accedan a este vendaval de publicidades que nos condiciona y los termina convocando al juego”. Es clarificador sobre los límites de las regulaciones que propone -dejemos a la ludopatía a los adultos, salvemos a la juventud-. Los límites a la política de bonos no están en discusión en el proyecto. En legislaciones más o menos estrictas contra las casas de apuestas, como en España, los bonos de bienvenida están prohibidos por la evidencia de que por un lado captan al juego a una clientela nueva y, por otro, porque a través del rollover convierten a la ludopatía a buena parte de los nuevos apostadores.
Los límites del regulacionismo
La ludopatía es una de las distintas formas de alienación social de la clase obrera, en la que el jugador compulsivo espera la ayuda de una “fuerza divina” que lo ayude a ganar. Los apostadores compulsivos sacrifican dinero con la esperanza de que alguna fuerza sobrenatural les sonría y se lo devuelva incrementado; el juego deviene en una forma de religión. Como con cualquier adicción, los límites de las políticas regulacionistas son claros, porque no salen del estrecho marco regulatorio de los negocios capitalistas. Los límites publicitarios ya han sido ampliamente salteados por todas las adicciones que fueron reguladas.
La ludopatía hunde sus raíces en la degradación de las condiciones de vida y de las perspectivas de futuro de la clase obrera y de la juventud. Para acabar con el flagelo del juego compulsivo y las adicciones, es necesario luchar por la emancipación política y social de los trabajadores y la juventud, vinculada a la lucha por una sociedad socialista.
Pablo Busch
22/05/2024
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