jueves, marzo 05, 2020

Apertura de los libros… al FMI



El presidente Fernández volvió, en su discurso de apertura de sesiones ordinarias, con la sanata de los “abusos de los formadores de precios”, a los cuales jamás se les abrieron los libros para establecerlos, ni con el kirchnerismo ni con Macri. Los libros de la Argentina, en cambio, sí van a abrirse al escrutinio del FMI. Ya tenemos una nueva “misión” en la Argentina, trece días después del retiro de la anterior, ahora directamente para controlar las cuentas y monitorear la marcha de la economía. Del relato del freezer para el FMI, han pasado a colocarlo en primer plano de la reestructuración de deuda y a través de ella condicionando el total del manejo de la crisis económica y social. No se trata ya del famoso Artículo IV, por el cual anualmente el Fondo controla las cuentas de los países socios, tan denostado por la religión kirchnerista y ahora aceptado ante el “maravilloso” reconocimiento de la “insustentabilidad” de la deuda por parte del gendarme financiero internacional.
La misión de apertura de los libros del país es excepcional y minuciosa (pondrá la lupa tanto sobre las cuentas fiscales como sobre la balanza comercial y de pagos) y tiene por destino emitir un veredicto de factibilidad de los pagos futuros al FMI y al conjunto de los bonistas a los cuales se les hará una oferta de reestructuración antes que termine marzo. En otras palabras, el FMI será quien diga cuál es plan económico “sustentable” para el repago de la deuda. En simultáneo, bajaron de los aviones -incluido el que trajo el coronavirus-, los ejecutivos de los fondos de inversión Greylock, Pimco, Fidelity, Templeton y BlackRock, para hacer su propio monitoreo sobre el terreno.
Por lo pronto, las cuentas de enero y febrero encendieron las alarmas del capital financiero que llevó la tasa diferencial o “riesgo país” otra vez a las nubes macristas de más de 2.200 puntos, a pesar de los dulces comunicados del staff de Georgieva. La recaudación del primer bimestre del año estuvo diez puntos debajo de la inflación, al igual que cada uno de esos meses medidos por separado, lo que es una pronunciada caída en términos reales con los impuestazos ya en marcha: vuelta del IVA en alimentos, impuesto al dólar ahorro, actualización de retenciones, etc. Notablemente, el IVA aumentó un 35,4% contra una inflación 17 puntos superior, lo que evidencia la magnitud de la recesión económica y la contracción del consumo, en la que los 5.000 pesos a las jubilaciones mínimas no movieron el amperímetro. Otro número brutal es la evolución de los ingresos de la Anses que registran los aportes sobre los salarios: 38,4%, quince puntos por debajo de la inflación, lo que muestra la caída enorme de los salarios reales.
Como consecuencia de estas cuentas bajo la lupa del FMI, enero volvió a dar un déficit fiscal primario de 3.000 millones de pesos contra 19.000 de superávit en enero de 2019. Pero la cifra del déficit financiero después del pago de intereses y deuda ascendió a la friolera de 90.000 millones de pesos. Semejante cuadro se produce aplicando el Presupuesto 2019 cuyas partidas no tienen otra actualización que el dedo arbitrario del gobierno.
Con este recurso de gobernar con el presupuesto “neoliberal” de Macri hasta más ver, están aplicando un ajuste fenomenal contra la obra pública, completamente paralizada, pero también contra la salud, la educación y otros gastos del Estado. Por ejemplo, las autoridades universitarias dicen que las partidas no alcanzan ni para pagar los servicios y está en duda el pago acordado de la actualización salarial que los docentes no tienen desde setiembre pasado, porque no llegan los recursos. Las provincias han recibido un 9% menos en concepto de coparticipación, lo que oficia como descarga de la crisis en forma de gallinero, o de cascada, para decirlo de forma más elegante, replicando ajustes que han llevado al paro a los docentes de una docena de provincias. Esto mientras deberían estar disponiéndose partidas especiales para afrontar la preparación del sistema de salud ante la llegada inevitable del coronavirus.
A este cuadro fiscal se agrega la crisis de la política del “reperfilamiento” de la deuda en pesos. Han ido fracasando las emisiones de bonos para afrontar los vencimientos, a excepción de un último bono, el Bonte 2020, que tiene la particularidad de ser aceptado como encaje de los depósitos por parte de los bancos: es la vuelta a la maniobra extrema de respaldar depósitos con papeles y no con dinero, que practicaron no hace mucho los Caputo y compañía. El fracaso de las emisiones de bonos para pagar deuda en pesos ha llevado a la emisión sideral de 243.000 millones de pesos desde que asumió el gobierno. No hace falta explicar el potencial inflacionario y devaluatorio de semejante cuadro, sólo morigerado por la aguda recesión y caída del consumo.

Puede haber más deuda, no menos

Viendo este panorama, está a la vista la precariedad en que se asienta el gobierno de Fernández, obligado a transitar un campo minado y muy lejos de pilotear la crisis. Un enorme ajuste está en marcha, aún antes del robo de la movilidad jubilatoria, que se concretará en marzo, y sin embargo, se agravan las condiciones de la reestructuración de deuda en la que el gobierno ha colocado todo el futuro de su política. No es casual que el primer discurso ante la asamblea legislativa que tenía que delinear su plan para salir de la crisis, no haya tocado la cuestión económica ni tomado medidas, ni plan ni nada.
Tampoco tocó en su discurso el balance y propósitos de su gira internacional, que arrancó en Israel, el socio más directo del imperialismo norteamericano. Es que, simplemente, todas las fichas del gobierno están jugadas a la negociación con el FMI, cediendo por completo a la presión de los fondos de inversión, después de los golpes que asestaron a Kicillof, obligándolo al pago al contado, y a Guzmán, dejando desierto el canje del Bono Dual.
A estas alturas, nadie cree que habrá un acuerdo a fin de marzo como prometió el gobierno, lo que pone al país al borde del default definitivo, porque se agotan aceleradamente los 4.500 millones de dólares que el Central cedió al Tesoro por la megaley de emergencias. Y llegado mayo no hay capacidad de afrontar los pagos. No es el gobierno el que juega fuerte amenazando con el default, sino el capital financiero el que aprieta hasta lo indecible. Se supo en las últimas horas que el fondo Fidelity, que bloqueó el reperfilamiento de Kicillof, habría aumentado su posición en bonos argentinos, explotando su bajo precio, para actuar al estilo de un fondo buitre y no tener que descargar pérdidas en su balance de cara a sus clientes ante los que actúa como agente fiduciario.
Se estima que no entrarían en el canje los bonos de largo plazo. Entre los lobbies de bonistas se habla de quitas módicas sólo en los intereses y reprogramando plazos o, en su defecto, una quita de un 15% en el capital, pero pagando un adelanto fuerte de intereses al contado. Como la plata para el cash no está, eso depende de una ampliación del Stand By del FMI, tal vez de los 13.000 millones de dólares que quedaron pendientes. De manera que en lugar de quita para menos deuda, estaríamos aumentando la deuda por nuevos desembolsos y por los intereses de la reprogramación que constituyen una prolongación del escandaloso negociado de toda la deuda. Por dar sólo un ejemplo: el BP21 que Kicillof pagó al contado, rinde un 110% de interés en dólares en diez años, buena parte ya pagados y cuya última cuota de capital vence en enero de 2021.
Lo “insustentable” es el descomunal saqueo nacional. La única posición realista es el no pago de la deuda y su investigación, para brindar al pueblo argentino y a sus jubilados, los motivos por los que nos debemos unir para enfrentarlos, porque es ellos o nosotros.

Todos a la calle el 9 y el 24

El desembarco del coronavirus en la crisis capitalista mundial acelera la recesión que ya estaba en desarrollo y ya afecta las exportaciones argentinas a China, segundo mercado después de Brasil. El superávit comercial del cual dependen los dólares para el repago de la deuda, proviene sólo de la aguda recesión, pero está amenazado por la caída de la demanda mundial de commodities y por la fuga de capitales que buscan refugios más seguros en los bonos de los países centrales, aún cuando Estados Unidos volvió a bajar las tasas.
Las promesas de reactivación económica son infundadas. Incluso se sigue agravando el parate de Vaca Muerta sobre la cual tampoco dijo nada AF en su discurso, porque no sólo no aparece la ley de hidrocarburos de Nielsen, sino que cae el precio internacional del petróleo por debajo de la viabilidad del fracking.
Truchas resultan también las promesas de mejoras salariales de Trotta y de todo el gobierno. Diez provincias no empezaron las clases y en otras hubo conflictos parciales, porque la paritaria nacional aceptada por la burocracia de Ctera es una miseria. El ataque a las cláusulas gatillo, la adopción de sumas fijas destruyendo las escalas y los plazos cortos están desquiciando las paritarias de todo el movimiento obrero.
El primero fue Palazzo de bancarios; ahora, Cavalieri, de Comercio, firmó tres cuotas, las dos primeras (marzo y abril) de 1.000 pesos y una de 2.000 en mayo, pateando la paritaria más grande del país para junio. No hay paritarias, no hay movilidad, se suceden los despidos, las suspensiones y las quiebras. El pacto social que está en marcha se aprecia en su contenido: es un acompañamiento del ajuste del FMI por la vía de integrar los sindicatos al “gobierno nacional y popular”.
Como lo han hecho los docentes, desde abajo, en algunos casos con autoconvocatorias, como en Salta, con paros masivos como el tucumano y el santafesino entre otros, el movimiento obrero tiene que deliberar y rechazar esta política, luchando por un salario equivalente a la canasta familiar y rodeando a los jubilados de la verdadera solidaridad, que es la lucha. Impulsamos la autoconvocatoria de los jubilados mismos en defensa de la movilidad, de los regímenes especiales que costaron un siglo de luchas y por 82% móvil.
Pero la primera estación de esta lucha es el paro y movilización de la mujer el 9 de marzo, de cuya masividad dependen muchas cosas. Más que nunca, cuando Fernández ha prometido mandar un proyecto de ley por la legalización del aborto. No se nos escapa el propósito de reforzar la autoridad del gobierno mientras hace pasar la descarga sobre las masas de la crisis capitalista y de deuda. Pero arrancar el aborto legal, sin tapujos ni condicionamientos clericales, será una victoria de la movilización que reforzaría a todo el movimiento popular y amplía el campo para ir por la separación de la Iglesia del Estado, porque la aplicación efectiva de la ESI y de la IVE suponen romper ese entrelazamiento.
Y también preparar un 24 de Marzo de masas y de independencia política, en oposición a la cooptación al gobierno que legitima la deuda y deslegitima los reclamos populares.

Néstor Pitrola

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